Copyright © 2016:  El Centro de Estudios Políticos y Constitucionales tiene el derecho de primera publicación del trabajo, el cual está simultáneamente sujeto a la licencia de reconocimiento de Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obra derivada 4.0 Internacional, que permite a terceros compartir la obra siempre que se indique su autor y su primera publicación en esta revista. 

Si hay un personaje controvertido en la historia contemporánea del País Vasco, ese es Sabino Arana Goiri (1865-1903), el fundador del nacionalismo vasco y del PNV. La polémica no solo le acompañó durante su efímera carrera política, sino que continuó tras su muerte, a la temprana edad de 38 años. Desde aquella fecha a nuestros días Sabino ha sido adorado y comparado con Jesucristo por sus herederos ideológicos, odiado y demonizado por los enemigos de estos, pero nunca ha sido olvidado por las fuerzas políticas vascas. Hasta cierto punto el alcance de su alargada sombra puede achacarse tanto al extremismo de algunos de sus planteamientos como al hecho de que la formación jeltzale nunca ha renunciado expresamente al legado ideológico de Arana, por pragmática que fuese su estrategia política durante la mayor parte de su historia. A él se aferró el sector más radical de la militancia nacionalista, que antaño solía entonar esta canción anónima: «Sabino no debió de morir/ porque era nuestra luz y guía./ Si Sabino viviría,/ otro gallo cantaría,/ la patria se salvaría,/ y Euzkadi sería feliz». Su efigie sigue siendo omnipresente en los batzokis, los centros sociales del PNV, así como en numerosos hogares. Pero tampoco los dirigentes del partido han abandonado formalmente el aranismo. En enero de 2004 el entonces presidente del PNV Xabier Arzalluz afirmó que los jeltzales eran «herederos de él voluntariamente. Somos sabinianos». Siete años después su sucesor en el cargo, Iñigo Urkullu, hoy lehendakari del Gobierno Vasco, escribió un artículo titulado «Un muerto muy vivo». Y recientemente, en enero de 2015, con motivo del 150.º aniversario del nacimiento del fundador, el actual presidente del PNV Andoni Ortúzar publicó en varios diarios un texto con el significativo encabezamiento de «Sabino Arana vive». En él afirmaba que «si Sabino Arana viviera hoy encontraría que muchos de sus sueños comienzan a estar encauzados. Que sus ideas básicas son compartidas por miles de ciudadanos cuya conciencia nacional reivindica la expresión libre de su voluntad».

¿De verdad lo son? Desde luego, el imaginario jeltzale ha dejado una impronta indeleble en las instituciones de Euskadi y, por ende, en las sociedades vasca y navarra. Basten como muestra dos símbolos: la ikurriña y, aunque menos, el topónimo «Euskadi», fruto de la imaginación de Arana, aunque él escribió «Euzkadi» con zeta. Además, el movimiento nacionalista vasco, hegemónico en el orden político en la Comunidad Autónoma Vasca, ascendente en Navarra y minoritario en el País Vasco francés, sigue marcado por algunos de los rasgos característicos del pensamiento de su fundador, como su visión tergiversada de la historia, su antiespañolismo o su proyecto de un estado vasco independiente. Ahora bien, no está de más recordar que el aranismo iba mucho más allá: era una doctrina que pivotaba sobre el racismo apellidista y el integrismo católico, elementos que hoy en día no solo parecen haber sido superados sino que incluso son sistemáticamente obviados, como si nunca hubiesen formado parte del acervo abertzale. Para el PNV Arana únicamente es un muerto medio vivo o, si se prefiere, oficialmente solo pervive su faceta más presentable, negándose la otra, más incómoda. Este olvido selectivo es equiparable al desconocimiento general sobre su figura de algunos de quienes lo presentan como la fuente de todos los males del País Vasco.

La relativa presencia de Sabino en el plano simbólico y político ha incentivado la publicación de numerosos estudios sobre su vida y su obra. Así, contamos con una amplia pero muy desigual bibliografía acerca del fundador del PNV, escrita desde ópticas muy diferentes: hagiografías firmadas por autores abertzales que lo ensalzan como padre de la patria vasca, libros de combate antinacionalistas que lo satanizan, atribuyéndole incluso la paternidad ideológica del terrorismo de ETA, y obras de historia propiamente dichas, cuyo objetivo último es el esclarecimiento del pasado. Entre los investigadores que se han acercado a la figura de Arana desde un prisma académico destaca José Luis de la Granja, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco y reconocido especialista en la historia del nacionalismo vasco. Ya en 1982 publicó un estudio acerca de la comedia De fuera vendrá…, escrita por Arana, pero, como muestran sus títulos más representativos, De la Granja ha analizado periodos y actores diversos hasta abarcar casi la totalidad del movimiento abertzale: El nacionalismo vasco: un siglo de Historia, El siglo de Euskadi. El nacionalismo vasco en la España del siglo xx, Nacionalismo y II República en el País Vasco, El oasis vasco. El nacimiento de Euskadi en la República y la Guerra Civil, La política como pasión. El lehendakari José Antonio Aguirre y Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco. El hecho de que, desde su ya clásica tesis doctoral sobre la historia de la primera ANV, sus investigaciones hayan transitado por épocas tan distintas como la Restauración, la II República, la Guerra Civil, la dictadura e incluso la etapa democrática, dota a De la Granja de una perspectiva muy amplia, de largo alcance, que enriquece este libro y es, precisamente, uno de sus puntos fuertes. Y es que, pese a lo que su título parece indicar, Ángel o demonio: Sabino Arana. El patriarca del nacionalismo vasco no es una biografía, sino un exhaustivo trabajo de investigación acerca de las dos vidas del fundador del PNV: la primera, política, explosiva aunque breve, y la segunda, post mortem, mucho más prolongada, en la que Arana ejerció como símbolo clave del movimiento nacionalista vasco. Por tanto, la presente obra abarca un siglo y medio de historia, desde el nacimiento de Sabino en 1865 hasta el 150.º aniversario de dicho acontecimiento, celebrado en 2015.

En Ángel o demonio José Luis de la Granja recopila los artículos que ha ido publicando sobre el fundador del PNV en distintas revistas académicas y obras colectivas, a los que se suman algunos trabajos inéditos, todos ellos revisados y actualizados. La obra está dividida en dos partes bien diferenciadas, ambas precedidas por capítulos de síntesis. La primera sección está dedicada a las tres etapas de la biografía política de Sabino Arana: la radical, la pragmática y su controvertida evolución españolista. Así, De la Granja revisa la visión de Sabino sobre España y los españoles (su antimaketismo ), el mito bélico de las batallas narradas en Bizkaya por su independencia, la doctrina fundacional del nacionalismo vasco, la efímera historia del Euskeldun Batzokija, embrión del PNV, la creación de la historiografía abertzale y el influjo aranista en épocas posteriores. En este sentido, llama la atención la importancia que Sabino daba a la historia, no como disciplina científica, sino como arma política, y, en paralelo, su instrumentalización de la cultura vasca como herramienta propagandística al servicio de la causa nacionalista vasca.

La segunda parte de Ángel o demonio, la más interesante y novedosa,versa sobre los lugares de memoria del nacionalismo vasco y el imaginario que creó Sabino Arana (el nombre «Euskadi», la ikurriña, el himno Euzko Abendearen Ereserkija, etc.). El propio fundador del PNV, tras su muerte, fue objeto de una mitificación sacralizada que a la postre dio lugar a un culto casi religioso, en el que se le llegó a comparar con Cristo. Fue convertido en icono de primer orden para el movimiento abertzale gracias al esfuerzo de sus herederos, proceso que tuvo hitos como la invención del Aberri Eguna (Día de la Patria), celebración iniciada a principios de la II República en homenaje a los hermanos Arana. Hoy en día el PNV sigue venerando al patriarca del nacionalismo vasco en conmemoraciones rituales como la entrega de premios de la Fundación Sabino Arana, el aniversario de la creación del partido (31 de julio) o el de la muerte de su fundador. En esta parte del libro también hay ocasión para el estudio de los lugares de memoria del aranismo, como el cementerio de Sukarrieta (Pedernales), donde yacen sus restos, el caserío de Larrazábal (Begoña), donde realizó su primer discurso nacionalista, o la casa natal de los Arana en Bilbao, Sabin Etxea, en cuyo solar se levanta hoy la sede central del PNV.

Ángel o demonio se completa con unos interesantes y útiles anexos: una pormenorizada cronología de la vida de Sabino Arana, una larga bibliografía, una selección de documentos (como cartas enviadas a su mujer y amigos o su expediente académico) y cuarenta fotografías en color.

Ángel o demonio: Sabino Arana. El patriarca del nacionalismo vasco presupone cierto conocimiento previo del lector y peca de algunas (probablemente inevitables) reiteraciones. No obstante, es una obra excelente y bien escrita que goza de las mejores virtudes de la historiografía académica, como son la seriedad, la rigurosidad y el respaldo de un arduo y meticuloso trabajo de investigación. Así, De la Granja no solo nos permite conocer mejor a uno de los personajes históricos más importantes en la historia del País Vasco, sino que nos proporciona una visión lúcida, crítica y desmitificadora de la vida y obra de Arana, así como de su legado, que neutraliza errores, idealizaciones y demonizaciones. Y es que, como recuerda el autor, «deconstruir mitos es también labor de los historiadores». En definitiva, Ángel o demonio es un libro de lectura imprescindible para cualquiera que quiera conocer la historia del nacionalismo vasco.