Los doctores Luis Moreno (profesor de investigación emérito del CSIC en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos de Madrid) y Raúl Jiménez (profesor de investigación ICREA en el Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona) nos ofrecen un excelente libro de lectura imprescindible para acercarse a las enormes transformaciones actuales y los nuevos desafíos de nuestro tiempo provocados por la pandemia de la COVID-19. Y ello lo llevan a cabo ambos coautores a través de un sólido equilibrio entre su acreditada experiencia investigadora y su constante percepción de los problemas reales a los que se enfrenta nuestra sociedad. Con un ingrediente añadido, a saber, una mirada prospectiva que ponen en solfa mediante una magnífica simbiosis entre las facetas de sociólogo y político (del profesor Moreno) y de cosmólogo y astrofísico teórico (del profesor Jiménez).

Desde este punto de vista, experiencia investigadora y transferencia a la sociedad van de la mano en una obra que, consecuentemente, está impregnada de una erudición llamada a interesar a lectores con cualificación (académica, científica, técnica) y, al tiempo, invita a una lectura asequible a cualquier persona preocupada por las vicisitudes e inciertas perspectivas del contexto pandémico. Los profesores Jiménez y Moreno hacen gala de prurito en sus ocupaciones investigadoras y de estímulo en sus preocupaciones divulgadoras por conseguir un mundo mejor, en la medida en que «la pandemia de COVID-19 ha cambiado gran parte de nuestra cosmovisión o Weltanschauung. De hecho, ha provocado transformaciones que exigen nuevas visiones del mundo. Los defensores de la “vieja normalidad” se niegan a asumir ese paradigma de readaptación y buscan desesperadamente volver a los tiempos pre-pandémicos en la gestión de los escenarios de vida y muerte» (p. 8).

Con respecto a la referida faceta de la divulgación, constituye un enorme acierto que el libro (aparecido asimismo en inglés bajo el título Behind Closed Doors) integre una recopilación de cuatro decenas de artículos publicados previamente en diversos periódicos online, redes sociales y blogs científicos durante este difícil período de tormenta vírica causada por el coronavirus (2019-‍2021). En efecto, esos artículos (que he tenido la fortuna de leer a medida que se iban publicando) no nos transmiten una mera foto fija de la realidad ni una banalización de ella, sino el propio dinamismo de los problemas acometidos (incluido el cambio climático como «nuestro mayor riesgo existencial», en palabras de los coautores) interpelando intensamente a la reflexión crítica del conjunto de la sociedad (en puridad, estimulando socráticamente el «propio razonamiento exploratorio» de cada lector) y a la acción constructiva de quienes ostentan responsabilidades decisorias (a quienes resultará asimismo útil la hermenéutica comprensiva del Verstehen weberiano «para interpretar el sentido de los fenómenos analizados y los motivos racionales con los que se entienden las acciones humanas», p. 8).

Tras el prefacio, la obra se encabeza por una introducción (bajo la sugerente rúbrica «de una “vieja” normalidad a una nueva época») en donde se avanza tanto la postura epistemológica y el compromiso social de los coautores como las seis áreas temáticas (de especial interés y relevancia según los efectos producidos por la pandemia en nuestra vida cotidiana) que son objeto de análisis en la parte central, poniéndose colofón con un interesante epílogo acerca de los «escenarios de futuro en un mundo nuevo». En particular, en esas seis secciones temáticas centrales (a su vez subdivididas en breves capítulos con llamativos o ingeniosos títulos que animan a la lectura) se reflexiona sobre cómo la robotización en curso produce grandes mutaciones en nuestras sociedades, poniéndose el punto de mira en cómo nuestras democracias robotizadas son aptas para promover una sociedad más justa e igualitaria. Ese hilo conductor, ahora transitando la era de la COVID-19, cuenta con el estupendo precedente del libro de ambos coautores, publicado en 2018, bajo el título Democracias robotizadas. Escenarios futuros en Estados Unidos y la Unión Europea publicado con otras variantes e implicaciones, como el ingreso básico universal o la renta de ciudadanía, igualmente en 2018 en italiano (Democrazie robotizzate. USA e UE: neofeudalesimo e reddito di cittadinanza?) y en inglés (Robitized democracies. US and EU: neo-feudalismo and citizenship income?).

Con estos mimbres, en la primera sección temática del bloque central de la obra (titulada «Combatiendo el maligno COVID-19») se aborda la propagación del coronavirus y sus trascendentales consecuencias para la salud pública en todo el mundo. Los profesores Jiménez y Moreno recuerdan cómo, tras la fase inicial en China (Wuhan), el temor generalizado a infectarse y eventualmente morir se instaló en las sociedades «avanzadas», particularmente en el llamado «primer mundo». En el caso concreto de Europa y de España, la tragedia se cebó al principio con nuestras personas mayores, con miles de muertes en residencias y centros geriátricos, dándose un lamentable pábulo, incluso involuntario, a tesis eugenésicas que pretenden poner fecha de caducidad a nuestra población anciana (p. 39), generándose con ello la paradoja de descuidar uno de los vectores de nuestro modelo social europeo: los cuidados y atención prioritaria a ese grupo social, tanto más cuanto que no es incompatible la preocupación por el envejecimiento poblacional del «Viejo Continente» por la caída del índice de natalidad con una apuesta por el envejecimiento activo para que «las personas de edad avanzada sigan siendo miembros plenos de la sociedad durante el mayor tiempo posible», como manda la conocida como «Constitución social de Europa» (la Carta Social Europea revisada de 1996, recientemente ratificada por España, en mayo de 2021).

Por cierto, si con dicha ratificación se superaba una importante asignatura pendiente en el plano del reconocimiento de los derechos sociales (y nos homologábamos con nuestros vecinos Francia, Italia o Portugal, que habían suscrito dicho tratado europeo más de dos décadas antes), lo que por lo demás pone de manifiesto que en épocas de crisis no solamente no deben recortarse derechos, sino que es posible y necesario reforzar su protección, nuestros autores observan cómo una vez más la coordinación intersectorial entre la sanidad y los servicios sociales fue la gran asignatura pendiente (especialmente ostensible en la fatídica gestión de las residencias de mayores entre marzo y agosto de 2020) a la espera de la vacuna «milagrosa» para alcanzar la «inmunidad de rebaño» a finales del verano de 2021. Con razón critican los autores que esa gestión ha sido una bochornosa expresión del más amplio despropósito de una especie de desgobierno multinivel en la España descentralizada, en donde se ha desplegado intensamente la política de «evitación de la culpa» (p. 40) a nivel regional y central, recurriendo a tergiversación u ocultación vergonzosas de documentos (protocolos de actualización a efectos de derivar o no personas mayores de centros geriátricos a centros hospitalarios) o infames mentiras (comités de expertos inexistentes).

Sobre esto último, es escandaloso el modo en que la clase política ha utilizado como pretexto falso la pericia científica. Con tal espíritu, los profesores Moreno y Jiménez incluyen propuestas interesantes para modelizar el fenómeno del contagio y explorar el efecto «deriva» utilizando las herramientas científicas que proporciona la física estadística no lineal. De tal forma que la inteligencia artificial y las redes neuronales profundas serán cruciales para modelar futuras pandemias y ayudar a los gobiernos a adoptar buenas decisiones sobre la utilización de los recursos y la optimización de los confinamientos (pp. 48-51). Más ampliamente, en términos de gobernanza mundial, se suscita en el libro el reparto equitativo planetario de las vacunas para que desarrollo económico del país, beneficio mercantil de las industrias farmacéuticas y justicia social del conjunto de la población sean conciliables, no abocándonos en el tratamiento de la salud pública a un trágico dilema: «patentes de vida y muerte» (pp. 51-56).

La segunda sección de la obra (rubricada «digitalización, inteligencia artificial, robotización») se centra en áreas que los autores ya trataron en su citado libro de 2018 Democracias robotizadas, abordándolas ahora bajo el prisma de las implicaciones de la pandemia. En semejante panorama, el proceso de robotización masiva se ha extendido no solo a ámbitos que se prestan fácilmente a ello por el desarrollo de nuevas herramientas de algoritmos predictivos basados en el machine learning (las operaciones y transacciones del sistema bancario, p. 58), sino también a amplios sectores laborales acarreando la paulatina desaparición de puestos de trabajo rutinarios. Un aumento del desempleo que se ha multiplicado a causa de la pandemia sin poder verse atajado significativamente mediante el recurso al teletrabajo (con la complejidad añadida de su regulación laboral), pero sí compensado mínimamente con una renta de ciudadanía.

Por otra parte, la «supremacía cuántica del futuro» (p. 61) se ha hecho más palpable en el presente pandémico, lo cual comporta una estrategia global de reconducción (incluso tributaria) del poder fáctico de los grandes gigantes de internet en paralelo a una política nacional que desarrolle las tecnologías cuánticas y los sistemas de inteligencia artificial para evitar descomunales ventajas entre países. En tal panorama, aflora el clásico dilema sobre las ventajas y los efectos perversos de este último desarrollo tecnológico. Así las cosas, los autores resaltan que la inteligencia artificial y las redes neuronales podrían ser cruciales para resolver los problemas acuciantes para la humanidad y avanzar en el bienestar de nuestras sociedades y, desde esta óptica, sostienen fundadamente que «la inteligencia artificial podría haber parado el COVID-19» (p. 72).

De todos modos, vislumbrar el final de la crisis de la COVID-19 no puede hacer olvidar que la robotización de nuestras democracias es imparable e irreversible y, consecuentemente, seguiremos con una «crisis inacababa» necesitada de acometer «quién controla al robot» (p. 77), dotando a éste de unas reglas éticas que, máxime en la era de los big data, evite o minimice nuestro «servilismo» o sometimiento a las grandes empresas tecnológicas que imponen una privación o (des)control de nuestros datos y privacidad (p. 85). Lo cual no es óbice para una digitalización proporcionada (como ya existe entre la ciudadanía y la Administración electrónica, el voto electrónico en elecciones y otros ejemplos de digitalización público-privada) aprovechando ejemplos como el de Estonia y no cayendo en España en la «tradicional querencia a practicar el deporte nacional de la chapuza» (p. 91). El caso es que la integración de la ética en el propio algoritmo constituye todo un reto, para garantizar que la inteligencia artificial evite perniciosos sesgos humanos y mejore la sociedad garantizando una toma de decisiones equitativa e igualitaria (p. 95).

Precisamente, la sección tercera de la obra («Estilos de vida, burocracia “tradicional” y el mundo en línea») enlaza con el insoslayable anhelo de humanización del progreso tecnológico planteado en la sección segunda, si bien trayendo a colación ahora una nueva paradoja, esto es, que la humanización no elude irremediablemente la despersonalización. Desde esta perspectiva, se analiza inicialmente el «MGTOW, cada uno a lo suyo» (p. 97), acrónico que responde en inglés a «Men Going Their Own Way» y significa un fenómeno social originario en el mundo anglosajón promotor de la mercantilización personal, de unos «poyoyos» persuadidos de que ellos mismos, trocados de egoísmo (lo primero y principal es el «yo») y de una misoginia tradicional, son quienes tienen que fijar soberanamente los objetivos de su vida. De la misma manera, una administración tradicional encerrada en la «telaraña burocrática» (el personal investigador dedica alrededor del 60-‍70 % de su tiempo útil al papeleo) resulta nociva para la ciencia (para vencer a la COVID-19, por ejemplo) y, obviamente, sin ciencia no hay futuro (p. 107). En conexión con ello, es curioso comprobar todavía la ausencia de plena digitalización del aparato administrativo y el carácter reacio de cierto funcionariado para evitar que el sistema online de la Administración pública «permanezca en el pleistoceno de la comunicación telemática» (p. 117)

Por descontado, los autores extraen las correspondientes lecciones positivas del drama de la COVID-19, como las virtudes de la educación a distancia y las herramientas docentes virtuales, idóneas para la transferencia del aprendizaje fuera del aula (incluido el modelo pedagógico del flipped classroom o «aula invertida»), pero sin menoscabo del tiempo de enseñanza presencial para aumentar el «aprendizaje significativo» (p. 113). Realmente, pese a la «fatiga zoom» en los períodos de confinamiento domiciliario, quienes nos desempeñamos en la enseñanza universitaria hemos comprobado que la videoconferencia ha venido para quedarse, ensayándose con éxito la «docencia híbrida» para propiciar la combinación de presencialidad (manteniendo la distancia social) y de nueva normalidad virtual. De la misma forma, los coautores destacan que, por paradójico que parezca, una «consecuencia benigna de la aparición del maligno coronavirus» ha sido afrontar las conexiones virtuales entre las poblaciones más deslocalizadas y «vacías» y los núcleos urbanos de población hiper densificada para perfilar «hogares globales» (p. 121).

Esta sección tercera se completa con dos interesantes interrogantes que revelan, de nuevo, sendas paradojas: la primera, «¿cómo es posible que en tiempos de robotización se trabaje más que antes de la pandemia?» y, peor aún, con una calidad de vida más precaria (pp. 125-128); del incremento exagerado del tiempo de trabajo es claro exponente el sector del «imperio de los fondos de inversión», mientras de la incapacidad para liberarnos del trabajo no deseado, o repetitivo y rutinario, da cuenta una rudimentaria habilidad para escribir los algoritmos e indicar a la computadora lo que tiene que hacer. Y la segunda paradoja, «¿dónde está el ágora en una sociedad virtualizada?» que, adicionalmente, ha aparecido agazapada detrás de las mascarillas (pp. 129-136).

A continuación, la sección cuarta («Señores tecnológicos e industria 4.0») trata de los nuevos enfoques y desarrollos referentes a la textura económica de nuestras sociedades y a la naturaleza transformadora del capitalismo a escala mundial. En el primer capítulo de dicha sección («La nueva clase social inútil») se lamenta la aparición, en el contexto de la crisis pandémica de la COVID-19, de una nueva clase social al margen del mercado laboral formal, que ya no configuran un grupo de empleados precarios temporales que esperan volver a la «vieja normalidad» del lugar del trabajo. El problema es más complejo y, no acometerlo, conllevará condenar «esta nueva clase inútil al ostracismo, la pobreza extrema e incluso a su desaparición física como penosamente nos ha mostrado la eugenesia inducia por el coronavirus en nuestras residencias de mayores» (p. 137).

Pues bien, las críticas y propuestas para abordar ese problema de envergadura mundial las enfocan los coautores en cuatro sucesivos capítulos («Google, neofeudalismo sin diezmos», «Señores feudales tecnológicos ante el capitolio», «Dilema social y capitalismo vigilante» y «La clase capitalista va al paraíso…»), en donde se pone en entredicho el carácter cada vez más poderoso y, por tanto, intocable, de esos campeones neoliberales del mercado (esos «nuevos señores feudales tecnológicos» globales) que dialogan como pares «de igual a igual» con las autoridades estatales (y no solo con las autoridades de pequeños países, sino incluso con los presidentes de Estados Unidos); por consiguiente, deben ser sometidos a un control público-político que no represente una mera comparecencia pantomímica ante una institución parlamentaria (incluida la estadounidense) y a cánones de justicia fiscal. Así, frente a ese embate neofeudal arreciado por la convulsión causada por el coronavirus, estos cánones se erigen, en nuestro caso, en un pilar básico del modelo social europeo y del Estado del bienestar para garantizar los derechos de ciudadanía (pp. 143-144).

El acometimiento de la problemática suscitada por las gigantes multinacionales tecnológicas da paso a la reflexión sobre el «gigante chino» en el último capítulo de esa sección cuarta («Criptodinero: ¿China toma la delantera?»), concretamente en relación con la iniciativa del Gobierno chino de iniciar la migración del renminbi, su moneda legal (conocida como yuan en Occidente), a una plataforma de criptodivisas. Esto significa que la moneda china no tendría soporte de hardware y se trasladaría al mundo virtual del blockchain (cadena de bloques) en una base de datos que no puede ser modificada. Los coautores recalcan esta nueva paradoja, dado que con dicha iniciativa el modelo capitalista comunista se apunta al sueño libertario o anarquista americano de vivir en una sociedad sin gobierno alguno y en la que solo funcione la autorregulación como prebenda de la ley del más fuerte. La cuestión no es baladí, sino gravísima, puesto que la gran potencia mundial en ascenso, al trasladar sus operaciones a la criptodivisa, podrá eludir posibles sanciones tendentes a presionarle para que respete los derechos humanos o limite sus niveles como el mayor contaminador absoluto del mundo (p. 159).

Seguidamente, la sección quinta («Albedrío individual y vida social») repara en los modos de vida (de)generados en el ambiente actual de globalización económica y difusión del modelo de mundialización neoliberal angloamericano, soliviantado por las proclamas del «individualismo posesivo». Efectivamente, los coautores dedican unas primeras reflexiones al «escapismo» de la gente («escapistas sociales») que, en el caso de Estados Unidos, se refleja en el uso desenfrenado de analgésicos y opiáceos en el marco de una sociedad de «ganadores y perdedores»; semejante frustración de los perdedores se retoma en el capítulo sexto de esa sección («¿Molesta la sisa? Tómese un opiáceo»).

Ahora bien, la frustración individual no debe conducir a la resignación colectiva, por ejemplo, ante la supremacía cuántica de Google o el enorme esfuerzo de investigación que realiza el gigante tecnológico Amazon (los coautores observan el dato curioso que España gasta en investigación apenas un 15 % en comparación con Amazon). Parafraseando a Unamuno («que inventen ellos»), incitan a superar complejos para adaptarse al desarrollo tecnológico y favorecer una sociedad del conocimiento («Que vendan ell@s», pp. 166-172); de lo contrario, permaneceremos a la cabeza del «segundo mundo» o a la cola del «primero». Correlativamente invitan —acudiendo en este caso a una expresión de Javier Marías— a no caer en un papanatismo penoso hacia lo estadounidense.

Los otros cuatro capítulos de la sección quinta, más allá de la forja de identidades individuales autosuficientes individuales, realzan la cultura del esfuerzo común ciudadano y del amparo de las instituciones públicas. Nuestros coautores someten a escrutinio polos en tensión dialéctica entresacando el lado bueno y malo de las cosas: la necesidad de apoyo público (becas que eviten endeudamiento para pagar matrículas excesivas) a jóvenes con mérito y capacidad para acceder al sistema universitario frente a trampas que favorecen un acceso elitista a jóvenes de familias adineradas («Los ricos son más listos», pp. 172-176); uso y abuso de las nuevas TIC y habeas data con interposición del héroe-villano Snowden («Privacidad encriptada», pp. 176-183, y «Snowden, honor al soplón», pp. 184-187), y optimización (favorecida por el uso de la robotización y la inteligencia artificial) del reconocimiento equitativo de una renta universal frente a la picaresca en su percepción («Picaresca e ingreso mínimo», pp. 191-195).

Finalmente, la sección sexta («Recuperación y readaptación en un clima de incertidumbre») incluye unas disquisiciones que giran en torno a la lucha contra el calentamiento global, un esperanzador acicate para las generaciones más jóvenes, cada vez más conscientes de esa amenaza mundial («Cambio climático, ándeme yo caliente», pp. 196-200). La afirmación no es desdeñable en el contexto de la pandemia pues, aunque ciertamente el virus no sea consecuencia lineal del cambio climático, median concomitancias que abonan la relación binaria entre ambas cosas (habiéndose incorporado el «efecto mariposa» inapelablemente al imaginario epistemológico de las gentes); en este sentido, los profesores Moreno y Jiménez alertan sobre el efecto potencialmente más destructivo y peligroso del calentamiento que de la pandemia que estamos sufriendo («Clima y virus, todo tiene sentido», pp. 200-204). Y ello tanto más cuanto que, como se expone en el capítulo «Gaia tierra, verde que te quiero verde», la Tierra «no es tan estimada por el capitalismo salvaje y destructivo (creativo, se nos dice de nuevas oportunidades) de nuestro entorno y recursos naturales» (p. 214).

Siguiendo la fábula de Esopo («UE, los montes parieron»), los coautores valoran otra de las lecciones positivas extraídas de la pandemia, como fue el difícil parto de alumbrar la decisión comunitaria europea de establecimiento del fondo de reactivación para hacer frente a los perjuicios económicos generados por la COVID-19, la cual requirió la unanimidad de los veintisiete países miembros de la UE para mutualizar los riesgos comunes con un testimonio de solidaridad; en verdad, un acuerdo «preñado de esperanza por la idea de la Europa en paz consigo misma y valedora de la cultura de los derechos humanos» (p. 204). Un ejemplo esperanzador que debe cundir en la era «post-Covid» en clave de un longevo bienestar humano («Después del covid-19, ¿todos los centenarios?», pp. 208-214), por la experiencia acumulada durante la pandemia de una aceleración de la robotización y de un progreso científico sin precedentes para conseguir vacunas en tiempo récord. En ello inciden los autores, frente a negacionismos de todo tipo, en el capítulo de cierre de esta sexta sección («Peligros inminentes: ¿Hacia dónde vamos?») pues, afortunadamente, la pandemia de la COVID-19 ha demostrado que, ante un peligro real e inminente, los seres humanos reaccionamos inmediatamente y con inmensa eficacia (p. 218).

Con estos parámetros, el epílogo (pp. 223-231) retoma sintéticamente la reflexión sobre los «vaivenes» en el desarrollo de los acontecimientos de la crisis de la COVID-19 y sus implicaciones en la vida cotidiana de las personas en España, Europa y el mundo, para acabar incorporando «algunas predicciones sobre cómo la robotización va a cambiar nuestro mundo feliz» (p. 224): contar con fuentes de energía que combatan el calentamiento global; articular un sistema de transacciones financieras integrado en economías de emisiones cero; seguir sacando partido de la experiencia de un confinamiento forzado que nos ha entrenado para trabajar desde casa sin paralizar el desarrollo económico y el bienestar social, o disfrutar de una supremacía cuántica que esté al excelso servicio de la dignidad de la persona.

Llegados a este punto, los coautores concluyen transmitiéndonos un mensaje de esperanza para que «esta sociedad altamente robotizada pueda resolver tres de los desafíos más importantes a los que se enfrenta la humanidad: la superpoblación, la desigualdad y, sobre todo, el calentamiento global» (p. 231). Cabalmente, nos interpelan a que cualesquiera escenarios futuros posibles del mundo nuevo «post-Covid» los afrontemos sabedores de que la necesidad no es otra que la de pasar a la acción; nos invitan a través de todas sus páginas a que hagamos de la necesidad virtud, pues Luis Moreno y Raúl Jiménez abordan cada uno de los desafíos como temática de debate y de combate.

Y tales desafíos, en lo que nos concierne, los ubican naturalmente en la inexorable consolidación de nuestro modelo social europeo y la supervivencia de su institución emblemática, el Estado de bienestar democrático, cuya creciente robotización no debe servir sino como palanca de ajuste y evolución de una sociedad cada vez más justa e igualitaria que ponga a la persona en el centro.

En tales coordenadas, se me antoja que dos ideas-fuerza impulsan, cual binomio inseparable, el discurso del libro y que, a buen seguro, será completado por un próximo y bienvenido volumen: la primera, si se me permite hablar en términos de derechos humanos, es la guía ineludible del principio pro personae; y la segunda, tomándome la licencia de acudir a María Zambrano en su ensayo Persona y democracia (1958), «si se hubiera de definir la democracia podría hacerse diciendo que es la sociedad en la cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona».

En fin, estoy convencido de la reacción catártica que experimentará cada uno de los lectores con la obra recensionada, tanto los más cualificados (quienes despejarán sus mentes y hallarán pistas de reflexión desde las distintas disciplinas —sociología, ciencia política, derecho, historia, cosmología, astrofísica, etc.— a través de la excelente investigación presente en el libro) como los que busquen una lectura más asequible (quienes abrirán sus ojos ante realidades cotidianas que, presentadas en tono divulgativo, nos atañen a todas las personas). Por todo ello, auguro un gran éxito editorial al libro, tanto en la versión española como en la inglesa.