El propósito de los autores no puede ser más ambicioso: recoger en un libro todas las guerras civiles producidas en el mundo en los cien años más convulsos de la historia contemporánea. Algo que apenas se ha hecho en estas condiciones de síntesis y a la par de despliegue de saberes muy concretos en áreas muy distintas de globo. Si las reflexiones sobre la guerra tienen una larga tradición, especialmente desde la experiencia más radical en ese terreno, la Primera Guerra Mundial, no podemos decir lo mismo desde la conceptualización, análisis y comparación del fenómeno de los enfrentamientos civiles en su siglo de oro, el siglo xx. Quizá el trabajo más cercano en el tiempo sea el de David Armitage (Las guerras civiles. Una historia en ideas, Alianza Ensayo, Madrid, 2018 en su edición española), además de algunos trabajos pioneros de Julián Casanova que comparaba guerras civiles en el siglo xx, o del propio Javier Rodrigo compilando trabajos sobre la violencia en el mismo siglo.

Si hay algún tipo de conflicto difícil de definir y complicado de comparar —por su especificidad— es el conflicto civil y, por otro lado, es el que produce efectos más comparables (desgarros del discurso, crisis identitaria, muertes de civiles, profundas huellas de la represión y el terror) en comparación con los efectos de una guerra clásica entre potencias. De ahí el interés de esta aventura intelectual, que puede ser muy útil para el lector culto, para el estudiante o profesor universitario interesado en el mundo actual, pero sobre todo para el interesado en la reflexión sobre el factor bélico para entender la contemporaneidad, especialmente el siglo de las guerras, el siglo xx.

Lo que más le interesa a los autores es la naturaleza trágica y desgarradora de las contiendas civiles. La historia de las emociones de los sujetos activos y pasivos de las guerras se hace presente desde la introducción a las conclusiones; de un capítulo al otro, quizá las consecuencias trágicas y negadoras de la civilidad es lo que más se destaca en este libro en donde la condición de víctima es la que brilla, hasta hacer del volumen una mixtura de enciclopedia de los principales conflictos mundiales desde la Revolución rusa hasta la actualidad, y de reflexión sobre la inhumanidad y el desgarro que han caracterizado los procesos de construcción política y social del último siglo. Poco se encuentra aquí de quienes han visto la guerra como un momento de exaltación o de oportunidades; tampoco de belleza, por citar el conmovedor libro de Peter Englund, que atomizaba en vivencias personales la inmensa complejidad de la experiencia bélica por antonomasia de la guerra del 14 (Peter Englund, La belleza y el dolor de la batalla. La Primera Guerra Mundial en 227 fragmentos, Roca Editorial, Barcelona, 2011). Lo que queda es la brutalización que George Mosse nos trasmitió en su Fallen Soldiers y que maestros como Paul Fusell o Enzo Traverso nos han hecho asumir como una ley inapelable del siglo violento por antonomasia.

El catálogo de guerras civiles no es fácil de confeccionar y algunos quizá puedan discutir el carácter de unas pocas de ellas, como los fenómenos de resistencia y colaboracionismo, los conflictos coloniales y neocoloniales, los inacabables conflictos africanos… Bien se podría decir que los últimos cien años son una inacabable guerra civil de múltiples ejes en donde el factor conductor es cambiante. Los autores nos muestran las muy variadas tipologías de guerras civiles, dentro de una cronología amplia y extraordinariamente ambiciosa, pero es la ruptura de la convivencia el hecho que une y explica estas contiendas. Para los autores es la guerra absoluta, la que conmociona todas las dimensiones de la persona, pues cuartea su identidad, rompe la comunidad, anula las certidumbres, establece nuevas fronteras que son excluyentes de una parte de la propia identidad que se expulsa. La guerra civil convierte, pues, al civil en un ser demediado, incompleto, perdido. Y que ese sea el tipo de guerra por antonomasia en el siglo pasado, que permea y contamina las guerras convencionales de Estado contra Estado o las guerras internacionales, es lo que hace que sea extraordinariamente difícil elegir, analizar y comparar estos fenómenos. De ahí que se elijan ejes diferentes para abordar los conflictos y no sea un mero listado de estos. Hay una búsqueda de estructuras interpretativas diferentes para dinámicas diferentes y eso hace que el libro funcione muy bien en su coherencia. Quizá lo más difícil era definir el concepto de guerra civil, y lo hacen de modo adecuado, pero con conciencia de su carácter parcial e inacabado porque no puede ser de otra manera, y porque es su inhumanidad, su incivilidad, y su dificultad para ser entendida desde fuera por su papel autodestructivo, lo que le singulariza.

Un libro como este no se puede escribir sin tener una experiencia histórica como ciudadanos y como historiadores de lo que significa una guerra civil cercana y de gran impacto. De ahí que Javier Rodrigo y David Alegre, profesores de la Universitat Autònoma de Barcelona y de la de Girona respectivamente, aragoneses los dos, por cierto, no hubieran podido escribir este volumen si en sus investigaciones iniciales no hubieran abordado la guerra civil española. El primero en su volumen Cautivos, en donde abordaba de forma pionera el tema de los campos de concentración en la guerra y posguerra, y luego en muchos otros volúmenes como Hasta la raíz, en donde analizaba en su conjunto el conflicto de 1936 a 1939, y después muchas otras aproximaciones al fenómeno bélico. De esta manera, Javier Rodrigo ha forjado una trayectoria de especialista en conflictos y guerras en el plano civil hasta ser uno de los referentes en España y en Europa. En esta tarea le ha acompañado un investigador más joven, pero también marcado por la guerra española, como se ve en su tesis sobre la participación de españoles, belgas y franceses dentro del Ejército alemán en el frente del Este durante la Segunda Guerra Mundial bajo la dirección de Rodrigo y en su reciente La Batalla de Teruel, volumen que analiza este conocido episodio de la guerra civil que marcará no solo la vida de la ciudad aragonesa, sino la memoria del propio conflicto español por sus características extremas.

Por tanto, sin esas investigaciones, sin ese background inicial difícilmente comprenderemos la visión que se arroja sobre conflictos muy lejanos y la capacidad de aprehender que muestran a la hora de analizarlos. Son temáticas que cuentan con miles de volúmenes en lenguas a veces lejanas al acceso de los especialistas occidentales, pero de los que aquí se transmite una información muy completa, puesta al día y dotada de buena intuición en su interpretación. Y es esa intuición la que no se consigue solo con la lectura de libros o fuentes, sino por haber analizado situaciones similares, haber comprendido de forma profunda el mecanismo del odio, la brutalidad de la eliminación del vecino devenido en distinto, la eliminación de comunidades enteras humilladas hasta el exterminio, el estallido de todos los prejuicios.

Con este libro, los autores muestran el crecimiento de la historiografía española, capaz de enfrentarse a publicaciones abiertamente internacionales que jueguen en una liga global, como lo hace este volumen sin complejos, con ambición de totalidad y explicaciones transversales y con una manejo impresionante de bibliografía y fuentes.

Este es también un volumen que muestra el tipo de historia que se va fraguando ahora, menos eurocéntrica y más global, y con una sensibilidad hacia los ritmos y ciclos que no son los tradicionales historiográficamente. Y eso es especialmente meritorio en un siglo marcado por las grandes potencias, las coloniales en su primera mitad, y por las superpotencias de la Guerra Fría en su segunda, que oscurecen las raíces propias de cualquier conflicto y le dan una lectura inevitablemente occidental.

Este libro puede ser leído de muchas formas, y esa es una de sus más destacadas ventajas: por un lado, un tour de force politológico y conceptual que busca perfilar estos fenómenos comparándolos, haciendo historia comparada de gran fineza; por otro lado, una revisión histórica de los últimos cien años con una ordenación distinta, que usa la guerra y el sufrimiento que esta genera como una herramienta de ordenación del último siglo, escapándose —parcialmente— de la visión de los grandes poderes que ordenan los contenidos de los programas de las asignaturas de mundo actual de nuestras universidades. Y finalmente, el libro es una enciclopedia de conflictos civiles que contienen la información necesaria para que el estudiante y el profesor o el interesado consiga una visión completa y contrastada de los conflictos civiles del siglo xx, que resume centones de información disgregada en obras no siempre fáciles de consultar.

Uno de los aspectos más sobresalientes es la nueva ordenación de la historia mundial, pues son una serie de ciclos bélicos fundamentalmente de origen europeo los que estructuran las cinco partes del libro más un introducción: el primero iría de 1917 a 1936; el segundo entre ese año y 1949; el tercero tendría el eje en China entre 1927/1949 y 1991; el ciclo yugoslavo entre 1991 y 1995 y, finalmente, el de la Rusia postsoviética desde 1988 hasta la actualidad, pasando por los años noventa. Son ciclos sin duda imperfectos, a los que se le pueden poner objeciones y buscar alternativas si uno quiere descender a algún caso concreto, pero que nos arrojan claves explicativas más útiles a veces que los periodos convencionales y en donde se muestran guerras que, aunque tocadas por los ciclos generales, tienen su dinámica propia a lo largo del tiempo. Es el caso del conflicto interno de China, Indochina y Vietnam y el caso de Afganistán.

Todo esto hace que las costuras del libro estén muy bien puestas y funcionen a la hora de contener esta masa de información y análisis, pero a la vez sean unas costuras tensas, sometidas a la torsión de fuerzas muy específicas que también son parte de conflictos globales por el encuentro de unos ciclos internos (regionales, locales…) con otros internacionales. En ese sentido, los autores han sabido resolver bien esta tensión constante.

Nos podríamos preguntar si la historia de Europa y del mundo no es toda una gran e interminable guerra civil. Es difícil decirlo de forma categórica, aunque se pueda caer en la tentación de responder afirmativamente tras la lectura de este volumen. Los autores logran resumir ese mar de dolor y ruptura buscando encontrar una lógica y haciendo posible una descripción global. Pero también este libro es una reflexión ética: estas comunidades rotas han de ser reconstruidas, pero sobre todo ha de ser prevenida su destrucción. Quizá una de las conclusiones más destacables es que ninguna guerra es inevitable. También que la comunidad internacional ha de hacer todo lo posible para evitarlas por todos lo medios. La flor de la guerra civil es infecunda, como dijo el cordobés Ibn Hazm.

El último siglo ha sido un siglo de guerra civil a muchas escalas. Los regímenes sangrientos suelen ser el producto de esas guerras y su legado autoritarismo y exclusión. Después siguen años, décadas a veces, de enfrentamientos y de dolor hasta que se atisba una reconciliación. Quizá todo esto pueda ser evitado si no olvidamos los horrores del pasado. Como Olivier Guez dice en su novela La desaparición de Josef Mengele: «Cada dos o tres generaciones, cuando se agosta la memoria y desaparecen los últimos testigos de las masacres anteriores, la razón eclipsa y otros hombres vuelven a propagar el mal. Aléjense de nosotros los sueños y quimeras de la noche».

En esta época de olvido o relativización de tantos horrores sufridos en Europa, de sueños enloquecidos de nuevas purezas y homogeneidades, no olvidemos que la humanidad y, sobre todo, nosotros, los historiadores, tenemos una misión que nos ayuda a asegurar el futuro: explicar, reconstruir, hacer comprensible el pasado; hacerlo llegar a la sociedad y reafirmar la necesaria vigilia de la razón.