La International Peasant Union se fundó en Washington en 1947 para coordinar a los partidos agrarios de los países bajo dominio comunista en el Este y Centro de Europa. Desarrolló un abanico notable de actividades durante tres décadas, manteniendo viva la ideología agrarista de la llamada Internacional Verde de Praga del periodo de entreguerras y al mismo tiempo movilizando todos los recursos disponibles a favor de Occidente contra la Unión Soviética. Los líderes agrarios exiliados proporcionaron una valiosa, aunque sesgada por sus duras experiencias personales y políticas, visión de la realidad del otro lado del telón de acero, en particular en sus campos de conocimiento (colectivización, políticas agrarias, etc.). La organización, ideología y actividades de la IPU son analizadas con detalle a través de fuentes impresas (en especial su boletín), archivísticas y bibliográficas.
The International Peasant Union was founded in Washington in 1947 as an umbrella organization for the agrarian parties of the countries under Communist rule in Eastern and Central Europe. It developed a remarkable range of activities for three decades, keeping alive the peasantist ideology of the so-called Prague Green International between the wars and at the same time mobilizing every possible ressource for the triumph of the West against the Soviet Union. The exiled agrarian leaders provided a valuable, although biased by their hard personal and political experiences, insight into the reality behind the Iron Curtain, especially in fields related to their expertise (collectivization, agrarian policies and the like). The organization, ideology and range of activities of the IPU are explored at lenght using printed (particularly the IPU Bulletin), archival and bibliographical sources.
El 4 de julio de 1947 los líderes de unos partidos de los que probablemente pocos periodistas presentes habían oído hablar nunca, provenientes de países que muchos no serían capaces de situar en un mapa y que hablaban inglés con el marcado acento de quienes han debido aprenderlo en la edad adulta, hicieron pública la denominada «Declaración del Día de la Independencia». La conferencia de prensa en un lujoso hotel de Washington tenía como fin dar a conocer la constitución de la International Peasant Union (IPU), como coordinadora de una serie de partidos agrarios de la parte de Europa que había caído bajo el control de la URSS tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Se trataba pues del punto de partida de una organización que iba a perdurar hasta los años setenta pero también de un punto de llegada, puesto que la trayectoria tanto de los partidos agrarios como de sus dirigentes se proyectaba bastantes años atrás en el tiempo y la IPU se concebía además como revitalización de la llamada Internacional Verde de Praga (1921-1938).
La declaración se resumía en cinco puntos: 1) los partidos agrarios como representación real de sus pueblos frente a los regímenes ilegítimos impuestos desde Moscú; 2) la defensa de la democracia en los términos definidos en la Carta del Atlántico y la de las Naciones Unidas; 3) la reivindicación de «la libertad individual y de la propiedad privada basada en el trabajo productivo» y de la conciliación de los intereses individuales y colectivos que encuentra su mejor expresión en el cooperativismo y su antítesis en la colectivización; 4) la exaltación del campesinado libre y próspero como «columna vertebral de las instituciones democráticas en nuestra parte del mundo», y 5) declaración de fe en la democracia, que es «una e indivisible», así como del pacifismo como principio rector de las relaciones internacionales. Lo firmaban líderes agrarios de Hungría, Croacia, Serbia-Yugoslavia y Bulgaria, y aclaraban que en la redacción habían participado también representantes rumanos y polacos
El presente trabajo se propone analizar la actividad de la IPU a través de fuentes hemerográficas, bibliográficas y archivísticas
Los partidos agrarios constituyen una familia política prolífica que alcanzó su época de mayor esplendor en el periodo de entreguerras en Escandinavia y los países de la Europa centro-oriental, si bien ya antes del cambio de siglo habían aparecido las primeras formaciones de este cariz, como el Venstre danés (1888), la Unión Agraria búlgara (1889), el Polskie Stronnictwo Ludowe (1895) en la Galizia austriaca o el Česká strana agrarní (1899) en Bohemia-Moravia
Los partidos agrarios, pese a su diversidad, presentaban una serie de rasgos comunes y un sustrato ideológico lo suficientemente compartido como para facilitar contactos e influencias mutuas que se formalizaron en la denominada Internacional Verde
La Oficina coordinaba a partidos muy dispares, desde aquellos que ocupaban posiciones de poder en sus respectivos países a los que ejercían la oposición, otros de peso marginal y restos de los que habían sido prohibidos tras la instauración de dictaduras. Una ausencia debilitadora fue la de los partidos nórdicos (a excepción del finlandés). El Partido de los Pequeños Campesinos húngaro tampoco se integró, probablemente por reticencias antieslavas y por juzgarla un instrumento de la política exterior checa y en segunda instancia francesa. Sí se adhirieron algunos partidos de Europa occidental, aunque marginales o secundarios en sus sistemas políticos
Durante la Segunda Guerra Mundial los partidos agrarios del Centro y Este de Europa cesan su actividad y sus líderes pagan un pesado tributo en forma de ejecuciones, encarcelamientos y exilio bajo la ocupación alemana o los gobiernos en la órbita del III Reich. Aunque se dieron casos de colaboracionismo, no fueron representativos de la actitud mayoritaria, si bien ahí radicaría uno de los argumentos más recurrentes en la propaganda comunista una vez terminado el conflicto. De hecho, al partido agrario con más ascendiente y mayor experiencia de poder, el checoslovaco, se le prohibió reorganizarse con el discutible argumento de que un Gobierno en el que era mayoritario había aceptado la desmembración del país en 1938, acusación que también justificaría las condenas a muchos de sus dirigentes, como la del sucesor de Svehla al frente del partido y exprimer ministro Rudolf Beran (1887-1954)
Durante la guerra numerosos líderes de los partidos agrarios se refugian en Londres y se crean así las condiciones para retomar los contactos, preparar la reconstitución de sus partidos llegado el momento propicio y planificar las reformas a llevar a cabo en sus países tras el conflicto. Ya en otoño de 1940 se crea bajo los auspicios del Fabian Society International Bureau el East European Discussion Group, con la participación de políticos agrarios de relieve como el polaco Jerzy Kuncewicz o el serbio Milan Gavrilovic. Allí comienza a plasmarse una aspiración que constituirá uno de los pilares del programa de la IPU: la formación de una confederación de países de Europa central y oriental que a su vez constituiría una contribución hacia la unión europea y la prevención de futuras guerras
Es por tanto en Reino Unido donde en cierto modo encuentra continuidad durante la guerra la Internacional Verde de Praga. De hecho, el citado
Una vez rematado el conflicto bélico parecía llegado el momento de recuperar el papel preponderante jugado en el pasado, pero el contexto exigió la colaboración con los partidos comunistas en coaliciones de gobierno en los países para los cuales los Acuerdos de Yalta habían sancionado la preponderancia de la influencia soviética. Los partidos agrarios siguieron en la mayor parte de los casos un recorrido marcado por las tres fases de la estrategia comunista para la toma del poder señaladas por la historiografía: frentes nacionales, peso cada vez más desequilibrado a favor del partido comunista y por último instauración de un régimen dictatorial. De poco sirvieron su notable base social y los favorables resultados electorales allí donde se dieron inicialmente las condiciones para un escrutinio limpio, como fue el caso del Partido de los Pequeños Cultivadores húngaro, que en noviembre de 1945 acaparó un 57 % de los votos, superando ampliamente el 17 % del partido comunista. Una combinación de violencia, fraudes electorales, presiones y persuasión, más el irrebatible factor geopolítico de la cada vez más inapelable división del continente culminaron con la toma del poder en solitario por los partidos comunistas, consumada con el golpe de Estado en Checoslovaquia en febrero de 1948
La ideología agraria y los partidos que la habían encarnado parecían por tanto una vía muerta, una inviable nostalgia ante la modernización impulsada bajo el modelo colectivista e industrializador soviético. Y sin embargo, como los restos de un naufragio, los líderes agrarios supervivientes de la debacle fueron convergiendo en distintas capitales europeas y finalmente de forma definitiva en Estados Unidos para intentar insuflar nueva vida a sus ideales.
La aspiración a refundar la Internacional Verde de entreguerras estaba ya presente desde su disolución; de hecho, tras la liberación de sus respectivos países el búlgaro Giorgi M. Dimitrov (1903-1972) y el rumano Ion Mihalache (1882-1963) firmaron una declaración en nombre de sus respectivos partidos comprometiéndose a colaborar entre sí y a ampliar su acuerdo a los partidos agrarios de otros países
Dimitrov llega en enero de 1946 a Estados Unidos y mantiene una reunión con altos funcionarios del Departamento de Estado en la que se le recomienda mantener un perfil bajo en sus actividades políticas. Aunque descontento con lo que consideraba un reflejo de la actitud conciliatoria con la URSS, atendió el consejo, en parte también por no exponer a sus seguidores en Bulgaria a ulteriores represalias, lo cual no le impidió entrevistarse con miembros del Congreso. En septiembre de 1946 el croata Vladko Macek visita Pittsburgh desde su exilio en París para establecer contactos con la colonia emigrante y Dimitrov se reúne con él, y ante el deterioro de las relaciones entre las dos superpotencias creen llegado el momento de preparar la reconstitución de la Internacional Agraria. El húngaro Ferenc Nagy se les une en junio de 47, y Dimitrov redacta una declaración a la que se adhiere Gavrilovic por telegrama desde Londres en representación del Partido Campesino Serbio que se convertiría en la Declaración del Día de la Independencia que marcaría la presentación en sociedad de la IPU. A continuación siguió un goteo de incorporaciones al ritmo de los acontecimientos al otro lado de lo que acababa de ser bautizado como el telón de acero. En enero de 1948 Mikołajczyk llega a EE. UU. y se adhiere, al igual que había hecho poco antes el líder del Partido Nacional Agrario Rumano Iuliu Maniu (que poco después sería encarcelado y moriría en prisión) a través de un enviado.
La IPU quedó plenamente configurada en su primer congreso, celebrado en Washington del 24 al 27 de mayo de 1948
Entre congresos la organización sería gestionada por un comité central radicado en Washington, con un delegado por partido, un presidente (el polaco Mikolajczyk sería elegido unánimemente al igual que el resto de los cargos), un secretario general (Dimitrov) y cuatro vicepresidentes (Ferenc Nagy, Vladko Macek, Milan Gavrilovic y Augustin Popa), todos ellos elegidos durante los congresos. El Comité Central era el ámbito donde se tomaban las decisiones trascendentales, puesto que los estatutos le reconocían la capacidad de arrogarse funciones propias del congreso siempre que las sometiese a su ratificación en el siguiente que se celebrase. El presidente, el secretario general y los cuatro vicepresidentes constituían el Comité Ejecutivo, cuyas funciones no quedaban claramente deslindadas de las del Comité Central en los estatutos y, como afirma Indraszczyk, parece haber funcionado como un
La IPU tendrá su sede en Washington, pero contará con varias delegaciones en el extranjero que tendrán como misión coordinar la ayuda a los exiliados en su territorio de influencia, recopilar información sobre los acontecimientos al otro lado del telón de acero y defender las tesis de la IPU ante la opinión pública y los gobiernos en cuestión. A partir del primer congreso (Washington 1948) se irán constituyendo en Londres, París, Estrasburgo, Roma, Ginebra, Bonn, Múnich y Estocolmo, además de sendas delegaciones en Nueva York y Chicago. A partir de 1950 editará su boletín (durante los primeros años también con una versión en francés), en cuya cabecera aparecía el mismo símbolo, un trébol de cuatro hojas, que en el publicado hasta 1938
El sostenimiento de una organización permanente, la edición del boletín mensual y numerosos libros y folletos, los viajes de los dirigentes para participar en diferentes foros en EE. UU. y el extranjero… todo ello suponía lógicamente unos gastos considerables. Ni en el boletín ni en la documentación conservada en el archivo de la Universidad de Stanford ni en las actas de los congresos se ofrecen datos sobre el presupuesto anual ni las fuentes de ingresos. En teoría estos provenían de los partidos afiliados y de donativos. Las memorias de algunos de sus dirigentes hacen mención a las ganancias provenientes de sus conferencias, artículos en prensa y de los derechos de autor de sus libros, pero es improbable que todo ello cubriese un porcentaje sustancial de las necesidades de la organización. Aunque sin poder precisarlo con demasiado detalle, tanto la bibliografía disponible como documentos consultables en la red apuntan a subvenciones provenientes de la Administración estadounidense a través del Free Europe Committee, el Departamento de Estado y la CIA, al igual que a otras muchas organizaciones, para sufragar lo que Saunders (
El financiamiento siempre fue uno de los talones de Aquiles de la IPU en dos sentidos. En primer lugar, ofrecía un flanco débil para las críticas de sus oponentes, de manera que oficialmente sus líderes siempre negaron recibir fondos públicos
Fuese como fuese, la IPU había quedado plenamente configurada en el momento del inicio de la Guerra Fría, y si bien es cierto que los partidos que la formaban habían perdido el poder efectivo una vez implantados los regímenes comunistas en el Centro y Este de Europa, todavía tenían activos considerables en su favor, como se mostrará en el apartado quinto. A la altura de su segundo congreso (1950) habían ingresado en ella once partidos agrarios de Albania, Bulgaria, Croacia, Estonia, Hungría, Lituania, Polonia, Rumanía, Eslovaquia, Checoslovaquia y Yugoslavia-Serbia, a los que se sumarían después el letón y finalmente, en 1964, el ucraniano, cuyo ingreso se había retrasado una década puesto que existían disputas entre los exiliados en torno a quién debía ostentar su representación
Todos los partidos que formaban parte de la IPU habían existido antes de la Segunda Guerra Mundial, aunque con notables diferencias en su implantación social y experiencia de gobierno, excepto dos de ellos. En el periodo de entreguerras checos y eslovacos habían estado agrupados en la misma formación, el poderoso Partido Agrario Republicano, del que era vicepresidente Milan Hodza (1878-1944), que también llegó a ser presidente de la Internacional Verde de Praga. Su hijo Fedor (1912-1968), ministro de Agricultura y Asuntos Exteriores del Gobierno checoslovaco en el exilio, ocupó la Secretaría General del Partido Democrático (eslovaco), que se formó en el contexto del levantamiento de 1944 como aglutinador de los elementos de la oposición antifascista no comunistas. Fue el más votado en Eslovaquia en las elecciones de 1946, pero fue disuelto en 1948 y se reconstituyó en el exilio integrándose en la IPU, del que Fedor Hodza formaba parte, en el Comité Central, en representación de su partido pese a que su carácter agrario era discutible
Al contrario que su predecesora de entreguerras, la IPU no incorporará partidos agrarios escandinavos ni occidentales. No obstante, mantendrá relaciones estrechas con formaciones como la Confederazione Nazionale Coltivatori Diretti (próxima a la DC) o el Parti Paysan francés y, algo que nunca hizo la Internacional de Praga, con partidos de otros continentes, en especial China e India. El resultado fueron conferencias y seminarios en Asia o Latinoamérica y una amplia cobertura en su boletín, a partir de mediados de los cincuenta, de la cuestión agraria en otros continentes, mayoritariamente al compás de los avatares de la política internacional (China, Corea, Cuba, Vietnam), puesto que uno de los dogmas de la IPU era la conexión directa entre las características del campesinado en un territorio y las posibilidades de que una revolución comunista se impusiese.
Desde el punto de vista ideológico la IPU presentaba un alto grado de continuidad con la Internacional de Praga, de la que se proclamaba heredera. No obstante, el diferente contexto histórico y las circunstancias de los partidos que las componían explican algunas diferencias y matices que requieren ser resaltados. La ingente actividad publicística de la IPU a lo largo de varias décadas constituye un corpus teórico y programático que para ser presentado de forma manejable podemos sintetizar en tres puntos: 1) la concepción de la que se partía de la propia organización y los partidos miembros, su misión histórica si se quiere; 2) la visión de la agricultura y el campesinado, su papel en el mundo contemporáneo y sus implicaciones en todos los órdenes, y por último 3) la interpretación que se hace del comunismo como antagonista por excelencia no solamente de la IPU, sino del campesinado y de todo lo que representaba.
Comenzando por el primer punto, desde la IPU se va a llevar a cabo una reivindicación constante de la trayectoria de los partidos agrarios, de sus líderes y de la Internacional Verde. Adopta formas variadas, desde biografías hagiográficas de los fundadores hasta obituarios de aquellos líderes que iban falleciendo bien en el exilio bien víctimas de la represión en sus países de origen, pasando por actos de homenaje en aniversarios, funerales, etc.
La reivindicación de sus predecesores de entreguerras se plasmaba también en la defensa de su pedigrí democrático, frente a la acusación desde los regímenes comunistas (recuperando el argumentario de la III Internacional) de ser criptofascistas
Al proclamarse herederos de la Oficina de Praga de Entreguerras y de los partidos que la componían, los dirigentes de la IPU insistieron lógicamente en desmarcarse de los partidos agrarios que en algunos países fueron creados como complemento del partido comunista e instrumento de captación de la población rural. Desde las páginas del boletín se atacó repetidamente a estos partidos como meros apéndices u hojas de parra de las dictaduras comunistas para engañar a los campesinos y poder imponer políticas impopulares que subordinaban el sector agrario al industrial, en particular la colectivización. La IPU los denuncia periódicamente como profanadores de la verdadera tradición agrarista de la que ella sería la legítima representante, y del mismo modo se reacciona airadamente contra la apropiación por los regímenes comunistas de determinadas figuras, como era el caso de Stambolijski, a quien se dedicó una avenida en Sofía y a quien se erigió una estatua frente a la sede del partido agrario o BZNS depurando su biografía de elementos incómodos como sus choques con el partido comunista y la pasividad de este ante el golpe que puso fin a su gobierno (y a su vida)
En la publicística de la IPU apenas se menciona al Frente de Aradores rumano (1944-1953) ni al Demokratische Bauernpartei Deutschlands (Partido Campesino Democrático de Alemania), fundado en 1948. En este último caso se puede interpretar como una muestra de cierta germanofobia latente, puesto que el peso de las informaciones sobre la RDA es mucho menor que en los otros casos, no se denuncia a su pseudopartido campesino como se hace en los demás casos (en Alemania habían existido varios partidos campesinos, aunque ninguno había ingresado en la Internacional de Praga) y ocasionalmente esos sentimientos podían expresarse abiertamente. Una de esas ocasiones se registra en el cuarto congreso de la IPU (1954), en el que, como era preceptivo, cada partido presentaba un informe sobre su situación y la de su país. Al llegar su turno, el secretario general del Partido Campesino Polaco, Stanislaw Wojcik, afirma que no pueden confiar en Alemania puesto que Hitler había sido elegido democráticamente y no existían pruebas de que la RFA hubiese renegado de su pasado ni de sus planes expansionistas, «de ahí que no podamos dejar de pensar en los alemanes como una nación todavía deseosa de venganza y conquista»
El segundo pivote sería la exaltación de la agricultura y del campesinado en todos los órdenes, como no podía ser menos y como continuación de la ideología agrarista tradicional. Aunque hasta hace unas décadas predominaba una caracterización de los partidos agrarios como conservadores en lo político y retardatarios en lo económico, actualmente la historiografía mayoritaria se inclina por una visión más positiva. Su oposición tanto al capitalismo liberal como al marxismo les situaba aparentemente en contra del mito del progreso que ambos compartían, pero en realidad sería más acertado definir su propuesta como una vía de modernización alternativa, que mantendría un sector agrario sólido que incorporaría las innovaciones técnicas y se implicaría en el mercado, pero mediante el mecanismo de control que suponía el cooperativismo en todas sus manifestaciones. La Oficina de Praga defendía una vía intermedia entre capitalismo y socialismo, basada en la propiedad privada pero con una función social (expropiación de latifundios, cooperativismo…). Sin embargo, era una falsa equidistancia, puesto que ante el socialismo la oposición era sistemática y filosófica, mientras que del capitalismo lo que se pretendía en realidad era reformarlo para mitigar algunos de sus efectos, por ejemplo estableciendo mecanismos de control de precios, limitando el individualismo mediante el fortalecimiento de lazos comunitarios (actualizados a través del cooperativismo)…
La defensa de la agricultura se basaba en argumentos prácticos (estabilidad de la economía, capacidad de fijar mano de obra en el territorio, base para industrias transformadoras…), pero iba más allá, puesto que se concebía como algo que iba más allá de una actividad económica cualquiera. En las elaboraciones de los agrarios la agricultura era un modo de vida, que llevaba asociados valores que era imprescindible perpetuar, como la comunión con la naturaleza, la responsabilidad recíproca, la religiosidad, el patriotismo, el respeto por la familia y las tradiciones, etc. Esa distinción clásica (que el idioma inglés refleja a través de la dicotomía
El discurso de la IPU mantiene estas constantes, pero como es natural introduce una serie de matices derivados del contexto histórico de la Guerra Fría y del propio marco en el que desarrollaba sus actividades, que ahora era el exilio en la principal potencia del mundo capitalista. Lo primero que se observa es la acentuación del anticomunismo, que hasta entonces era ya muy marcado y no solamente en el plano teórico, puesto que se apreciaba también en la hostilidad hacia los sindicatos obreros (por su reivindicación de precios bajos para los alimentos y su pretensión de organizar a los trabajadores agrícolas). Lo que antes era un rasgo más a partir de 1947 pasa a ser la verdadera razón de ser de la IPU, una obsesión o monotema. El campesinado pasa a ser presentado como el más fiable baluarte contra la expansión del comunismo, y por ello su mantenimiento en condiciones dignas para a ser un requisito para el triunfo en la Guerra Fría. El grado de violencia requerido para imponer la colectivización en los países del otro lado del telón de acero y la resistencia pasiva con la que se saboteaban las políticas oficiales serían la mejor demostración de la incompatibilidad esencial del comunismo («feudalismo rojo» lo denominan en varias ocasiones, al igual que se compara la situación de los miembros de los koljoses con la servidumbre) con el campesinado, que constituiría el verdadero talón de Aquiles del bloque soviético. El presidente de la IPU, tras un repaso a la situación en los diferentes países, afirmaba por ejemplo que el campesinado: «Es una fuerza enorme, obstinada, preparada a realizar sacrificios y al tanto de su situación, que ha acumulado la dinamita cuyo estallido y la fuerza de su explosión harán saltar en el momento deseado todo el sistema y hará saltar por los aires la delgada capa de la elite roja y la dictadura sanguinaria que reposa sobre ella»
Si hasta la Segunda Guerra Mundial los ideólogos agraristas se habían presentado como una tercera vía entre capitalismo y socialismo, a partir de la fundación de la IPU se toma partido sin ambages por el primero y pasan a un segundo plano temas antes recurrentes como la crítica a la «industrialización» de la agricultura o la especulación sobre los precios de los alimentos. Sí se toma partido por soluciones que mantengan el libre mercado pero lo hagan compatible con una agricultura familiar viable, como serían el modelo danés o la reforma agraria italiana propulsada por la Democracia Cristiana, que de hecho la IPU apoyó no solamente a través de sus publicaciones, sino organizando un foro de debate en Roma en mayo de 1958 sobre la situación de la agricultura en el bloque comunista al cual asistieron los principales representantes de la Democracia Cristiana y sus organizaciones agrarias afines, en línea con la política exterior estadounidense
El modelo de desarrollo agrario más elogiado será el escandinavo, y el nacimiento de la Comunidad Europea también va a despertar esperanzas, con matices. El contrapunto, el reverso amenazante, sería la política agraria estalinista (colectivización, precios fijados por el Estado, eliminación de la autonomía del cultivador en las decisiones, etc.). Todo partiría de la inadecuación de la lectura marxista de la agricultura y el campesinado, creando un molde teórico que requeriría dosis inauditas de coerción y violencia para encajar en él la realidad. Quien sistematiza esta incompatibilidad con más minuciosidad es el académico británico de origen rumano David Mitrany, en particular en
El tercer elemento central de la cosmovisión de la IPU lo constituye su visión del comunismo, su antagonista en términos absolutos. Lo más llamativo a este respecto es el carácter monolítico e inalterable de la caracterización del mismo. A los ojos de los hombres de la IPU el comunismo era exactamente idéntico a lo largo del tiempo y del espacio, nada sustancial diferenciaría a Lenin de Stalin ni a este de Jrushchov, ni a los regímenes de Europa oriental de sus adláteres en China, Corea o Cuba. Cualquier evolución, cualquier reforma, cualquier moderación no serían más que maniobras tácticas en momentos de debilidad o bien estratagemas para engañar a sus oponentes y obtener concesiones. Por tanto la única actitud admisible por parte de Occidente era la hostilidad frontal y sin fisuras, de manera que sistemáticamente desde sus publicaciones los líderes agrarios se pronunciarán en contra del reconocimiento de los regímenes comunistas (y su admisión en la ONU), de la concesión de créditos, de las visitas de dirigentes de las democracias populares a países occidentales o de la firma de tratados de cualquier tipo (comercial, militar o cultural). A priori, sería previsible que en el estudio de una organización que pervive durante más de tres décadas fuese necesario introducir en el análisis las etapas en sus posicionamientos, pero el vaciado de las fuentes lleva a la conclusión contraria: las tesis son las mismas en los albores de la Guerra Fría que en los años setenta, cada vez más anacrónicas y ajenas a la realidad cambiante pero expresadas con la misma firmeza categórica.
Amparándose en su experiencia directa con las tácticas comunistas, los líderes exiliados advierten sin pausa a los países occidentales ante el riesgo de reproducir la política del
El comunismo era capaz de utilizar cualquier medio para obtener sus objetivos y de disimular sus verdaderas intenciones, como advierte Dimitrov en su comparecencia ante el Comité de Actividades Antiamericanas en 1948
Como se ha afirmado anteriormente, tampoco se acepta modular el análisis del discurso según la variable geográfica: el comunismo mantiene su esencia a lo largo del tiempo y también del espacio, las diferencias entre los países son secundarias porque todos comparten los fines últimos y el acatamiento al modelo soviético. Se niega, pues, la mera posibilidad de un «socialismo nacional» a la Gomulka
Para terminar este apartado sería acertado detenerse en dos cuestiones independientes pero relacionadas con los puntos mencionados anteriormente. Se trata de la rusofobia y del totalitarismo. Sobre la primera, las duras experiencias personales, la presencia de exiliados bálticos y el peso del componente polaco explican esa imagen de Rusia, potencia de la cual intentan alejarse en la misma medida en que se proclaman integrantes de una cultura europea común
El añadido final lo constituían los resentimientos creados durante la guerra y la inmediata posguerra, en especial en el caso de los polacos. Desde el mismo instante de su creación, la IPU recordará a la opinión pública occidental los aspectos más polémicos de la actuación de la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, como el pacto germano-soviético, las deportaciones en los países bálticos en 1939-41 o la inacción ante el alzamiento de Varsovia. Sin embargo, el tema en el que más se incidía era la masacre de Katyn, sobre la cual todavía existía controversia, y no había sido refutada la versión soviética que la atribuía a los alemanes y que por conveniencia había sido aceptada por EE. UU. durante el conflicto
El segundo argumento añadido se refiere a la contribución de la IPU a la popularización del término «totalitarismo»
A primera vista, la IPU podría merecer apenas una nota a pie en la crónica de la Guerra Fría, un grupo de derrotados de la historia alejados de sus países y de toda capacidad de influencia real en los acontecimientos, nostálgicos de un pasado que nunca volvería puesto que sus bases materiales y culturales estaban siendo arrasadas por el proyecto industrializador y la ingeniería social de los regímenes comunistas tras la partición de Europa.
Con todo, conviene no olvidar una serie de factores en el haber de la IPU que enumeraremos a continuación, pero antes resulta imprescindible dejar de lado el ventajismo de la perspectiva desde el presente. Actualmente sabemos que los exiliados agrarios nunca retomarían su lugar en los países que se habían visto forzados a abandonar, pero en los años cincuenta podían albergarse dudas sobre ello. Después de todo, muchos de entre ellos habían sobrevivido en el exilio (británico por lo general) durante los años en que el dominio nazi sobre el continente parecía incontestable. Más tarde, los episodios de resistencia contra los regímenes satélites de Moscú y en especial el de Hungría en 1956 pudieron interpretarse como presagios de la caída de unos gobiernos que no contaban con el apoyo de la mayor parte de los ciudadanos y basaban su predominio en la coerción y en la amenaza de una intervención armada soviética.
El primero de los activos de la IPU eran precisamente sus dirigentes. La mayor parte de ellos habían desempeñado altos cargos en los gobiernos de sus países hasta pocos años antes, bien antes de la guerra, bien durante la misma en los gobiernos en el exilio, bien en el breve periodo anterior a la toma del poder por los partidos comunistas, acumulando un considerable capital político. Sin afán de exhaustividad, su presidente Stanislaw Mikolajczyk fue primer ministro del Gobierno polaco en el exilio tras la muerte de Sikorski en julio de 1943 y vicepresidente y ministro de Agricultura en el primer Gobierno de postguerra. Mikolajczyk había negociado directamente con Churchill o Stalin durante la guerra, y al igual que otros de líderes agrarios, pero probablemente en mayor medida que cualquiera de ellos, estaba en condiciones de recurrir a una amplia red de amigos y conocidos en la alta política internacional. El vicepresidente Ferenc Nagy (1903-1979) había sido presidente de la Asamblea Nacional en 1945-46 y primer ministro de Hungría en 1946-47. Fedor Hodza, ministro en diversos gabinetes checoslovacos en Praga o en el exilio londinense; el croata Vladko Macek, vicepresidente del Gobierno yugoslavo entre 1938 y 1941; Milan Gavrilovic (1882-1976), embajador de Yugoslavia en la URSS al inicio de la Segunda Guerra Mundial, o el lituano Kazys Grinius (1866-1950), presidente del Gobierno (1920) y de la República (1926) hasta ser destituido de resultas del golpe de Estado de diciembre de ese año, por citar solamente los más relevantes.
Un segundo factor era su popularidad entre las comunidades de ciudadanos estadounidenses de ascendencia centroeuropea o de Europa oriental, incrementadas además tras la imposición de los regímenes comunistas por miles de exiliados. El peso de estos votantes era particularmente acusado en la región de los Grandes Lagos, con la comunidad polaca como paradigma pero sin olvidar a búlgaros, yugoslavos o húngaros. Los dirigentes de la IPU compaginaban esa actividad con su presencia en los gobiernos en el exilio y en organizaciones étnicas de todo tipo, y contaban con el apoyo público de congresistas de su mismo origen. El propio Mikolajczyk presidió entre 1950 y su fallecimiento el Comité Nacional Democrático Polaco, y al morir el representante por Illinois Ed Derwinski hace su elegía en el Congreso
En tercer lugar, en unos EE. UU. que se veían compelidos a afrontar una confrontación por la supremacía mundial con el bloque comunista el conocimiento de primera mano que atesoraban los partidos y líderes agrupados bajo el paraguas de la IPU tenía un enorme valor. Las páginas del boletín de la IPU ofrecían información actualizada de todo lo que sucedía en sus países de origen y en la URSS gracias a las noticias aportadas por exiliados recientes o desertores, los contactos clandestinos a través de las fronteras y al manejo de publicística oficial. De ahí que se pudiesen ofrecer documentados reportajes sobre los congresos de los partidos comunistas, la evolución de las cosechas, los avatares de la colectivización, etc., en particular en una sección fija denominada «We Lift the Iron Curtain». También se reseñaban las principales obras que se iban publicando sobre esa región del mundo. Un lector del boletín de la IPU podía encontrarse por ejemplo con una crónica de la caída en desgracia de Milovan Djilas redactada por personas que le habían conocido personalmente y con un análisis de su tesis sobre la burocracia como nueva clase.
Por último, la presencia de los exiliados agrarios en suelo norteamericano suponía un as en la manga para Estados Unidos si cambiaban las tornas y al tiempo, un elemento de deslegitimación de los regímenes comunistas a través de la constante crítica ejercida contra ellos a través de variadas acciones que serán analizadas a continuación.
El abanico de actividades impulsadas por la IPU fue muy considerable y ha sido recogido meticulosamente por Arkadius Indraszczyk, lo cual nos exime de extendernos más de lo imprescindible
Una cuestión de fondo que nunca se llegó a resolver es el sentido final estratégico de las acciones emprendidas por la IPU. Por un lado, ante el potencial destructor de ambas superpotencias no se consideraba deseable un conflicto armado para poner fin a la supremacía soviética. Por otro, también se ponía énfasis (tal era la línea también de Radio Free Europe) en desaconsejar las acciones violentas o de oposición directa, cuya consecuencia sería una represión implacable, como quedó de manifiesto en toda su evidencia tras los sucesos de Hungría de 1956
En la segunda mitad de los años sesenta el boletín de la IPU, su principal canal de difusión, pasa a publicarse solamente dos veces al año. Los fundadores de la IPU
La IPU no llegó a ver la caída del Muro ni el desplome de los regímenes contra los que habían luchado en la medida de sus fuerzas. Algunos artículos en su boletín intentaban preparar el incierto futuro poscomunista, como alguno que estudiaba el desmantelamiento de la agricultura colectivizada o la reorganización política de la región a partir de la reinstauración de regímenes democráticos y un proceso de integración supranacional
Departamento de Historia, Universidade de Santiago de Compostela. Grupo de Referencia Competitiva del SUG HISTAGRA (ED431C 2017111). Este trabajo se inscribe dentro del proyecto «Los vectores del cambio estructural de las agriculturas atlánticas ibéricas: moto-mecanización y especialización lechera», referencia: HAR2016-77441-P (IP Lourenzo Fernández Prieto). Las traducciones son responsabilidad del autor. Quisiera hacer constar mi agradecimiento a José María Faraldo por sus útiles sugerencias a partir del primer borrador de este trabajo.
Siglas usadas: BBIA (Bulletin du Bureau International Agraire); BDIC (Bibliothèque de Documentation Internationale Contemporaine, Nanterre); BUIP (Bulletin Union Internationale Paysanne); IPU (International Peasant Union); IPUMB (International Peasant Union. Monthly Bulletin).
La consulta de la prensa de la IPU ha sido posible gracias a la colección conservada en la Biblioteca Nacional Francesa y la Universidad de París X (Nanterre), así como numerosas publicaciones editadas por la misma y documentación de archivo, de la cual no obstante la mayor parte está disponible en internet en el archivo de la Stanford University (Hoover Fundation):
Así, Valota Cavallotti (
Sobre los partidos agrarios las visiones más completas siguen siendo las de Gollwitzer (
La obra de referencia sigue siendo la de Jackson (
Haushofer (
A partir de 1927 se impuso un formato trilingüe en francés, checo y alemán. En el primer idioma su título era
Smutný (
Partidos agrarios de Bélgica, Grecia (efímeramente en 1930-31), Países Bajos y Suiza y el más activo, el Parti agraire et paysan français. Tardíamente, en 1934, se acepta la incorporación del Partido Agrario Español.
BBIA II, 1929, p. 99.
BBIA IV, 1938, pp.129-131.
En un artículo titulado «In the Interest of Truth» el representante checo en la IPU Josef Cerny reacciona ante las afirmaciones de algún historiador al respecto, reivindicando el papel histórico del Partido Agrario como impulsor del parlamentarismo, sostiene que los colaboracionistas fueron muy escasos y culpa a los comunistas pero también a la complicidad de Benes (en lo que parece una prolongación de ciertas disputas entre los exiliados de su país durante la guerra) de haber prohibido su partido porque sabían que era el más serio obstáculo para la toma del poder. IPUMB V, 1956, pp. 9-12.
Rutaj (
Trabajos recientes sobre este tema serían los de Gaddis (
Union International Paysanne (
Véase Moser (
Union International Paysanne (
Indraszczyk (
BBIA II, 1929, p. 100. Esa continuidad no se daba en el plano personal puesto que solamente el croata Macek estaría presente en los órganos ejecutivos de la Oficina de Praga y la IPU, aunque otros dirigentes habían desempeñado funciones menores en aquella.
Durante un periodo que no podemos precisar se publicó también con periodicidad trimestral en Bonn una publicación en alemán (
Simpson (
IPUMB XI-XII, 1954, p. 22.
Ya desde el primer momento, por ejemplo cuando al poco de su fundación Dimitrov compareció ante el Comité de Actividades Antiamericanas, a lo que se hará mención más adelante, y sostuvo que la IPU se sostenía exclusivamente con donaciones privadas y de los partidos afiliados, apuntando a que de hecho su mujer había tenido que aceptar un empleo.
Moser (
IPUMB XI-XII, 1954, p. 22.
El obituario de Fedor Hodza en IPUMB I-XII, 1968, p. 12.
IPUMB XI-XII, 1954, p. 22.
Por ejemplo, el acto conmemorativo celebrado en Nueva York con ocasión del décimo aniversario de la victoria electoral en Hungría del Partido de los Pequeños Cultivadores. IPUMB XI, 1955, p. 18.
Ver entre otros muchos «Les Martyrs de la Paysannerie pour la Démocratie», en Union Internationale Paysanne (
BDIC, Caja 5406/1-2.
BUIP, I, 4-5, «À la memoire…», p. 57.
Son representativas las palabras que dedica Gomulka en su discurso en el III Congreso del Partido Campesino Polaco (aliado del partido comunista) en 1959, donde califica a Mikolajczyk de ser un político «de tendencias derechistas y burguesas» y de ya no ser más que «un político acabado que vivía en Occidente»; T. Ciedplak, «A Party of Stooges in the Service of Communism»; IPUMB II, 1960, pp. 12-15. Nada más fundarse la IPU el periódico polaco
Por ejemplo, Rutaj (
Ver por ejemplo los artículos T. Cieplak «United Peasant Party ofPoland. In the Service of Communism» y «Alexander Stambolisky and the Red Treacheries Around Him», en IPUMB VII, 1958, pp. 15-19 y 20.
Por ejemplo, con motivo de una declaración de los «agrarios rojos» polacos y búlgaros tras un encuentro en Sofía alabando la colectivización de tierras y la alianza de los campesinos y los obreros una vez purgados los imperialistas enemigos del pueblo como Dimitrov o Mikolajczyk; «Declaration of Bulgarian and Polish ‘Red Agrarians’», IPUMB, X, 1958, pp. 17-19.
IPUMB XI-XII, 1954, p. 43.
V. Macek, «The Ideological Position of the Croatian Peasant Party Among the Peasant Movements», IPUMB I-II, 1954, p. 3. Macek cae aquí en una metonimia muy frecuente entre los agrarios, que se consideran representantes del conjunto de su nación dado que la población rural constituiría la esencia de la misma y su parte primigenia.
S. Mikolajczyk, «La paysannerie et la sovietisation», BUIP, 10-11, I-II, 1951, p. 6-9.
BUIP XII, 1958, p. 6-9. Recientes puestas al día sobre la reforma agraria en Italia, en Bernardi y Bernardi (
BDIC, Caja 9/7889. La reseña (a cargo del esloveno Bogumil Vosnjak) en «The Greatest Fallacy. Remarks Upon David Mitrany’s “Marx Against the Peasant”», IPUMB IX, 1954, pp. 4-9.
Scott (
Por ejemplo los editoriales «Agression et politique de concession», BUIP, I-10/11, 1951, pp. 3-6 o «Mobilisation populaire», BUIP, II-4, 1952, pp. 3-6 o las conclusiones del cuarto congreso en IPUMB, XI-XII, 1954.
Soumar, «Editorial. Is a Workable East-West Agreement Possible?», IPUMB, I-II, 1954, pp. 1-2.
Swacha (
Disponible en:
«Communists lure refugees home», IPUMB, V, 1956, pp. 3-7. Se trata de la reproducción de una entrevista por radio a Mikolajczyk en respuesta a una campaña en forma de folletos, cartas de familiares y declaraciones de altos funcionarios comunistas.
H.B., «Current Soviet Agricultural Reform. A New Propaganda Move», IPUMB VIII, 1958, pp. 23-24. Una reconsideración reciente de estas políticas en Smith (
Por ejemplo, en respuesta a las esperanzas expresadas en el seno de la socialdemocracia en el sentido de que iría en aumento la autonomía con respecto a Moscú, el artículo de Dimitrov «Contrasting Views on National Communism», IPUMB III, 1958, pp. 4-7.
Véanse los análisis sobre el titismo por parte de los agrarios croatas y serbios en el segundo congreso; Union International Paysanne (
Swacha (
Rutaj (
M. Hodza, «Europe at the Crossroads» (reproducción de un memorándum redactado en 1944 para el Departamento de Estado de EE. UU.), IPUMB I-II, 1954, pp. 14-18; H. Blazas, «A Few Aspects of Soviet Colonialism», IPUMB, XI, 1955, pp. 12-15.
S. Mikolajczyk, «Le sovietisme et les nations de derriere le rideau de fer», BUIP 1-3, 1950, pp. 8-12. Sobre la matanza y sus implicaciones hasta hoy en día, Etkind (
Abundante documentación sobre la implicación del presidente de la IPU en la campaña en Fundación Hoover, en particular caja 154.
Un excelente estado de la cuestión en Traverso (
Nagy (
«Derrière le rideau de fer», BUIP II-5, 1951, p. 13. En su primer informe como secretario de la IPU, Dimitrov (
BDIC, Caja 5406, 1-2.
24 de abril de 1967, Congressional Record-House, p.10521.
Por ejemplo, Fundación Hoover, documento 957 (discurso del representante republicano por Connecticut Antoni Sadlak en mayo de 1955 instando a no bajar la guardia tras la muerte de Stalin); documento 989 (discurso del representante demócrata por Michigan John D. Dingell en marzo de 1956 que cita un telegrama de la IPU a Jrushchov).
S. Simtch (pseudónimo), «Tito’s Difficulties», IPUMB, I-II, 1954, pp. 9; 16-17B. Soumar, «Djilas Learns About Communism», IPUMB, IX, 1957.
Según Engermann (
Malia (
Indraszczyk (
Johnson y Parta (
Dimitrov (
El liderazgo de los partidos agrarios era monolíticamente masculino con una única excepción, la de Alena Devenis, que asumió la representación del lituano por la enfermedad de Kazys Grinius a partir del segundo congreso.
Indraszczyk (
IPUMB, 1971.
Indraszczyk (
Stepka (
Como se puede apreciar en el panorama ofrecido en De Waele y Seiler (