RESUMEN

Este artículo busca estudiar el modo en el que sobrevivió el mito liberal en torno a Rafael del Riego después de su muerte en 1823 en España y en otros países europeos dada la gran proyección internacional que tuvo el personaje. Su alzamiento en 1820 en defensa de la Constitución de 1812 se convirtió en emblema de la libertad de todos los períodos posteriores al Trienio Liberal en España. Su humillante final, tanto en su detención y juicio como después de la ejecución por horca en la plaza de la Cebada de Madrid, dio comienzo a una leyenda que sobrevivió, con altibajos, durante décadas dentro del imaginario liberal. Dentro del modelo napoleónico que representó, las obras que elaboraron un culto en torno a él y los actos que lo plasmaron fueron abundantes y variados, además de provenir de contextos geográficos diferentes.

Palabras clave: Rafael del Riego; mitos políticos; liberalismo; modelo napoleónico; decembristas.

ABSTRACT

This article aims to study how the liberal myth on Rafael del Riego survived after his death in 1823 in Spain and other European countries, since that personality had a big international repercussion. His uprising in 1820 defending the 1812 Constitution became an emblem of liberty in all posterior periods beyond the Liberal Triennium in Spain. His humiliating ending during his detention and trial and after his execution on the gallows in Madrid’s plaza de la Cebada started a legend which survived, with twists and turns, for decades inside liberal collective imagination. Related to the Napoleonic model he represented, the works that built a cult around him and the acts which expressed that cult were numerous and varied, and they came from different geographical contexts.

Keywords: Rafael del Riego; political myths; liberalism; Napoleonic model; decembrists.

Cómo citar este artículo / Citation: Cañas de Pablos, A. (2021). Riego después de Riego: la pervivencia póstuma de un mito heroico liberal en España, Reino Unido, Francia y Rusia (1823-‍1880). Historia y Política, 45, 143-‍173. doi: https://doi.org/10.18042/hp.45.06

SUMARIO

  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. LA DETENCIÓN Y LA EJECUCIÓN, FACTORES ADICIONALES DE LA MITIFICACIÓN DE RIEGO
  5. III. LA LENTA RECUPERACIÓN TRAS LA MUERTE DE FERNANDO VII
    1. 1. Las regencias de maría Cristina de Borbón y Baldomero Espartero
    2. 2. Riego durante la monarquía isabelina
    3. 3. El Sexenio Democrático y la Restauración
  6. IV. VISIÓN TRANSNACIONAL DE RIEGO
    1. 1. Reino Unido
    2. 2. Francia
    3. 3. Rusia
  7. V. CONCLUSIONES
  8. NOTAS
  9. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

Casi inmediatamente después del éxito del pronunciamiento del 1 de enero de 1820 en Las Cabezas de San Juan, muchos liberales europeos miraron hacia el Mediterráneo, especialmente a España, marcando así la importancia de las ideas y eventos del sur en el devenir del liberalismo del continente ‍[1]. Con el tiempo, Riego se convirtió en uno de los mayores ejemplos que imitar dentro de un contre-monde liberal (o Internacional Liberal, dependiendo del autor) de mártires vivientes ‍[2], de forma que todos los períodos progresistas españoles posteriores han tenido presente su figura y su trayectoria ‍[3]. Para comprender mejor el fenómeno, conviene tener presente que su elevación encaja en el proceso de construcción de un «sustrato común de creencias» ‍[4] iniciado décadas atrás en la Revolución francesa con una mitología propia ‍[5], que llevó a manifestaciones de esa fe común, profundizadas durante la época romántica. La cultura política revolucionaria alcanzó todo el continente, generando un simbolismo internacional de libertad y de igualdad, así como el reconocimiento a nivel europeo de la similitud de la lucha y sus objetivos, en palabras de Von Stein ‍[6]. Sería el caso de los desfiles con retratos de los héroes individuales, pero también la apelación constante a términos políticos de gran calado como libertad, no siempre bien definidos, pero objetos de ricos debates, también en el Trienio Liberal ‍[7]. A ello se añadió la elevación de la muerte, sacrificio máximo, como un elemento inherente a la política ‍[8], circunstancia en la que la heroización se hacía más evidente.

Con esa sacralización de la política (por encima de la sacralización del poder) ‍[9] que nació con la Revolución, Riego en vida se había convertido en una especie de sacerdote de la fe revolucionaria, además de un importante símbolo condensador de la misma. Dogma de la institución social y cantos propios —elementos de la religión revolucionaria ‍[10]— se desarrollaron también en el caso español y fueron personificados por el militar asturiano, «a quien debía España su libertad civil» ‍[11]. El mito de Riego ha resurgido en varias ocasiones a lo largo de la historia española contemporánea como símbolo de una idea y de un deseo tantas ocasiones frustrado como pocas veces debidamente precisado: la libertad. Los liberales del Trienio estaban dotados de una gran «sensibilidad simbólica ‍[12]» de cara a la política y Riego fue el máximo exponente de la misma. Si bien los insurgentes de la década de 1820 no eran los únicos en sacrificarse por una causa política de calado, la fuerza de su mitificación de ese momento radicaba en morir en nombre de la libertad ‍[13].

Este artículo pretende profundizar en las obras que explican la persistencia de Riego como un referente político positivo tanto en España como en otros países, dejando por tanto a un lado las críticas recibidas, como las que aparecen en obras del Marqués de Miraflores ‍[14] o posibles menciones negativas desde posiciones moderadas. Como tales casos no recogen a Riego como elemento positivo con capacidad movilizadora, no han sido incluidos, a pesar de su interés.

Su figura ha representado los ideales de lucha por la libertad en el imaginario político español por encima de otros casos, como Lacy o Torrijos (entre los que al mismo tiempo fue «eslabón» fundamental ‍[15] dentro de la cadena de la contribución hispánica a la creación de modelos de heroísmo). Su nombre devino en símbolo que personificaba una serie de valores favorables a la lucha contra el absolutismo y a favor de una idea tan laxa como la «lucha por la libertad». Por otro lado, estaría su leyenda, formada por el relato de los acontecimientos que protagonizó y por los atributos, en ocasiones mágicos, que se le concedían. Ambas ideas, símbolo individual y leyenda poliédrica, construyen juntas el mito de Riego, al que se apelaba como elemento político movilizador de calado. Al igual que sucedió posteriormente con Espartero en diversos momentos de su trayectoria, el militar asturiano perdió en vida el control sobre su mito, que acabó «actuando al margen de su voluntad» ‍[16], proceso que se evidenció más una vez fallecido.

Dado que —desde la Revolución francesa— muerte y política estaban intrínsecamente relacionadas, los héroes del xix solían compartir el rasgo de un final trágico, ya sea en una batalla o tras una dura condena ‍[17]. Las deshonrosas circunstancias en que se produjeron la detención, juicio y ejecución de Riego alimentaron que su recuerdo sobreviviese. Esa circunstancia los sitúa en la categoría heroica, por lo que el maltrato y los abusos padecidos por él acrecentaron sin duda su leyenda.

II. LA DETENCIÓN Y LA EJECUCIÓN, FACTORES ADICIONALES DE LA MITIFICACIÓN DE RIEGO[Subir]

Si bien este artículo se centra en la evolución de la mitificación post mortem de Riego, no puede obviarse que desde su papel en el pronunciamiento de 1820 el militar había ostentado la figura de mito, casi máximo, de la revolución española, por encima de sus compañeros Quiroga (de mayor rango militar), López Baños y Arco-Agüero, en un claro de proceso de heroización individual gracias al «liderazgo moral» ‍[18] que le dio haber sido el primero en comprometerse públicamente con el levantamiento. A pesar de que desde la perspectiva de la razón de Estado podía considerársele reo de alta traición, la prioridad concedida por los liberales a la lucha contra el absolutismo, por encima de la debilidad en América (y su posterior pérdida) provocada por la negativa de Riego a embarcar, facilitó que rápidamente fuese elevado a la categoría de «héroe patrio» por los liberales españoles ‍[19], en un proceso parecido al que sucedió después con Espartero ‍[20]. El maltrato gubernamental padecido tras los hechos del Teatro del Príncipe (septiembre de 1820), las protestas por ser cesado como comandante general de Aragón al año siguiente y la posterior «batalla de las Platerías» muestran el cariz que iba tomando el mito de Riego ya en el Trienio.

En 1823, los franceses que dirigían la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis tenían claro que Riego era la pieza más valiosa entre las filas liberales. Constituía un símbolo revolucionario absoluto, por lo que se convirtió en objetivo principal desde el primer momento. Ese carácter simbólico explica que los franceses no tuviesen con él las consideraciones que sí se dieron en el caso de otros militares españoles. Acabar con el hombre era acabar también con el símbolo, y por ello posteriormente Fernando VII premió a Araque, el comandante interino que lo detuvo, con el cargo de tesorero de las Nuevas Poblaciones del departamento de La Carlota

Decretos del Rey Nuestro Señor, 29-12-1823: 6

‍[21]
.

En sus últimos momentos en libertad estuvo acompañado por el británico George Matthewes, el piamontés Vincenzo Virginio (miembro de la Legión de Honor y antaño al servicio de Napoleón) y varios portugueses, además de otros soldados españoles ‍[22], lo que señala el impacto internacional alcanzado por el Trienio Liberal.

Su captura en el cortijo de Baquerizones, cerca de Arquillos (Jaén), tras una traición del aldeano Diego López Lara, y su posterior traslado lo transformaron en la diana hacia la que se dirigían la ira y actos de venganza de quienes se oponían a las políticas liberales de los años precedentes. Transcurrieron más de dos meses entre su partida de Málaga (3 de septiembre de 1823), su detención (15-‍16 de septiembre) y su ejecución en Madrid (7 de noviembre). En ese trayecto fue maltratado e insultado en las localidades que recorría la comitiva. No importaba a qué hora saliesen en cada traslado: siempre encontraban personas con barro y piedras, encabezadas por curas y monjes ‍[23].

Se anularon los decretos de amnistía del liberado Fernando VII que conservaban todos los grados, honores, sueldos y empleos. La reacción contra los liberales fue salvaje y Riego era uno de los objetivos principales. En las Cortes que habían aprobado trasladar al rey hubo noventa «síes», y solo él fue condenado por esa decisión, lo cual además suponía una aplicación retroactiva de la norma. Esto es, se le juzgó y condenó por hechos que eran legales cuando sucedieron. Con una clara intencionalidad política, en el irregular juicio fue sentenciado a muerte, pero de una forma habitualmente reservada a los plebeyos ‍[24]: la horca y no el garrote, método más propio de la nobleza, profundizando hasta en ese detalle en la infamia hacia el héroe de los liberales.

Tras su estancia en prisión, el día de la ejecución, vestido con una saya negra, fue arrastrado en una cesta por el suelo de las calles de la capital camino del patíbulo. Esa humillación pública ante mortem se produjo en mitad de un entorno marcado por el «silencio sobrecogedor» de la gente

Ibid.: 72.

‍[25]
. La espectacularización pública de la aplicación de la condena se enmarca en un contexto de aumento del uso político de la pena de muerte producido a partir de la crisis del Antiguo Régimen ‍[26]: «Un inmenso concurso le acompañó al suplicio, compuesto en la mayor parte de gente que se quería gozar en sus padecimientos, y entre el cual iban algunas personas dominadas de sentimientos contrarios, á quienes conducía el deseo de ver por última vez al libertador de la patria ‍[27]».

La sentencia recogía que su cuerpo sería descuartizado y que sus restos serían repartidos entre los lugares más importantes de su trayectoria política y militar («donde el traidor Riego ha avivado el fuego de la revolución y manifestado su pérfida conducta»): Sevilla, la isla de León, Málaga (por su actuación «antirreligiosa» allí en el verano de 1823) ‍[28] y Madrid. Además, su cabeza quedaría expuesta indefinidamente en Las Cabezas de San Juan ‍[29]. Aunque muchos europeos creían que se había aplicado tal decisión ‍[30], en realidad no se cumplió ninguno de esos puntos. No obstante, tanto el reparto previsto de los restos de Riego como las circunstancias en que se produjo su ejecución indican que las autoridades fernandinas eran conscientes de la capacidad de proyección política de la figura de Riego, de ahí que quisieran otorgar un carácter ejemplarizante a todo el proceso.

En realidad, fue el principal chivo expiatorio ‍[31] de aquel episodio que recordaba a un proceso inquisitorial y que buscaba aniquilar el constitucionalismo español, en una secuencia de persecuciones que se hizo presente en todos los puntos del país contra aquellos que habían ejercido cualquier clase de poder político en la etapa anterior. «Lo que los absolutistas entendieron como la degradación de un militar traidor, para los liberales se convirtió en el paso de su condición de héroe a la de mártir ‍[32]». El suplicio y la humillación elevaron a Riego a los altares del liberalismo español, lo que además fue impulsado por las abundantes litografías que aparecieron desde casi ese mismo momento representando los minutos finales del militar ‍[33].

Un héroe vivo podía generar cierta desconfianza, pues siempre podía fallar o equivocarse. El mito pervive mucho más respecto al héroe muerto que ha sufrido un martirio como el de Riego, quien se había sacrificado en pos de la fe política de la libertad y que había alcanzado las dimensiones de culto. Si en los años del Trienio encarnó el temor de la Santa Alianza a la propagación del modelo constitucional español, tras su muerte inspiró una abundante literatura reivindicativa en la que se mezclaban los ideales políticos de un liberalismo radical con los ingredientes románticos presentes en un caso como el suyo: por un lado, un héroe ejemplar que se entrega en sacrificio a su patria; por otro, una víctima de la España inquisitorial, vestigio de un mundo cruel y tenebroso ‍[34] del que su país había parecido librarse.

III. LA LENTA RECUPERACIÓN TRAS LA MUERTE DE FERNANDO VII[Subir]

1. Las regencias de maría Cristina de Borbón y Baldomero Espartero[Subir]

Lógicamente, los Gobiernos posteriores al Trienio Liberal rechazaron cualquier reconocimiento hacia Riego. Sirva de muestra la condena a presidio para un zapatero madrileño tras descubrirse que había colocado en su casa un trozo de la lápida de la Constitución destruida en 1823 bajo un retrato de Riego junto a una vela encendida, aunque no fue el único condenado en circunstancias similares

Mosquera (

Mosquera, A. (2003). Rafael del Riego. La Coruña: Ateneo Republicano de Galicia.

2003
): 55. Ver también Diario de Madrid, 5-10-1824.

‍[35]
. Este ejemplo es ilustrativo de cómo se había desarrollado un auténtico culto político, con evidentes reminiscencias cristianas, hacia Riego como redentor de las libertades.

El impacto del militar asturiano fue de tal calibre que en los decretos de disciplina soldadesca aparecía explícitamente la prohibición de pronunciar las palabras «Viva Riego»

Diario de Madrid, 17-10-1824.

‍[36]
por temor a que su uso llevase a posibles insubordinaciones. A pesar de los controles, en 1828 vio la luz anónimamente una Colección de canciones patrióticas encabezada por el «Himno del Ciudadano Riego con letra de D. Evaristo San Miguel», cuya composición musical se ha atribuido a José Melchor Gomis

Gomis (

Gomis, J. M. (1828). Colección de canciones patrióticas. S. l.: s. e.

1828
): 3-‍7. La cantidad de debates en torno a la autoría musical del himno de Riego, que queda fuera del objetivo de este artículo, es otro elemento para comprender el peso histórico del personaje.

‍[37]
y que reapareció en los sucesos de cambio político posteriores ‍[38], como se verá, y tuvo innumerables versiones, alguna de las cuales cantaba al héroe muerto en el cadalso «no […] por cobarde ni traidor / que murió con la espada en la mano / defendiendo la Constitución» ‍[39].

Las condiciones cambiaron con la Regencia de María Cristina (1833-‍1840). El conflicto con los carlistas empujó a la Corona a una aproximación a los liberales, quienes trataron de hacer de Riego un mito común aglutinador. El Gobierno tomó algunas medidas para contentarlos, como diversas amnistías para exiliados de 1814 y 1823 y la entrega de ministerios a varios de ellos.

En un acto de gran profundidad política, en octubre de 1835 la regente firmó un real decreto en el que se rehabilitaba la memoria de Riego y se reconocía que su condena había sido errónea, además de establecer protección hacia la familia del general (su viuda había fallecido en 1824; en su testamento dejaba su espada «para la nación española» cuando estuviera «debidamente representada»

Eco del Comercio, 19-8-1836: 2-‍3.

‍[40]
):

El General don Rafael del Riego, condenado a muerte ignominiosa en virtud de un decreto posterior al acto de que se le acusó, y por haber emitido su voto como Diputado de la Nación, […] fue una de aquellas víctimas que en los momentos de crisis diose el fanatismo con la segur de la justicia. […]. No debe permitirse que la memoria de aquel general quede mancillada con la nota del crimen ni su familia sumergida en la orfandad y la desventura. […]

Artículo 1º El difunto general don Rafael del Riego es repuesto en su buen nombre, fama y memoria.

Artículo 2º Su familia gozará de la pensión de viudedad que le corresponda según las leyes.

Artículo 3º Esta familia queda bajo la protección especial de mi amada hija Doña Isabel II, y durante su menor edad bajo la mía

Gaceta de Madrid, 1-11-1835.

‍[41]
.

Al mes siguiente, Vicente de Santos, el hijo de quien había defendido a Riego en su proceso (Faustino Julián de Santos) publicó las actas de la causa. Esta norma fue el detonante de dicha publicación, ya que al final de la obra aparece el propio decreto de la regente. Indica que los beneficios de dicha publicación irían destinados a cubrir «los gastos de la guerra [carlista], para hacer un obsequio al héroe de las Cabezas» ‍[42], vinculando intrínsecamente ambas causas liberales. La visión del editor hacia Riego se plasma en una nota al inicio de la obra: «La causa fulminada contra el caudillo de la libertad atacó a la Representación nacional. […] El solo nombre de Riego comprende un sistema»

Ibid.: 2.

‍[43]
. Lo que más destaca de estas palabras es ver cómo para el autor Riego encarnaba a toda la nación, y al ser atacado él lo era también la patria. Él era «un sistema», es decir, todo un esquema político e ideológico para España.

Así, 1835 fue el primer año en el que las efemérides de los periódicos rescataron la ejecución de Riego, caracterizado en ese momento como «malhadado» o «mártir»

Revista Española, 7-11-1835: 4; El Español, 14-11-1835: 3.

‍[44]
. También fue el contexto en el que el clérigo Miguel del Riego ‍[45], hermano de Rafael, volvió fugazmente a España desde su exilio londinense en busca de sus restos, si bien sin éxito, dado que se suponía que habían sido arrojados a una fosa común ‍[46].

Como consecuencia, el himno de Riego, «por sí solo capaz de resucitar a los muertos», reapareció en la prensa (muy agitada antes y después de la decisión respecto a Riego y sus verdugos, algunos de ellos con cargos oficiales en ese momento)

Revista Española, 3-10-1835: 2; Eco del Comercio, 9-10-1835: 4.

‍[47]
, reseñado en actos militares y en el teatro «con letra nueva aplicada a las circunstancias».

Poco después de la reposición de su buena reputación, el Congreso aprobaba que el nombre de Rafael del Riego, junto al de otras «víctimas sacrificadas por el despotismo» apareciese en una lápida de las Cortes. El preámbulo del dictamen de la comisión encargada explica el motivo de aquellos cuyo nombre iba a ocuparla, destacando las palabras dedicadas a Riego, el primero que merecía estar presente. Hacen hincapié en el juicio injusto que sufrió por parte de los absolutistas:

Hay una lápida vacía, igual á otra que comprende los nombres ilustres de Daoiz, Velarde, Álvarez, Porlier, Lacy y Álvarez Acevedo, y no parece que deban ser más en número los que se inscriban en aquella.

El primer nombre llamado á ocuparla es, sin duda alguna, el del ilustre y malogrado general D. Rafael del Riego, no solo porque siendo el objeto de la gratitud y estimación del partido nacional, fué la primera víctima sacrificada por el despotismo, sino porque habiendo sido asesinado jurídicamente por un voto que dió como Diputado, y que fué posteriormente declarado criminal, deben las Córtes apresurarse, honrando su memoria, á volver por la inviolabilidad de los representantes de la Nación, conculcada horriblemente en su persona

Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes. Dictamen de la Comisión de Premios, relativo á honrar la memoria de las víctimas sacrificadas por el despotismo desde el año de 1823, 23-9-1837.

‍[48]
.

Los demás personajes incluidos en la misma lápida fueron el Empecinado, Salvador Manzanares, Antonio Miyar, Mariana Pineda y José María de Torrijos. La misma comisión aprobó la búsqueda de los restos mortales de todos ellos y su traslado a la iglesia de San Francisco el Grande, que se convertiría en el panteón nacional español, proyecto que no se llevó a cabo.

En ese momento se popularizaron dichos como «ser más liberal/más valiente que Riego», al tiempo que surgía una vertiente religiosa en torno al uso del militar asturiano como símbolo, ya que existieron otros elementos útiles como coordenadas para situar la posición de la figura de Riego, como el santoral o las recreaciones: el día de san Rafael se celebró en su memoria durante años después de su muerte, en un sentido similar al san Napoleón (15 de agosto) en Francia ‍[49], y sus retratos gozaron de una inmensa popularidad en la España decimonónica. En 1836, se celebró por primera vez una recreación en Cádiz de los acontecimientos de 1820, e incluso se colocó una placa recordatoria de los mismos

Stites (

Stites, R. (2014). The Four Horsemen. Riding to Liberty in Post-Napoleonic Europe. Oxford: Oxford University Press.

2014
): 335-‍336. Actualmente se recrea el pronunciamiento de 1820 en Las Cabezas de San Juan por la Asociación Teodoro Reding de Málaga.

‍[50]
.

La primera guerra carlista (1833-‍1840) incrementó la importancia política de los militares, como muestra el ejemplo de Espartero y su ascenso posterior como contrapoder, pero también hasta su llegada a la regencia. Fue comparado con Riego y el primero sirvió de referente para la publicación de una serie de biografías de generales liberales «víctimas de atroz perfidia y que perecieron en defensa de la libertad», iniciada, evidentemente, por la de Riego

El Guardián Nacional, 10-7-1840: 4.

‍[51]
.

Con el himno incluso se celebraban en el madrileño Teatro del Príncipe acontecimientos como el Abrazo de Vergara

El Corresponsal, 5-9-1839: 4.

‍[52]
, así como las proclamas de Espartero durante septiembre de 1840

Eco del Comercio, 23 y 30-‍9-1840: 2 en ambos casos.

‍[53]
. Inmediatamente después del triunfo de este último y la abdicación de María Cristina varios miembros de la Milicia Nacional pidieron a la Junta de Madrid que exhumase los restos de Riego del cementerio situado fuera de la Puerta de Toledo, «trasladando sus restos con la pompa correspondiente á un sarcófago ó sepulcro digno de las glorias del que murió por defender los eternos derechos del pueblo»

El Correo Nacional, 17-10-1840: 4.

‍[54]
, retomando así el proyecto de su hermano, que de nuevo no se realizó. No es casual que en una circunstancia en la que se afirmaba que las libertades retornaban al país en parte gracias a un militar de éxito como Espartero, Riego resurgiese como símbolo político del momento y se intentase su rehabilitación definitiva a través de una exaltación nacional de sus restos.

Durante los homenajes a Espartero en el otoño de 1840, al iniciarse su regencia provisional, el simbolismo liberal hizo acto de presencia en la escenografía de las calles de Madrid con Riego y otras referencias históricas comunes que conectaban ambos eventos. Los elementos son esclarecedores: el atrezo de la celebración estaba formado por los lemas «Libertad, Independencia Nacional, Constitución y Trono Constitucional» junto a los de «Heroísmo y Patriotismo.» Se hacía directa la vinculación entre las trayectorias individuales de los héroes y las libertades patrias. Por otro lado se encontraban los retratos colocados en transparentes de Isabel II y Espartero junto a los nombres de los héroes por la libertad, muchos de ellos ya nombrados, y lugares de la memoria liberal (Empecinado, Riego, Torrijos, Maldonado, Daoíz…; Bilbao, Luchana, Zaragoza…) ‍[55]. Muchos de ellos también aparecieron en la casi hagiográfica obra de los progresistas Ameller y Castillo (Ameller, V. y Castillo, M. (1853). Los mártires de la libertad española: sea historia de las personas notables del partido liberal de nuestro país que han parecido en el cadalso, o sucumbido víctimas de la tiranía a causa de sus convicciones políticas. Madrid: Imp. de Luis García.‍1853), donde Riego fue calificado como «infortunado» y «popular», y cuyo proceso judicial era explicitado minuciosamente al tiempo que se criticaba con dureza ‍[56]. En conjunto, se formó un rico imaginario de mitos compartidos por los liberales en el que todo y todos quedaban conectados.

Un ejemplo de acto que condensa algunos de los términos centrales de la mitificación de Riego se halla en un discurso en un homenaje en Madrid en el decimoséptimo aniversario de su muerte (7 de noviembre de 1840), convertido en un acto en memoria de los «mártires sacrificados por la libertad y la independencia nacional». En él, el regente provisional intervino con unas breves palabras. Su mensaje es esclarecedor acerca de la importante existencia de un conjunto de héroes que inspiraban a la nación en su «búsqueda de libertad» (las mayúsculas figuran así en la fuente original)

Alocución del Duque de la Victoria en la función fúnebre que se celebra el 7 de noviembre [de 1840] en memoria del ilustre general RIEGO y demás mártires sacrificados por la libertad é Independencia nacional. Archivo de Villa de Madrid. Archivo de Secretaría. Acontecimientos políticos, tomo I, 3-‍465-67.

‍[57]
:

Los monumentos que se erijen á la memoria de los hombres ilustres sacrificados por la LIBERTAD é independencia de su Patria, si ofrecen un digno ejemplo que seguir á las generaciones presente y futuras, son tambien el tributo mas glorioso para los héroes, cuyas virtudes cívicas los colocan en el templo de la inmortalidad. […]

Ellos regaron con su sangre el árbol de la LIBERTAD, haciendo que […] cobijase bajo su sombra, á la noble y honrada progenie de Pelayo.

Hoy, Señores, nos toca honrar las cenizas del inmortal RIEGO, del héroe que (…) hizo resonar el grito eléctrico de LIBERTAD. Pero […] el caudillo fue presa del voraz encono de los tiranos, y en este sitio y en dia que, hoy es aniversario, sufrió el terrible sacrificio con otros mártires de la LIBERTAD.

En este fragmento aparecen varios elementos recurrentes en el imaginario liberal a la hora de construir el relato sobre los mártires que habían dado su vida por la causa de la libertad. El primero de ellos es la constante repetición del vocablo «libertad», dándole un valor central en el discurso político. Además, el hecho de transcribirlo en mayúsculas dirige la atención hacia el término. Un segundo componente se halla en el vínculo entre libertad e independencia de la patria, que lleva directamente a su felicidad. La libertad funcionaba como credo supremo en un sentido casi religioso, al tiempo que ejercía una protección sobre los españoles. Además, era el eje central del sistema y Riego, al sacrificarse por ella, mostró la más alta de las virtudes cívicas y realizó la máxima ofrenda posible a ese culto. Finalmente, siempre que se habla de héroes modélicos a los que imitar aparecen ídolos previos que sirven como precedente, formando una especie de saga prolongada desde muy atrás. En la alocución de Espartero, el elegido es Pelayo, uno de los símbolos fundacionales del nacionalismo español.

Relacionado con esta dinastía de héroes, aunque las figuras históricas extranjeras fueron empleadas como referencia, el protagonismo se lo llevaron los liberales históricos españoles, cuyo elenco se dividía en tres grupos fundamentalmente: los comuneros (Bravo, Padilla y Maldonado), los insurrectos aragoneses (Lanuza, De Heredia y De Luna) y finalmente los Claris, rebeldes catalanes contra Felipe IV en 1640 ‍[58]. Esos referentes se mantuvieron durante generaciones en las que pervivió una imagen ciertamente romántica hacia quienes dijeron luchar por la libertad, al tiempo que se añadían nuevas figuras contemporáneas. Para ser un benemérito de la patria no importaba haber tenido éxito o no, lo que contaba era haberse dejado todo, incluso la vida, en la lucha por la libertad. No obstante, los referentes a partir de los años treinta en otras ocasiones fueron Napoleón, Washington o Cromwell, pero todo héroe reciente necesitaba referentes en los que verse reflejado: «Riego es al pueblo español lo que Guillermo Tell á la Suiza; Washington á la América del Norte, Laffayete (sic) á la Francia y D. Pedro de Braganza al Portugal. Riego, pues, merece ser evocado de la tumba en que le hundiera el mas sangriento frenesí de sus perseguidores, para ser colocado en el altar de la Pátria y recibir allí el homenage que el Pueblo tributa á sus ídolos ‍[59].

El hecho de que esta obra anónima fuese publicada originariamente en francés indica el interés que había en el país vecino por la figura de Rafael del Riego. Es más, en ella Riego era divinizado como «un nuevo Marte», dios de la guerra, y se le atribuían capacidades taumatúrgicas a la hora de impulsar acciones políticas en los militares: «Riego se constituye un Bonaparte: habla con un gesto, su aliento da valor»

Ibid.: 47-48.

‍[60]
. En la misma situación está la obra Napoleón y sus contemporáneos, dado que su autor, también galo, comparó el viaje del emperador camino del exilio a Elba con el tránsito de Riego hacia el cadalso ‍[61]. La conexión de Riego con Espartero, quien pudo vivir más prolongadamente su mitificación ‍[62], se repite en la obra al ser este el protagonista de la dedicatoria.

2. Riego durante la monarquía isabelina[Subir]

Poemas, romances, canciones… Riego quedó fijado en obras literarias de todo tipo, aunque con menor intensidad en comparación con el período anterior. Existieron excepciones, como la litografía de Carlos Múgica dentro de la serie Álbum del Ejército (Múgica, C. (1846). D. Rafael del Riego. Madrid: Lit. de J. Donon.‍1846) ‍[63], más centrado en la vertiente militar del personaje, y la novela Josefina de Comerford o el fanatismo, del progresista Agustín de Letamendi (1849).

El auténtico regreso se produjo con la Revolución de 1854, cuando el himno, «que tan vivo entusiasmo despierta entre los buenos liberales»

El Clamor Público, 18-7-1854: 1.

‍[64]
, usado con clara reminiscencia política, resurgió en el mes de julio en lugares como Barcelona, Manzanares, Palma de Mallorca o Madrid

El Grito de la Libertad, 16-7-1854:2; 17-‍7-1854: 3-‍4. El Clamor Público, 18-7-1854: 1.

‍[65]
. Casi todas las referencias periodísticas mencionaban lo «olvidada» que había estado públicamente la pieza, estandarte máximo del simbolismo liberal-progresista. A esas alturas de siglo, el himno, reivindicado por una nueva generación que no había nacido cuando tuvo lugar la ejecución de 1823, ya había subsumido prácticamente a aquel que le daba nombre.

El teatro de ese momento también recuperó la figura del militar de Tuña. En 1854 apareció Don Rafael del Riego, drama popular en cinco jornadas y en prosa, de Ramón de Valladares y Saavedra, político y diplomático progresista, que en cinco actos recorre el Trienio Liberal, dedicando un abundante espacio a las cuestiones de la «traición» y del «martirio glorioso». Un breve soliloquio del propio Riego menciona lo importante del total sacrificio personal por la causa de la libertad recurriendo a terminología religiosa ya vista y cómo eso contribuía a hacer más fuerte el mito del personaje:

Una religión sin mártires es un sol sin rayos […]. A la voz de Riego, no habrá enemigos que no se rindan, esclavos que no rompan sus cadenas, pueblos que no se levanten contra sus tiranos! La memoria de Riego será la espresion (sic) mas exacta del partido que encierra el porvenir; la muerte de Riego estará siempre clamando venganza […]. Vean ustedes si Riego debe morir; vean ustedes si no es digno de regocijo este acto, cruel sí, pero glorioso para todos los liberales!

[Cuando Riego abandona la escena camino del cadalso, su confidente Torbellino concluye:] Su muerte será la vida de los libres […]. Riego muere, pero Riego vivirá siempre!! ‍[66]

Por otro lado, en enero de 1856 se estrenó en Madrid la obra El triunfo del pueblo libre en 1820, de los políticos y periodistas republicanos Antonio de Cabrera y Romualdo de Lafuente, en la que Riego, «un alma angelical», aparece como un salvador romántico y nada ambicioso, que solo se mueve para librar al país del yugo de la tiranía ‍[67], es decir, los sentimientos nobles que impulsaban a Riego a actuar lo llevaban a salvar inocentes de la destrucción. De nuevo se mostraban los valores internos del soldado. Aparecía junto a los otros tres héroes de 1820: «Riego, Arcoagüero, Baños y Quiroga, caudillos son, que reconoce España: si algún tirano el entusiasmo ahoga, ellos nos guiarán á la campaña»

Ibid.: 9, 55.

‍[68]
. En la obra, Riego lucha por la libertad y defiende la justicia, pero siempre muestra misericordia hacia sus enemigos, mostrando ver el lado humano del héroe. En 1862 su figura se halla presente en Memorias de un liberal. Fernando el Deseado, de López de Montenegro y Balaguer, donde figura al mando de sus tropas. Lo mismo sucede en la larguísima novela de Mariano Ponz aparecida en 1864 ‍[69]. La música también rindió homenaje al héroe de Las Cabezas: en 1865, año de la Noche de San Daniel, aparecieron por primera vez las Seguidillas de Riego, muy populares y que tratan el día de la ejecución. Sobresalen la proximidad a las tropas y la idea de un luto nacional por la triste caída del héroe. Dicen así:

Así pues, su recuerdo pervivía y continuaba funcionando como símbolo de determinados valores casi medio siglo después de morir. Por otro lado, aunque su relevancia política no era precisamente patente en los años finales del reinado de Isabel II, tampoco fue olvidado en la política activa. Es llamativo que Narváez lo nombrase explícitamente y se mostrase en 1864 dispuesto a «ser más liberal de Riego», retirando para su provecho el elemento progresista del capital simbólico del asturiano ‍[71]. Empleando una hipérbole, recurría a uno de los máximos miembros de la mitología del progresismo para defenderse ante las acusaciones que recibía de actuar contra las libertades. Por su parte, Olózaga había hecho referencia a él en un discurso parlamentario en 1861. Reconocía la popularidad de Riego usando apelativos como «el libertador aclamado por tal por toda la nación, el que ha recibido las avocaciones más espontáneas y magníficas»

Diario de Sesiones de Cortes, 11-12-1861. Se expresó en un sentido similar diez años después, ver De Olózaga (

De Olózaga, S. (1871). Estudios sobre elocuencia, política, jurisprudencia, historia y moral. Madrid: A. de San Martín.

1871
): 286-‍287.

‍[72]
. El tiempo pasaba y la leyenda, eclipsando al personaje, seguía viva.

3. El Sexenio Democrático y la Restauración[Subir]

Su figura reapareció como referencia política movilizadora durante la Revolución de 1868, ya en la proclama del 23 de septiembre. En ella, los revolucionarios se dirigían a los gaditanos como «¡Pueblo de Muñoz Torrero, de Riego y de Argüelles!»

Diario de Córdoba, 23-9-1868: 1.

‍[73]
. Prim reincidió en la referencia en una proclama en Málaga, donde afirmó que «El pueblo de Torrijos» había «respondido al pueblo de Riego»

La Correspondencia de España, 30-9-1868: 3.

‍[74]
, reiterando así la misma apelación al binomio pueblo-héroe, basada en esa conexión. La prensa de aquellos días

Crónica de Badajoz, 3-10-1868: 2; El Eco de Gerona, 4-10-1868: 3; La Paz de Murcia, 12-10-1868: 1; Diario de Mahón, 21-10-1868: 3.

‍[75]
incluyó menciones en el mismo sentido («hijos» y «pueblo» del héroe) y con idéntica intencionalidad política.

En plena resaca del triunfo de la Gloriosa, Riego fue recordado por el diario demócrata La Discusión como «glorioso mártir de la libertad» en el 45.º aniversario de su ejecución. Se anunciaba la celebración de misas y la colocación de un altar en el lugar de la misma en honor de aquel «cuyo nombre ocupará siempre un preferente lugar en el corazón de los buenos liberales»

La Discusión, 7-11-1868: 3.

‍[76]
. De esa forma, se pretendía establecer una continuidad histórica específica entre lo acontecido en el período 1820-‍1823 y el naciente régimen de 1868.

En cuanto al himno, fue interpretado desde el primer momento en la capital gaditana y en numerosas ciudades como Madrid, Málaga o Reinosa. Ante la posibilidad de que se quedase como un símbolo hueco, con gran capacidad movilizadora inicial, pero sin fuerza al paso de los días, cabeceras como La Paz de Murcia advertían a sus lectores de que no se dejasen «embriagar con las patrióticas notas del himno de Riego» y que permaneciesen alerta para garantizar el éxito del movimiento revolucionario. Igual se expresó el Diario de Mahón reproduciendo una proclama repartida a nivel local que concluía con las palabras de Riego «¡Menos vivas y más fuego!»

La Paz de Murcia, 1-10-1868: 1; Diario de Mahón, 6-10-1868: 3.

‍[77]
. La melodía tenía tal poder galvanizador que se temía que llevase a confianzas indeseadas que hicieran peligrar el éxito revolucionario. Por su parte, el veterano dibujante José Vallejo y Galeazo, en su litografía (Vallejo y Galeazo, J. (1869). Retrato de Rafael Riego Núñez. Madrid: Litografía de Santos González.‍1869) del héroe de Las Cabezas, lo calificó como «el ídolo de los buenos liberales, el Caudillo más ardiente de la Libertad. Víctima sacrificada al furor de la reacción el 7 de Noviembre de 1823» ‍[78].

Joaquín Costa lo comparaba en la década de 1870 con «antiguas víctimas de la tiranía española» como Padilla, junto a aquellos que habían participado en revueltas en Nápoles, Piamonte, Portugal, Brasil y Grecia, incidiendo en la transnacionalidad del movimiento de 1820. Bolívar aparecía junto a Riego como una de las «dos grandes figuras de nuestra historia» en su Historia crítica de la revolución española (1874) ‍[79]. En todos los casos mencionados se recurría a un mito casi espectral, inmerso en un discurso grandilocuente, pero que aún era efectivo: sin entrar en profundidad en el contexto del Trienio, Riego continuaba funcionando a la vez como estímulo y como referente para la acción en base a vagas menciones a su sufrimiento, siempre eficaces a la hora de generar empatía, y a la libertad.

Con la Restauración fueron mayoritarios los juicios no tan positivos hacia Riego. El contexto político marginaba su figura; si bien su efigie reaparecía en momentos puntuales

Le Temps, 1-1-1880: 1. Tras una misa en honor de Prim, medallones de Riego, Padilla, el Empecinado y el propio Prim presidieron un acto de homenaje en el Congreso.

‍[80]
, era menos útil para los políticos del momento recurrir a él, ya que el contexto del pronunciamiento de Martínez Campos era muy diferente en numerosos aspectos al ocurrido 54 años antes. Si bien la perspectiva era negativa (hubo incluso acusaciones de «traidor»), no se llegaba a negar la relevancia histórica que había tenido Riego décadas atrás. Como puede verse, la orientación del juicio hacia Riego variaba, pero sin obviar nunca la importancia y la popularidad de que había gozado la imagen del Héroe de Las Cabezas.

IV. VISIÓN TRANSNACIONAL DE RIEGO[Subir]

Uno de los elementos que diferencian a Riego de otros héroes mitificados españoles fue su posteridad internacional, con la que ninguno de ellos ha contado ‍[81], al menos con esa amplitud. Con su final en 1823, las esperanzas europeas que había hecho nacer el Trienio Liberal se desvanecieron. Esa admiración tan grande facilitó que la fama de Riego recorriese Europa, aunque su impacto no fue el mismo en todos los lugares. Para este apartado se han escogido por su relevancia los casos de Reino Unido, Francia y Rusia.

1. Reino Unido[Subir]

En el Reino Unido se había exiliado su ya mencionado hermano Miguel y llegó a plantearse la erección de una estatua en su honor

El Restaurador, 30-12-1823: 4.

‍[82]
. Miguel del Riego hizo varios intentos para lograr una obra biográfica que sistematizara la vida de Rafael, aunque no lo logró ‍[83]. A raíz de su «calvario», su hermano lo comparó en su Romancero de Riego (1842) con Cristo, como víctima que moría por la redención de los demás ‍[84] (algunas décadas más tarde ocurrió lo mismo con Garibaldi) ‍[85] y que había actuado como «un Pelayo» o como «Washington». Los liberales españoles allí exiliados lanzaron varios proyectos frustrados para publicar una biografía del militar, e incluso Alcalá Galiano comenzó a redactar unas memorias de Riego ‍[86], pero ninguno llegó a buen puerto en ese momento. Asimismo, crearon sociedades secretas que reivindicaron el nombre del mito, como los Vengadores de Riego o los Hijos Predilectos de Riego

Ibid.: 963-964.

‍[87]
.

El Gobierno británico también fue criticado por el London Spanish Committee por no haber apoyado a España ‍[88]. El Times de Londres publicó una referencia a la hoja de duelo, así como un artículo contra los déspotas de Europa que habían acabado con su vida ‍[89].

Por su parte, la publicación radical The Black Dwarf publicó: «La malicia con que se trató a Riego rara vez ha sido igualada en los anales del despotismo […]. Había, hay, muchos españoles valiosos, pero solo había un Riego» ‍[90]. La unicidad es uno de los elementos clave de la figura del héroe y estas palabras se centran en ello: a su juicio, nadie había sido tan maltratado ni nadie era tan válido como él. El radical inglés John Cartwright tuvo un papel central en ese momento. Distribuyó una hoja escrita en la que invitaba a los amantes de la libertad a mantener 38 días de duelo en memoria de Riego y erigir un monumento en su memoria, pero el fallecimiento del líder radical en septiembre de 1824 y el desinterés de las autoridades municipales condenaron el proyecto ‍[91], enmarcado en una práctica común de conmemorar mediante suscripciones públicas la memoria de héroes que se oponían a las monarquías restauradas tras el período napoleónico. En palabras del periodista Wooler, aliado de Cartwright, tratando de convencer al consistorio londinense de la construcción del monumento, el origen extranjero de Riego justificaba aún más el proyecto, pues el patriotismo de Riego «se refiere al mundo entero», por lo que sería un honor para Inglaterra ser la primera en reconocer tal mérito a un foráneo. Mientras, para Cartwright el militar asturiano representaba «la causa común de la humanidad», que luchaba por valores universales. Los radicales tenían una imagen más idealizada de Riego, dado que su conocimiento sobre el personaje venía mediatizado por su contacto con los exaltados españoles ‍[92].

En 1825 se estrenó en el Royal Coburg Theatre la obra Spanish Martyrs or Death of Riego, de Milner, quien, aunque con algunas inexactitudes históricas, narra la vida del general durante el Trienio ‍[93]. Fuera del teatro, otros textos publicados en Reino Unido que destacar son el cuaderno Memorias históricas del General Riego ‍[94], así como la muy hagiográfica Memoirs of the life of D. Rafael del Riego (S. A. (1823). Procès du général Raphael del Riégo, précédé d’une Notice biographique. Paris: Chez Pontieu.‍1823), obra de «un oficial español» que calificó a Riego como un «hombre de un genio raro y extraordinario», «cuyo nombre resonó en toda Europa», un hombre que, a pesar de su penoso final, defendía que una causa «no es la de una simple nación, sino la del mundo entero» ‍[95]. La premura en la aparición de estas publicaciones, en relación con la muerte del héroe, indica la gran popularidad de Riego en el país.

Muestra del elevado interés que generaba la figura de Riego es el éxito de la publicación, por parte de su compañero de detención y prisión George Matthewes tan pronto como llegó a Londres tras su liberación en abril de 1824, de sus recuerdos de esa etapa junto a una carta a la viuda del «virtuoso Riego», al que calificó como «mártir desinteresado que luchó por la causa de la patria y por sus libertades» ‍[96]. Se difundió en la capital británica un pasquín lamentando su ejecución a manos de los «tiranos conspiradores coaligados contra la libertad humana» ‍[97]. Aunque la obra del Conde Pecchio termina en 1822, su editor Edward Blaquiere en 1824 concluyó su introducción calificando a RIEGO (con mayúsculas), como «el puro e inmaculado mártir de la libertad española» y, lo que es más llamativo, advirtiendo a los políticos británicos de las consecuencias de no haber apoyado a los liberales españoles, puesto que «la estabilidad del poder [de Inglaterra] y la preservación de su existencia política están inseparablemente ligadas al establecimiento de un sistema constitucional a través de Europa» ‍[98]. Este discurso encaja con la figura que el editor había defendido en una obra suya de 1822 en torno a la revolución española; se compartían vocablos y universos de significados.

El mito de Riego reapareció en 1830, cuando el periodista político William Carpenter sacó a la luz al «asesinado Riego» al suponer que España invocaría pronto su espíritu ante el éxito de la revolución que había llevado a Luis Felipe al trono de Francia. Es decir, en una nueva interconexión de héroes individuales, el nuevo rey francés servía de acicate para que los españoles, considerados como herederos de Riego, tomasen el ejemplo de este para llevar a España un sistema como el recién instaurado en París. Esa dinámica de heroísmos cruzados incluyó en ese caso a Polonia, país que «señalaría la tumba» de otro militar carismático, Kościuszko, que había luchado por un sistema constitucional ‍[99] y que sería ejemplo movilizador para aquel país.

Por tanto, los liberales del Reino Unido no eran ajenos a lo que sucedía en España, sin duda en parte gracias a la labor de los exiliados españoles allí. Las publicaciones relativas a la revolución española también contribuyeron a difundir la imagen del Riego héroe y asociarla a la lucha por la libertad en España.

2. Francia[Subir]

En el país que había enviado a los Cien Mil Hijos de San Luis, y en el mismo año 1823, se publicó anónimamente un Procès du général Raphael del Riégo ‍[100], calificado de «mártir de las reacciones políticas», que incluía una nota biográfica al inicio y un informe detallado de su transporte y su llegada a Madrid como reo. La imagen de Riego como personificación del fallecido sistema de 1820 se aprecia también en la prensa, incluso en la que era crítica con tal sistema: en sus ataques a los liberales, el diario realista La Quotidienne los acusó de traidores antifranceses por «llorar a Riego» y no ver «honor» en la invasión francesa de España. En un sentido similar se expresaba el conservador Le Drapeau Blanc

La Quotidienne, 23-12-1823: 3; Le Drapeau Blanc, 18-5-1824: 1.

‍[101]
.

Por otro lado, el general de Vaudoncourt tuvo un rol destacado en este proceso de alimentación del mito de Riego. Veterano de guerra, había combatido bajo las órdenes de Napoleón en la campaña de Rusia, había emigrado a España y era conocido de Riego, a quien de hecho propuso una campaña francoespañola para «liberar» el país vecino ‍[102]. Además, impulsó el carbonarismo en la península. Las siguientes palabras suyas, escritas aún con el final de Riego muy reciente, dejan clara su visión: «El sacrificio de Riego es uno de los crímenes políticos más atroces de los que la historia tiene memoria; sus asesinos solo pueden ser comparados por tigres, dado que derramaron su sangre sin causa aparente, sino por el placer de derramarla» ‍[103]. Fue acólito de otro carbonario también exiliado en España durante el Trienio, Cugnet de Montarlot, que tenía en tanto valor a Riego como para trazar en 1824 un plan que reproducía la Revolución de 1820 ‍[104] desde Marruecos. Por su lado, La Fayette, otro militar de renombre, también con trayectoria dentro y fuera de su país, al igual que tantos otros, recordaba en sus memorias como «brindó por el mártir Riego» y por Bolívar durante su estancia en Estados Unidos ‍[105]. Que apareciesen esos nombres en actos públicos como convites o en libros de memorias es muestra de la persistencia del individuo decisivo como agente movilizador de referencia. La paradoja radica en que esos individuos solían aparecer asociados a otros equivalentes, ya fueran contemporáneos o antecesores, pero denotando la existencia de vínculos políticos y casi dinásticos entre ellos.

El Dictionnaire de la pénalité dans toutes les parties du monde connu recogía los insultos que había padecido Riego cuando fue arrastrado y ejecutado ‍[106], lo que contradecía las versiones que mencionaban el silencio del público. Tras la caída de los Borbones en 1830, la figura de Riego fue rescatada por varias obras como fenómeno explicativo de la misma, entendido así como un referente que había espoleado el movimiento revolucionario en el país ‍[107], en un sentido similar al expresado por el mencionado Carpenter, pero en este caso circunscrito a Francia. Riego fue «vengado», en palabras de la prensa revolucionaria del momento. En esa etapa también se preparó una obra de teatro protagonizada por el militar en la Opéra-Comique de París

La Tribune des départemens, 20-8-1830: 1; Gazette de France, 24-1-1831: 2.

‍[108]
. El Himno fue de nuevo rescatado por los españoles residentes en París cuando llegó la caída de la Monarquía de Julio en 1848, dado que organizaron un desfile por las calles de la capital al son del mismo

Gazette nationale ou le Moniteur universel, 3-4-1848: 4-‍5.

‍[109]
.

Avanzado el siglo, cuando el sitio prusiano sobre París era ya inminente tras su victoria en Sedán, Víctor Hugo, que por entonces se situaba en posiciones políticas próximas al liberalismo avanzado, ‍[110] publicó en varias cabeceras un manifiesto en el que incluía a Riego junto a otros personajes históricos de gran calado de distintas épocas y procedencias que estarían «orgullosos de la lucha de la libertad de los franceses» ante el invasor: «Franceses, combatiréis. Os entregaréis a la causa universal, porque es necesario que Francia sea grande para que la tierra se emancipe […] porque todos los hombres ilustres, Leónidas, Bruto, Arminio, Dante, Rienzi, Washington, Danton, Riego, Manin, están ahí sonrientes y orgullosos de vosotros; porque es tiempo de mostrar al universo que la virtud existe, que el deber existe y que la patria existe»

Le Rappel, 18-9-1870: 1.

‍[111]
. Es decir, casi medio siglo después de su ejecución, a juicio del autor de Los Miserables, Rafael del Riego seguía formando parte de un grupo escaso y casi selecto de figuras intrínsecamente relacionadas con la lucha por la causa «universal» de la libertad de las naciones.

Aún fue rescatado en un acalorado debate de la Cámara municipal parisina en torno a eliminar o no la denominación de Trocadero (así llamada por la batalla de tal nombre contra los liberales españoles en 1823) y cambiarla por la de Riego para una plaza de la ciudad en los años ochenta del siglo xix

Bulletin municipal officiel de la Ville de Paris, 25-11-1886.

‍[112]
, además de ser rescatado por el periodista socialista Félix Pyat como «figura de genio latino» en 1888, en una enumeración ¿ecléctica? en la que también aparecían Cervantes, Voltaire y Miguel Ángel

Le Temps, 29-5-1888: 2.

‍[113]
. Según esta posición, y como ya había sucedido en el período revolucionario de 1830, España era un país que había luchado por las libertades en el pasado bajo la égida de Riego, al que se apelaba expresamente, por lo que se reprochaba que no tomase partido en la conflagración que acababa de comenzar.

En suma, si bien en Francia sus menciones fueron más longevas que en Reino Unido debido sin duda a la apelación al mito en los momentos de inestabilidad política del período en el país galo, su figura no se libró de caer en un definitivo declive.

3. Rusia[Subir]

El tercer y último caso internacional tratado es el de Rusia. La decisión de incluirlo, aparte de su relevancia por sí mismo, está basada en que dicho país ha sido menos estudiado por la historiografía en castellano.

El país de los zares no escapó a la tendencia de Riego de convertirse en un personaje de fama internacional. Su ejecución causó un gran impacto en los liberales rusos, tanto por el sufrimiento padecido como por el cambio de criterio que había demostrado Fernando VII en el proceso, considerado como cobarde incluso por algunos moderados ‍[114]. Cuando en agosto de 1824 futuros decembristas como Beliaev o Bestuzhev desembarcaron en Gibraltar, se unieron a oficiales británicos y a españoles en el fallido pronunciamiento de Valdés en Tarifa, como Miguel López de Baños, brindaron «por el héroe inmortal y la libertad» y cantaron juntos el himno de Riego, además de glorificar su figura ‍[115].

El interés ruso hacia Riego, el ejército español y la revolución alcanzó su máximo en diciembre de 1825, en una situación de vacío de poder generado tras la muerte del zar Alejandro I, sin descendencia masculina, el primer día de ese mes y la primaria proclamación del teóricamente legítimo Constantino, de pensamiento liberal, como nuevo zar, sucesión que no llegó a formalizarse.

Se había ocultado a la población el casamiento de Constantino con una condesa polaca, que lo excluía de la línea de sucesión, situación refrendada por un manifiesto del propio Constantino de 1822 que, además, iba firmado por el difunto Alejandro. Ante las dudas de la sucesión, mediante carta oficial reiteró tal posición, considerándose súbdito de su hermano menor, el autócrata Nicolás ‍[116]. Así pues, las consecuencias políticas de que uno u otro se convirtiera en zar eran muy profundas. La alteración en la sucesión aceleró la actuación de quienes luego serían conocidos como decembristas, quienes veían a Constantino como un zar más proclive a aplicar las reformas políticas que ellos deseaban. En ellas se incluían la aprobación de una Constitución similar a la de Cádiz,

Ibid.: 127.

‍[117]
de ahí la importancia simbólica de Riego, referente de tal sistema.

El nombre del militar asturiano servía de clara inspiración para los conspiradores rusos y aparecía en las reuniones preparatorias de los miembros de la Sociedad del Norte como «algo sagrado, profundamente venerado y reverenciado, que solamente algún desequilibrado era capaz de ofender» ‍[118]. En la Sociedad del Sur, más radical y liderada por Pestel, tomaban al caso español como referencia de buenas intenciones, pero fracaso por haber confiado en Fernando VII ‍[119]. En aquel momento en Moscú y en San Petersburgo se sucedían los comentarios en torno a lo que había sucedido en la península ibérica, llegándose a colgar los retratos de Riego y Quiroga en una librería de la capital justo antes del inicio de la revuelta de soldados del 26 de diciembre de 1825 (el mismo día del acceso de Nicolás I al Trono) en la plaza del Senado de San Petersburgo, claramente inspirada por la experiencia del Trienio Liberal español. De hecho, los decembristas tomaron artículos enteros de la Constitución de Cádiz para incluirlos en la que ellos estaban redactando para aplicarla en caso de que su levantamiento triunfase ‍[120].

En cuanto a las referencias expresas hacia Riego, fueron diversas. Uno de los soldados, Aleksandr Bulatov, alardeó en aquellos días ante su hermano, defendiendo que si no participaba él en la revuelta «podrían aparecer otros Riegos» ‍[121] que se hicieran con el movimiento, esto es, otros héroes individuales que lo capitalizaran. Uno de los conspiradores, Kajovskii, cuando fue interrogado tras la derrota de la revuelta, declaró que «se había radicalizado aún más con la noticia del humillante espectáculo de la ejecución de Riego», un «santo mártir», según sus palabras ‍[122]. La literatura del país también se vio imbuida: Pushkin le dedicó un poema en 1824 ‍[123]; Turgueniev, teórico de los decembristas, tenía un ejemplar traducido al francés de la Pepa y mostró un gran entusiasmo hacia su figura ‍[124]. Por su parte, la Constitución de Cádiz también influyó en los proyectos constitucionales redactados por Nikita Muraviev y Pavel Pestel ‍[125], quienes, por cierto, terminaron atravesando el mismo final penoso que Riego.

En conclusión, la perspectiva de una constricción de las libertades en el país y el ejemplo que aportaban el éxito inicial de Riego y sus penosas circunstancias finales generaron una estrategia de actuación que encendió los ánimos y las acciones de los revolucionarios, además de inspirar obras de todo tipo en Rusia, con el general asturiano y el mito de 1820-‍1823 como referentes a los que aspirar.

V. CONCLUSIONES[Subir]

Antes de desaparecer públicamente en la última centuria, con la excepción del himno que lleva su nombre, tras su muerte Rafael del Riego alcanzó un nivel de mitificación política desconocido hasta entonces en España. Más allá de la actividad política civil que desarrolló, verdaderamente escasa, fueron las consecuencias políticas de su comportamiento público lo que lo mantuvo en el recuerdo. Su papel simbólico fue crucial en la España del primer tercio del siglo, alzándose como el personaje con más carisma del país hasta el ascenso político de Baldomero Espartero, con el que fue comparado y quien perduró más (a nivel nacional) porque los efectos del triunfo de este en la guerra fueron más duraderos y él mismo los sobrevivió.

El papel de la prensa, de especial relevancia en este artículo para el caso español, recoge las manifestaciones más populares del culto a Riego. Los textos periodísticos, a través de crónicas de los periodos estudiados, aportan luz sobre proclamas, discursos o marchas, enriqueciendo el corpus de información para comprender la evolución del mito, así como la apelación al mismo en la Regencia de Espartero, el Bienio Progresista o los meses inmediatamente posteriores a la Septembrina.

El sufrimiento padecido en la ejecución que terminó con su vida contribuyó a que este grand homme se consolidase en el panteón de liberales ilustres de la patria. Pero ese fenómeno no se limitó a las fronteras españolas, puesto que también encarnó fuera de ellas el heroísmo y la lucha por la libertad, cuestión reflejada en este artículo para los casos británico, francés y ruso. Las noticias que llegaban a las capitales europeas acerca de la política vengativa de Fernando VII en 1823 generaron un importante rechazo en los ambientes liberales de distintos países, lo que ayudó colateralmente a ensanchar el mito de Riego mártir fuera de su país, convertido en el héroe español decimonónico con mayor proyección internacional.

De ese modo, distintos focos de la Internacional Liberal postnapoleónica, herederos del legado que la Revolución francesa había dejado en la cultura política europea, tuvieron al militar asturiano como miembro de su cosmogonía, y al que apelar a la hora de llevar a cabo sus acciones en pos de la libertad, que funcionaba como auténtica brújula para el comportamiento político de numerosos miembros de ese grupo. Así pues, dicha red transnacional de soldados que se había extendido tras la caída definitiva de Napoleón en 1815 también se vio afectada por el fenómeno de la apelación a Riego como símbolo prolibertad. No mencionados en este artículo, pero también importantes son los ejemplos de Italia, Portugal o Alemania, así como las antiguas colonias españolas en América. Estos casos internacionales son tan amplios que podrían centrar un artículo por sí mismos.

Desaparecido el invasor francés, la lucha por la libertad se convirtió para muchos europeos en un culto cívico, si bien el uso concreto que se hacía de Riego se adaptaba en cada caso a las necesidades propias de cada contexto nacional y de cada momento político específico. Sus miembros sintieron de forma directa la pérdida del héroe de Las Cabezas de San Juan, ya que Riego era un referente central de legitimidad de acción para sus miembros. Constituía un ejemplo muy valioso para una situación aún frágil para el liberalismo europeo.

Con independencia del grado de implicación de cada país estudiado en las revoluciones de 1820, la figura de Riego estuvo presente de forma directa en ellos especialmente a través de biografías, pero también en obras de ficción de todo tipo. No obstante, desde poco después de los acontecimientos de 1823 el interés por él fue declinando.

Por otro lado, la diferencia más importante entre las vertientes interna e internacional del mito de Riego se situó en que mientras persistía como ejemplo para el liberalismo en España durante las décadas posteriores a su muerte, si bien intermitentemente en función de las circunstancias políticas, en el resto del mundo su recuerdo se diluyó gradualmente a partir de la década de 1830 hasta casi desaparecer, salvo las muy contadas excepciones vistas.

En suma, puede afirmarse que Rafael del Riego sirve como figura de referencia a la hora de estudiar cómo eran ensalzados los militares mártires de la libertad sobre la base de su implicación política en la lucha por lograr tal meta durante el siglo xix en el contexto europeo y cómo se construía en torno a ellos un mito en el que convergían cualidades atribuidas, reales o no, con una leyenda basada en acciones y comportamientos políticos. Ese proceso de canonización cívica individual que atravesó no fue el único, pero sí se alzó como claro antecedente de otros muchos casos posteriores de generales políticos.

NOTAS[Subir]

[1]

Simal (Simal, J. L. (2016). Letters from Spain: The 1820 Revolution and the Liberal International. En M. Isabella y K. Zanou (eds.). Mediterranean Diasporas. Politics and Ideas in the Long 19thCentury (pp. 25-41). London: Bloomsbury.‍2016): 36.

[2]

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[3]

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