RESUMEN

En este artículo se analizan los relatos sobre la integración europea de los principales partidos comunistas de Europa Occidental: España, Francia, Italia y Portugal. El objetivo del trabajo se centra en el estudio de las similitudes y diferencias de dichos actores políticos en la percepción del proceso de integración desde sus inicios a comienzos de la década de 1950 hasta la de 1970. Se parte de la hipótesis de que la actitud ante Europa de los distintos partidos comunistas está relacionada con un tronco ideológico común, pero también con las respectivas políticas nacionales y con la influencia que el propio desarrollo comunitario ejerció sobre estas. Mediante una metodología comparativa que analiza la actitud de los partidos comunistas ante los distintos hitos y fases del proceso integrador se obtienen resultados y conclusiones que ponen de relieve la tensión entre ideología y estrategia política como factor explicativo relevante del comportamiento político de los partidos comunistas de España, Francia, Italia y Portugal ante la integración europea.

Palabras clave: Partido Comunista de España; Partido Comunista Francés; Partido Comunista Italiano; Partido Comunista Portugués; integración europea; comunismo europeo.

ABSTRACT

This article analyzes the stories about European integration of the communist parties of Western Europe: Spain, France, Italy and Portugal. The objective of the work focuses on the study of the similarities and differences of these political actors in the perception of the integration process from its beginnings in the early 1950s until the 1970s. It is based on the hypothesis that the attitude towards Europe of the various communist parties is related to a common ideology but also to the respective national policies and to the influence that the community development itself exerted on them. Through a comparative methodology that analyzes the attitude of the communist parties before the different stages of the integration process, results and conclusions are obtained that highlight the tension between ideology and political strategy as an relevant explanatory factor of the political behavior of the communist parties in Spain, France, Italy and Portugal in the face of European integration.

Keywords: Communist Party of Spain; French Communist Party; Italian Communist Party; Portuguese Communist Party; European integration; European communism.

Cómo citar este artículo / Citation: Forner, S. y Senante, H-C. (2020). El relato comunista de la integración europea: ideología y estrategia política. Revista de Estudios Políticos, 187, 137-‍165. doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.187.05

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. EL ANTIEUROPEÍSMO IDEOLÓGICO
  5. III. DEL ANTIEUROPEÍSMO IDEOLÓGICO AL ANTIEUROPEÍSMO CRÍTICO
  6. IV. EL COMIENZO DE LAS DIVERGENCIAS
  7. V. CONCLUSIONES
  8. NOTAS
  9. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

La comparación de las trayectorias políticas de los distintos partidos comunistas de Europa Occidental ha constituido un campo de investigación de creciente interés en la historiografía sobre la izquierda europea, aunque todavía no suficientemente explorado. La aproximación comparativa presenta metodológicamente algunas dificultades. La historia del comunismo ha estado marcada a lo largo de los últimos cincuenta años por un enfoque nacional que ha puesto el acento en las peculiaridades de cada partido. Paradójicamente, ha sido la historiografía más afín con dicha corriente política la que más ha insistido en la aproximación estrictamente nacional ( ‍Wolikow, S. (2010). Problemes methodologiques et perspectives historiographiques de l’histoire comparée du communisme. Cahiers d’Histoire. Revue d’Histoire Critique, 112-113, 19-24.Wolikow, 2010: 19 y ss.) mientras que los propios partidos comunistas, por el contrario, en su vertiente ortodoxa mayoritaria, han reclamado desde sus orígenes y durante la mayor parte de su existencia la adscripción sin fisuras a un movimiento internacional encabezado por el partido comunista de la Unión Soviética (PCUS). Esta última circunstancia permite diferenciar en la aproximación comparativa la dimensión teleológica del comunismo —tronco común que nos remitiría a la política internacional— de la dimensión social, es decir, de las políticas de los partidos comunistas en sus respectivos ámbitos nacionales donde lo común cedería el paso en buena parte a la diversidad ( ‍Lazar, M. (1992). Maisons rouges. Les partis communistes français et italien de la Libération à nos jours. Paris: Aubier.Lazar, 1992).

En este trabajo se pretende hacer un balance comparativo de las políticas europeas de los principales partidos comunistas de Europa Occidental (España, Francia, Italia y Portugal) y de los factores que contribuyeron a los cambios o continuidades de dichas políticas desde el comienzo del proceso de integración hasta la década de 1970 ‍[2]. En la primera fase de dicho proceso fue sin duda la dimensión teleológica anteriormente apuntada la que marcó las posiciones de dichos partidos en sus políticas europeas. Al tratarse de un proyecto supranacional coincidente temporalmente en sus inicios (declaración Schuman) y en sus antecedentes (Plan Marshall, Consejo de Europa, Alianza Atlántica) con un nuevo orden internacional hegemonizado en Occidente por Estados Unidos, la hostilidad hacia la cooperación entre países del bloque occidental constituyó el denominador común de las políticas europeas de los partidos comunistas.

Hemos utilizado la denominación de antieuropeísmo ideológico

La modelización establecida por Cirulli (

Cirulli, C. G. (2012). La sinistra italiana e il proceso d’integrazione europea. Lucca: Institute for Advanced Studies.

2012
) para los cambios en el relato europeo del comunismo italiano hasta 1989, del antieuropeísmo ideológico al europeísmo crítico, resulta aplicable, en todo o en parte, para los distintos partidos comunistas analizados en este trabajo.

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para definir la actitud del comunismo occidental en esa primera fase de la integración. Con ella se hace referencia a la dimensión internacional de la política europea de los partidos comunistas de Europa Occidental, caracterizada por la identificación política e ideológica con la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría pero que responde también a la propia matriz ideológica del comunismo como una cultura política específica, más allá de la coyuntura bipolar de enfrentamiento de bloques y anterior a la misma. Quiere decir ello que la denuncia del atlantismo, del apoyo estadounidense al rearme alemán, del Plan Marshall y de la integración europea no respondían solo al alineamiento internacional con el bloque soviético, sino que eran también producto de una percepción del mundo de posguerra que, desde las distintas realidades nacionales y desde la propia génesis histórica de los distintos partidos comunistas, daba identidad a unas formaciones políticas portadoras de un discurso ideológico propio de carácter anticapitalista ( ‍Lazar, M. (2002). Le communisme, une passion française. Paris: Éditions Perrins.Lazar, 2002: 99-‍128).

Como es lógico, en el discurso comunista contrario a la integración europea durante sus primeros años cabe diferenciar la actitud de los partidos español y portugués, cuyos países no participaron inicialmente en las Comunidades Europeas, de la del francés y el italiano, pertenecientes a los dos países que junto a Alemania constituyeron el núcleo inicial de la Europa de los Seis ( ‍Bosco, A. y Gaspar, C. (2001). Four Actors in Search of a Role. The Southern European Communist Parties. En P. N. Diamandouros y R. Gunther (eds.). Parties, Politics and Democracy in the New Southern Europe (pp. 329-387). Baltimore: The Johns Hopkins University Press.Bosco y Gaspar, 2001: 383-‍387). Al quedar al margen de la construcción europea en sus inicios, tanto en el Partido Comunista de España (PCE) como en el Partido Comunista Portugués (PCP) el antieuropeísmo ideológico fue ajeno a las realidades nacionales y circunscrito fundamentalmente a la dimensión internacional de rechazo al bloque occidental e identificación con la política soviética, si bien es cierto que el respaldo, más o menos explícito, de dicho bloque a las dictaduras ibéricas coadyuvaba también a dicho rechazo. Por el contrario, en el caso del Partido Comunista Francés (PCF) y del Partido Comunista Italiano (PCI), aunque prevaleció también la dimensión ideológica internacional, se aprecia ya en esta etapa un discurso influido por las realidades nacionales y ciertos matices de diferenciación entre ambos partidos que nos remiten, entre otras causas, a la distinta trayectoria histórica anterior de los respectivos países, al papel desempeñado por sus dirigentes políticos, a su respaldo electoral en los primeros años de la posguerra, a su posición en el sistema de partidos —especialmente respecto al socialismo—, a su relación con las organizaciones sindicales y al estado de la opinión pública.

A finales de la década de 1960 la diferenciación entre la política europea del PCF y del PCI se hizo más pronunciada, asistiéndose también a un cambio significativo de dicha política en el caso del PCE y, aunque en mucho menor medida, en el comunismo portugués. En términos generales, el relato comunista sobre la integración europea evolucionó, durante dicha década, desde el antieuropeísmo ideológico hacia el antieuropeísmo crítico, es decir, hacia una actitud contraria a la integración, pero basada ahora fundamentalmente en razones socioeconómicas de carácter nacional. Ya en la década de los setenta, en una sensible diferenciación con los otros dos partidos, el PCE y el PCI cambiaron significativamente su discurso político al apostar plenamente por el proyecto europeo desde un europeísmo crítico que contemplaba la integración europea como una realidad ineludible en cuyo marco poder abordar sus proyectos de transformación social mediante la colaboración entre las fuerzas de la izquierda europea. Posteriormente, la evolución del relato comunista favorable a la integración se reforzó en el caso del comunismo español e italiano, mientras que el PCF mantuvo sus reticencias, instalando su discurso europeo en un euroescepticismo avant la lettre

El término euroescepticismo comenzó a utilizarse a principios de los noventa para referirse, en principio, a la actitud británica ante la integración europea. Posteriormente, el euroescepticismo ha pasado a definir a aquellas formaciones políticas o sectores de la opinión pública favorables en sus fundamentos a la Unión Europea (UE), pero contrarios a su estado actual o a los proyectos oficiales para su desarrollo futuro. En el análisis político se ha consolidado la distinción entre hard euroscepticism y soft euroescepticism, según el mayor o menor grado de oposición a la UE, atribuyéndose el primero al actual PCF (

Szczerbiak, A. y Taggart, P. (2010). Opposing Europe? The Comparative Party Politics of Euroscepticism (vol. 2). Nueva York: Oxford University Press.

Szczerbiak y Taggart, 2010: 3-‍15
).

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, aunque muy alejado ya del rechazo de años anteriores, y el PCP permaneció, prácticamente sin fisuras, en sus posiciones anteriores.

En los apartados III y IV se aborda dicha evolución, subrayándose sobre todo los factores que contribuyeron al cambio o a las continuidades de las políticas europeas de los partidos analizados. El análisis teórico del cambio político en los partidos nos muestra que los partidos con alto grado de institucionalización, como es el caso de los partidos comunistas ( ‍Panebianco, A. (1982). Modelli di partito. Organizzazione e potere nei partiti politici. Bologna: Il Mulino.Panebianco, 1982: 121 y ss., 457 y ss.), presentan muchas limitaciones a la hora de efectuar cambios en el liderazgo político que lleven aparejados cambios programáticos o estratégicos. Por el contrario, dichos partidos pueden verse más afectados por factores de otra índole de carácter externo —bien de naturaleza tipológica

El cambio en el tipo de partido que se opera a partir de la década de 1960, desde el partido de masas al catch-all party (

Kirchheimer, O. (1966). The Transformation of the Western European Party System. En J. La Palombara y M. Weiner. Political Parties and Political Development (pp.177-200). Princenton: Princenton University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/9781400875337-007

Kirchheimer, 1966: 177-‍200
), supuso un reto para los partidos comunistas resuelto con más fortuna por algunos de ellos, como el PCI, y con menos fortuna por los que mantuvieron de forma estricta la relación con su tradicional clase cautiva.

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, que afectan al conjunto del sistema de partidos, bien a consecuencia de retos de carácter coyuntural derivados del cambio en los contextos sociales y políticos— que resultan pertinentes ( ‍Harmel, R. y Janda, K. (1994). An Integrated Theory of Party Goals and Party Change. Journal of Theoretical Politics, 6, 259-287. Disponible en: https://doi.org/10.1177/0951692894006003001Harmel y Janda, 1994: 259-‍287) para el análisis político de las continuidades o cambios operados en sus políticas europeas cuyo análisis abordamos en este trabajo.

Una última apreciación sobre los planteamientos comunistas ante la integración, más allá de las diferencias entre los distintos partidos, puede remitirnos también, y así se hace en las conclusiones de este trabajo, a algunas reflexiones sobre el grado de consenso inicial del proyecto comunitario, dado el significativo respaldo social del que gozó tras la segunda guerra el comunismo occidental y su unánime rechazo de la integración europea durante los años iniciales de la misma.

II. EL ANTIEUROPEÍSMO IDEOLÓGICO[Subir]

En los primeros años de la segunda postguerra el alineamiento de los partidos comunistas europeos con las directrices políticas emanadas del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se tradujo en una contundente oposición por parte de estos a cualquier proyecto de unidad europea. Con muy ligeras variaciones, dichos partidos compartían de forma prácticamente unánime la posición de rechazo adoptada por la Unión Soviética contra las Comunidades Europeas ( ‍Sodupe, K. (1987). La visión soviética de la integración europea. El caso de la CEE, 1957-1969. Bilbao: Universidad del País Vasco.Sodupe, 1987: 121-‍360;  ‍Zubok, V. (1996). The Soviet Union and European Integration from Stalin to Gorbachev. Journal of European Integration History, 2, 85-98.Zubok, 1996: 85-‍92;  ‍Rey, M. P. (2005). Le retour à l’Europe? Les décideurs soviétiques face à l’intégration ouest-européenne, 1957-1991. Journal of European Integration History, 11, 7-27.Rey, 2005: 7-‍18;  ‍Mueller, W. (2009). The Soviet Union and Early West European Integration, 1947-1957. Journal of European Integration History, 15 (2), 67-85. Disponible en: https://doi.org/10.5771/0947-9511-2009-2-67Mueller, 2009: 67-‍89). Dicho rechazo se enmarcaba en el nuevo contexto internacional abierto por la Guerra Fría y expresaba el temor de que el espacio occidental europeo se convirtiera en un escenario de la hegemonía norteamericana desde donde se ejerciera una política ofensiva y contrapuesta a la URSS como centro dirigente del movimiento comunista internacional ( ‍Robin, E. (2009). Anti-européens et euroconstructifs : les communistes français et l’Europe (1945-1979). Les Cahiers Irice, 2, 4, 49-67. Disponible en: https://doi.org/10.3917/lci.004.0049Robin, 2009).

El comunismo occidental se había opuesto ya frontalmente tras el fin de la guerra al Plan Marshall, calificado como el origen de una política estadounidense encaminada a dividir Europa en dos bloques antagónicos y al que se responsabilizaba directamente de sentar las bases para un futuro enfrentamiento entre los europeos. Idéntica consideración habían merecido el Tratado de la Alianza Atlántica, el apoyo estadounidense al rearme alemán y, posteriormente, la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) y el proyecto de la fallida Comunidad Europea de Defensa (CED). El discurso político comunista en contra de los inicios de la cooperación entre los países europeos occidentales encontraba, así pues, su principal fundamentación en el rechazo de la influencia sobre Europa de la potencia norteamericana y se tradujo durante dichos años en una intensa lucha ideológica y cultural antiamericana impulsada por la Unión Soviética por medio de los partidos comunistas occidentales y de sus órbitas de influencia.

Los dos principales partidos comunistas de Europa occidental, el PCI y el PCF, coincidían básicamente en su apreciación negativa de los inicios de la integración europea. Para Palmiro Togliatti se trataba de una peligrosa maniobra bélica, ideada por los «imperialistas estadounidenses» para enfrentar y debilitar a los países europeos, que amenazaba la democracia y la libertad de los pueblos de Europa. Por su parte, Maurice Thorez afirmaba que «la seguridad francesa no podía estar fundada sobre la formación de bloques antagónicos, sino que debía hacerlo sobre la entente estrecha y la colaboración sincera entre todos los pueblos, grandes y pequeños» ( ‍Levy, J. (2016). Ce que disait et écrivait le parti communiste français sur «l’Europe» de 1947 à 1980. Ça n’empêche pas Nicolas [blog], 26-08-2016. Disponible en: https://bit.ly/37yLwyNLevy, 2016: 4).

La coincidencia básica de ambos partidos revestía sin embargo algunos matices derivados de la anterior trayectoria histórica de sus respectivos países y de su situación económica en el conjunto de los tres países que constituían el núcleo fundamental del incipiente proceso de integración. Para el PCI, la iniciativa de la CECA era una operación negativa no solo por su carácter capitalista, sino también porque, dada su inferioridad económica, perjudicaba a una Italia que iba a pagar el acuerdo entre los dos grandes, Alemania y Francia

Los efectos económicos de la CECA en Italia y, en general, de todo el proceso de integración en la economía italiana en Varsori (

Varsori, A. (2010). La cenerentola d’Europa. L’Italia e l’Integrazione Europea dal 1947 a oggi. Soveria Mannelli: Rubbettino.

2010
).

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. En la ratificación del tratado en el Parlamento italiano, el PCI formuló su consideración de que los protagonistas de la iniciativa, además de algunos grupos americanos, no eran otros que «los grandes monopolios del Ruhr y algunos siderúrgicos franceses de la región de Lorena» ( ‍Cirulli, C. G. (2012). La sinistra italiana e il proceso d’integrazione europea. Lucca: Institute for Advanced Studies.Cirulli, 2012: 55 y 59). Por el contrario, para el comunismo francés, en sintonía con un amplio sector de la opinión pública y otras fuerzas políticas, la principal preocupación se centraba en el rearme alemán y en el proyecto de una comunidad de defensa en la que participaba el país con el que Francia se había enfrentado en tres guerras durante los últimos setenta y cinco años. Esa preocupación se extendía a todo proyecto de colaboración con Alemania: tanto la CECA como la CED suponían, para el comunismo francés, el triunfo de una operación del revanchismo alemán que buscaba doblegar los intereses de Francia a los de Alemania. Según el PCF, se trataba de una «operación monstruosa» de sometimiento de Francia a los intereses americanos en beneficio de la antigua rival, Alemania ( ‍Pinto, R. (1978). La gauche en France et la construction européenne. Paris: Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence.Pinto, 1978: 34).

Un segundo matiz diferenciador entre el PCF y el PCI puede atisbarse también como consecuencia de su distinta posición en el sistema de partidos y, especialmente, de su relación con los partidos socialistas. La salida de ambos partidos en 1947 de los Gobiernos de amplia coalición de la posguerra como consecuencia del comienzo de la Guerra Fría resultó mucho más traumática para el PCF que para el PCI. Los comunistas franceses habían desarrollado toda su actividad política en condiciones de legalidad hasta la ocupación alemana y el régimen de Vichy. Aunque sin presencia en el Gobierno, habían formado parte del Frente Popular, coalición electoral y parlamentaria que sostuvo a León Blum como primer ministro de Francia entre 1938 y 1939. En las primeras elecciones legislativas tras la segunda guerra, en 1946, el PCF obtuvo el 28,6 % de los sufragios convirtiéndose en el primer partido de Francia en número de votos y duplicando prácticamente en escaños a la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Socialista). La coincidencia de esta última con las fuerzas contrarias a la participación comunista en el Gobierno significó la marginación del PCF y la asunción por parte de este de una posición antisistema. Esa marginación, dada la cautividad ideológica de su identificación con la URSS y de su creencia en la inevitable derrota del capitalismo, se tradujo en una radicalización de su estrategia política que, lógicamente, afectó al campo de su política europea. La denuncia de la SFIO por su alineamiento con los proyectos atlantistas y capitalistas de los primeros pasos de la integración ( ‍Callot, E. F. (1988). The French Communist Party and Europe: the idea and its implementation (1945-1985). European Journal of Political Research, 16 (3), 301-316. Disponible en: https://doi.org/10.1111/j.1475-6765.1988.tb00154.xCallot, 1988: 304-‍306) servía para reforzar su autoproclamación como único representante de la clase obrera francesa y del «verdadero socialismo» en un marco de aislamiento político que hasta 1958, sin embargo, le deparó una situación hegemónica en la izquierda francesa y una importante presencia parlamentaria en la escena política

Entre 1945 y 1956 el PCF obtuvo en todas las elecciones legislativas porcentajes superiores al 25 %, pero a partir de las elecciones de 1958 su registro electoral se estancó en torno al 20 % de los votos.

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.

El comunismo italiano había tenido una actividad legal en la vida política y parlamentaria mucho menor. Tan solo cuatro años después de su fundación en 1921 el PCI fue ilegalizado por el régimen fascista de Benito Mussolini. En las primeras elecciones tras la guerra, celebradas en 1946, el PCI obtuvo el 18,9 % de los votos, quedando por detrás del socialismo italiano, que obtuvo el 20,7 %. A diferencia de lo ocurrido en Francia, el partido socialista italiano (PSI) mantuvo una unidad de acción con el PCI

En las elecciones de 1948 socialistas y comunistas concurrieron unidos en el denominado Frente Democrático Popular, que obtuvo el 31 % de los votos.

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que hasta 1956, año de la intervención soviética en Hungría, evitó el aislamiento de los comunistas. La coincidencia entre el PCI y el PSI se extendió durante dichos años a la posición de rechazo de ambos partidos al inicio del proceso integrador, pero a partir de 1956 los socialistas imprimieron un viraje en su política europea, alineándose con el centro y la derecha en su apoyo progresivo a dicho proceso.

Palmiro Togliatti había esbozado tras la muerte de Stalin en 1953 algunos planteamientos con los que se iniciaba una reflexión sobre la posible adaptación de la política del PCI a la realidad italiana —la «vía italiana» al socialismo— y una apuesta por el «policentrismo», es decir, el derecho de cada partido a seguir una vía propia hacia el comunismo de acuerdo con las posibilidades y características nacionales de cada país. La denuncia de los crímenes de Stalin en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1956 o la disolución de la Kominform en ese mismo año parecían, por lo demás, dar una base de apoyo a la independencia de criterio por parte del PCI.

Por lo que se refiere a un posible cambio en su política europea, esa incipiente apuesta por la independencia respecto a la URSS se vio favorecida por la evolución del sindicalismo italiano desde mediados de los cincuenta. La Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), la primera fuerza sindical italiana, se había pronunciado a favor de superar un rechazo meramente ideológico del proceso de integración europea y de admitir los efectos positivos de la CECA en el desarrollo económico italiano. Por el contrario, el sindicalismo francés de orientación comunista, representado por la Confederación General del Trabajo (CGT), mantuvo una posición de absoluto rechazo a la integración europea y se mostró reacio a considerar el espacio europeo, tal como había empezado a hacerlo la CGIL, como un elemento importante para su estrategia sindical ‍[9]. Ese cambio de orientación en el sindicalismo italiano llegó a suscitar un debate en el seno del PCI acerca del impacto de la integración europea «sobre la modernización del capitalismo italiano y las orientaciones políticas de la clase obrera de las grandes industrias» ( ‍Cruciani, S. (2010). Histoire d’une rencontré manquée: PCF et PCI au défi de la construction communautaire (1947-1964). Cahiers d’histoire. Revue d’histoire critique, 112-113, 57-76.Cruciani, 2010: 59 y ss.). Sin embargo, la aceptación por el PCI de la intervención soviética en Hungría truncó esa incipiente posibilidad de cambio en la percepción de la integración europea. Ni la influencia al respecto del sindicalismo italiano ni la posibilidad de mantener la colaboración con otros partidos como el PSI prevalecieron ante la prueba de fuego de la lealtad con el centro dirigente. Al igual que años atrás en Francia, la cautividad en la ideología teleológica obstaculizó en el PCI, a partir de 1956 y hasta la muerte de Togliatti, cualquier estrategia tendente a evitar su marginación como partido antisistema y alineado con el bloque soviético ante la integración europea. De forma similar a como ocurrió con el PCF, el respaldo electoral del comunismo italiano no experimentó durante estos años ningún aumento, pero sí facilitó al PCI una sólida presencia parlamentaria y una posición hegemónica en la izquierda italiana

Hasta las elecciones de 1963, el PCI mantuvo un porcentaje de voto de aproximadamente el 22 %, experimentando a partir de las elecciones de 1963 un progresivo aumento de su respaldo electoral.

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Las posiciones del Partido Comunista de España (PCE) y del Partido Comunista Portugués (PCP) estuvieron también marcadas en los inicios del proceso de integración por un antieuropeísmo ideológico similar al del PCF y el PCI. Tanto el partido comunista español como el partido comunista portugués compartieron una decidida resistencia a la participación de sus respectivos países en la órbita político-militar occidental liderada por los Estados Unidos y, en consecuencia, mantuvieron una contundente oposición a la integración europea, entendida como un instrumento del sistema imperialista estadounidense. Al no verse directamente implicados España y Portugal como países integrantes en el origen del proceso unitario europeo, la cuestión comunitaria, en sus primeros años, constituyó para el PCE y el PCP un tema menor e incluso marginal dentro de su actividad política, quedando enmarcado en la retórica ideológica general de la lucha contra el capitalismo imperialista.

La acción política de los comunismos ibéricos tenía como prioridad el derrocamiento de las dictaduras, en cuya consecución volcaban su máximo empeño. Aun cuando compartían una misma raíz ideológica y un objetivo prioritario común, la estrategia para alcanzar el fin de las dictaduras presentaba notables diferencias y evolucionaría en ambos partidos de manera divergente. La integración europea, en tanto en cuanto significaba un proyecto compartido por las democracias occidentales e incardinado en las mismas, llegó a ser con el tiempo un referente para la estrategia de ambos partidos, valorado de forma positiva o negativa en función de las distintas vías nacionales hacia la democracia y el socialismo.

Las condiciones en las que el PCE y el PCP desenvolvían su actividad política durante los primeros años de la integración europea eran muy diferentes. En la reconfiguración de la Europa de posguerra, la política de bloques de la Guerra Fría había facilitado que las dictaduras de Oliveira Salazar y de Francisco Franco gozaran de una amplia aceptación en el engranaje occidental. Ambos regímenes fueron valorados como piezas de interés en la política de contención del comunismo desarrollada por Estados Unidos. No obstante, la situación de Portugal y España en el ámbito occidental presentaba significativas diferencias. Portugal se había beneficiado del Plan Marshall, formaba parte de la OTAN desde su constitución y era miembro desde 1960 de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA). Por otra parte, el régimen salazarista no había sido objeto del aislamiento internacional sufrido por la España franquista tras el fin de la segunda guerra aunque, de forma similar a España, Portugal presentaba una seria dificultad para su plena inserción en el proceso comunitario derivada de la falta de homologación democrática del régimen.

La trayectoria histórica de los dos partidos presentaba similitudes, pero también importantes diferencias. La creación del PCP no se produjo como consecuencia de una escisión en el socialismo, como era el caso del PCE y de la mayor parte de los partidos comunistas, sino a partir de las filas del anarcosindicalismo y del sindicalismo revolucionario, lo que imprimió una mayor radicalidad a sus políticas. Ilegalizados ambos a los pocos años de su creación, el PCP no abandonó la clandestinidad hasta la revolución de 1974, mientras que el PCE desarrolló un creciente protagonismo en la política española desde 1931 hasta 1939, llegando a formar parte del Gobierno del Frente Popular y ocupando carteras ministeriales en el período de la Guerra Civil. Esa mayor tradición de alianzas en el ámbito de la izquierda, especialmente con el socialismo, contrastaba con el mayor sectarismo del PCP que, por otra parte, tampoco disponía de interlocutores adecuados dada la desarticulación de otras fuerzas de oposición

El actual Partido Socialista Portugués se creó en 1973 con el apoyo de la socialdemocracia alemana.

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.

Otro factor explicativo de las diferencias en las estrategias de ambos partidos, especialmente a partir de 1956, y de las implicaciones de esas estrategias sobre la cuestión europea, nos remitiría a las consecuencias de la Guerra Civil española. La fractura social producida por esta en España condicionaba un contexto político diferente en cierto modo al portugués. Como una especie de asunción de responsabilidades compartidas, el PCE inició en 1956 una estrategia de lucha contra la dictadura basada en la política de reconciliación nacional. Dicha política se fundamentaba en el reconocimiento de que la Guerra Civil debía dejar de marcar una diferencia entre los españoles que se habían enfrentado en los dos bandos. En consonancia con dicha estrategia, el PCE se orientó prioritariamente a la lucha por la consecución de un régimen democrático, atenuando así su vertiente ideológica anticapitalista y revolucionaria al objeto de conseguir un amplio frente de oposición a la dictadura y el derrocamiento de esta mediante una acción de masas, renunciando a la lucha armada. El PCP, en cambio, exceptuando un corto periodo comprendido entre 1956-‍59, en el que se planteó el denominado «giro de derecha» que intentaba una transición pacífica para derribar la dictadura colaborando con otras opciones políticas, mantuvo una posición inamovible en la defensa de la vía insurreccional como mejor método para derrocar el régimen salazarista

La guerra en las antiguas colonias entre 1961 y 1974 provocó una creciente politización en las Fuerzas Armadas portuguesas contra la dictadura. Muchos jefes, oficiales y suboficiales se aproximaron a las tesis del PCP.

‍[12]
, y en su apuesta por un socialismo de cuño leninista plenamente identificado con la Unión Soviética ( ‍Loff, M. (2016). Comunistas y socialistas en el proceso portugués de democratización. Radicalización, revolución, enfrentamiento, reflujo. En C. Molinero y P. Ysàs (eds.). Las izquierdas en tiempos de transición (pp. 59-85). Valencia: Universidad de Valencia.Loff, 2016: 61-‍67). Las consecuencias implícitas de ambas estrategias, como más adelante se analizará, condicionaron el mantenimiento, en el caso del PCP, y el cambio, en el caso del PCE, de sus respectivos relatos sobre la integración europea.

III. DEL ANTIEUROPEÍSMO IDEOLÓGICO AL ANTIEUROPEÍSMO CRÍTICO [Subir]

El recrudecimiento de la Guerra Fría marcó el contexto internacional en los años de creación de la Comunidad Económica Europea (CEE) y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM). El nuevo y decisivo paso en la integración comunitaria fue interpretado también por la Unión Soviética y los partidos comunistas occidentales, en clave internacional, como una poderosa herramienta destinada a afianzar el dominio de la potencia atlántica sobre Europa y como un instrumento de agresión del imperialismo americano contra el bloque socialista. Los argumentos geopolíticos fueron utilizados de forma muy similar por el PCF y el PCI contra las nuevas comunidades. Ambos partidos se pronunciaron contra la ratificación del Tratado CEE y de la EURATOM, votando en contra de la incorporación de sus países en los respectivos Parlamentos nacionales

Las posiciones del PCF y del PCI ante la CEE y la EURATOM en Cahiers du Communisme, julio-agosto, 1957 y L’Unità, 24-3-1957. La posición conjunta ante la integración de los seis partidos comunistas de los países comunitarios en: L’Humanité, 7-4-1959, «Déclaration Commune des représentants des Partis communistes des 6 pays de la CECA et du Marché commun».

‍[13]
. Para los comunistas italianos los dos tratados constituían un instrumento ideado para ultimar la división de Europa, agravando las tensiones internacionales, subordinando la economía europea al imperialismo estadounidense y obstaculizando la colaboración con los países socialistas ( ‍Adesso, M. (2012). Il consenso delle sinistre italiane all’integrazione europea (1950-1969). Diacronie. Studi di Storia Contemporanea, 9, 1. Disponible en: https://doi.org/10.4000/diacronie.3068Adesso, 2012: 8). El PCF rechazaba las dos comunidades con argumentos similares y planteaba una demoledora crítica al EURATOM, anunciando la posible amenaza de la posesión del arma nuclear por parte de Alemania ( ‍Pinto, R. (1978). La gauche en France et la construction européenne. Paris: Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence.Pinto, 1978: 107). De idéntica forma, el PCE y el PCP se pronunciaron a favor del rechazo de las nuevas comunidades en un evidente mimetismo con los argumentos esgrimidos por el PCUS y el resto de los partidos comunistas de Europa Occidental.

La fundamentación geoestratégica del rechazo a la creación del mercado común fue completándose, sin embargo, en los años inmediatamente posteriores con otro relato que se centraba ahora con mayor intensidad en los efectos económicos que se derivarían de la puesta en marcha de un mercado único. Se completaba así el antieuropeísmo ideológico, basado en el alineamiento internacional con la Unión Soviética, con una interpretación social y económica que entendía la tendencia a la integración de los mercados como un proceso objetivo de desarrollo del capitalismo más allá de la lógica internacional de enfrentamiento de bloques que había presidido, con escasos matices, el relato sobre la integración europea del comunismo occidental a lo largo de la década de 1950. El comienzo de esa nueva consideración del proceso integrador tuvo su punto de partida en la publicación de las Treinta y dos tesis sobre el mercado común por el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Unión Soviética en 1962

Dichas tesis actualizaban la posición soviética ante la integración europea plasmada anteriormente en las Diecisiete tesis sobre el mercado común del mismo Instituto de Economía, publicadas en 1957. El texto completo de ambas puede verse en Martín de la Guardia y Pérez Sánchez (

Martín de la Guardia, R. y Pérez Sánchez, G. (2017). La Unión Soviética ante el espejo de las Comunidades Europeas. De la Europa sovietizada a la «casa común» europea. Valladolid: Universidad de Valladolid.

2017: 87-‍141
).

‍[14]
.

Ese cambio de percepción de la integración europea afectó a todos los partidos comunistas al originar un nuevo tipo de relato antieuropeísta —el antieuropeísmo crítico— que en algunos de ellos llegó a desembocar desde finales de los años sesenta en una aceptación, con más o menos matices, del proceso integrador como elemento condicionante de sus estrategias políticas nacionales. La explicación de dichos cambios nos remite a múltiples factores de muy distinta índole. La década de 1960 y los primeros años setenta constituyeron un período de intenso cambio estructural en las sociedades europeas y de significativos cambios en el estado de la opinión pública que afectaron a las políticas europeas del comunismo occidental, obligando a una reacomodación de las mismas. Los distintos partidos comunistas se vieron también afectados por una serie de retos coyunturales externos e internos que, en lo referente a sus políticas europeas, fueron afrontados de diferente forma en función de las posiciones ideológicas de sus dirigentes y de los propios intereses de partido en el ámbito de sus políticas nacionales.

Durante los primeros años de dicho período desapareció una generación de dirigentes comunistas históricamente ligada, de forma incluso emocional, con la Unión Soviética. Palmiro Togliatti y Maurice Thorez fallecieron en el año 1964. Ambos dirigentes habían desempeñado importantes funciones en la III Internacional y mantenido una estrecha vinculación con Stalin hasta su muerte en 1953. El condicionamiento de la identificación con el PCUS hizo imposible personalmente en el caso de Togliatti la ruptura de una lealtad hacia el comunismo soviético a pesar de que sus posiciones sobre la vía italiana y el policentrismo impulsaban a cambios en la política del PCI que, sin embargo, solo se produjeron después de su muerte ‍[15]. Como señala Panebianco ( ‍Panebianco, A. (1982). Modelli di partito. Organizzazione e potere nei partiti politici. Bologna: Il Mulino.1982: 121 y ss., 457 y ss.), los cambios originados por el relevo de dirigentes en partidos con alta institucionalización, como era el caso del PCI, suelen ser poco relevantes, pero el legado intelectual y político de Togliatti favoreció, sin duda, que el comunismo italiano evolucionase de forma rápida, tras su muerte, hacia una renovación política marcada por la independencia de criterio respecto al comunismo soviético

El testamento político de Togliatti fue publicado después de su muerte como Il memoriale di Yalta.

‍[16]
. En el caso de su política europea esa renovación se fue traduciendo progresivamente en un cambio sustancial de la posición del comunismo italiano ante la integración comunitaria, que alcanzó su nivel más alto tras la llegada de Enrico Berlinguer a la secretaría general del partido en 1972 ‍[17].

Por el contrario, el relevo de Maurice Thorez en el comunismo francés no alteró sustancialmente la política del partido sobre la integración europea. Thorez había mantenido serias discrepancias con Togliatti a propósito del proceso de desestalinización abierto por Jrushchov en el XX congreso del PCUS en 1956. Sin estar del todo de acuerdo con los métodos del dirigente soviético, Togliattí consideraba imprescindible acelerar dicho proceso, mientras que Thorez y su hombre de confianza, Jacques Duclos, se oponían al mismo

Thorez padeció en 1950 una hemiplejia que lo tuvo alejado durante largas temporadas de la actividad política directa, delegando sus funciones en Duclos (

Kriegel, A. (1974). Bureaucratie, culte de la personnalité et charisma. Le cas français: Maurice Thorez, secrétaire général du PCF (1900-1964). En Communismes au miroir français (pp. 144-145). Paris: Gallimard.

Kriegel, 1974
).

‍[18]
. La sustitución de Thorez por Waldeck Rochet en 1964 supuso una continuidad en la línea política e ideológica del PCF, de absoluto rechazo a la integración, hasta su sustitución por George Marchais en 1970, momento en que la cuestión europea comenzó a estar estrechamente condicionada por la estrategia del programa común con el socialismo de Mitterand.

En los casos del comunismo español y portugués, los cambios de liderazgo marcaron también la evolución de sus políticas desde comienzos de 1960, cuando accedieron a las respectivas secretarías generales Santiago Carrillo (1960) y Álvaro Cunhal (1961). Sus trayectorias vitales y sus políticas al frente del PCE y del PCP no pudieron ser más diferentes. Carrillo había iniciado su actividad política en las Juventudes Socialistas y fue el artífice en 1936 de la fusión de estas con la Unión de Juventudes Comunistas para crear una nueva organización, las Juventudes Socialistas Unificadas, que rápidamente se inscribió en la órbita comunista. Después de un polémico protagonismo bajo el Gobierno del Frente Popular durante la Guerra Civil, permaneció en el exilio hasta su regreso a España poco después de la muerte de Franco. De 1946 a 1947 participó como ministro sin cartera en el Gobierno republicano en el exilio presidido por José Giral. Su elección como secretario general en el VI Congreso del PCE desbancó a otros candidatos con mayor tradición y peso histórico gracias al apoyo de Dolores Ibárruri, la anterior secretaria y mítica dirigente del partido. Durante su exilio mantuvo lazos muy estrechos con el dirigente comunista rumano Nicolae Ceausescu, progresivamente distanciado de la Unión Soviética. Caracterizado por sus adversarios como político hábil, oportunista y carente de convicciones

La trayectoria política de Carrillo analizada por uno de sus adversarios en el seno del propio PCE en Claudin (

Claudín, F. (1983). Santiago Carrillo. Crónica de un secretario general. Barcelona: Planeta.

1983
). Véase también la biografía de Preston (

Preston, P. (2013). El zorro rojo. Biografía de Carrillo. Barcelona : Debate.

2013
).

‍[19]
, volvió a sus orígenes políticos durante los últimos años de su vida ingresando en el PSOE.

La personalidad y la experiencia vital de Álvaro Cunhal difieren notablemente de las de Santiago Carrillo. Perteneciente a una familia de tradición jurídica tuvo, a diferencia de Carrillo, una formación universitaria y una más sólida base intelectual. Iniciada también su actividad política en su primera juventud, Cunhal se adscribió directamente al comunismo portugués cuando este se encontraba en la ilegalidad. Durante largos años fue dirigente del partido en la clandestinidad, en 1949 fue detenido y permaneció en prisión hasta 1960, año en que protagonizó junto a otros presos políticos una espectacular fuga de la prisión de Peniche, para pasar después al exilio. Es probable que soportar esa azarosa y difícil trayectoria humana y política forjase en Cunhal unas férreas convicciones en la dimensión teleológica de la ideología comunista que, políticamente y a diferencia del pragmatismo de Carrillo, se tradujo en un dogmatismo estratégico refractario a cualquier tipo de cambio. No en balde fue considerado como «el último estalinista de Occidente».

Indudablemente, la influencia de los dirigentes comunistas sobre sus respectivos partidos debe ser contemplada como un factor imprescindible para explicar el mantenimiento o el cambio en las políticas europeas de estos, tanto más dado el acusado carácter jerárquico y centralizado de dichas formaciones políticas. Pero esa influencia no podía prevalecer si la estrategia derivada de la misma no hubiera resultado fructífera para el avance, o al menos el mantenimiento, de los intereses partidistas. De idéntico modo, la respuesta a los distintos retos de carácter nacional o internacional que se plantearon a dichos partidos en relación con la integración europea debe ser interpretada en función de sus planteamientos ideológicos y de los distintos objetivos en sus políticas nacionales.

Desde la década de 1950 los países de Europa occidental experimentaron un alto crecimiento económico y un considerable aumento del nivel de vida de sus poblaciones. En el caso de Italia y de Francia la puesta en marcha de la CEE contribuyó a acelerar ese crecimiento, lo que originó un cierto consenso social sobre el proceso de integración, manifestado de forma pasiva en la no contestación de la opinión pública y su conformidad tácita con este. Años más tarde comenzaron a producirse cambios de carácter estructural derivados de las transformaciones sociales y económicas que daban paso a la denominada sociedad postindustrial. La terciarización de la economía erosionaba el papel central de la producción industrial y debilitaba el respaldo tradicional de los partidos comunistas, de base fundamentalmente obrera y muy condicionados por su carácter de clase para poder captar electoralmente a los nuevos sectores económicos ( ‍De Waele, J. M. y Vieira, M. (2012). La famille de la gauche anticapitaliste en Europe occidentale. En J. M. De Waele y D. L. Seiler (eds.). Les partis de la gauche anticapitaliste en Europe (pp. 62-69). Paris: Economica.De Waele y Vieira, 2012: 50).

El estancamiento del voto comunista en Italia y en Francia durante la década de 1960 evidenciaba la dificultad para el PCI y el PCF de ofrecer alternativas de gobierno si no se producían cambios programáticos capaces de ampliar su base electoral, dando paso a un nuevo tipo de partido capaz de captar un voto más transversal y superando su identificación como partido de clase o integración social. Como partidos vinculados a lo largo de toda su trayectoria a estrategias escasamente distinguibles de las de la Unión Soviética, dichos partidos presentaban además un déficit de credibilidad democrática que condicionaba su capacidad para jugar un papel político relevante en sus respectivos sistemas políticos ( ‍Bosco, A. (2000). Comunisti. Transformazione di partito in Italia, Spagna e Portogallo. Bolonia: Il Mulino.Bosco, 2000: 10). La posibilidad de superar, por medio de alianzas con otras fuerzas políticas, su percepción como partidos antisistema y su aislamiento en el sistema de partidos inspiró, en gran medida, las estrategias de ambos y sus posiciones sobre la integración europea desde la década de los sesenta.

El comunismo francés había perdido gran parte de su fuerza política y parlamentaria como consecuencia del cambio en el sistema electoral tras la llegada de la V República en 1958. El escrutinio mayoritario y a doble vuelta en distritos uninominales le había causado una considerable pérdida de escaños, a pesar de que su porcentaje de votos se mantuvo estable, en torno a un 20 %, hasta las elecciones de 1978. Su hegemonía en el conjunto de la izquierda se fue desvaneciendo progresivamente en beneficio del partido socialista pero, paradójicamente, esa mayor debilidad, unida a las exigencias de agrupación del voto en el sistema de doble vuelta, le permitió salir de su ostracismo político mediante el programa común con los socialistas de 1972 y su posterior entrada en el Gobierno en 1981 bajo el mandato presidencial socialista de Mitterand. Por el contrario, el comunismo italiano había logrado la hegemonía electoral en el campo de la izquierda, pero su situación en el sistema de partidos quedaba bloqueada, sin embargo, como consecuencia de su aislamiento por parte de otras fuerzas de izquierda o centro-izquierda. La distinta posición en el sistema de partidos impulsaba, por tanto, un distinto grado de aceptación de la integración europea y, consiguientemente, de la mayor o menor desvinculación de la Unión Soviética por parte del PCI y del PCF, lo que hacía más acuciante para el primero un cambio político en tal sentido.

Otros factores deben tenerse también en cuenta para explicar la divergencia entre el comunismo italiano y el francés ante el proceso de integración. Uno de ellos nos remite a la mayor profundidad del análisis teórico sobre la situación socioeconómica del país y su relación con la integración europea que el PCI abordó precozmente en el simposio organizado por el Instituto Gramsci en 1962 sobre las tendencias del capitalismo italiano

«Le tendenze del capitalismo italiano». Atti del Convegno económico dell’Istituto Gramsci, Roma, Editori Riuniti, 1962.

‍[20]
. Las conclusiones de dicho evento, aunque no rechazaban las razones políticas del antieuropeísmo, reconocían los logros que el mercado común estaba proporcionando a los países comunitarios al reducir la brecha económica entre Estados Unidos y Europa Occidental. La anterior posición de rechazo intransigente fue dejando lugar tras dicho simposio a una actitud más pragmática, liderada por Giorgio Amendola, exponente del ala reformista del PCI, que abogaba por una reformulación de los Tratados y por una acción conjunta de todas las fuerzas democráticas en el seno de las instituciones europeas ( ‍Adesso, M. (2012). Il consenso delle sinistre italiane all’integrazione europea (1950-1969). Diacronie. Studi di Storia Contemporanea, 9, 1. Disponible en: https://doi.org/10.4000/diacronie.3068Adesso, 2012: 10). En el caso del comunismo francés, la superación, aunque solo en parte, del antieuropeísmo ideológico llegó mucho más tarde, a finales de los sesenta, de la mano de Jean Kanapa, dirigente comunista francés autor de una obra de reflexión sobre la integración europea ( ‍Kanapa, J. y Denis, J. (1969). Pour ou contre l’Europe. París: Éditions Sociales.Kanapa y Denis, 1969) e inspirador de la aproximación a posiciones en parte similares a las del comunismo italiano y español, que desembocarían posteriormente en el eurocomunismo, pero en esencia la actitud contraria a la integración permaneció prácticamente inalterable ‍[21] y mantuvo muchos elementos anteriores del rechazo a la dimensión internacional del proceso al considerarlo plegado a los intereses de Estados Unidos.

Un último factor explicativo de la diferente evolución de los relatos europeos del PCI y del PCF fue la distinta posición del sindicalismo italiano y el sindicalismo francés ante la integración europea que, como ya se vio, arrancaba de años atrás. Las posiciones de la CGIL, de adscripción socialista y comunista, se orientaban hacia una aceptación del marco comunitario para la acción sindical. La estrategia sindical resultaba sin duda influyente en la política del PCI dada la intermediación del sindicato con la base social del partido. La disparidad de criterio de la CGIL con el sector mayoritario de la Federación Sindical Mundial quedó en evidencia en la Conferencia Internacional sobre el Mercado Común Europeo celebrada en 1962. El dirigente sindical italiano Fernando Santi se pronunció por una coordinación sindical en el ámbito de la CEE, contrariamente a la propuesta del sector mayoritario, con mayor influencia del comunismo francés, que proponía un «Comité Mundial Antimonopolista» para luchar contra el Mercado Común ( ‍Cruciani, S. (2010). Histoire d’une rencontré manquée: PCF et PCI au défi de la construction communautaire (1947-1964). Cahiers d’histoire. Revue d’histoire critique, 112-113, 57-76.Cruciani, 2010: 59 y ss.)

IV. EL COMIENZO DE LAS DIVERGENCIAS [Subir]

La invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en el verano de 1968 supuso un reto de considerable envergadura para el PCF y el PCI ante el que ambos reaccionaron desmarcándose de la intervención soviética

El debate sobre la invasión de Checoslovaquia en los partidos comunistas italiano, francés y español en Pala y Nencioni (

Pala, G. y Nencioni, T. (2008). El inicio del fin del mito soviético. Los comunistas occidentales ante la Primavera de Praga. Barcelona: El Viejo Topo.

2008
).

‍[22]
. Por lo que se refiere a sus políticas europeas, esa coincidencia fue solo coyuntural y abrió una línea divisoria en la evolución posterior de estas, que se acentuó con las distintas estrategias de los dos nuevos secretarios generales, George Marchais y Enrico Berlinguer, que a partir de 1970 y 1972 lideraron sus respectivos partidos.

En 1969 los comunistas italianos habían entrado a formar parte del Parlamento Europeo ya que, anteriormente, el Gobierno italiano había excluido de la delegación de diputados a la Cámara europea a los representantes del PCI argumentando la fuerte oposición de los comunistas a los Tratados de Roma, así como su falta de credibilidad democrática ( ‍Dunphy, R. (2004). Contesting capitalism? Left parties and European integration. Manchester: Manchester University Press.Dunphy, 2004: 53). Del mismo modo, hasta la década de los setenta, se mantuvo la ausencia de representantes comunistas italianos en la Asamblea Consultiva del Consejo de Europa ( ‍Wassenberg, B. (2012). Historie du Conseil de L’Europe (1949-2009). Brussels: Peter Lang. Disponible en: https://doi.org/10.3726/978-3-0352-6264-3Wassenberg, 2012: 55). La renovación ideológica del PCI desbloqueó su incorporación a las instituciones comunitarias dado el giro que el partido italiano estaba imprimiendo a su percepción del conjunto comunitario. En las bases de la nueva orientación se planteaba como fundamento la exigencia de ligar el tránsito a una sociedad socialista con la profundización democrática y la necesidad de independencia de los partidos comunistas respecto a un centro dirigente para establecer su propia vía al socialismo. La nueva orientación de los comunistas italianos se traspasó al marco institucional europeo con tres objetivos fundamentales: proponer una vía socialista para el conjunto de Europa, democratizar el propio funcionamiento institucional comunitario y luchar por la independencia de Europa respecto a la política de bloques ( ‍Delogu, I. (1977). La vía europea al socialismo. Barcelona: Península.Delogu, 1977: 47). En este último caso, se abandonó la propuesta de Togliatti de la Europa «del Atlántico a los Urales» para apostar por una «pequeña Europa», independiente tanto de la URSS como de los Estados Unidos, que pasó de ser entendida como una herramienta de afianzamiento del sistema de bloques a ser aceptada como un instrumento útil desde el que potenciar el entendimiento entre los europeos y sostener un sistema internacional pacífico.

El comunismo francés encontró a comienzos de los setenta una oportunidad para atenuar su discurso contrario a la integración. En 1972 el PCF firmó el acuerdo con los socialistas franceses para un programa común de la izquierda

El texto del Programa Común en : Programme commun de gouvernement du Parti Communiste et du Parti Socialiste (27-‍06-1972). Paris: Éditions sociales, 1972. La cuestión europea se aborda en las páginas 177-‍181.

‍[23]
. En el contexto de esa alianza programática con el partido socialista, el PCF aceptó su participación en las instituciones comunitarias para defender ante las mismas las demandas y los intereses de los trabajadores, pero la cuestión europea fue prácticamente obviada en el programa común de la izquierda por las discrepancias existentes al respecto entre ambos partidos ( ‍Robin, E. (2009). Anti-européens et euroconstructifs : les communistes français et l’Europe (1945-1979). Les Cahiers Irice, 2, 4, 49-67. Disponible en: https://doi.org/10.3917/lci.004.0049Robin, 2009: 58). Esas discrepancias quedaron de manifiesto con motivo del referéndum celebrado en Francia ese mismo año sobre la primera ampliación de la Comunidad, que implicaba la incorporación de Gran Bretaña. Los comunistas franceses se pronunciaron en contra, mientras que el partido socialista optó por la abstención. La posibilidad de afianzar una estrategia de acuerdos con el socialismo, sin necesidad de grandes renuncias a sus posiciones antieuropeístas, permitió a los comunistas franceses salir de su ostracismo político y beneficiarse también, mediante un discurso de defensa de la soberanía nacional, del apoyo de sectores sociales contrarios a la integración.

Paradójicamente, al coincidir la incorporación de Gran Bretaña con el inicio de la presencia en el Parlamento Europeo de la representación del partido comunista francés, este último encontró en los diputados laboristas británicos unos inesperados aliados en su hostilidad al incremento de competencias de la Comunidad y a la cesión de soberanía nacional, así como en la defensa del Estado nación como el espacio válido para defender los intereses de los trabajadores en su lucha contra los monopolios empresariales.

Durante esos años, la crisis del petróleo suscitó una sensible divergencia del comunismo francés con el comunismo italiano. La respuesta a la crisis por parte de la Comunidad, consistente en la ampliación del espacio económico de la integración y la adopción de políticas monetarias ante el desplome del sistema monetario internacional, resultaba imprescindible para amortiguar su impacto en el Estado de bienestar de los países comunitarios. La diferente percepción de ambos partidos ante dicha respuesta mostraba las dos alternativas que comenzaban a darse en sus políticas europeas. Para el PCI, el problema recaía en la falta de capacidad de la CEE, que no contaba con un verdadero Gobierno supranacional con poderes suficientes para hacer frente a las crisis. Para el PCF, contrariamente, la única vía eficaz para la defensa de los trabajadores era la fuerza de los Estados y el ejercicio independiente de la soberanía nacional.

Esas divergencias se acentuaron con motivo de la celebración en Bruselas en enero de 1974 de la Conferencia de Partidos Comunistas Europeos ( ‍Calduch, R. (1976). La conferencia europea de partidos comunistas y obreros. Revista de Instituciones Europeas, 3 (3), 379-386.Calduch, 1976: 379-‍386), en la que se abordó la cuestión de la participación de los comunistas en las instituciones comunitarias. En dicha conferencia se evidenció que el entendimiento del PCI con otras fuerzas comunistas, especialmente el PCF, resultaba muy problemático ( ‍Borioni, P., Di Giacomo, M. y Soare, S. (2012). Le Parti de la Refondation Communiste: traditions et défis. En J. M. De Waele y D. Seiler (eds.). Les partis de la gauche anticapitaliste en Europe (pp. 177-197). Paris: Económica.Borioni, 2012: 192). El PCI había evolucionado en esos años hacia un europeísmo crítico e iniciado un acercamiento a otras fuerzas de la izquierda europea, como los socialistas y la socialdemocracia —especialmente la alemana—, con las que entabló buenas relaciones con la finalidad de ensanchar la base para la defensa de un modelo socialista para Europa. Esa actitud de colaboración facilitó posteriormente la imbricación de los comunistas en el entramado institucional comunitario, como prueba el protagonismo alcanzado en las filas del comunismo italiano por Altiero Spinelli ( ‍Ponzano, P. (2016). Altiero Spinelli: les enseignements d’un Père fondateur de l’Europe. Revue de Droit de l’Union Européenne, 2, 227-22.Ponzano, 2016: 227-‍229;  ‍Pinder, J. (2007). Altiero Spinelli’s European Federal Odyssey. The International Spectator, 42 (4), 571-588. Disponible en: https://doi.org/10.1080/03932720701722944Pinder, 2007: 579 y ss.), figura mítica en los orígenes de la integración europea y comisario de la CEE entre 1970 y 1976

Spinelli fue elegido posteriormente diputado en el Parlamento Europeo, de 1979 a 1984, en las listas del PCI. Como parlamentario europeo defendió su visión federalista de Europa, luchando por la consecución de un verdadero Gobierno supranacional europeo (

Cirulli, C. G. (2012). La sinistra italiana e il proceso d’integrazione europea. Lucca: Institute for Advanced Studies.

Cirulli, 2012: 147 y ss.
).

‍[24]
. Esa orientación del PCI hacia una profundización de la integración europea debe entenderse también en clave de su política nacional. La estrategia del «compromiso histórico» impulsada por Berlinguer desde 1973 planteaba la necesidad de una mayoría de amplio acuerdo con fuerzas políticas del centro y la derecha y obligaba, por tanto, a que el PCI adquiriese una impronta inequívocamente democrática, europeísta y totalmente independiente de la Unión Soviética ( ‍Cirulli, C. G. (2012). La sinistra italiana e il proceso d’integrazione europea. Lucca: Institute for Advanced Studies.Cirulli, 2012: 86-‍87).

Fue precisamente la orientación que los comunistas italianos imprimían a su discurso europeo, con una tendencia hacia el federalismo, la razón de fondo de otro desencuentro en política europea con el partido comunista francés. El rasgo distintivo de la política europea del PCF era la firme defensa de los intereses nacionales franceses y la oposición a cualquier tipo de cesión de soberanía francesa hacia las instituciones comunitarias. En los congresos del PCF de diciembre de 1972 y noviembre de 1974 se analizaron los logros de la coexistencia pacífica, los éxitos de la Ostpolitik de Willy Brandt ( ‍Brogui, A. (2015). Westpolitik: Eurocommunism, and the Evolution of Western European Commnunists Positions toward European Integration. En G. Bonfreschi, G. Orsina, G. y A. Varsori (eds.). European Parties and the European Integration Process, 1945-1992 (pp. 135-158). Brussels: Peter Lang.Brogi, 2015: 153 y ss.) y del fin de la dictadura de los coroneles en Grecia y del régimen salazarista en Portugal. Esta nueva coyuntura europea, que se consideraba encaminada a superar la política de bloques, facilitó la apuesta plena por el carácter democrático de la vía francesa al socialismo ( ‍Delogu, I. (1977). La vía europea al socialismo. Barcelona: Península.Delogu, 1977: 26). La opción democratizadora del PCF no se tradujo, sin embargo, en un cambio sustancial de la actitud ante la Comunidad Europea, que seguirá anclada durante los años posteriores en la percepción de esta como un instrumento internacional de poder estadounidense sobre Europa y de dominio germánico sobre Francia ( ‍Azam, N. (2011). La intégration européenne dans les programmes du Parti Communiste Français depuis 1979. Strasbourg: Congrès AFSP.Azam, 2011).

A partir de mediados de la década de 1960 comenzaron a ser también apreciables las divergencias entre los comunismos español y portugués respecto a la integración europea

Una historia de la relación de Portugal con la integración europea en Teixeira y Costa (

Teixeira, N. S. y Costa, A. (2007). Portugal e a Integração Europeia, 1945-1986. Lisboa: Círculo de Leitores.

2007
).

‍[25]
. El PCE y el PCP afrontaban la realidad comunitaria, desde sus respectivas ideologías y estrategias políticas, en una doble dimensión. Por un lado, la de la integración en sí misma; por otro, la de la relación del proceso integrador con los regímenes dictatoriales que combatían. Para ambos regímenes el mercado común era ya a principios de los sesenta una realidad económica ineludible. El cambio en el contexto económico y social derivado de la etapa modernizadora iniciada con el primer Plan de Fomento en Portugal (1953-‍58) y el Plan de Estabilización en España (1959) marcaba un nuevo ritmo económico en ambos países. Los nuevos modelos de desarrollo económico emprendidos por los Gobiernos dictatoriales no podían soslayar los cambios que en el inmediato entorno económico europeo se derivaban de la creación del mercado común. Las dictaduras ibéricas se vieron obligadas a solicitar la apertura de negociaciones con la CEE, arrastradas por el cambio de rumbo que imprimía Reino Unido al solicitar, en agosto de 1961, la plena incorporación de su país a la Comunidad ( ‍Jiménez, J. C. (2004). Portugal ante el proceso de integración europea. Revista de Estudios Europeos, 4, 131-153.Jiménez, 2004: 143).

Hasta cierto punto, la cuestión europea iba a convertirse en crucial para las supervivencias de los regímenes y sus posibles alternativas. Tanto Oliveira Salazar como Francisco Franco tenían motivos para recelar del proyecto comunitario. Las exigencias democráticas de las instituciones europeas dificultaban la aproximación de las dictaduras meridionales a las Comunidades debido a su no homologación con las democracias occidentales. Ambos dictadores temían una respuesta desfavorable de las Comunidades a sus intereses políticos, al tiempo que se inquietaban ante las transformaciones necesarias para la adecuación de las respectivas estructuras productivas nacionales a la realidad del mercado común.

La falta de legitimidad democrática y el desfase económico con respecto a Europa podían ser argumentos aprovechados por la oposición a ambas dictaduras al hacer evidente el retraso que, por su causa, sufrían España y Portugal. La estrategia del PCE evolucionó en dicho sentido al abandonar su rechazo frontal a la CEE para hacer de la cuestión europea un argumento contra la dictadura como culpable de la no incorporación de España a Europa en detrimento del interés nacional. El PCP, sin embargo, se mantuvo invariable en su rechazo a la CEE en posiciones que combinaban los elementos del antieuropeísmo ideológico con un antieuropeísmo crítico de carácter económico. El mercado común respondía, según el PCP, a los intereses exclusivos del «capitalismo monopolista de Estado». Era «una asociación dominada por los intereses de las grandes potencias y grandes monopolios internacionales, asentada en la explotación de los trabajadores», que perjudicaba notablemente al desarrollo portugués

Avante, serie VI, n.º 442, junio 1972, p. 2.

‍[26]
.

La divergencia entre los dos partidos sobre la cuestión europea se acrecentó a partir de 1972, cuando el VIII Congreso del PCE consagró oficialmente el viraje en el discurso comunista español en relación con la Comunidad ( ‍Forner, S. y Senante, H. (2017). Contra Franco y contra Europa: el Partido Comunista de España y la integración comunitaria (1957-1972). Revista de Estudios Políticos, 177, 181-211. Disponible en: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.177.06Forner y Senante, 2017: 202 y ss.). Se apostaba ahora por un acercamiento de España al mercado común debido a la necesidad derivada del propio desarrollo de la economía española y como consecuencia del creciente proceso de internacionalización de las fuerzas productivas. Años más tarde, y ya con ambos partidos legalizados, la adhesión de España y Portugal a las Comunidades suscitó también serias divergencias entre estos. La solicitud de adhesión a la CEE, efectuada por el Gobierno Suárez tras las elecciones de 1977, tuvo el respaldo explícito del PCE ‍[27]. El PCE consideraba una necesidad económica y política la integración de España en las Comunidades Europeas, hasta el punto de estimar que quienes se oponían al ingreso en la CEE daban la espalda «a las conveniencias de un proceso democrático, progresista, en el seno de dicha Comunidad, a una construcción europea equilibrada» en la que la «Europa del Sur tuviera el peso que le correspondía» ( ‍Forner, S. (2019). La política europea del PCE (1972-1999): del viraje europeísta al euroescepticismo. Historia y Política, 41, 335-366. Disponible en: https://doi.org/10.18042/hp.41.12Forner y Senante, 2019: 343). El PCP, por el contrario, se mantuvo inamovible en su rechazo de la integración oponiéndose rotundamente a la entrada de su país en la CEE

Posteriormente, la actitud favorable a la CEE del PCE culminó con la aprobación por los diputados comunistas de la ratificación del Tratado de Adhesión en 1985. Los comunistas portugueses mantuvieron firme su rechazo votando en contra de la ratificación del Tratado, también en 1985. Tras su aprobación, el PCP acusó al Gobierno de Mario Soares de «traidor al pueblo portugués», al interpretar la rúbrica del acuerdo con la CEE como una catástrofe histórica que marcaría un profundo retroceso del país.

‍[28]
. Los comunistas realizaron una intensa campaña de oposición a la candidatura portuguesa, en la que colaboró también activamente el partido comunista francés, mostrando así las muchas coincidencias que existían en sus políticas europeas.

Dichas coincidencias, al igual que el paralelismo en la evolución de las políticas europeas del PCE y el PCI, mostraban la imbricación entre estrategia política e ideología en los cuatro partidos políticos analizados. La apuesta del PCP por la vía insurreccional no precisaba de una homologación europeísta que acreditase su condición democrática y su desvinculación de la Unión Soviética. Antes bien, era contra los valores económicos y políticos de la Europa comunitaria —democracia liberal y libre mercado— como se articulaba su discurso político. Por el contrario, la alternativa democrática del PCE se basaba en un amplio acuerdo con fuerzas políticas de todo el arco ideológico y se beneficiaba de una homologación europea con la que superar su aislamiento en la oposición al régimen franquista.

V. CONCLUSIONES[Subir]

Por su significativa influencia directa e indirecta en el campo de la izquierda, especialmente en dos de los tres grandes Estados de las primeras Comunidades —Francia e Italia—, los partidos comunistas constituyeron durante los años iniciales de la integración un punto de referencia de las actitudes críticas o radicalmente contrarias a la misma. Al ventilarse la integración en ámbitos ajenos a la ciudadanía,

En lo que puede considerarse la Europa de los Estados y de los despachos que junto a la Europa de los ciudadanos constituirían los tres discursos de la integración europea (

Middelaar, L. (2013). El paso hacia Europa. Historia de un comienzo. Barcelona: Galaxia Gutemberg.

Middelaar, 2013: 32 y ss.
).

‍[29]
el rechazo comunista de la Europa comunitaria no se tradujo en una contestación social significativa contraria al proyecto europeo por parte de la opinión pública en los distintos marcos nacionales. No obstante, esa actitud opuesta a la integración —compartida incluso en un primer momento por otras fuerzas políticas que posteriormente apostarían plenamente por esta—

Caso del socialismo italiano, opuesto a la integración durante los primeros años de esta.

‍[30]
sí influyó en el débil consenso social activo del que gozó la Europa comunitaria en sus primeros pasos, así como su escaso o nulo arraigo en la cultura política de un amplio sector de la izquierda.

En su versión comunitaria, así pues, el europeísmo no cuajó de forma mayoritaria en la tradición política de la izquierda y en los sectores sociales representados por esta. Es cierto que desde un análisis posterior en el tiempo da la impresión —y así ha sido resaltado en los estudios sobre la Europa comunitaria— ( ‍Forner, S. (2009). Proyecto europeo y opinión pública: las raíces de un creciente desencuentro. Historia y Política, 21, 95-115.Forner, 2009:112) de que en las primeras décadas del proceso las aspiraciones de los Estados y sus poblaciones coincidían y conectaban plenamente con los propósitos de la integración y la unidad europea. Pero, probablemente, esa coincidencia no obedecía a ningún tipo de lealtad inicial hacia el proyecto europeo, sino más bien a que las circunstancias económicas se mostraban muy favorables y proporcionaban a los Estados «una confianza creciente en sus capacidades de gestión que no entraba en conflicto con la búsqueda de la integración económica europea» ( ‍Milward, A. S. (2016). Política y objetivos en cincuenta años de integración europea. En S. Forner y H. Senante (eds.). La unidad europea. Aproximaciones a la historia de la Europa comunitaria (pp. 79-86). Alicante: Universidad de Alicante. Milward, 2016: 84). No deja de ser paradójico que en dicha etapa inicial el discurso comunista sobre Europa se mostrara, de forma generalizada, radicalmente contrario a la integración y denunciara los supuestos perjuicios para las clases trabajadoras que este entrañaba. Al ser fundamentalmente ideológico, el relato comunista de la integración no se compadecía, sin embargo, con la propia realidad social y económica de prosperidad propiciada por la reconstrucción europea de posguerra. Las posiciones antiintegracionistas de los partidos italiano y francés difícilmente podían traspasar los límites de la mera retórica y convertir la cuestión europea en un elemento clave de la política nacional para posibles movilizaciones sociales más allá de un mero acompañamiento al alineamiento ideológico con uno de los bloques, el soviético, en el contexto de la Guerra Fría. Si ello era así en países como Francia e Italia, tanto más lo era en el caso de otros países como España y Portugal, ajenos al proceso integrador y sometidos a regímenes autoritarios que disponían del respaldo tácito del bloque occidental y donde el comunismo permanecía en condiciones de ilegalidad.

El tránsito del antieuropeísmo ideológico al antieuropeísmo crítico en el relato de algunos partidos comunistas occidentales comenzó a producirse en la segunda mitad de la década de 1960 y desembocó finalmente a comienzos de los setenta, también en algunos de ellos, en una casi plena aceptación del proceso integrador. El nuevo escenario económico que se abría en la década de los setenta —crisis petrolífera y colapso del sistema monetario mundial— no podía sino consolidar esas orientaciones favorables a la integración y convertir en anacrónico el mantenimiento de las posturas de rechazo. Y es que la ampliación y liberalización de mercados y la búsqueda de soluciones para la estabilidad monetaria convertían la integración europea en una garantía para poder superar los retos a los que Europa se enfrentaba e intentar salvaguardar y prolongar el welfare state construido en los decenios anteriores. En ese nuevo contexto, el significativo cambio en la percepción de Europa de partidos como el PCI y el PCE contrastaba en gran medida con el mantenimiento, aunque algo matizado, de las posiciones ideológicas anteriores en el caso del PCF o con la permanencia del rotundo rechazo a la integración por parte de otros partidos como el portugués.

Como ya se ha apuntado en anteriores páginas, en la distinta evolución del relato europeo de los partidos comunistas occidentales subyace la influencia de los distintos marcos sociales, políticos y culturales del ámbito nacional en el que desarrollaron su actividad. Otros factores, como los cambios en el contexto internacional, el papel desempeñado por los dirigentes o el efecto europeizador de la participación en las instituciones comunitarias, explican sin duda algunos de los cambios, adaptaciones o permanencias que se dieron en los comunismos occidentales. Pero junto a ellos cabe prestar también atención a la contradictoria tensión entre ideología y estrategia política como posible factor explicativo de esa distinta evolución ( ‍Szczerbiak, A. y Taggart, P. (2010). Opposing Europe? The Comparative Party Politics of Euroscepticism (vol. 2). Nueva York: Oxford University Press.Szczerbiak y Taggart, 2010: 9-‍14;  ‍Charalambous, G. (2013). European Integration and the Communism Dilemma. Farnham: Ashgate.Charalambous, 2013, 15-‍34). El caso de los partidos comunistas italiano y español resulta ilustrativo de cómo, a pesar de los distintos contextos nacionales —de ilegalidad incluso en el caso español hasta 1977—, la situación hegemónica desempeñada por ambos partidos en el campo de la izquierda influyó decisivamente en su orientación europeísta. El debilitamiento del socialismo italiano y la prácticamente no comparecencia del socialismo español hasta la muerte de Franco dieron al PCI y al PCE un protagonismo como posibles alternativas de Gobiernos de izquierda, lo que indudablemente influyó en su orientación favorable a la integración. El europeísmo podía ser uno más de los elementos de afirmación de independencia respecto del comunismo soviético y de moderación ideológica, con los que ambos partidos aspiraban a ampliar su respaldo social en la perspectiva, respectivamente, del sorpasso a la democracia cristiana en Italia o de la posible emergencia a la legalidad del PCE como primer partido de la izquierda española

Aunque las expectativas electorales del PCE no se cumplieron, politólogos de la talla de Juan José Linz pronosticaban en vísperas de las elecciones de 1977 la emergencia en España de un sistema de partidos muy similar al italiano, con una gran fuerza de la democracia cristiana y el comunismo (

Linz, J. J. (1991). Juan Linz, sobre España y la democracia. Entrevista concedida a Ignacio Sotelo. Claves, 16, 41-61

Linz, 1991
).

‍[31]
.

Significativamente, dos partidos también con contextos nacionales muy distintos —el francés y el portugués— coincidieron ampliamente en su actitud contraria a la integración. En el caso de Francia, la correlación de fuerzas en el campo de la izquierda evolucionó de forma inversa a lo ocurrido en Italia. De ser hegemónico en la inmediata posguerra, el PCF fue siendo relegado a una posición subalterna por el socialismo francés desde finales de la década de 1960. Su única posibilidad como alternativa de gobierno era la búsqueda de una alianza con el partido socialista ensayada por primera vez con el «programa común» de 1972. En esa aproximación al socialismo y futura participación en el Gobierno, el riesgo de pérdida de identidad del comunismo francés favorecía el mantenimiento de la intransigencia en algunas cuestiones programáticas, como fue su actitud hacia la integración. Por lo demás, dicha actitud, revestida de una defensa a ultranza del interés nacional francés, podía sintonizar con un amplio sector de la opinión pública francesa en coincidencia incluso con sectores de la derecha gaullista. La estrategia política se acomodaba en este caso a la ortodoxia ideológica y no incentivaba la adopción de cambios sustanciales en el relato sobre la integración europea.

Algo parecido, desde el punto de vista de la imbricación entre ideología y estrategia, puede afirmarse del partido comunista portugués. Además de la fuerte personalidad de Álvaro Cunhal y de su identificación dogmática con el marxismo leninismo en su versión soviética, el escenario político portugués antes de la caída del régimen era también un factor que impulsaba al PCP a rechazar cualquier aproximación al bloque occidental como mejor estrategia para afianzar sus posiciones. El conflicto colonial y el protagonismo de sectores izquierdistas en el seno del Ejército propiciaban una expectativa de ruptura revolucionaria —como así ocurrió en 1974— en la que el PCP podía aspirar a una hegemonía en la izquierda portuguesa y a marcar una orientación socialista cuando se produjera la caída de la dictadura. Posteriormente, dicha actitud se petrificó tras la decepción por el rumbo occidental adquirido por la democracia portuguesa y la hegemonía electoral del socialismo portugués encabezado por Mario Soares.

NOTAS[Subir]

[1]

Este artículo se enmarca en el proyecto europeo EACEA: 610735-EPP-1-2019-ES-EPPJMO-CHAIR.

[2]

Los trabajos comparativos sobre el tema son escasos y en general abordan un número más reducido de países y una distinta acotación cronológica. Cf. Benedetto y Quaglia ( ‍Benedetto, G. y Quaglia, L. (2007). The Comparative Politics of Communist Euroscepticism in France, Italy and Spain. Party Politics, 13, 4, 478-499. Disponible en: https://doi.org/10.1177/13540688070779572007); Bracke ( ‍Bracke, M. (2007). From the Atlantic to the Urals? Italian and French communism and the question of Europe, 1956-1973. Journal of European Integration History, 13 (2), 33-53. Disponible en: https://doi.org/10.5771/0947-9511-2007-2-332007); Brogui ( ‍Brogui, A. (2015). Westpolitik: Eurocommunism, and the Evolution of Western European Commnunists Positions toward European Integration. En G. Bonfreschi, G. Orsina, G. y A. Varsori (eds.). European Parties and the European Integration Process, 1945-1992 (pp. 135-158). Brussels: Peter Lang.2015); Cruciani ( ‍Cruciani, S. (2010). Histoire d’une rencontré manquée: PCF et PCI au défi de la construction communautaire (1947-1964). Cahiers d’histoire. Revue d’histoire critique, 112-113, 57-76.2010); Lazar ( ‍Lazar, M. (1992). Maisons rouges. Les partis communistes français et italien de la Libération à nos jours. Paris: Aubier.1992).

[3]

La modelización establecida por Cirulli ( ‍Cirulli, C. G. (2012). La sinistra italiana e il proceso d’integrazione europea. Lucca: Institute for Advanced Studies.2012) para los cambios en el relato europeo del comunismo italiano hasta 1989, del antieuropeísmo ideológico al europeísmo crítico, resulta aplicable, en todo o en parte, para los distintos partidos comunistas analizados en este trabajo.

[4]

El término euroescepticismo comenzó a utilizarse a principios de los noventa para referirse, en principio, a la actitud británica ante la integración europea. Posteriormente, el euroescepticismo ha pasado a definir a aquellas formaciones políticas o sectores de la opinión pública favorables en sus fundamentos a la Unión Europea (UE), pero contrarios a su estado actual o a los proyectos oficiales para su desarrollo futuro. En el análisis político se ha consolidado la distinción entre hard euroscepticism y soft euroescepticism, según el mayor o menor grado de oposición a la UE, atribuyéndose el primero al actual PCF ( ‍Szczerbiak, A. y Taggart, P. (2010). Opposing Europe? The Comparative Party Politics of Euroscepticism (vol. 2). Nueva York: Oxford University Press.Szczerbiak y Taggart, 2010: 3-‍15).

[5]

El cambio en el tipo de partido que se opera a partir de la década de 1960, desde el partido de masas al catch-all party ( ‍Kirchheimer, O. (1966). The Transformation of the Western European Party System. En J. La Palombara y M. Weiner. Political Parties and Political Development (pp.177-200). Princenton: Princenton University Press. Disponible en: https://doi.org/10.1515/9781400875337-007Kirchheimer, 1966: 177-‍200), supuso un reto para los partidos comunistas resuelto con más fortuna por algunos de ellos, como el PCI, y con menos fortuna por los que mantuvieron de forma estricta la relación con su tradicional clase cautiva.

[6]

Los efectos económicos de la CECA en Italia y, en general, de todo el proceso de integración en la economía italiana en Varsori ( ‍Varsori, A. (2010). La cenerentola d’Europa. L’Italia e l’Integrazione Europea dal 1947 a oggi. Soveria Mannelli: Rubbettino.2010).

[7]

Entre 1945 y 1956 el PCF obtuvo en todas las elecciones legislativas porcentajes superiores al 25 %, pero a partir de las elecciones de 1958 su registro electoral se estancó en torno al 20 % de los votos.

[8]

En las elecciones de 1948 socialistas y comunistas concurrieron unidos en el denominado Frente Democrático Popular, que obtuvo el 31 % de los votos.

[9]

La posición de la CGIL sobre la integración provocó una controversia en el seno de la Federación Sindical Mundial (FSM) de adscripción mayoritariamente comunista ( ‍Robin, E. (2009). Anti-européens et euroconstructifs : les communistes français et l’Europe (1945-1979). Les Cahiers Irice, 2, 4, 49-67. Disponible en: https://doi.org/10.3917/lci.004.0049Robin, 2009: 54 y ss.).

[10]

Hasta las elecciones de 1963, el PCI mantuvo un porcentaje de voto de aproximadamente el 22 %, experimentando a partir de las elecciones de 1963 un progresivo aumento de su respaldo electoral.

[11]

El actual Partido Socialista Portugués se creó en 1973 con el apoyo de la socialdemocracia alemana.

[12]

La guerra en las antiguas colonias entre 1961 y 1974 provocó una creciente politización en las Fuerzas Armadas portuguesas contra la dictadura. Muchos jefes, oficiales y suboficiales se aproximaron a las tesis del PCP.

[13]

Las posiciones del PCF y del PCI ante la CEE y la EURATOM en Cahiers du Communisme, julio-agosto, 1957 y L’Unità, 24-3-1957. La posición conjunta ante la integración de los seis partidos comunistas de los países comunitarios en: L’Humanité, 7-4-1959, «Déclaration Commune des représentants des Partis communistes des 6 pays de la CECA et du Marché commun».

[14]

Dichas tesis actualizaban la posición soviética ante la integración europea plasmada anteriormente en las Diecisiete tesis sobre el mercado común del mismo Instituto de Economía, publicadas en 1957. El texto completo de ambas puede verse en Martín de la Guardia y Pérez Sánchez ( ‍Martín de la Guardia, R. y Pérez Sánchez, G. (2017). La Unión Soviética ante el espejo de las Comunidades Europeas. De la Europa sovietizada a la «casa común» europea. Valladolid: Universidad de Valladolid.2017: 87-‍141).

[15]

La trayectoria vital de Palmiro Togliatti en Fiocco ( ‍Fiocco, G. (2018). Togliatti, il realismo della política. Una biografia. Roma: Carocci.2018).

[16]

El testamento político de Togliatti fue publicado después de su muerte como Il memoriale di Yalta.

[17]

Sobre la influencia de los dirigentes como una variable clave en el cambio político de los partidos, véase: Panebianco ( ‍Panebianco, A. (1979). Imperativi organizzativi, conflitti interni e ideologia nei partiti comunisti. Rivista Italiana di Scienza Politica, 9, 511-536. Disponible en: https://doi.org/10.1017/S00488402000155251979); Wilson ( ‍Wilson, F. L. (1994). The Sources of Party Change. En K. Lawson. How Political Parties Work. Perspectives from Within (pp. 263-283). Westport-London: Praeger. 1994); Harmel et al. ( ‍Harmel, R., Heo, U., Tan, A. y Janda, K. (1995). Performance, Leadership, Factions and Party Change. West European Politics, 18, 1-33. Disponible en: https://doi.org/10.1080/014023895084250551995).

[18]

Thorez padeció en 1950 una hemiplejia que lo tuvo alejado durante largas temporadas de la actividad política directa, delegando sus funciones en Duclos ( ‍Kriegel, A. (1974). Bureaucratie, culte de la personnalité et charisma. Le cas français: Maurice Thorez, secrétaire général du PCF (1900-1964). En Communismes au miroir français (pp. 144-145). Paris: Gallimard. Kriegel, 1974).

[19]

La trayectoria política de Carrillo analizada por uno de sus adversarios en el seno del propio PCE en Claudin ( ‍Claudín, F. (1983). Santiago Carrillo. Crónica de un secretario general. Barcelona: Planeta.1983). Véase también la biografía de Preston ( ‍Preston, P. (2013). El zorro rojo. Biografía de Carrillo. Barcelona : Debate. 2013).

[20]

«Le tendenze del capitalismo italiano». Atti del Convegno económico dell’Istituto Gramsci, Roma, Editori Riuniti, 1962.

[21]

George Marchais, secretario general del PCF desde 1970, fue muy reticente ante cualquier cambio de actitud respecto a la integración europea ( ‍Brogui, A. (2015). Westpolitik: Eurocommunism, and the Evolution of Western European Commnunists Positions toward European Integration. En G. Bonfreschi, G. Orsina, G. y A. Varsori (eds.). European Parties and the European Integration Process, 1945-1992 (pp. 135-158). Brussels: Peter Lang.Brogui, 2015: 153).

[22]

El debate sobre la invasión de Checoslovaquia en los partidos comunistas italiano, francés y español en Pala y Nencioni ( ‍Pala, G. y Nencioni, T. (2008). El inicio del fin del mito soviético. Los comunistas occidentales ante la Primavera de Praga. Barcelona: El Viejo Topo.2008).

[23]

El texto del Programa Común en : Programme commun de gouvernement du Parti Communiste et du Parti Socialiste (27-‍06-1972). Paris: Éditions sociales, 1972. La cuestión europea se aborda en las páginas 177-‍181.

[24]

Spinelli fue elegido posteriormente diputado en el Parlamento Europeo, de 1979 a 1984, en las listas del PCI. Como parlamentario europeo defendió su visión federalista de Europa, luchando por la consecución de un verdadero Gobierno supranacional europeo ( ‍Cirulli, C. G. (2012). La sinistra italiana e il proceso d’integrazione europea. Lucca: Institute for Advanced Studies.Cirulli, 2012: 147 y ss.).

[25]

Una historia de la relación de Portugal con la integración europea en Teixeira y Costa ( ‍Teixeira, N. S. y Costa, A. (2007). Portugal e a Integração Europeia, 1945-1986. Lisboa: Círculo de Leitores.2007).

[26]

Avante, serie VI, n.º 442, junio 1972, p. 2.

[27]

Los debates políticos de la adhesión a la CEE en España, Portugal y Grecia en Álvarez ( ‍Álvarez Miranda, B. (1996). El Sur de Europa y la adhesión a la Comunidad. Los debates políticos. Madrid : Centro de Investigaciones Sociológicas.1996).

[28]

Posteriormente, la actitud favorable a la CEE del PCE culminó con la aprobación por los diputados comunistas de la ratificación del Tratado de Adhesión en 1985. Los comunistas portugueses mantuvieron firme su rechazo votando en contra de la ratificación del Tratado, también en 1985. Tras su aprobación, el PCP acusó al Gobierno de Mario Soares de «traidor al pueblo portugués», al interpretar la rúbrica del acuerdo con la CEE como una catástrofe histórica que marcaría un profundo retroceso del país.

[29]

En lo que puede considerarse la Europa de los Estados y de los despachos que junto a la Europa de los ciudadanos constituirían los tres discursos de la integración europea ( ‍Middelaar, L. (2013). El paso hacia Europa. Historia de un comienzo. Barcelona: Galaxia Gutemberg.Middelaar, 2013: 32 y ss.).

[30]

Caso del socialismo italiano, opuesto a la integración durante los primeros años de esta.

[31]

Aunque las expectativas electorales del PCE no se cumplieron, politólogos de la talla de Juan José Linz pronosticaban en vísperas de las elecciones de 1977 la emergencia en España de un sistema de partidos muy similar al italiano, con una gran fuerza de la democracia cristiana y el comunismo ( ‍Linz, J. J. (1991). Juan Linz, sobre España y la democracia. Entrevista concedida a Ignacio Sotelo. Claves, 16, 41-61Linz, 1991).

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