RESUMEN
Este artículo analiza los Destacamentos Especiales que el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), la agencia de inteligencia militar franquista, instauró a lo largo del primer tercio de 1939. Su función era gestionar desde el ámbito policial y represivo las ocupaciones de las últimas grandes ciudades republicanas. Surgieron por la praxis bélica durante el proceso de control de esos espacios urbanos modernos, los cuales significaron un experimento inédito para las tropas invasoras. En primer lugar, se encargaron de reestablecer las redes de las distintas organizaciones clandestinas de simpatizantes que les esperaban encubiertos en su interior. Es decir, de reorganizar la Quinta Columna, cuyo personal era el único tácitamente depurado al haber colaborado con los servicios de información rebeldes durante los meses o años anteriores. En segundo lugar, desplegaron las incipientes tareas policiales desde la inmediata ocupación hasta el asentamiento de la Administración dictatorial en esas plazas. La presente investigación se apoya empírica y mayoritariamente en la documentación generada por el propio SIPM, hoy custodiada en el Archivo General Militar de Ávila. A ella se suman otros legajos de distintos centros documentales. Los mismos permiten afirmar que esos Destacamentos Especiales fueron la primera policía política franquista de Barcelona, Madrid, Valencia y Cartagena. También que su presencia derivó en numerosos conflictos internos por la gestión y el control del orden público urbano con otras tantas instituciones creadas o encargadas al efecto. Y, por último, que su existencia difumina, aún más si cabe, el límite entre la guerra y la posguerra.
Palabras clave: Guerra Civil española; Quinta Columna; inteligencia militar; represión; estudios de inteligencia.
ABSTRACT
This article analyzes the Special Detachments that the Military Police and Information Service (SIPM), the Francoist military intelligence agency, established during the first third of 1939. Its function was to manage the occupations of the last large Republican cities from the police and repressive sphere. They arose from the military practice during the process of control of these modern urban spaces, which meant an unprecedented experiment for the invading troops. In the first place, they were in charge of reorganizing the networks of the different clandestine organizations of ambush sympathizers that awaited them in inside. That is to say, to reorganize the Fifth Column, whose staff was the only one tacitly purged by having collaborated with the rebel intelligence services during the previous months, if not years. Second, they deployed the incipient police tasks from the immediate occupation to the establishment of the dictatorial administration in those places. This research is based empirically and mainly on the documentation generated by the SIPM itself, today kept in the General Military Archive of Ávila. Other files from different documentary centers are added to it. They allow us to affirm that these Special Detachments were the first Francoist political police in Barcelona, Madrid, Valencia and Cartagena. Also that their presence led to numerous internal conflicts for the management and control of urban public order with many other institutions created or commissioned for this purpose. And, finally, that its existence blurs, even more if possible, the boundary between the war and the postwar period.
Keywords: Spanish Civil War; Fifth Column; military intelligence; repression; intelligence studies.
Se calcula que Madrid, si es vencido, será teatro espantoso de cien mil inmolaciones. Se fusilará a cuantos hayan sido, o sean, milicianos, a todos los que desempeñen o desempeñaron cargos en círculos, comités, centros, agrupaciones, sociedades, comisiones de control, etc., adheridos al Frente Popular y a las centrales sindicales que dirigen el movimiento obrero hispano, a todos los que aceptaron puestos oficiales o representativos durante el primer bienio de la República y desde febrero a la fecha, a todos los que de alguna manera, activa o pasiva, han cooperado a la defensa del régimen y de la legalidad, a todos aquellos que las gentes de la Quinta Columna denuncien como izquierdistas o sospechosos de serlo[2].
Estas palabras fueron publicadas en el diario La Voz a primeros de noviembre de 1936. Tardaron en materializarse, sin embargo, dos años y medio, el tiempo que transcurrió entre el inicio del asedio y el asalto definitivo a Madrid por las tropas sublevadas. Ese editorial ya deducía que la Quinta Columna sería una pieza fundamental en el proceso represivo mediante dinámicas de delación, venganza y terror. No se equivocó. Bajo esa idea hacían referencia a todas las organizaciones clandestinas combativas surgidas en el interior de la retaguardia republicana y que actuaban a favor de los rebeldes utilizando todas las artes de la guerra irregular como el espionaje, el sabotaje o la guerra psicológica. Se trataba de grupos encubiertos nacidos a consecuencia del fracaso del golpe de Estado de julio de 1936 en distintos núcleos urbanos que se mantuvieron leales al régimen democrático republicano. La frustración de los planes meticulosamente gestados por la coalición cívico-militar comprometida en el complot en ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia o Cartagena llevaron a que sus elementos se (re)organizaran en un nuevo escenario de Guerra Civil, de frentes y retaguardias. Aprovechando las circunstancias que proporcionaba el anonimato en sus calles o las conexiones político-sociales previas al conflicto, esas tramas iniciaron el combate contra la República desde su interior en conexión con los nacientes servicios de información e inteligencia insurgentes.
Las primigenias redes quintacolumnistas se perfeccionaron desde entonces. Por buena parte de las ciudades que permanecieron en manos republicanas durante prácticamente todo lo que restaba de conflicto fueron perfilándose y sucediéndose células clandestinas que con el paso del tiempo entraban en contacto directo o indirecto con las agencias de inteligencia sublevadas. Generalmente en primer término lo hicieron con el Servicio de Información de la Frontera Nordeste de España (SIFNE) y con el Servicio de Información Militar (SIM). El primero se había gestado por iniciativa privada a lo largo del verano de 1936. El segundo fue una entidad creada en septiembre de ese mismo año por orden de la Junta de Defensa Nacional para dirigir «todo lo relacionado con los servicios de espionaje y contraespionaje». Más tarde lo hicieron con el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), el heredero del SIM. Fue creado en noviembre de 1937 por orden reservada del general Franco, era dependiente directamente de su Cuartel General y a lo largo del primer tercio del año siguiente aglutinó bajo un solo mando, el de su mentor y responsable, el coronel José Ungría Jiménez, y tras absorber al SIFNE, a todos los servicios de vigilancia, seguridad, orden público, espionaje y contraespionaje en zonas de interés militar de vanguardia, fronterizas o en «zona roja»[3].
Los «grupos de información en campo enemigo», como se definió a la Quinta Columna
en el argot interno manejado por el SIPM, jugaron un extraordinario papel durante
toda la contienda. Sus agentes se infiltraron en todos y cada uno de los organismos
públicos y militares republicanos. Espiaron, sabotearon, avivaron un clima de psicosis
colectiva y participaron, incluso, en el proceso de conclusión de la guerra haciendo
las veces de nexo de comunicación entre los mandos contendientes. Durante los últimos
compases del conflicto colaboraron, además, en el proceso de ocupación de los principales
núcleos urbanos republicanos. Para entonces, la maquinaria militar franquista ya tenía
un detallado plan de conquista y gestión de los últimos territorios enemigos. Pero
la práctica frustró, en parte, la teoría
A finales de enero de 1939, en el marco de la ocupación de Barcelona, el Ejército
sublevado se topó con el experimento inédito y desbordante de una gran ciudad moderna.
En consecuencia, el SIPM requirió la reutilización de las redes quintacolumnistas
a fin de adherirlas al complejo sistema punitivo y coercitivo que los rebeldes venían
puliendo desde el mismo inicio de la contienda y que incluía un amplio abanico de
negociados de control político, público y social. Para ello, y dado el nuevo escenario,
el SIPM creó un novedoso departamento dependiente de su jefatura, al que denominaron
Destacamento Especial de Cataluña. A sus oficinas no tardaron en llegar cuantiosos
testimonios de quintacolumnistas que facilitaban sobremanera la identificación, busca
y captura de enemigos, con quienes habían convivido clandestinamente durante meses Heiberg y Ros (
Al caso de Barcelona le siguieron los de Madrid, Valencia y Cartagena, el resto de
grandes ciudades en las que la inteligencia franquista había contado con redes clandestinas
desde el inicio de la guerra. En todos ellos se crearon Destacamentos Especiales del
SIPM, compuestos en su mayor parte por quintacolumnistas locales que cimentaron tras
la inmediata ocupación la primera policía política franquista en sus calles, gestionaron
el orden público y desarrollaron tareas de seguridad, investigación y vigilancia a
fin de colaborar y nutrir los ingentes archivos de las distintas dependencias judiciales
y depuradoras. Sus agentes, mezclados y coordinados por profesionales de la inteligencia
militar, se encargaron de mantener el orden, de tramitar denuncias y delaciones, de
incautar y clasificar todo tipo de documentación enemiga, de infiltrarse en las filas
de las organizaciones políticas y sindicales vencidas para evitar la reconstrucción
de sus redes, de fichar, detener e interrogar. Su labor pronto colisionó con las distintas
agencias parapoliciales encargadas oficial u oficiosamente por instrucciones previas
de las mismas tareas, como el Servicio Nacional de Seguridad (SNS) de la Subsecretaría
de Orden Público o la Jefatura de los Servicios Especiales, de la que dependían las
Columnas de Orden y Policía de Ocupación y el Servicio de Recuperación de Documentos,
todas incrustadas en el Ministerio de la Gobernación. Fomentó, incluso, el roce interno
entre diferentes
facciones del propio SIPM al superponer con frecuencia sus funciones Puell (
La historiografía ha pasado por alto la existencia de estos Destacamentos Especiales.
Salvo contadas y escasas excepciones en las que son aludidos de manera colateral como
en los trabajos de Ricardo de la Cierva o los más recientes de Andreu Ginés i Sànchez
o Alejandro Pérez-Olivares, nadie ha hecho referencia a su presencia y, menos aún,
a sus objetivos, idiosincrasia o trayectorias. Buena parte de la explicación pasa
por la clasificación e inaccesibilidad de la documentación del SIPM, custodiada hoy
en el Archivo General Militar de Ávila (AGMAV). Su progresiva desclasificación desde
el año 2003 y la paulatina catalogación y descripción del fondo hasta la fecha, ha
permitido el libre acceso desde entonces Cierva (
Las páginas que siguen se nutren en gran medida de esos legajos, a los que se suman
otros de diversa índole procedentes de distintos archivos nacionales, como el Centro
Documental de la Memoria Histórica (CDMH) o el Archivo General e Histórico de Defensa
(AGHD), e internacionales, como el Centre des Archives Diplomatiques de Nantes (CADN).
El presente artículo es, por tanto, el primer acercamiento al análisis de los Destacamentos
Especiales que el SIPM configuró a finales de la Guerra Civil en Barcelona, Madrid,
Valencia y Cartagena, las últimas ciudades de mayor importancia de la República. En
ellas actuaron a lo largo de 1939 a modo de primera policía política hasta el asentamiento
y consolidación del complejo aparato burocrático y coercitivo franquista. De fondo,
este trabajo se hace eco del actual debate historiográfico que cuestiona los clásicos
límites cronológicos de la propia contienda, pretendiendo, del mismo modo, reflexionar
sobre la fina línea existente entre la conclusión de la guerra y el inicio de la posguerra Espinosa (
La ocupación de distintas ciudades en el norte y el sur a lo largo de 1937 significó
el punto de inflexión para los sucesivos planes de conquista de los militares rebeldes.
Tras Málaga, Bilbao, Santander o Gijón, la experiencia adquirida los llevó a reestructurar
gran parte de sus organismos represivos y policiales. En el otoño de ese mismo año,
el general Franco aprobó la creación de la Jefatura de Seguridad Interior, Orden Público
e Inspección de Fronteras al mando del veterano general Severiano Martínez Anido.
Sus esfuerzos se centraron en los servicios de orden, policía, investigación y vigilancia
en retaguardia al mismo tiempo que el recién nacido SIPM se encargaba de hacerlo en
vanguardia. Con la creación del primer Gobierno franquista en enero del año siguiente,
la Jefatura se difuminó en el engranaje de un nuevo Ministerio de Orden Público, a
cuyo frente siguió el mismo Martínez Anido. Bajo su mando, y previendo los próximos
avances militares, se crearon una serie de entidades especializadas. Entre ellas destacó
una Jefatura de Servicios Especiales encargada de los asuntos reservados como la recuperación
de documentos y de coordinar las Columnas de Orden y Policía de Ocupación, al frente
de la que se designó al teniente coronel Fidel de la Cuerda Fernández. También sobresalió
el SNS, que pasó a dirigir el teniente coronel José Medina Santamaría. A ellos se
añadieron otros de largo recorrido como la Inspección de la Guardia Civil. Del mismo
modo, se reforzó la
militarización del personal con el nombramiento de cuarenta y un delegados provinciales
de Orden Público a las directas órdenes del ministro Muñoz (
Tras la muerte del general Martínez Anido a finales de 1938, Franco suprimió el Ministerio
de Orden Público para englobar sus dependencias en el Ministerio de la Gobernación
de su cuñado Ramón Serrano Suñer. A sus órdenes se organizaron tres subsecretarías
(Interior, Orden Público y Prensa y Propaganda) y se anexó la Jefatura de Servicios
Especiales, que continuó bajo el mando de De la Cuerda. Al frente de la Subsecretaría
de Orden Público se puso al exayudante de campo de Martínez Anido, Juan Oller Piñol,
que pronto fue sustituido por el general Eliseo Álvarez-Arenas. Entre sus competencias
se incluyó la dirección del SNS, el cual pasó a ser comandado el día 5 de enero de
1939, al compás del inicio de la ocupación de Cataluña, por el también jefe del SIPM,
el coronel Ungría. Al mismo tiempo, las nuevas reformas conllevaron la conclusión
de las Delegaciones Provinciales de Orden Público, que se convirtieron en Secretarías
dentro de los distintos Gobiernos Civiles. A todos esos organismos policiales se sumaban,
en la antesala del asalto definitivo a Barcelona, otros tantos de diverso signo como
el Servicio de Información e Investigación de FET-JONS. Estaban igualmente militarizados,
la mayor de las veces supeditados a los anteriores y llevaban tiempo demostrando su
utilidad, tanto en capitales de provincia como en el mundo rural. Y junto a ellos,
por supuesto, el SIPM «Ley por la que se modifica la de 30 de enero de 1938, que organizó la Administración
Central del Estado», BOE, 183, 31-12-1938: 3216-3217. «Ministerio de la Gobernación. Órdenes», BOE, 8, 08-01-1939: 139. Heiberg y Ros (
La tarde del día 26 de enero de 1939 las tropas franquistas entraron en Barcelona.
Lo hicieron de manera «sencilla y pacífica», con la voluntad de tomar diversos objetivos
primarios y con la misión de «batir y destruir al enemigo». Ese mismo día se hizo
público desde el frente el decreto en el Boletín Oficial del Estado que anunciaba el nombramiento del general de brigada y subsecretario de Orden Público,
Eliseo Álvarez-Arenas, como responsable «de las fuerzas y servicios de orden militar
y civil» en la Ciudad Condal. En el prólogo se hizo igualmente patente la exposición
de motivos del nombramiento: «La ocupación de la gran ciudad de Barcelona, punto culminante
de la victoriosa ofensiva del Ejército Nacional sobre Cataluña, plantea problemas
cuya complejidad aconseja la coordinación de los distintos servicios en el mando único
de un Jefe de alto grado militar que se haga cargo de la dirección de todos». La capital
catalana se presentaba, por tanto, como un proyecto insólito «Decreto disponiendo se haga cargo de las fuerzas y servicios de orden militar y
civil, en Barcelona, el General don Eliseo Álvarez Arenas», BOE, 27, 27-01-1939: 488. Monfort (
El nuevo cargo de Álvarez-Arenas, que habría de durar «hasta que por el Gobierno se
[determinase] la sustitución de este régimen transitorio», significaba el mando absoluto
de los «Servicios de Ocupación». A sus órdenes pasaron a estar como «única autoridad
competente para dictar bandos de policía, buen gobierno y sobre organización y restablecimiento
de la vida civil», todos los jefes de las Columnas de Orden y Policía de Ocupación,
los de los servicios nacionales de Seguridad, Prensa, Sanidad, Propaganda, Turismo,
Abastecimientos y sus delegados, los del SIPM que operasen en la provincia, los jefes
territoriales y locales de FET-JONS y las Delegaciones de Auxilio Social y Frentes
y Hospitales, los jefes y delegados de los servicios de recuperación de Documentos,
Artística, Agrícola o Industrial, los delegados y jefes de los servicios técnicos
de toda clase o los representantes de la banca. Al día siguiente, Álvarez-Arenas declaró
a través de un extenso bando el estado de guerra en todo «el territorio catalán liberado,
incluso la ciudad de Barcelona». A ello le siguieron las órdenes y la nueva normativa
castrense que regiría a toda la población «Bando del General Jefe de los Servicios de Ocupación», La Vanguardia, 28-01-1939: 2.
El Servicio de Ocupación se instaló entonces en el geoestratégico Palacio Robert,
en el passeig de Gràcia n.º 107, y sus oficinas se subdividieron en dos secciones:
Gobierno Militar y Secretaría Política, las «últimas responsables de la represión
sobre la ciudad vencida». Junto a las primeras tropas, también entraron varias unidades
del SIPM con «cometidos propios de un territorio considerado como tal a efectos de
Orden Público». Debían cooperar con sus redes de confidentes «a la busca y captura
de elementos del SIM rojo», así como «a las labores de vigilancia, rastrillero [sic] y recogida de armas». Se desplegaron por la ciudad divididos por sectores con diecinueve
grupos operativos comandados por el alférez honorario de Ingenieros Laureano García
Cabezón, un veterano exquintacolumnista de Madrid. Sus agentes gestionaron tras la
inmediata ocupación, junto a las unidades policiales militarizadas de catorce batallones
de Orden Público, ocho compañías de la Guardia Civil, siete de Asalto y otras cinco
de Milicias, la estructura de control consecuente de la conquista de la ciudad Monfort (
Sin embargo, las tropas invasoras no fueron lo eficaces que se esperaba para el control de una ciudad como Barcelona. En consecuencia, y ante la necesidad de ejercer las tareas con eficacia y prontitud, el responsable del SIPM y del SNS, el coronel Ungría, tomó las medidas oportunas. Haciendo uso del artículo XII de la Orden Reservada de creación del SIPM, por el que se proponía la instauración de «Equipos» destinados «a la vigilancia y represión del espionaje enemigo» en aquellos territorios «que por su situación especial lo [requiriesen]», el día 31 de enero creó el «Destacamento Especial de Cataluña (DEC)». Tan solo cinco días después del asalto a la capital catalana, la jefatura del SIPM se percató de que «la ocupación de Barcelona y gran parte de la región catalana» había contraído
la necesidad de establecer allí un Destacamento que dependiendo de ella y con independencia
del organismo SIPM que ha de crearse en su día con la constitución de la 4.ª Región
Militar [la futura Subcentral SIPM de Cataluña] asuma las funciones especiales que
se deriven como producto de las circunstancias por el que durante la dominación roja
atravesó esta Zona del territorio Español; pueden citarse entre ellas sobre todo:
la diversidad de grupos de acción que trabajaron a favor de nuestras armas en funciones
informativas, antes y después de la creación del SIPM; la residencia de los Centros
directivos del SIM rojo con su más vasta organización; y por último, la facilidad
de comunicaciones a través de la frontera, tanto para enlace con los centros informativos
enemigos como por los nuestros del Extranjero Mientras no se indique lo contrario, «Orden para la creación del Destacamento Especial
de Cataluña (DEC)», 31-01-1939, AGMAV, C. 2951, 1/1-2. «Orden reservada a los Ejércitos
de Operaciones, modificando y ampliando los cometidos del Servicio de Información
Militar», 30-11-1937, AGMAV, C. 27456, 5.
El DEC se extendió por las cuatro provincias. Al amparo directo de la Jefatura del SIPM de Burgos, eventualmente se puso bajo el mando del responsable de su Sección del Ejército del Norte, el teniente coronel de Estado Mayor Antonio Cores Fernández de Cañete. Tenía tres cometidos perfectamente definidos:
a)Recuperación, selección y utilización de los elementos que, como componentes de las agrupaciones citadas en el preámbulo, constituyeron la denominada Quinta Columna.
b)Reconstitución del SIM Rojo en Cataluña, identificación y captura de sus elementos componentes; registro de sus oficinas y locales, e investigación de sus métodos, para fines propios del SIPM en sus ramas de policía y contraespionaje, de ayuda a la acción de la justicia y de informes a los órganos supremos del Estado.
c)Análisis e informe a la Jefatura sobre el grado de asimilación y reacciones sucesivas producidas en la región por la implantación de los métodos, formas y legislación del nuevo Estado.
El DEC se estructuró internamente con una «secretaría técnica» compuesta por tres
secciones. La primera de ellas estuvo dedicada a la reconstrucción de la Quinta Columna,
la recepción y tramitación de denuncias relacionadas con el SIPM y las informaciones
derivadas. La segunda, a la clasificación, análisis e interpretación de asuntos relacionados
con el SIM(r) y la recogida de documentos. La tercera, por su parte, a la información
de carácter político y militar. A ellas se sumaron otros dos negociados: uno de «policía
militar» compuesto, a su vez, por una secretaría general, un registro, un archivo
y una oficina de habilitación; y otro destinado al cumplimiento de los «servicios».
A todos y cada uno de esos departamentos les auxiliaba por obligación y «dentro de
su aspecto netamente militar para cuantas funciones o servicios [tuvieran] este carácter»,
los componentes de la Sección SIPM del Ejército del Norte, tanto tropa como sectores
de vanguardia y mandos AGMAV, C. 2870, 11/37.
El mismo día de la creación del DEC, el teniente coronel Cores dispuso a su personal.
Entre la veintena de hombres escogidos se hallaban aristócratas como el capitán Ramón
de Dalmases, marqués de Mura; reconocidos empresarios como el alférez José María Bultó
y, por supuesto, destacados exquintacolumnistas como Millán Jara Cobos, creador del
grupo Dado de Póker. Cuatro días más tarde, el 4 de febrero, les ordenó confeccionar
«un parte diario» que le debían entregar cada jornada a las 20:00 horas a través del
responsable de «Servicios», el teniente Celestino París, a quien le indicaba igualmente
las instrucciones que realizar en la jornada siguiente. El parte debía contener, por
un lado, los datos relativos al «negociado de orden público», incluyendo, a su vez,
un «estadillo» de fuerzas del SIPM en servicio y disponible, el servicio necesario
con carácter extraordinario y los registros planeados para la recogida de documentos
por los equipos correspondientes del siguiente día. Por el otro, tendría que incluir
una reseña de la sección de «policía militar» con el volumen de detenciones, registros
y servicios practicados durante el día y resultados, el número de agentes disponibles,
las peticiones de los negociados y el número de coches utilizables «Orden particular número 1», 31-01-1939, AGMAV, C. 2951, 1/5-6. «Orden de la Sección»,
04-02-1939, AGMAV, C. 2951, 1/7. Píriz (2018a): 154-155.
El DEC pronto intensificó el reciclaje de las redes quintacolumnistas barcelonesas para desarticular y exterminar a sus enemigos directos, el contraespionaje republicano, así como para colaborar en el control político-social y engrosar el sistema coercitivo franquista. No tardaron, por tanto, en nutrirse con esos agentes que habían sobrevivido encubiertos y organizados en la ciudad en numerosos grupos clandestinos. Su colaboración era indispensable, pues el propio SIPM en el ecuador de la guerra ya les había ordenado constituir sus propios ficheros represivos que, se deduce, sirvieron en el proceso posterior a la ocupación. Se conservan las instrucciones que en este sentido enviaron a la organización Círculo Azul, una red compuesta principalmente por falangistas catalanes. Según esa documentación, al SIPM le interesaba:
poseer los datos referentes a todas las personas opuestas a[l] Glorioso movimiento
y de aquellas que por su frialdad y falta de colaboración pueden clasificarse como
no afectas. En este aspecto es de especial interés poseer la ficha de todos aquellos
que más o menos directamente desempeñen funciones públicas ej. catedráticos, maestros,
jueces, empleados de juzgado, funcionarios de Hacienda y Municipales, agentes de policía
y seguridad (incluyendo los oficiales del Ejército si se estuviera seguro de su ficha),
ingenieros de todos los servicios públicos, empleados del Banco de España, CAMPSA,
Tabacalera, etc. etc. Las fichas se estenderán [sic] en una cuartilla blanca en cuya parte superior se indique la población del fichado
y más abajo su nombre actividades y datos que se sepan con certeza añadiendo aquellos
que se comenten, pero que no se pueden asegurar empleando la fórmula, parece, se dice,
se cree, etc. etc. Se utilizará una cuartilla para cada ficha «Instrucciones para nuestros agentes», AGMAV, C. 2875, 9/4. Ejemplos como este ayudan
a problematizar y complejizar la línea argumental recogida en Anderson (2017): 201-228.
El DEC modeló gracias a la Quinta Columna la principal y primigenia fuerza policial
y represiva en la capital catalana y el resto de la región, aunque muchos a los que
perseguían ya habían marchado al exilio. Con todo, el 14 de febrero dieron por «terminada
la ocupación […] de todo el territorio de Cataluña». Ese mismo día, Cores publicó
la «orden preparatoria de reorganización de la Sección [SIPM del Ejército del Norte]»
por la que creó tres grupos destacados con cabeceras en La Seu d’Urgell, Ripoll y
Figueres, compuestos no solo por agentes del SIPM, sino también por algunas compañías
militares y unidades de la Guardia Civil. Y recompuso el Sector N-7, cuyos mandos
fueron destinados a la Ciudad Condal, aunque dejó desplegadas algunas unidades en
Amposta dedicadas principalmente al control de los pasos fronterizos. Para entonces
ya se había constituido el organismo SIPM encargado de todos esos cometidos, la Subcentral
de Cataluña, al frente de la que se puso al teniente coronel Ángel Sanz Vinajeras,
y a la que se incorporaron buena parte de aquellos exquintacolumnistas que venían
colaborando estrechamente con el DEC «Orden preparatoria de reorganización de la Sección», 14-02-1939, AGMAV, C. 2951,
1/10. Tarín-Iglesias (
La significación de Madrid durante toda la guerra y, especialmente, en sus últimos
momentos, cuando se convirtió en escenario principal de cara al cese de hostilidades,
hizo que su caso fuese sustancialmente diferente al de Barcelona. La Quinta Columna
local puso empeño igualmente en contribuir llegado el momento a facilitar las tareas
depuradoras de la «nueva España» ayudando a aclarar, entre otras, las responsabilidades
sociopolíticas. Sus agentes podían, mejor que nadie, poner nombre y apellidos y recomponer
el puzle del quién era quién en la retaguardia republicana. Uno de esos casos fue
el de la Organización Antonio, la más completa y hegemónica red quintacolumnista de
la capital durante el grueso de la contienda, surgida a inicios de 1937 y dependiente
de la Segunda Sección (Información) de la 14.ª División, dirigida por el comandante
Francisco Bonel Huici desde el frente de Toledo. Su personal se estructuró jerárquicamente
en siete subredes semiautónomas. Se encargó de confeccionar un fichero de personalidades
enemigas políticas y militares que, sin embargo, fue descubierto en enero de 1938
tras el registro policial de la Embajada de Turquía, en el que la mayoría de sus dirigentes
fueron apresados por el contraespionaje republicano Cervera (
Otro ejemplo fue el del Servicio de Información Nacional Sindicalista Español (SINSE),
un grupo quintacolumnista algo más tardío, surgido en la primavera de 1938 y fomentado
por el responsable del Sector SIPM C-2 de Sepúlveda (Segovia), Justo Jiménez Ortoneda.
En este caso, sus agentes se preocuparon por salvaguardar parte de la documentación
enemiga de cara a exigir cuentas una vez fuese tomada la ciudad. Por ello, por ejemplo,
planearon custodiar los archivos de la Audiencia a sabiendas de que se estaban haciendo
desaparecer procesos, así como el de la «Caja de Reparaciones» o el de incautación
de fincas, el cual, llegaron a afirmar, contenía «los datos que en su día darán a
conocer a los diversos denunciantes de inmuebles y de personas». Por la misma razón,
el 5 de marzo de 1939 uno de sus dirigentes aseguró controlar los archivos de «la
Técnica (oficina que guarda interesantes datos y fichas que serán de extraordinario
valor para la acción policíaca y judicial)» Taboada (
Al mismo tiempo que la Quinta Columna madrileña, entre otros muchos cometidos, se
encargaba de reunir y conservar toda la información posible sobre sus enemigos, en
la otra retaguardia el SIPM siguió su hoja de ruta. Tras las operaciones en la gran
urbe catalana, aprendieron la lección. Así lo aseguraron poco después, al afirmar
que «de la experiencia adquirida por la práctica y puesta de manifiesto con la actuación
del SIPM del Norte (hoy Subcentral de Cataluña) en Barcelona, se desprenden enseñanzas
que nos han de evitar cometer errores en el punto de partida, apartándonos de confusionismos
y mostrando las directrices doctrinales de la misión específica del SIPM» Los papeles de creación del DEM no han sido localizados. Su nacimiento a primeros
de marzo de 1939 se deriva de dos cartas recogidas en Taboada (1977): 158.
La comunicación entre retaguardias en Madrid, favorecida por la cercanía y la consolidación
de los frentes, hizo de la capital un caso particular. La Quinta Columna estuvo en
frecuente contacto con los mandos militares que asediaban la ciudad. Esto explica
que en la víspera de la entrada de las tropas de vanguardia franquistas, a partir
del lunes 27 de marzo de 1939 y, sobre todo, la madrugada y amanecer del día siguiente,
esas organizaciones clandestinas se encargasen de desplegar su plan de (pre)ocupación,
es decir, de tomar los principales servicios urbanos que aseguraban la distribución
de recursos básicos como el gas, el agua o la electricidad y de custodiar los centros
esenciales financieros, de telecomunicación o de transportes. Dada la extraordinaria
situación con la caída de los frentes, los quintacolumnistas se arrogaron la jurisdicción
en muy diversas materias, entre ellas el orden público, la investigación y la vigilancia.
Fueron los casos de los falangistas José María Estrada Cabellud, agente de segunda
del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, o de Fernando García, subjefe de una de
las principales facciones de choque con las que contaba la Quinta Columna para hacerse
con la ciudad desde su interior. Los dos, como tantos otros, se encargaron de tomar
a lo largo de esas horas transitorias distintos centros políticos enemigos en los
que incautaron ficheros y documentación de sus archivos con cuya información comenzaron
a apresar «a decenas de
personas» «Relación de agentes del SIPM por medio de la Organización ‘Antonio», AGMAV, C. 2963,
3, 1/9. Gómez y Marco (
A pesar de que poco después alguno de esos falangistas hubo de responder ante la justicia
franquista por su autónomo comportamiento, los quintacolumnistas de la capital se
sintieron legitimados. Buena parte de ellos tenía constancia de que la misma mañana
del día 28 de marzo, poco después de las 10:00 horas, les había sido traspasado pacíficamente
de manos republicanas el orden público de la capital. Detenido y custodiado en los
sótanos del Ministerio de Hacienda, fue el veterano socialista Julián Besteiro quien
cedió los poderes como última autoridad presente en la capital en virtud del estado
de guerra republicano y de la constitución del Consejo Nacional de Defensa, del que
era responsable de Estado. La cesión se produjo al quintacolumnista y falangista Antonio
Bouthelier Espasa, jefe del «Servicio Exterior» de la Sección Destacada SIPM del I
Cuerpo de Ejército y encargado por los mandos militares franquistas desde el 19 de
febrero anterior de las gestiones de la entrega de Madrid. Tres horas más tarde en
las trincheras de la Ciudad Universitaria y con la ciudad en manos de la Quinta Columna
se produjo la rendición simbólica de la ciudad, escenificada por el encuentro entre
el coronel republicano Adolfo Prada y su séquito, y el coronel franquista Eduardo
Losas y su 16.ª División «Informes que sobre la rendición de los rojos eleva a la Superioridad el SIPM, Sección
Destacada del Primer Cuerpo de Ejército, transmitiendo los que recibe de su Servicio
Exterior», 22-02-1939, AGMAV, C. 2485, 11/45. «Resumen de la actuación de la Sección
Destacada del 1er. Cuerpo de Ejército», AGMAV, C. 2925, 25/24. AGHD, Sumario 1449
(1939), C. 10, n.º 1.
Las tropas invasoras avanzaron y acamparon en pleno centro, tras la Puerta del Sol.
Ubicaron su Comandancia Militar en el edificio Capitol, donde el propio Losas fue
nombrado «comandante general de Madrid». Al mismo tiempo, entre las 14:00 y las 16:00
horas entraron las primeras fuerzas de vanguardia, que lo hacían tras varios intentos
y dos años y medio de asedio Montoliú ( «De personal de Madrid», AGMAV, C. 2954, 11. «Relato de los últimos momentos de la
dominación roja en Madrid y de la intervención en los mismos de uno de los dos grandes
grupos de personas afectos a la causa que accionaba la jefatura del SIPM», AGMAV,
C. 2485, 11/271-273. AGMAV, C. 2485, 11/91-94. Bouthelier y López (
La confusa situación perduró hasta la noche del día siguiente. «Poco después de las
nueve [del miércoles 29 de marzo], y conforme a las prescripciones de la ordenanza»,
fue cuando las fuerzas de la guarnición procedieron a colocar en cada esquina de la
capital la proclamación del estado de guerra en la ciudad, el cual había sido anunciado
durante la tarde y se extendía a toda la provincia «Se declara el estado de guerra en Madrid y su provincia», ABC (Madrid), 30-03-1939: 9-10.
«Declaraciones del coronel Ungría, jefe del Servicio Nacional de Seguridad», ABC (Madrid), 05-04-1939: 23. García (
Asentado en la capital, el DEM inició su primera tarea: dar cuenta a los mandos militares
de la actuación de las dos grandes agrupaciones quintacolumnistas controladas por
el SIPM durante los últimos meses y que eran los «Servicios Exteriores» por un lado
de la «Sección Destacada de la Sierra» y, por otro, de la «Sección Destacada del I
Cuerpo de Ejército». Al primero, que dirigía en el interior de Madrid el agente José
María Taboada en coordinación con el comandante Jiménez Ortoneda desde la localidad
segoviana de Sepúlveda, le atribuyeron unos 2812 servicios. Entre ellos se incluía
la localización de fuerzas y armamento enemigo, el espionaje en distintos escenarios,
la consecución de planimetrías requeridas por el Cuartel General o diversas noticias
sobre bombardeos, por cuyas actividades llegaron a ser felicitados en reiteradas ocasiones
por Ungría o el general Franco. Al segundo grupo, que dirigía en la capital el falangista
Antonio Bouthelier y que funcionaba bajo el mando del entonces comandante Bonel desde
La Torre de Esteban Hambrán (Toledo), le reconocieron la comunicación directa y regular
desde septiembre de 1938 con el campo enemigo gracias al montaje de una emisora de
radio, la evacuación irregular de numerosos oficiales militares o la nada desdeñable
gestión de la «rendición de la zona roja» «Informes del Destacamento Especial de Madrid del SIPM sobre la actividad de las
Secciones Destacadas del Ejército del Centro», 1939, AGMAV, C. 2925, 25.
Tras el balance, las plantillas de ambos «Servicios Exteriores» de las dos Secciones
Destacadas, es decir, de la Quinta Columna reconocida de la capital, fueron absorbidas
por el DEM y, en su defecto, por la Policía Militar de Bonel. Así, por ejemplo, el
2 de abril se encuadraron en su jefatura todos los componentes del SINSE que hasta
entonces venían actuando bajo las órdenes de Jiménez Ortoneda. Esta situación se tornó
a la larga en un destacado conflicto interno entre diversas facciones del SIPM. Tanto
es así que el quintacolumnista José María Taboada llegó a denunciar que durante los
tres primeros años tras la «Victoria» tuvo que realizar «el penoso trabajo que [le]
deparó la defensa, obligada, de los que habían sido [sus] colaboradores en el período
de guerra, objeto de “depuraciones” múltiples, maltratos y molestados por doquiera».
Muchos de ellos denunciados, según su criterio, «por aquellos que reñían batalla por
la conservación de los cargos a que habían accedido en los escalafones, con el aditamento
de poner incluso en tela de juicio su patriotismo y amor a España, por el simple hecho
de haber estado situados en la zona geográfica adversa» AGHD, Sumario 1872, leg. 7486. AGMAV, C. 2862, 24. Taboada (
A pesar de las desavenencias y el clima consecuente de miedos, sospechas, rencores
y acusaciones, el resto de quintacolumnistas, especialmente los que habían actuado
desde meses o años atrás bajo mando de Bonel, continuaron las labores de investigación,
información y control sin inconvenientes y con toda impunidad. Fue el caso del capitán
Manuel Gutiérrez Mellado, encargado del Destacamento de Policía Militar del Distrito
de Buenavista. El mismo había sido uno de los primeros dirigentes del «Servicio Exterior»
de la «Sección Destacada del I Cuerpo de Ejército» hasta su salida clandestina de
la ciudad perseguido por el contraespionaje republicano meses antes de la entrada
de las tropas franquistas. Tras regresar nuevamente a Madrid junto a las fuerzas de
ocupación, tanto él como sus subordinados se dedicaron «a limpiar la capital “de asesinos, cómplices y encubridores”, desde el 28 de marzo hasta el
18 de mayo, “en preparación del desfile de la Victoria y visita de S. E. el Generalísimo”» Puell (
Pero los conflictos de competencias y de parcelas de poder entre las distintas agencias
(para)policiales y cuerpos de seguridad oficiales no desaparecieron tras la parada
militar del 19 de mayo y el asentamiento de las instituciones administrativas del
«nuevo Estado» en la ciudad. Tras varios cruces de acusaciones, mayoritariamente por
corrupción, Ungría «decidió retirar a la Policía Militar del mantenimiento del orden
público, archivar sus ficheros en la Puerta del Sol y encomendar a Bonel su reorganización».
El SIPM se dividió entonces en dos secciones: un Destacamento dedicado a la persecución
de los exmiembros del SIM(r) y perseguidos políticos, que intentaba eliminar cualquier
atisbo de reconstrucción de redes enemigas; y otro denominado Sección Contraguerrillas,
compuesto mayoritariamente por veteranos agentes que habían permanecido en Madrid
durante la guerra, que debía liquidar asuntos pendientes de investigación y encargarse
de la contrainsurgencia. Al frente de este último se puso al mismo Gutiérrez Mellado,
quien desde su nueva sede de la calle Núñez de Balboa n.º 66 manejó los ficheros del
personal de «Guerrilleros», los comandos republicanos, incautados en Alcalá de Henares.
Para aquellas fechas Madrid ya lucía sofisticadamente ocupada y sus gentes debidamente
controladas y en proceso de depuración en buena medida gracias al trabajo de los experimentados
y meticulosos quintacolumnistas coordinados por el SIPM Puell (
Barcelona no solo anticipó la creación del DEM. También hizo que el SIPM previese la situación y promoviese la puesta en marcha, el 7 de marzo de 1939 y, por tanto, igualmente semanas antes de la ocupación de la ciudad, del «Destacamento Especial de Valencia (DEV)». La orden se hizo efectiva el día 20, y su impulso respondía a que:
Próxima la liberación de Valencia y su Región es preciso prever la organización [de]
un elemento SIPM que además del que del modo normal del Ejército debe llegar allí,
se dedique a reconstruir la QUINTA COLUMNA en los primeros momentos y con ella a la
persecución del SIM rojo. —Puesto que el servicio de espionaje allí existente viene
dirigido por la Sección SIPM del Norte y de ella es el capitán Arellano el que por
mi delegación conoce y maneja las redes nuestras, creo mi deber y un honor proponer
a V.S. la creación del DESTACAMENTO ESPECIAL DE VALENCIA a las órdenes del citado
Capitán que permanecerá allí los primeros momentos con carácter eventual, desapareciendo
un[a] vez cumpla su misión. —Dios guarde a V.S. muchos años—. El Teniente Coronel
de E.M. Jefe. Antonio Cores Las mayúsculas son del original. Mientras no se indique lo contrario, «Organización
del Destacamento Especial de Valencia», 25-03-1939, AGMAV, C. 1203, 22.
Como sucediera en los casos del DEC y del DEM, el soporte del DEV era la «5.ª Columna», reconvertida en el pilar de toda la unidad. Vaticinaban que:
pasado el primer momento de actuación del DEV, para el cual, la QUINTA COLUMNA habrá sido la base, el SIPM, como es reglamentario, ha de montar en Valencia su Red Informativa, y es en esto en lo que los elementos de la QUINTA COLUMNA han de tener más importancia y decisiva aportación, ya que por su actuación hasta el presente son acreedores de la máxima confianza por su convivencia con los rojos están en inmejorables condiciones de celar su futuro comportamiento.
Con el personal seleccionado se organizará la Red de Información Provincial de Valencia, la cual estará dividida en: JEFATURA y dos Subjefaturas; una constituida por la Red de la Capital, y otra por la Red de la Provincia.
Todo fue cogiendo forma a medida que pasaron los días. Antes de la ocupación de Madrid
y, sobre todo, tras su caída, el SIPM puso las miras en las principales ciudades republicanas
del Mediterráneo. Las tropas de ocupación franquistas a partir de ese momento se desplazaron
a marchas forzadas por el centro y el sur peninsular. Mientras que miles de personas
intentaban huir vía marítima por los distintos puertos costeros, la ciudad de Valencia
fue (pre)ocupada por la Quinta Columna mediante unas organizaciones de carácter paramilitar
denominadas «grupos S. S.». Estas células de choque habían surgido al comienzo de
la guerra por el impulso del quintacolumnista Ramón Bueno Laguarda. Tiempo después
fueron absorbidas por la organización que controlaba el SIPM en la ciudad y que lideraba
Vicente García Llácer. Tras su evasión en septiembre de 1938, el mando pasó al fraile
capuchino Francisco Salt Gómez, quien recibió esos «numerosos grupos de perfecta organización
militar» que le iban a ayudar, a su entender, a adueñarse «de los resortes de la vida
del campo enemigo». Efectivamente, esas mismas células se distinguieron durante la
(pre)ocupación al apoderarse de «la importantísima posición “Tokio” [sede de la dirección
del Partido Comunista de España (PCE)] y la Capitanía General de Valencia, dando noticia
de la rendición, por teléfono y enlaces motorizados (capitán Luis Aispurga y comandante
Belda) a las vanguardias de las tropas Nacionales en Temblenque
[sic] y al Cuerpo de Ejército de Galicia en Nules» «Información confidencial de las actividades en Valencia de Vicente García Llácer»,
10-1938, AGMAV, C. 2926, 21/28-34. «Certificado de Rodrigo Arellano Requena a Francisco
Salt Gómez», 27-04-1940, AGMAV, C. 2964, 1/5. «Certificado de Rodrigo Arellano Requena
a Ramón Bueno Laguarda», 27-04-1940, AGMAV, C. 2964, 1/6. Paniagua y Lajo (
En la toma interna de la ciudad también colaboraron mimetizados con los «grupos S.
S.» los quintacolumnistas de Falange de Luis Gutiérrez Santa Marina, exfundador del
partido, alto mando en Cataluña y encarcelado desde el comienzo del conflicto. Tanto
él como otros falangistas habían sido trasladados poco antes a las prisiones valencianas
procedentes de Barcelona. Aun privado de libertad, se puso al frente de la organización
clandestina local y delegó los trabajos en la calle en quien fuera jefe provincial
del partido en Santander, Carlos Esteve, quien junto a otros quintacolumnistas valencianos
se encargó de recopilar el armamento, captar nuevos elementos y preparar la toma interna
de la ciudad conectados «al unísono» con la Falange de Murcia. Santa Marina salió
de la cárcel el 25 de marzo y fue trasladado a la Sala de Detenidos del Hospital Provincial.
Tras amotinarse consiguió fugarse al día siguiente en complicidad con los oficiales
de prisiones. El día 28, al tiempo que Madrid era invadida, dio órdenes a todos los
jefes de sus «veintitantas centurias» para concentrar a sus hombres en sus domicilios.
Y al igual que en la capital, mientras tanto, «puestos al habla con los directivos
rojos, conseguían de éstos la rendición de Valencia sin condiciones, en la madrugada
del día 29, y empezaban a nombrar, con carácter provisional, cargos de gobernador
civil y comandante militar, que en las personas de Ramón Gordillo y el comandante
Belda radicaron para hacerse cargo de
la plaza». Esa tarde sucedió lo mismo con el Ayuntamiento valenciano, al frente de
cuya toma estuvo el tradicionalista y exconcejal en tiempos de la dictadura primorriverista,
Francisco Londres Alfonso. Y le siguieron los casos de otros tantos centros públicos
como la Universidad, ocupada por el quintacolumnista y catedrático de Derecho Civil
de la Universidad de Murcia y, accidentalmente, de la de Valencia, Manuel Batlle Vázquez «Servicio de escuchas», AGMAV, C. 2485, 11/319. Molero (
Controlada la ciudad por la Quinta Columna, como sucediera en las ocasiones anteriores junto a las primeras tropas de ocupación del Cuerpo de Ejército de Galicia entró, el día 30, el equipo del DEV. Se instalaron directamente en la calle de Sorní n.º 7, una ubicación nada casual ya que el edificio «reunía inmejorables condiciones por su distribución y mobiliario» por haber albergado hasta entonces la sede principal en la ciudad del SIM(r). Nada más entrar, «desde el primer momento», entre las prioridades del DEV estuvo «constituir el fichero de los que habían pertenecido a [sus] Organizaciones en Zona enemiga para que una vez seleccionados constituir con los elementos aprovechables [sus] Redes de Información». Aunque irrumpieron perfectamente organizados y estructurados con una jefatura, una secretaría general, un negociado de policía militar, otro de información, otro de recuperación de documentos, otro de enlaces con el SIPM de Levante y las diversas autoridades, y otro de personal y administración:
La imperiosa fuerza de las circunstancias y la insuficiencia de la Policía Gubernativa,
así como la necesidad de colaborar con la mayor eficacia con Auditoría de Guerra y
otros organismos Judiciales para la depuración de miles de individuos que habían prestado
sus servicios al Gobierno rojo, obligó a no seguir exactamente las directrices doctrinales
de la misión […], si bien [procuraron] en todas las actuaciones ajustarse lo más posible
a las normas del Reglamento y a las orientaciones señaladas Mientras no se indique lo contrario, «Memoria de las actividades del Destacamento
Especial de Valencia (abril-septiembre 1939)», AGMAV, C. 2959, 4. AGMAV, C. 2872,
3/3.
La praxis obligó al DEV a amoldarse al nuevo escenario. En consecuencia, nada más
entrar en la ciudad su plantilla que «había sido cubierta inmediatamente con personal
voluntario que había formado [parte de sus] Redes de Información en Zona enemiga»,
sufrió una significativa remodelación. Se puso de manifiesto, por ejemplo, la necesidad
de que el negociado de Policía Militar pasase a depender de la jefatura y, del mismo
modo, se acordó suprimir otros departamentos como el de enlaces. En todo caso, el
mando continuó en manos del capitán de la Guardia Civil Rodrigo Arellano Requena,
al que le auxiliaba una secretaría de la que dependían los tres negociados más destacados:
el de Investigación y Policía Militar, el de Administración y Personal y el encargado
del parque móvil. El primero de ellos se dividía y controlaba, a su vez, tanto las
Brigadas Especiales como los servicios de información, recuperación y archivo, así
como el de investigación, el cual poseía su propia asesoría y manejaba las denuncias,
los registros, las detenciones, las brigadas policiales y los interrogatorios AGMAV, C. 2964, 1.
Entre los meses de abril y septiembre de 1939 los encontronazos derivados por conflictos
de intereses y competencias entre los diversos actores encargados de la seguridad
y el orden público en Valencia también fueron habituales. Aun así, el DEV consiguió
elevar 5010 informes a diversas autoridades a consecuencia de sus pesquisas y del
uso de sus ficheros incautados, que fueron dirigidos principalmente a la Jefatura
del SIPM, a otros Destacamentos Especiales y Redes Provinciales, así como a diversos
juzgados militares, cuerpos de seguridad y de funcionariado civil. Sus agentes informadores
se infiltraron «en todas las actividades de la población» y fueron «la base para el
montaje de las Redes del Servicio». Consiguieron incautar numerosos documentos, que
clasificaron y manipularon para fines represivos. Confiscaron, entre otros, los ficheros
del Hospital Base, el del Comisariado Político, los de la Escuela Popular de Guerra
o los del SIM(r), que les ayudó a confeccionar 1610 fichas de identificación de sus
componentes. Y a esos fondos añadieron otros archivos como el de la Comandancia General
de Retaguardia, el de la Auditoría de Guerra de Levante, el del Servicio de Información
Especial Periférico (SIEP) o el del Buró Político del PCE, así como la recuperación
de numerosos objetos de valor artístico «Memoria de las actividades del Destacamento Especial de Valencia (abril-septiembre
1939)», AGMAV, C. 2959, 4.
Aunque «la mayoría» de los agentes del DEV no contaban con formación previa, la experiencia
adquirida durante el conflicto hizo que asimilaran «inmediatamente las directrices
para el desempeño de su misión, efectuando las investigaciones y diligencias para
el esclarecimiento de las numerosas denuncias presentadas como expertos veteranos,
realizando las arriesgadas detenciones». A las oficinas de Sorní n.º 7 llegaron en
esos meses 759 denuncias que conllevaron, una vez comprobadas y diligenciadas, la
detención de 1109 personas por las Brigadas de Policía, de las que 220 lo fueron «por
haber pertenecido al SIM rojo», 47 al SIEP y 842 «por ser autores de asesinatos».
Uno de esos ejemplos fue el de la joven Rosa Estruch, concejala de UGT y alcaldesa
de la localidad valenciana de Villalonga durante la contienda. Tras la entrada de
las tropas franquistas y de las investigaciones del SIPM «fue llevada [por la Columna
de Orden y Policía de Ocupación] a la comisaría instalada en un edificio de la calle
Sorní de la capital del Turia». Tras pasar también por la cárcel de mujeres del convento
de Santa Clara y de los sótanos del Hospital Provincial, su periplo carcelario le
produjo el diagnóstico de una poliartritis generalizada como consecuencia de los malos
tratos sufridos principalmente en su primer destino punitivo Gómez (
Tras Barcelona, Madrid y Valencia, el último gran centro urbano de importancia que
ocupar, y que igualmente mereció la formación de un Destacamento Especial del SIPM,
fue Cartagena. El origen de esta unidad estuvo ligado precisamente a la ocupación
de la Ciudad Condal, que obligó a las autoridades franquistas a mediados de marzo
de 1939 a suprimir las columnas de Orden y Policía de Voluntarios por la falta de
medios. El jefe de una de ellas, que había sido configurada en Burgos, creada exprofeso
para la toma de Barcelona y cuyos ciento ochenta componentes habían sido destinados
en condiciones precarias al sector fronterizo de La Junquera, solicitó en consecuencia
a Ungría la creación de un «Grupo Móvil de Policía» autosuficiente. Aceptada la propuesta,
la nueva unidad, compuesta por ciento veintisiete individuos, colaboró el 28 de marzo
en la ocupación de Madrid. Tres días más tarde, el 1 de abril, y ya reconvertidos
en «Grupo Móvil de Vanguardia de Cartagena», llegaron a la ciudad portuaria para reforzar
la «escasa» fuerza de ocupación enviada a esa plaza. Ante «los muchos servicios que
había que atender», se hicieron cargo de «gran número de aquellos, muchos de los cuales
no le atañían ni directa ni indirectamente». Por todo ello, finalmente se transformaron
en el «Destacamento Especial de Cartagena» (DECg) Mientras no se indique lo contrario, «Informe de las actividades realizadas por el
Destacamento Especial de Cartagena del SIPM. abril-septiembre 1939», AGMAV, C. 2959,
1.
Una vez ocupada la ciudad, el DECg incorporó de manera inmediata a «un buen número
de Jefes y Oficiales, procedentes del Cuerpo de Intendencia de la Armada, pertenecientes
todos ellos, a la Red de Espionaje en Zona roja denominada “HATACA”», quienes se presentaron
en su jefatura el mismo día de su llegada y cuya «eficacísima» colaboración aclaraba
la identificación de «las personas culpables y responsables por la relación que durante
el dominio rojo hubieron de sostener con ellas» Rodríguez (
Entre las prioridades del DECg estuvo la creación de «ficheros lo más amplios y concretos […] posible», por lo que abrieron expedientes a cada individuo que pasaba por sus dependencias y «a todos aquellos de quienes se iba teniendo confidencias o para los que se le extendiera alguna responsabilidad de documentos o declaraciones referentes a otros individuos». Los esfuerzos del grupo se destinaron también al control de la «extensa zona encomendada», unos 90 km de costa que incluían dos importantes bases aéreas «donde había quedado mucha gente con graves cargos de que responder». Por esa razón, el día 15 de abril decidieron crear en ambos aeródromos dos Subdestacamentos Especiales dependientes de la jefatura de Cartagena: uno en Los Alcázares, compuesto por un sargento, un cabo y doce agentes; y, cinco días más tarde, otro en Santiago de la Ribera con un equipo similar.
Para la confección de los ficheros, el DECg se esforzó en recopilar la mayor cantidad de documentación enemiga posible. Consiguieron gran parte de la que componía el archivo del SIM(r), con la que confeccionaron unas dos mil tarjetas identificativas de su personal y otro millar «con informes personales sobre fugados a la Zona Nacionalista». También incautaron la documentación generada por el Tribunal Popular de Cartagena, compuesta por unos setecientos cincuenta procesamientos por delitos políticos, numerosos telegramas oficiales, los papeles del Socorro Rojo Internacional que conformaban seis carpetas, todo el archivo de la masonería local del período 1917-1938 o las listas de personal de la Base Naval y de la Marina. Gracias a toda esa información, según una memoria que elevaron meses más tarde al Alto Mando franquista para dar cuenta de sus actividades, detuvieron antes del 4 de julio a cuatrocientos cincuenta oficiales y suboficiales del Ejército republicano, así como a «unos 500 individuos indeseables, la mayoría de los cuales fueron asesinos, destructores de artes y haciendas, ladrones, incendiarios, iconoplastas [sic], etc. etc.», además de personalidades «que no pudieron huir y que se habían refugiado en los Campos de Concentración de Alicante y Albatera, donde hubo que buscarlos y desenmascararlos». Entre ellos se encontraron miembros de los Comités de Carabineros, del Arsenal y del Jaime I, el jefe del SIM(r) de Murcia, el secretario del SIM(r) de Cartagena o Paco el Negro, que llevaba un coche para los «paseos» con la inscripción: «Irás y no volverás». Se hicieron cargo, asimismo, de otras tareas ajenas a sus competencias como el traslado de presos, la conducción del tesoro artístico a Madrid, los controles de carreteras durante las primeras semanas o la extensión de salvoconductos hasta que las competencias fueron trasladadas a la Comandancia Militar.
El 15 de julio, coincidiendo con la época de cosecha y con «las convocatorias de exámenes organizadas para excombatientes, excautivos, etc.», el DECg licenció a su personal uniformado, mayoritariamente compuesto por «labradores» y «estudiantes» burgaleses. Fueron sustituidos por un pequeño contingente de soldados del Batallón de Bailén n.º 24, incorporados a fin de colaborar con los «agentes secretos». Desde entonces, el DECg elaboró 4200 nuevos informes para dependencias judiciales y depuradoras, 2300 «sobre personal procesado o depurado en su mayoría», otros 2300 derivados de la clasificación de los papeles del SIM(r) y 800 fichas de masonería. A esas alturas, su máxima preocupación era ya la reconstrucción de ciertas redes del movimiento obrero. Lo fue, por ejemplo, el intento promovido por la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Y lo fue, también, la tentativa promovida por el Socorro Rojo Internacional (SRI), que entendían estaba aprovechando la situación de extrema necesidad y hambruna de la población, así como la cercanía a Orán donde recalaban varios buques con algunos «elementos indeseables», para «infiltrarse» en sus barrios. Los informadores del DECg tenían indicios de que había conseguido reorganizarse a mediados de agosto porque «habían sido recaudadas pequeñas cantidades entre los obreros del Arsenal y Constructora Naval». Eso les facilitó la detención de parte de los implicados.
El DECg inició una remodelación interna en torno al mes de septiembre siguiendo una ordenanza de la jefatura nacional del SIPM. Aunque para entonces la ciudad ya estaba casi plenamente asegurada, deseaban potenciar su «labor de Contraespionaje» al modo de las Redes Provinciales que Ungría había ido fomentando desde la primavera del año anterior a esa parte. Querían extender «poco a poco los tentáculos por todos aquellos organismos y dependencias en donde se considerara más necesario el control de todos sus elementos». Sin embargo, pocos meses de vida restaban ya tanto al SIPM en general como al DECg en particular, cuyos agentes fueron incorporándose paulatinamente al mando del delegado de Orden Público de la Comandancia Militar, el capitán Luis Garcerán, o a los distintos organismos policiales gubernativos que se estaban reorganizando para continuar como garantes del orden durante las décadas que habría de durar la dictadura.
Los Destacamentos Especiales del SIPM no fueron más que un pequeño eslabón en todo el conglomerado policial de la dictadura. Fueron una pieza esencial creada para suplir distintas carencias tras la inmediata entrada de las tropas rebeldes en las últimas ciudades republicanas, las cuales se habían defendido con uñas y dientes durante dos años y medio. Fueron, a fin de cuentas, la primera policía política franquista de Barcelona, de Madrid, de Valencia y de Cartagena. Se encargaron de reorganizar a la Quinta Columna, cuyo personal era el único tácitamente depurado por su lucha clandestina contra la República en el interior de esas ciudades. El testimonio de sus integrantes sirvió para poner cara a los a los culpables, para saber dónde encontrarles, para saber, al menos, dónde investigar. Sirvió para la venganza, el terror y el control, para buscar y cazar a sus enemigos en los primeros momentos tras la ocupación. Mientras ellos actuaban coordinados por el mismo SIPM que les había guiado durante los meses anteriores, el resto de fuerzas invasoras entraban asombradas ante la inmensidad de lo que suponía la toma de una gran ciudad. Fueron los Destacamentos Especiales del SIPM quienes se adelantaron a sus movimientos o quienes, simplemente, les ayudaron ante su desatino y desconocimiento.
El período de actuación de los Destacamentos Especiales fue, no obstante, muy breve.
Comprendió desde los últimos días de enero de 1939, en los que surgieron como apoyo
en Barcelona, hasta la reforma interna del SIPM de septiembre de ese mismo año. Entonces
sus agentes vislumbraron que su futuro a corto plazo pasaba por dos vías: abandonar
el circuito de movilización bélica, lo que prefirió una minoría, o continuar en él
asistiendo al mismo tiempo a la consolidación del nuevo régimen para pasar, según
su condición, a los futuros y diversos negociados de la inteligencia militar o, en
su defecto, a los de la información civil y (para)policial, por lo que optó la mayoría AGMAV, C. 2988, 5. Píriz (
Por delante queda estudiar precisamente algunas de esas trayectorias personales. Queda
entender en profundidad desde el punto de vista de la inteligencia militar y policial
el tránsito entre la total ocupación del territorio republicano y las reformas que
en ese sentido se gestaron en el marco de la Segunda Guerra Mundial y después. De
este modo, habrá de detenerse en el vacío institucional surgido en el verano de 1939,
entre los meses de agosto y septiembre, en los que se modificó la Ley de Administración
Central del Estado (8 de agosto), se creó el Alto Estado Mayor (30 de agosto), se
reorganizó la Dirección General de Seguridad (23 de septiembre), y se cesó al también
jefe del SIPM al frente de la misma (24 de septiembre). Solo así podrá comprenderse
la existencia y actuación de ciertas unidades parapoliciales o paramilitares surgidas
aquellos días impulsadas desde abajo con el beneplácito desde arriba. Del mismo modo, habrá que detenerse en analizar la desmovilización del SIPM iniciada
en el mes de diciembre, preguntarse por qué el general Varela, ministro del Ejército,
le puso final y por qué se relegó a un segundo plano antes de concluir el año al todopoderoso
coronel Ungría. Habrá que cuestionarse, en última instancia, los clásicos límites
cronológicos de una Guerra Civil que aparentemente lejos estuvo de concluir el 1 de
abril de 1939 «Ley por la que se modifica la organización de la Administración Central del Estado
establecida por las de 30 de enero y 29 de diciembre de 1938», BOE, 221, 09-08-1939: 4326-4327; «Decreto creando el Alto Estado Mayor», BOE, 243, 31-08-1939: 4797; «Ley reorganizando la Dirección General de Seguridad», BOE, 269, 26-09-1939: 5333-5334; «Decreto disponiendo cese en el cargo de Director General
de Seguridad don José Ungría Jiménez», BOE, 269, 26-09-1939: 5334; «Orden de desmovilización del SIPM», 12-1939, AGMAV, C. 2962,
18/2-9.
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