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¿Por qué los procesos de secularización política posteriores a la Segunda Guerra Mundial han dado paso a procesos de intensa revitalización religiosa? ¿Son los postulados de la izquierda liberal exitosos fuera de Europa? ¿Está terminando la tendencia a la secularización de la vida política? Estas han sido las principales cuestiones sobre las que se ha centrado la última obra de Michael Walzer, The Paradox of Liberation. En esta ocasión, el autor estadounidense aborda la aparente contradicción existente entre el hecho de que movimientos políticos con planteamientos marcadamente progresistas y sostenidos por un amplio consenso entre su población en el transcurso de procesos de independencia política fueran posteriormente superados por contrarrevoluciones religiosas respaldadas por un fuerte apoyo popular. Para ello, Walzer estudia tres movimientos que alcanzaron la independencia y se constituyeron como Estados independientes a través de una propuesta política de índole marcadamente secular: el Congreso Nacional Indio y el Laborismo Sionista entre 1947 y 1948 y el Frente de Liberación Nacional en Argelia en 1962. En este sentido, analiza cómo estos conflictos, que en su momento supeditaron el papel religioso al secular, se enfrentaron, unas décadas después de triunfar, a una revitalización de los movimientos religiosos que los sobrepasó hasta conformar en estos Estados la situación política tal y como la conocemos actualmente.

Con estas bases, y apoyado en las contribuciones de figuras tan diferentes como Alexis de Tocqueville, Jean-Paul Sartre o Karl Marx, y políticos del momento como David Ben-Gurión, Jawaharlal Nehru o Ahmed Ben Bella, Walzer reconsidera el papel de la izquierda dentro de comunidades no europeas, realizando un enfoque crítico sobre la implementación de sus políticas en tales territorios, ignorando las cosmologías y culturas propias en el proceso de construcción de identidad tanto durante la emancipación como en el periodo posterior. Para el autor, esta conducción redundó en un desarraigo de la población que generó, a su vez, un movimiento de rechazo y de recuperación del tradicionalismo religioso. Así, describe cómo los postulados de los sectores que mantenían una defensa de las tradiciones fueron sistemáticamente negados y apartados del proceso político constituyente, priorizando en todo momento la conformación de gobiernos seculares. Como posibles explicaciones a este rechazo, Walzer aduce el vínculo legitimador que existió entre el anterior régimen colonial y la religión mayoritaria del territorio: ya fuese el hinduismo y el sistema de castas, o el judaísmo y el islamismo y su rechazo a la violencia, todos ellos desincentivaron la respuesta violenta contra las fuerzas coloniales, abogando en su lugar por un carácter pasivo y sumiso. Así, la ruptura con la religión se constituye en requisito indispensable para poder tener un grado de movilización popular suficiente como para alcanzar la independencia y construir un nuevo proyecto político que rompa no solo los vínculos externos coloniales, sino también con la ideología que permitió dicha colonización.

En este sentido, Walzer expone cómo esta separación entre religión y Estado no supo tomar en consideración las cosmologías y percepciones de una parte importante de su población, lo que provocó un paulatino desgajamiento entre la élite política en el gobierno y el conjunto de la sociedad. En última instancia, el surgimiento de movimientos que representasen los valores culturales de esa mayoría y promoviesen sistemas políticos con mayor cercanía social puede entenderse para Walzer en una suerte de conflicto entre los valores occidentales seculares frente a las tradiciones propias indias, israelíes y argelinas, respectivamente. Muy vinculado a lo expuesto anteriormente, esta obra pone en cuestión la relación entre secularización y el progreso político y social, en tanto que movimientos de recuperación tradicional y que rechazaron la intensidad o la profundidad de dicho progreso, contaron con un fuerte respaldo de su población. Este tipo de consideraciones resultan de especial relevancia en un momento como el actual, en el que acontece una revitalización del sentimiento religioso que invita a considerar que la religión persiste como un elemento esencial en la conformación interna de los Estados.

Como propuesta, el autor realiza una interesante distinción entre negación y negociación. Desde su punto de vista, la India, Israel y Argelia proporcionan ejemplos de situaciones en las que teorías marcadamente europeístas implementaron dinámicas seculares que negaron cualquier otra interpretación más inclusiva, lo que alentó el rechazo de una parte de la población, sentando las bases del conflicto que terminaría poniendo fin al proyecto político que permitió la independencia. Frente a esta concepción dialéctica, basada en el conflicto y la negación mutua, y que muestra serias dificultades para aplicarse fuera de Europa, la alternativa defendida en esta obra aboga por una actitud de inclusión de los valores particulares de cara a aunar al conjunto de la sociedad en torno a un proyecto de vida compartido por todos ellos.

Por otro lado, desde una perspectiva formal, Walzer distingue cuatro bloques diferenciados, en los que se recogen y desarrollan las principales ideas expuestas anteriormente:

  1. La paradoja de la liberación nacional, que abunda en la aparente contradicción de que aquellos movimientos que pudieron sumar y dirigir a la población en su emancipación del gobierno colonial no pudieran posteriormente unirlos en un proyecto político común, lo que dio paso a un conflicto entre liberadores y tradicionalistas.

  2. La paradoja ilustrada: sionismo frente judaísmo, que aborda la transformación del movimiento secular que logró la constitución del Estado independiente de Israel bajo el gobierno del partido laborista israelí de David Ben-Gurión, exponiendo cómo este fue superado por un revitalizado sionismo conservador, que llevaría al partido Herut al poder, con Menajem Beguín como primer ministro.

  3. La paradoja negada: la perspectiva marxista, centrada en el proceso de emancipación de Argelia, bajo el Frente de Liberación Nacional dirigido por Ahmed Ben Bella, donde Walzer expone su rechazo a las cosmologías propias de las comunidades a través de la vía del socialismo islamista y las dinámicas antiseculares que esta generó y que se plasmarían finalmente en el actual Código de familia. Del mismo modo se incluye una aproximación a la independencia india bajo el Congreso Nacional indio liderado por Jawaharlal Nehru que implementó una ambiciosa política de laicización y reforma agraria que, sin embargo fue derrotada por el Partido Popular Indio en 1977 bajo el tradicionalismo indio representado por la hindutwa.

  4. El futuro de la liberación nacional, que ofrece una síntesis de las argumentaciones expuestas en los capítulos anteriores por la que concluye la necesidad de que la izquierda sustituya su actitud negadora por una negociadora e incorpore en sus planteamientos a las comunidades, reconociéndolas como elementos activos de esa propuesta política.

Como ha podido observarse, la presente obra muestra un punto de unión entre las dos temáticas en las que más ha destacado la obra de Walzer, el valor intrínseco de la comunidad en los procesos de conformación de los individuos y la legitimidad de los conflictos bélicos. A través del estudio de los anteriores conflictos, algunos de ellos terriblemente cruentos, y más concretamente de cómo pudieron aunar a sus nacionales en exitosos procesos independentistas, el autor aborda la inclusión de las comunidades y de sus tradiciones dentro de los movimientos seculares tras la Segunda Guerra Mundial. Supone, en definitiva, la continuación y profundización de estudios tan relevantes como War, Politics and Morality (2001), Arguing about war (2004), On toleration (1997) o Pluralism, Justice and Equality (1995). De hecho, esta obra supone un interesante contrapunto al reciente artículo de este mismo autor en la revista Dissent, titulado «Islamism and the left», en el que explora el desafío que supone actualmente el yihadismo radical para la comunidad internacional y defiende el papel de la izquierda como parte imprescindible de cualquier solución.

Por otro lado, este acercamiento incluye un componente polémico al abogar por la negociación entre los postulados progresistas y las tradiciones de las comunidades. Aunque a lo largo de la historia pueden encontrarse numerosos ejemplos en los que este tipo de diálogos han tenido lugar, estos se han limitado a acuerdos puntuales sobre los que continuaron manteniéndose dinámicas conflictuales. Cabe suponer que ante cuestiones como los derechos de la mujer, la primacía de la ley civil o los crímenes de honor, la intensidad de las oposiciones entre las posturas progresistas y tradicionalistas sea tan enconada que la llegada a acuerdos resolutorios sea un objetivo de extrema dificultad.

Esta obra es, en definitiva, una exhortación por parte de Michael Walzer a reconsiderar el papel de la izquierda política en un escenario mucho más complejo que el descrito por la teoría clásica y en el que sus principales dirigentes han tenido graves problemas para ofrecer proyectos políticos progresistas que lograsen aunar a toda la población en el largo plazo, especialmente en Estados no occidentales. En este sentido, aboga por planteamientos inclusivos que no traten de imponerse a las culturas nacionales, sino que incluyan a estas como un elemento esencial sobre el que desarrollar valores y políticas pluralistas que superen la pasividad religiosa sin renunciar necesariamente a la totalidad del sentimiento sacro.