En diciembre de 1919 la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer (IWSA) anunciaba oficialmente que su VIII Congreso tendría lugar en Madrid. Su celebración, finalmente, se frustró como consecuencia de las disputas entre las propias asociaciones feministas españolas y por la presión de los sectores más conservadores de la sociedad. Los enfrentamientos entre la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) y la Unión de las Mujeres de España (UME), así como la oposición de la Acción Católica de la Mujer (ACM), determinaron que finalmente el congreso se celebrara en Ginebra en junio de 1920. Allí acudieron importantes representantes del feminismo español, como María Lejárraga, Isabel Oyarzábal o
In December 1919, the International Woman Suffrage Alliance (IWSA) officially announced that their 8th Congress would be held in Madrid. Its celebration was however finally frustrated due to internal disputes within the Spanish feminist associations and pressures from the most conservative sectors of society. The confrontation between the National Association of Spanish Women (ANME) and the Union of Spanish Women (UME), as well as the opposition of the Women Catholic Action (ACM), eventually determined that the Congress would be celebrated in Geneva in June 1920. Important representatives of Spanish feminism attended the conference, such as María Lejárraga, Isabel Oyarzábal or
El VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer (International Woman Suffage Alliance, IWSA) se celebró en Ginebra entre el 2 y el 8 de junio de 1920 y tuvo consecuencias históricas para el feminismo español: por primera vez en su vacilante existencia, las organizaciones feministas más importantes de España enviaron una representación oficial a una convención mundial de ese rango y, lo que es más importante, en aquel marco dos de las más relevantes asociaciones de mujeres españolas se adherían formalmente a la IWSA, sin duda la organización más activa y progresista del feminismo internacional. En cierto modo, aunque la lucha feminista en nuestro país no había alcanzado las cotas de desarrollo y penetración social de otros de nuestro entorno, comenzaba a acercarse a un proceso de normalización impensable tan solo unos años antes. Pero aquel congreso adquirió una relevancia excepcional para las feministas españolas por un hecho crucial: inicialmente estaba previsto que se celebrara en Madrid, si bien las diferencias internas entre las organizaciones feministas y la oposición radical de los sectores políticos y sociales más conservadores frustraron el evento e hicieron que finalmente se trasladara a Ginebra. La confluencia de circunstancias y debates que marcaron aquel hito del feminismo español, hasta hace poco prácticamente olvidado por la historiografía (
La noticia apareció en la prensa española de forma inesperada y algo confusa. Recogiendo una no muy certera información de
Friends, after six years the International Woman Suffrage Alliance is going to hold its full convention in Madrid, probably in one of the two first weeks of April. Postal difficulties have delayed the official call of our President, which will follow later. But we send out this preliminary notice so that friends of the women’s movement may be able at once to make preparations for attending the convention. This meeting, held at so critical a period of the women’s movement, and the first after so many years of separation, is of supreme importance
Se trataba, en efecto, del primer Congreso de la Alianza tras la Gran Guerra, que había interrumpido la acción internacional de las sufragistas tras el de Budapest de 1913. Sin embargo, el conflicto había servido para impulsar sus reivindicaciones y, una vez concluido, el sufragio femenino se generalizó en varios países y se veía próximo en muchos otros. El feminismo español no fue ajeno a este movimiento. Tras algún contacto esporádico anterior, como el promovido por la socialista Isabel Muñoz Caravaca (
A esas alturas, la Liga no estaba sola en la lucha sufragista. En Madrid, tras la estela de revistas como
Cuando aún no había trascendido que, en realidad, había sido la marquesa del Ter, con fuertes contactos personales con las sufragistas inglesas dado su origen, quien en buena medida había muñido el acuerdo para que el Congreso de la Alianza se celebrara en España, las mujeres de la ANME se mostraron favorables a su celebración. Así lo manifestaba Isabel Oyarzábal, vocal de la asociación, en el ya citado número de diciembre de 1919 de
También Carmen de Burgos, afín a la UME, se mostraba esperanzada por la celebración en España de un Congreso «que ha de traer a Madrid a las mujeres más interesantes de todos los países, que harán oír su palabra y darán a las españolas, con su ejemplo, la más fecunda de las enseñanzas»
Poco duró la concordia. Mientras que Colombine aseguraba, como así era en realidad, que el Congreso de la Alianza tendría lugar en Madrid «gracias al Consejo Nacional [de Mujeres Españolas]», las dirigentes de la ANME consideraban que se debía a sus propias gestiones, como hemos visto que en parte hacía Oyarzábal. De manera más contundente, su presidenta, María Espinosa, asignaba al Consejo Supremo Feminista de España, que también presidía, el logro del evento: «Por lo pronto, nuestra actuación ha encontrado eco en nuestras hermanas del extranjero, aprestándose a venir comisionadas de varios países para gestionar y preparar el próximo Congreso Internacional Feminista, que seguramente se celebrará en España»
La creación de un Consejo Nacional que aglutinase a las distintas asociaciones de cada país era condición imprescindible para la afiliación a la Alianza Internacional, según el artículo 2 de su reglamento. La primera propuesta para crearlo en España partió de la presidenta de la Liga valenciana, Ana Carvia, en la asamblea de mayo de 1919, como hemos apuntado. Pero la marquesa del Ter, que asistió a aquella asamblea y que aparentemente pretendía integrar a su asociación, la UME, en la Liga, por motivos que desconocemos se adelantó y pareció querer asumir todo el protagonismo. Aunque no se constituyó oficialmente hasta el 22 de noviembre de 1919, el 25 de julio ya aparece inscrito en el Registro de Asociaciones el Consejo Nacional de Mujeres Españolas, y su creación dio pie a la presidenta de la UME para solicitar su admisión en la Alianza y para hacer las gestiones pertinentes con el fin de que su VIII Congreso se celebrara en España. Sorprendentemente, no se integraron en este Consejo Nacional más que la propia UME y la fantasmagórica FIF de
En este ambiente de división se produjo la visita a Madrid de la vicepresidenta segunda de la Alianza, Chystal Macmillan, quien se reunió el 22 de diciembre en la Cátedra Pequeña del Ateneo con un grupo de mujeres españolas para formar el Comité Español encargado de los trabajos de organización del Congreso. Las convocantes de esta reunión eran, fundamentalmente, la plana mayor de la UME y algunas simpatizantes, y en ella se nombró secretaria general del Comité Español a María Lejárraga, y tesorera a Pilar Moltó de Arniches. Sin embargo, a raíz de ese primer encuentro explotaron todas las rencillas hasta entonces soterradas. Al día siguiente, María Espinosa, que también asistió a la reunión, pero con ánimo poco conciliador, hacía público en los principales periódicos un comunicado, que firmaba ella misma como presidenta del Consejo Supremo Feminista de España, en que trasladaba «a sus asociadas y federadas» que su organización «no solo no toma parte ni se adhiere al proyectado Congreso Internacional Sufragista que se intenta celebrar en España, sino que protestará de que se lleve a efecto en nuestro país sin admitirse el español como uno de los idiomas oficiales del mismo, y se conceda a las españolas voz y voto en sus deliberaciones». La suerte estaba echada. La no utilización del idioma español como oficial en el Congreso y la participación de las españolas en el mismo con voz pero sin voto, cuando aún no estaban oficialmente adheridas a la Alianza, pues su admisión se produciría en el propio Congreso, sonaban a meras excusas que encerraban un trasfondo de mayor calado. En realidad, si la UME había sido la primera en solicitar su afiliación y quien había logrado que la Alianza celebrara su VIII Congreso en España, tal como iban desarrollándose los acontecimientos parecía probable que fuera esa asociación, o su Consejo Nacional, la entidad que lograra la afiliación oficial a la Alianza como representativa del feminismo español. De ese modo, la ANME y el Consejo Supremo, que no sin cierta razón creían constituir la mayor fuerza femenina de España, podrían quedar relegados a un papel subalterno, y lo que era más inaceptable, sin peso específico en el seno de las organizaciones internacionales, precisamente una de sus aspiraciones fundamentales. Pero la ruptura de la ANME con la organización del Congreso concitó muchas adhesiones y otras organizaciones como la ACM, contraria a cualquier expresión de feminismo «neutro», «rojo» o «aconfesional», se aprestó a manifestar «la más rotunda protesta por la celebración del Congreso en nuestro país». También en la prensa conservadora, desde
María Espinosa explicó públicamente su posición en la conferencia que ofreció en la Academia de Jurisprudencia el 22 de enero de 1920 (
Que nuestra actitud no es equivocada, tal vez lo demuestre el hecho de que fuerzas feministas tan numerosas e importantes como forman la Asociación Católica de la Mujer manifestaron por medio de su Presidenta, la Sra. Condesa de Gavia, la más rotunda protesta sobre la celebración de ese Congreso en nuestro país, y por último,
En un intento desesperado por recobrar el protagonismo perdido, María Espinosa viajó a Londres a principios de febrero de 1920 «para hacer desistir a las inglesas de sus pretensiones vejatorias para España» porque «antes que feministas, somos españolas, y nunca consentiremos que se trate de vejar a la Patria», argumentaba otra de sus correligionarias, la doctora Elisa Soriano; e incluso planeó trasladarse a Estados Unidos «para ponerse al habla con la presidenta de la Alianza»
No se trata de afirmar principios doctrinarios, ni opuestas tendencias, ni diversas normas sociales. Se trata llana y únicamente de alcanzar una capacitación femenina, simbolizada en la obtención del sufragio. Y la primera realidad práctica para su consecución es la celebración del Congreso Internacional de Madrid, acto con que se honra y se beneficia elevadamente a la mujer española y al que es indispensable que ella coopere con un alto concepto de disciplina social
Mientras tanto, el Comité Español había proseguido, contra viento y marea, sus trabajos para la organización del Congreso. El 27 de diciembre de 1919 tuvo lugar una segunda reunión, también en el Ateneo, en la que se trató de ampliar el número de participantes para solventar las ausencias de la primera y limar diferencias, sin mucho éxito. María Lejárraga ofreció una conferencia en la Casa del Pueblo el 4 de enero de 1920 para presentar públicamente los fines del Congreso y el papel que en él debían desempeñar las españolas, en concreto fundar «una Asociación Nacional para ingresar en la Alianza Internacional»; manifestó que en dicha Asociación «pueden ingresar las mujeres de todas las ideologías políticas y religiosas», y concluyó su intervención «pidiendo ayuda para recibir dignamente a las congresistas y recomendando unión entre todas las mujeres para un fin práctico, con el propósito de que cuando nos reunamos se vea que no es solo para hablar, sino para trabajar»
La presión de los medios conservadores se intensificó en todos los frentes. La ACM inició una encuesta sobre el sufragio y logró lo que las organizadoras del Congreso de la Alianza no habían conseguido: que una comisión de su junta directiva, presidida por la condesa de Gavia, fuera recibida oficialmente por el rey el 5 de febrero. El siguiente paso consistió en impedir que se cediera el Teatro Real como sede del Congreso Internacional de la Alianza, como había prometido en enero el delegado regio, Rodrigo de Figueroa, duque de Tovar. Unido todo ello al intempestivo viaje de María Espinosa a Londres, que ya hemos mencionado, dio como resultado que a finales de febrero, a pesar de que el Comité Español había seguido preparando el Congreso con aparente normalidad, los hechos se precipitaran. El Gobierno denegó el permiso para utilizar el Real como sede del Congreso y la Alianza Internacional, ante tantas dilaciones e incertidumbres, tomó una solución salomónica: trasladar el Congreso de Madrid a Ginebra. En su número de marzo, la revista de la Alianza,
Con gran sentimiento, nos vemos obligadas a manifestaros que el Congreso Internacional de la Alianza para el Sufragio de la Mujer no tendrá lugar este año en Madrid.
Hemos tomado esta decisión porque no podemos contar con el Teatro Real, única sala que reúne los requisitos para el Congreso, las autoridades competentes no habiendo llegado a un acuerdo (
Según informes nuestros, se ha puesto en movimiento una campaña contra la Alianza, una organización que cuenta entre sus 26 agrupaciones nacionales con mujeres feministas las más distinguidas y las más eminentes. Basta nombrar a
Tanto es así, que han hecho correr la voz de que nuestra Asociación no es sino una Sociedad disfrazada a fin de conspirar con más acierto contra la Iglesia católica.
En España, en las esferas eclesiásticas están no sólo bajo esta creencia, sino que ha llegado a prevalecer en círculos políticos y religiosos de este país
De inmediato se disolvió el Comité Español, pese a la protesta de los sectores favorables al Congreso. El 5 de marzo, la UME convocó una reunión en su sede para estudiar los motivos de la suspensión y aunque se dijo que en ella se habían adoptado «acuerdos de importancia para aclarar lo sucedido en las relaciones con el Comité Internacional de la Alianza y demostrar a este que el Congreso puede y debe celebrarse en España, como estaba convenido»
El VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio Femenino se celebró finalmente en Ginebra, entre el 6 y el 12 de junio de 1920, con la asistencia de las siguientes delegadas españolas: de parte de la UME, Lilly Rose Schenrich (marquesa del Ter), Graciela de la Puente y
Los periódicos españoles que no contaban con colaboradoras en Ginebra consignaron el evento de manera desigual. Algunos glosaron los acuerdos alcanzados según su ideología (
En las páginas que siguen vamos a reseñar sucintamente los temas que más interesaron a las periodistas españolas en su intención de informar a sus compatriotas acerca del feminismo internacional.
El VIII Congreso se inició con el sermón del reverendo Hawl en una misa celebrada en la iglesia católica de Notre Dame, y con otro sermón por parte de una mujer,
María Lejárraga, comparando los dos discursos, consideraba que el de la mujer era superior, ya que era una propuesta a favor de la paz. Para ella, la guerra la habían hecho siempre los hombres, en oposición a la naturaleza femenina, que orientaba los sentimientos de las mujeres hacia la paz. Para la escritora, el mensaje pacifista de Maude Royden era el comienzo de la verdadera revolución femenina que estaba por llegar: «Este punto de vista femenino es el que ha de cambiar en breve plazo la faz del mundo. Esta ha de ser la gran revolución»
Después de los oficios religiosos y del solemne acto inaugural en la Maison Communale de Plaimpalais, a cargo de la presidenta de la Alianza y de las más altas autoridades ginebrinas, comenzaron las actividades del programa del VIII Congreso ante un público de unas tres mil personas.
Las cronistas españolas se apresuraron a dar cuenta de las sesiones que se sucedían y, junto con la información objetiva de los más importantes acuerdos alcanzados, añadieron sus propias sensaciones y su visión subjetiva del evento. En este sentido, la primera y más fuerte impresión compartida fue la constatación de que las mujeres reunidas constituían una organización poderosa y eficaz.
María Lejárraga informaba del desarrollo de las reuniones de trabajo, realizadas con eficiencia y celeridad:
Hoy es el tercer día del Congreso. Tres días pensando, discutiendo, estudiando, con el apresuramiento sereno y tenaz de quien verdaderamente quiere dejar cumplida la tarea.
No había palabrería hueca ni pérdida de tiempo, sino que las mujeres trabajaban con eficacia, con tanta rapidez e intensidad que, si apenas daba tiempo de seguir el trabajo sobre la marcha, era tan difícil hacer recuento de los temas tratados como crear confusionismo intencionadamente: «Y, naturalmente, como no se dicen palabras inútiles, no hay ocasión a habilidades embarulladas ni a sutiles interpretaciones»
En cuanto a la participación de las españolas en propuestas o discusiones, ninguna de las periodistas citó con su nombre y apellidos las intervenciones de sus compatriotas, si se produjeron, ni tampoco anotó la exposición de la delegada que oficialmente presentó el informe de España. Isabel Oyarzábal, cuando las citaba, siempre lo hacía de modo genérico bajo el título del «Consejo Supremo». María Lejárraga nunca las nombró. Solamente
Y también somos varias las españolas que nos hemos reunido aquí para asistir al Congreso (feministas militantes, discípulas y profesoras de nuestra Escuela Superior, y dos o tres colegas), y hemos sabido —o al menos nos esforzamos en ello— olvidar nuestras deplorables rencillas para ofrecer a las extranjeras el espectáculo de una perfecta concordia y de una unión fraternal
Uno de los primeros temas abordados en el Congreso fue el propio porvenir de la Alianza: si esta se había fundado con la finalidad de abogar por el sufragio, a la altura de 1920 de los veintiocho países que la constituían, veintiuno ya lo habían conseguido, por lo que se planteó que su existencia podría no estar justificada. Las alemanas defendieron la idea de la disolución, argumentando que la Alianza había adquirido una gran extensión, era difícil de manejar y requería de muchos gastos en un mundo empobrecido. Las mujeres latinas, sin embargo, con las francesas y las españolas, que no habían conseguido el sufragio, pidieron la ayuda y la solidaridad de las más afortunadas. María Lejárraga recoge las palabras de la delegada francesa: «Necesitamos amparo, ayuda; sobre todo, enseñanza, comunicación y sensación de solidaridad con las que ya están ejerciendo un derecho por el cual nosotras aún luchamos», voz a la que se une la de quien carece de ese mismo derecho: «Italia, la Argentina, el Uruguay, han hablado en el mismo sentido. España ha dicho dos palabras, modestamente, como recién llegada, para pedir sobre todo enseñanza. La acción, una vez instruida, cree poder llevarla a cabo con sus propias fuerzas»
La solidaridad venció los obstáculos y se comenzó una suscripción para recaudar los fondos necesarios. Por fin, se decidió que la Alianza continuaría con su domicilio social en Londres y seguiría editando su periódico,
Una vez asegurada la existencia de la Alianza, las mujeres reunidas se cuestionaron el papel de la mujer en el mundo y la relación que debía establecer con los partidos políticos creados por los hombres, con la Liga de las Naciones e incluso con la economía mundial. ¿El hecho de ser mujer significaba ocupar un espacio distinto al del varón? Por una parte, faltaban modelos femeninos que las mujeres pudieran imitar para encontrar su propia imagen (por primera vez en la historia de la civilización las mujeres, como ciudadanas de pleno derecho, tomaban decisiones de carácter político); por otra, muchas de las congresistas partían de creencias esencialistas según las cuales las mujeres eran, por naturaleza, distintas al hombre, diferencia que obligatoriamente las presentaba como menos belicistas y menos egotistas, más prácticas y más morales, menos destructivas y más inclinadas a buscar el bien de la humanidad por amor a sus hijos.
En España hasta hacía poco tiempo había sido casi tabú relacionar a la mujer con la política, pero en Ginebra, en el momento del Congreso, se estaba discutiendo si la mujer debía participar en los asuntos públicos y, además, si lo debía hacer desde sus propios partidos políticos, distintos a los del hombre, ya que eran distintos sus intereses y su forma de hacer política.
Las delegadas españolas, en su mayoría, se inclinaron hacia las posturas más radicales.
María Lejárraga también se mostró partidaria de las ideas de
[...] un diputado perora durante tres legislaturas defendiendo el derecho de la hembra a un salario igual por trabajo igual; una diputada, a los tres meses de ocupar su sitio en el Parlamento, hace aprobar la ley [...]. A pesar de cuanto se ha dicho, la mujer, al salir a la vida pública, no se contagiará de su vicio primero; no se convertirá en diputado gárrulo, en parlamentario ineficazmente charlatán; rebajará el nivel de los bellos discursos, quitará importancia y espacio a las bellas ideas al parecer ineficaces; volverá a dar su recto sentido a la prostituida palabra
No obstante, las mujeres reunidas en Ginebra mostraron un intenso interés en participar en un foro de debate recién surgido, la Liga de las Naciones o Sociedad de Naciones, creada por el Tratado de Versalles en junio de 1919. Puesto que esta pretendía propiciar el entendimiento pacífico entre todos los pueblos, las congresistas consideraron que su presencia en ella era inexcusable. Las periodistas españolas se hicieron eco de esta voluntad de protagonismo en la organización internacional.
Esta misma reportera proponía para el protagonismo de la mujer un nuevo escenario que ya ocupaba sin saberlo: el de la economía mundial. En un análisis que adivinaba el nacimiento del consumismo,
El VIII Congreso estaba confiriendo a la mujer una importante proyección en relación con la economía, con la política mundial, con la Liga de las Naciones... Sin embargo, las mujeres, tan denostadas a lo largo de la historia, necesitaban tomar conciencia de su valía: para ello las congresistas insistieron en hacer recuento de sus cualidades y virtudes, tantas veces olvidadas, y consignar, a la vez, a aquellas mujeres que ocupaban puestos destacados, ya que servían para probar que el sexo femenino estaba tan capacitado como el masculino para las actividades públicas.
Todas las reporteras españolas, a lo largo de la mayoría de las crónicas, elogiaron la labor que estaban realizando las mujeres y transmitieron noticias de los hechos importantes que a ellas se debían.
Una vez más queda aquí demostrada la aptitud innegable de la mujer para la adaptación y para el trabajo de urgencia: el chiquillo que al caerse se ha roto la cabeza y al cual hay que vendar; el huésped que llega inesperadamente, y al cual hay que preparar cama y alimento; el mundo nuevo, que se ha hecho trizas, y el cual es menester recomponer como se pueda; la Humanidad que tiene hambre, que sufre peste, que está desnuda, y a la cual hay que dar pan y ley sea como fuere
En la siguiente entrevista,
Tras el encuentro con
Otras dos entrevistadas fueron Annie Furujhelm, diputada en Finlandia durante seis años y elegida cuatro veces desde un partido conservador, y Rosika Schwimmer, ministra plenipotenciaria húngara
Carrie Chapmann Catt, Terrouk Kibristy, Lady Astor, Annie Furujhelm, Rosika Schwimmer, etc., eran mujeres marcadas por el tiempo que les había tocado vivir: todas habían luchado, habían sufrido y veían el mundo como mujeres comprometidas. Las reporteras españolas las quisieron mostrar como modelo a sus compatriotas, a las que consideraban necesitadas de aprender a ver, aprender a vivir y aprender a pedir lo que les correspondía.
Finalmente, las periodistas no quisieron desechar otra de las virtudes tópicas que se había atribuido a las mujeres a lo largo de la historia: la belleza. Las cronistas del Congreso coincidieron en afirmar que la feminidad y el feminismo no eran antitéticos, tal como gran parte de la sociedad española había supuesto con excesiva frivolidad. Así, frente a la idea convencional de que las mujeres que intervenían en los asuntos públicos eran feas, masculinas y toscas, las cronistas registraron la existencia de una gran belleza en las asistentes, muchas veces distinta a la convencional.
Especialmente resultó llamativa la belleza de las mujeres de los países distantes.
Evidentemente, el feminismo opone un dique eficacísimo al temido mal de la vejez. Hállanse reunidas en este Congreso mujeres de todas las edades y tipos posibles de imaginar: las hay que traspusieron hace mucho tiempo los límites que separan a la juventud de la madurez completa; pero en ellas los años no han hecho sino aumentar la fuerza de su personalidad y el encanto de su trato. Los cabellos blancos son corona gloriosa y triunfante de un esfuerzo prolongado. No se ven rostros ensombrecidos por el hastío, ojos privados de luz y de expresión por el tedio, sino caras en las que el tiempo no dejó más huella de su paso que una alegre serenidad, una suprema dignidad, una vibración de irresistible atractivo; ojos de profundo y magnético encanto, animados por llamaradas de entusiasmo, dulcificados por un sentimiento infinitamente tierno de humanidad
María Lejárraga también se entusiasmó al destacar la belleza de las asistentes, que no era tampoco la belleza que imponía la juventud o la moda, sino una belleza serena no reñida con la edad, procedente de la experiencia y de la vitalidad. La señora Annie Furujhelm, diputada en el Parlamento de Finlandia y segunda vicepresidenta de la Alianza, era «una mujer de aspecto venerable, de cabellos blancos como la nieve [...], alta, fuerte, enérgica; ha criado hijos, ha luchado en la vida por su derecho, pasa de los sesenta», pero seguía siendo bella, al igual que las otras:
El sol, entrando por las amplias ventanas, refulge en las cabezas de las diez mujeres que oficialmente representan el recién nacido Universo de la aspiración femenina. Y vedlas:
Por eso concluía que la mujer española no debía tener miedo a envejecer y proponía: aun después de los cincuenta «el porvenir es nuestro, el gran trabajo es nuestro, la serenidad es nuestra»
En el VIII Congreso de la Alianza, tan próximo temporalmente a la triste Gran Guerra, las congresistas reconocieron que a partir de la contienda las mujeres habían cobrado protagonismo en los distintos países, arrogándose los trabajos abandonados por los hombres; pero, de forma simultánea, también advirtieron que su misión consistía, precisamente, en procurar la paz y dar ejemplo de unidad. Por eso, son constantes las manifestaciones a favor de la hermandad entre todas las mujeres como fórmula para llegar a la paz, una paz que casi siempre está orientada al bienestar de los hijos.
Si en Ginebra se reunieron las mujeres de las razas más variadas y de los países más apartados, también lo hicieron las mujeres de los países enfrentados por la guerra, que supieron olvidar el pasado sufrimiento para colaborar, a través de un trabajo común, por el bien de la humanidad. Para Isabel Oyarzábal, «la concurrencia de las delegadas de los pueblos combatientes tiene, en esta ocasión, especial significado, pues establece nuevamente, por medio de la mujer, entre las naciones que la guerra separó con un mar de sangre, la relación de estrecha colaboración y fraternal cordialidad que la terrible lucha interrumpiera»; y esta fraternidad, en el futuro, habría de servir de ejemplo a toda la humanidad hasta hacer realidad «la unión definitiva de los pueblos»
De la misma opinión se mostró María Lejárraga. Al describir el desarrollo de las sesiones del Congreso, destacaba la impresión persistente y consoladora de «una infinita cordialidad». Las mujeres se esforzaban en trabajar en común, a pesar de proceder de países enfrentados en la contienda:
Con el corazón destrozado por la gran desdicha, francesas y alemanas forman parte de un mismo Comité, se sientan en la misma mesa y juntas trabajan para ver de encontrar remedio al pasado desastre y manera de evitar la tragedia futura. Y nunca salta una palabra amarga, ni una alusión molesta, y eso que la guerra está sobre el tapete a todas horas. ¿No es ésta una inmensa esperanza para el porvenir próximo? No cabe dudarlo; la verdadera Internacional es la de las mujeres que piensan
Por ello, tal como concluía la escritora, esta hermandad de las mujeres podía servir de ejemplo para un nuevo mundo en paz, una paz que casi todas las asistentes relacionaron con la capacidad de la mujer para ser madre y con el cuidado de los hijos. La mujer quería la paz para sí y para sus hijos, con el objeto de no volver a sufrir los horrores anteriores.
¡Los niños! He aquí, en efecto, la gran finalidad que mueve la inteligencia, la actividad, el alma toda, de estas
En este sentido, son especialmente significativas sus tres últimas crónicas, tituladas «Las mujeres y la paz»
María Lejárraga, a su vez, también dedicaba a la paz la primera crónica enviada al periódico
En el primero de estos textos la escritora destacaba el discurso de apertura del Congreso pronunciado por
No obstante, en su opinión, algunas mujeres también tenían culpas por la guerra. Por una parte, había quienes se habían enriquecido en negocios de exportaciones y transportes marítimos. Por la avaricia desenfrenada Francia se había quedado sin juventud y la que quedaba estaba en condiciones espantosas: hombres débiles, lisiados, sin brazos, sin piernas o sin ojos, con tremendas heridas, capaces solo de trabajar en oficios que exigiesen poca fuerza «porque la bolsa que engordó con su carne ahora les olvida y les da una limosna miserable disfrazada con el nombre de pensión de guerra». Por otra parte, la mujer también tenía en este crimen colectivo un pecado de omisión, ya que había dejado marchar al hombre hacia las trincheras, en unos casos por vanidad o por necedad, y en otros por ignorancia. Citando a Andreas Latzko, en
¡Mujeres, por el amor a todos vuestros amores, por el amor a la carne del hijo que habéis tenido o que podéis tener, leed todas este libro terrible y meditad sobre él! Nosotras, a Dios gracias, aún tenemos el sagrado derecho de ser «cobardes a mucha honra». Aprendamos en la lección horrenda a ejercitarle inflexiblemente, implacablemente, cuando llegue la hora
Un último artículo, titulado «Maternidad», volvía a incidir en la defensa vinculada del hijo y la paz. Proponía que si la mujer era la «dueña del hijo», también tenía derecho a que en sus manos se concretase el gobierno del mundo para procurarle al hijo la paz. La escritora invitaba a los antifeministas a que acudieran a cualquiera de las reuniones políticas de las mujeres para que vieran cuál era el único tema recurrente:
[...] el derecho del hijo, el pan del hijo, la tutela del hijo, la salud del hijo, la educación del hijo, la vida del hijo. Por amor a la carne del hijo, somos pacifistas, por que el hijo esté protegido contra el egoísmo masculino, pedimos la igualdad de derecho y de responsabilidad en la relación conyugal [...]. Y ahora, cuando acaban de morir de mala muerte tantos millones de hijos de buena madre, este sentimiento carnal, entrañable, inarrancable de la maternidad, se agudiza en los nuevos dolores de un más inteligente alumbramiento
El Estado, que había devorado la juventud de Europa, pedía hombres durante la posguerra para seguir adelante, para el trabajo y la reconstrucción. Y la mujer, «proveedora de hombres», había comprendido por fin su importancia como engendradora de vida, ya que sin ella no podía existir la humanidad. La mujer había decidido dar a su hijo al Estado, vendiéndolo caro, y a cambio exigiendo el derecho de intervenir en el gobierno del mundo. La mujer, gracias a la maternidad, había adquirido por fin conciencia de su dignidad y de su poder: «La mujer ha abierto los ojos a la luz, y se yergue en su torre de fortaleza, como dueña del mundo»
Por último, hay que destacar que las mujeres reunidas en Ginebra no quisieron que sus ideales –la necesidad de dignificar a la mujer, el pacifismo, la petición del sufragio en todos los países del mundo, la igualdad– cayeran en saco roto. Uno de los principales logros del Congreso fue la redacción del «Programa de los derechos de la mujer» o «Carta de la mujer», presentado en la sesión de trabajo de 8 de junio, que recogía en sus doce artículos los derechos más urgentes para la igualdad: derechos políticos (sufragio), derechos civiles, derechos relativos al matrimonio y la paternidad, derechos educativos y económicos (igualdad de oportunidades, trabajo y salario) y derechos morales, en una visión sorprendentemente progresista en su momento.
Aparte de su significación puntual en la época del Congreso, desde una perspectiva actual podemos decir que tiene una importancia y un interés que los estudios sobre el feminismo español todavía no han resaltado. Del análisis de esta «Carta de la mujer», que también se podría llamar
Los artículos seis y siete de la
Las enviadas españolas en Ginebra se apresuraron a informar apasionadamente acerca de esta novedad: Eugenia destacó dentro de la Carta la petición de igual salario para igual trabajo y la igualdad de los hijos dentro y fuera del matrimonio;
Las reivindicaciones más urgentes de las españolas –el derecho al sufragio, la igualdad respecto al hombre en cuanto a las leyes, al trabajo, al salario o a la educación, la supresión de la trata de blancas, la protección de los hijos habidos fuera del matrimonio– quedaban recogidas en la Carta, a la que
Si la «Carta de la mujer» se iba a convertir en un referente de lucha para las mujeres del mundo entero, las españolas también la adoptaron como la síntesis de sus aspiraciones más urgentes ante los poderes públicos. Valga como ejemplo la manifestación callejera de carácter sufragista organizada en 1921 por Carmen de Burgos, como presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas, y la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas: un grupo de mujeres de todas las clases sociales acudió a las Cortes a presentar sus demandas y su programa, que se concretaba en un manifiesto que habían repartido por la calle. Estas peticiones presentadas a las Cortes, según Colombine, eran las mismas que contenía la Carta de Ginebra respecto a las reclamaciones más urgentes para las españolas (
Palabras del
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Oyarzábal de Palencia, E. Spain. A Woman Suffrage Bill to Be Introduced,
Beatriz Galindo. Crónicas femeninas. El próximo Congreso de feminismo.
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Cenamor, H. Aspiraciones políticas, sociales y económicas del feminismo en España.
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El Congreso Internacional Femenino. Por España y por la mujer española.
Por el Congreso Internacional Femenino. La Unión de las Mujeres Españolas.
El texto completo de todas estas crónicas del Congreso enviadas por las mujeres españolas puede leerse en Aguilera y Lizarraga (
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. La inauguración.
Lejárraga de Martínez Sierra, M. Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio Femenino.
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Lejárraga de Martínez Sierra, M. Congreso para el Sufragio Femenino. Revolución y ordenación.
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Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Las mujeres y la paz. II.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Las mujeres y la paz. I.
Beatriz Galindo. Crónicas femeninas. Comentarios al Congreso de Ginebra.
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Lejárraga de Martínez Sierra, M. ABC en Ginebra. Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio Femenino.
Lejárraga de Martínez Sierra, M. Congreso para el Sufragio Femenino. Revolución y ordenación.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Antes del Congreso.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Los países orientales.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Hablando con Lady Astor.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Dos delegadas.
Beatriz Galindo. Crónicas femeninas. Comentarios al Congreso de Ginebra.
Eugenia. De nuestra enviada especial. El Congreso Feminista de Ginebra. La primera ojeada.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Los países orientales.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Antes del Congreso.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Dos delegadas.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Hablando con Lady Astor.
Beatriz Galindo. Crónicas femeninas. Comentarios de nuestra compañera Beatriz Galindo al Congreso de Ginebra.
Lejárraga de Martínez Sierra, M. Congreso para el Sufragio Femenino. El sol refulge sobre la nieve.
Beatriz Galindo. Crónicas femeninas. Comentarios al Congreso de Ginebra.
Lejárraga de Martínez Sierra, M.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Antes del Congreso.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Las mujeres y la paz. I.
Eugenia. De nuestra enviada especial. El Congreso Feminista de Ginebra. Las conclusiones.
Lejárraga de Martínez Sierra, M. Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio Femenino.
Lejárraga de Martínez Sierra, M. Congreso para el Sufragio Femenino. Nuestro crimen.
Lejárraga de Martínez Sierra, M. Congreso para el Sufragio Femenino. Maternidad.
El sufragio lo recoge en el artículo 7, la nacionalidad de la mujer casada en el 9, la igualdad en la educación en el 10, la igualdad en el empleo y en salario en el 11, la protección de la maternidad en el 11, la misma capacidad jurídica en el 15 y 16, etc.
Magda Donato. Vida femenina. El octavo Congreso de la IWSA. Antes del Congreso.