RESUMEN
El presente artículo trata de reconstruir y esclarecer algunas de las causas y consecuencias del clima de efervescencia emancipatoria que, como en otros ámbitos de la sociedad española, se apoderó de los discursos y las prácticas psiquiátricas en los años finales de la dictadura franquista. De este modo, la cristalización de una nueva sensibilidad hacia la situación de las personas afectadas por trastornos mentales, las crecientes exigencias de participación de los profesionales en la gestión de las instituciones y los esfuerzos por implementar un trato más horizontal con los pacientes se interpretan en el marco de la irrupción de una conciencia ciudadana más activa, asertiva e inclusiva. Teniendo en cuenta la severa restricción de derechos políticos y las medidas represivas con las que el régimen se enfrentó finalmente a la disidencia psiquiátrica, se concluye con una breve reflexión sobre el difícil encaje de la cultura de la salud mental comunitaria con entornos sociopolíticos autoritarios y el inevitable desencanto que hubo de provocar posteriormente la implementación efectiva de los procesos de desinstitucionalización y reforma psiquiátrica.
Palabras clave: Salud mental; ciudadanía; reforma psiquiátrica; España; tardofranquismo.
ABSTRACT
This article tries to reconstruct and clarify some of the causes and consequences of the climate of emancipation that, as it happened in other areas of Spanish society, seized psychiatric discourses and practices in the final years of General Franco’s dictatorship. In this way, the crystallization of a new sensibility towards the situation of people affected by mental disorders, the increasing professional demands of participation and involvement in the management of institutions and the efforts to implement more horizontal therapeutic interventions are interpreted in the framework of the emergence of a more active, assertive and inclusive civic consciousness. Taking into account the severe restriction of political rights and the repressive measures with which the regime finally faced all this wave of psychiatric dissent, the paper offers a brief final reflection on the scarce compatibility of the culture of community mental health with authoritarian sociopolitical environments and on the inevitable disenchantment caused later by the effective implementation of the processes of deinstitutionalization and psychiatric reform.
Keywords: Mental health; citizenship; psychiatric reform;; Spain; late Francoism.
Los fantasmas que hoy recorren Europa no son las revoluciones del futuro,
sino las revoluciones derrotadas del pasado
Enzo Traverso, Melancolía de izquierda (2016)
A finales de la década de 1960, la conciencia de la precariedad y la profunda inadecuación de las instituciones psiquiátricas españolas estaba muy extendida incluso entre las más altas esferas del régimen franquista. El 24 de abril de 1968, por ejemplo, el almirante Luis Carrero Blanco, vicepresidente y hombre fuerte del Gobierno, aseguraba compartir la «preocupación que la opinión pública siente ante el estado en que se encuentra la asistencia de los enfermos mentales» y, aunque anunciaba «próximas soluciones» basadas en «las conclusiones a que lleguen los estudios en curso», expresaba su impotencia en unos términos realmente poco comunes para los parámetros de la dictadura: «Con sinceridad ha de reconocerse que la complejidad [del problema] y las dificultades con que se tropieza, tanto en el aspecto técnico, en el que las opiniones no siempre coinciden, cuanto en el financiero, condicionado por circunstancias a veces acuciantes […], no han permitido llegar a las metas a las que se aspira»[2].
Esta (sorprendente) declaración se produjo después de que el entonces presidente de la Diputación de Barcelona, José María de Muller y de Abadal, y otros dos procuradores en Cortes (Fernando Ybarra y López-Dóriga, presidente de la Diputación de Vizcaya, y Rogelio Mir Martí, representante sindical de Actividades Sanitarias) formularan una pregunta-ruego en la que, con el fin de solicitar un aumento en la dotación presupuestaria de las diputaciones y, sobre todo, la implicación de la Seguridad Social en la financiación y la prestación de servicios psiquiátricos, se describía de un modo absolutamente catastrófico la situación asistencial en el país:
La necesidad de acometer una reforma integral de la asistencia psiquiátrica viene impuesta por el hecho de que el régimen hoy imperante constituye un profundo anacronismo. […] Las instituciones psiquiátricas […] poseen casi todas un carácter profundamente manicomial. Esto significa que no solo son arcaicos los edificios, sino el espíritu que los informa. […] Son instituciones que producen angustia a los enfermos y a sus deudos. Tienen el carácter de «depósitos» en los cuales los enfermos viven apretujados en condiciones lamentables higiénicas, estéticas y, sobre todo, éticas. Los derechos de la persona humana [sic] no pueden ser dignamente tenidos en cuenta. Los pacientes van perdiendo su individualidad[3].
Unos días después terciaba en el debate Adolfo Serigó Segarra, a la sazón secretario
general del Patronato Nacional de Asistencia Psiquiátrica (PANAP), el organismo oficial
que, desde 1955 hasta su disolución efectiva en 1974, trató de establecer las directrices
de la política de salud mental del régimen y de coordinar la (muy limitada) acción
estatal en la materia[4]. En un artículo publicado en Tribuna Médica, Serigó —muy comprometido con la difusión del ideario psicosocial y el enfoque rehabilitador
propugnado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos internacionales—
definía la asistencia psiquiátrica como «la cenicienta de la asistencia sanitaria
española, sin paralelismo con el resto de los servicios asistenciales y el nivel socioeconómico
del país». Pero, significativamente, todavía concebía el problema en unos términos
exclusivamente técnicos o administrativos: así, confiaba en que las inversiones previstas
en el Segundo Plan de Desarrollo (1968-1971) dispondrían el volumen apropiado de
camas y profesionales; pensaba que las corporaciones locales, «debidamente asesoradas
por un organismo oficial encargado de la planificación, normas, control y ayuda económica»,
eran las «entidades idóneas para estructurar servicios comprensivos de salud mental»,
y destacaba los frutos que se estaban obteniendo gracias a las numerosas actividades
divulgativas y de «preparación de personal» de la Dirección General de Sanidad (DGS)
y el PANAP Serigó Segarra (
A principios de la década de 1970, de hecho, empezaron a publicarse numerosos artículos,
fotografías y reportajes periodísticos de gran impacto sobre las míseras condiciones
materiales y humanas imperantes en los hospitales psiquiátricos del país, generándose
un estado de opinión cercano al escándalo frente a unas muestras tan ostensibles de
abandono y exclusión Una crónica preliminar de dichos conflictos se ofrece en Sáez Buenaventura ( Irisarri Vázquez ( Tal como se consigna repetidamente en García González (
Como era de esperar, y teniendo en cuenta la peculiar situación del país —que desde
la década de 1960 asistía a una creciente disociación entre la cerrada superestructura
del poder y una ciudadanía cada vez más empoderada que, sobre todo en las grandes
ciudades, se encontraba en pleno «aprendizaje de la modernidad» Excelentes análisis de la (excepcional) coyuntura social y política del tardofranquismo
se ofrecen en Moradiellos ( El recuento más amplio y detallado de todas ellas se ofrece en el volumen coordinado
por González de Chávez ( Sobre los problemas estructurales de la asistencia psiquiátrica al final de la dictadura pueden verse Muñoz (
Con el objeto de sustanciar esta tesis, el presente artículo trata de reconstruir
y esclarecer algunas de las causas y consecuencias del clima de movilización y efervescencia
emancipatoria que se apoderó de los discursos y las prácticas psiquiátricas en los
últimos años de la dictadura franquista. En primer lugar, se analiza la cristalización
de una nueva sensibilidad pública hacia la situación de las instituciones psiquiátricas
y las personas afectadas por trastornos mentales. Posteriormente, se describe la irrupción
de una nueva cultura de la participación en el campo de la salud mental con la reivindicación
por parte de los profesionales de una implicación más directa en la gestión de las
instituciones y la introducción de intervenciones y prácticas terapéuticas centradas
en la promoción de la autonomía de los pacientes. Y, finalmente, se examinan las medidas
represivas con las que el régimen se enfrentó finalmente a la disidencia psiquiátrica a la luz de una serie inédita de documentos de archivo. De acuerdo con el marco de
análisis desarrollado en trabajos previos
El 13 de febrero de 1971, la revista progresista Triunfo publicó la primera de dos entregas de un demoledor «informe» sobre la asistencia psiquiátrica
en España elaborado por el escritor catalán Guillermo Díaz-Plaja. Acompañado de algunas
(pocas) imágenes ilustrativas del clima de «ociosidad y falta de horizontes» que imperaba
en los manicomios del país, el texto no escatimaba calificativos para describir la
«impresionante y deprimente» experiencia que suponía «penetrar en este tipo de instituciones»:
«la pura visión […] de las condiciones […] sugiere automáticamente la idea de miseria» «1971. Año de la asistencia psiquiátrica», Tribuna Médica, 7-1-1972.
Tal como ha mostrado Óscar Martínez Azumendi en una reciente y completísima revisión,
los reportajes de Triunfo y Tribuna Médica constituyeron el primer episodio significativo de la continuada presencia de la «miseria
psiquiátrica» a lo largo de la década de 1970 entre los contenidos no solo de la prensa
médica especializada y las publicaciones progresistas, sino también de revistas de
actualidad e interés general dirigidas al gran público como Sábado Gráfico o Interviú. Sin duda, todas estas piezas periodísticas, no siempre exentas de cierto sensacionalismo En este sentido, el reportaje de mayor impacto fue sin duda «El terrible caso del
psiquiátrico de Valencia», publicado por Sábado Gráfico el 18 de noviembre de 1972, con texto de Tomás Martín Arnoriaga y unas escalofriantes
imágenes que documentaban las condiciones «infrahumanas» (sic) del establecimiento.
Como es lógico, las retóricas y los actores que encarnaron dichos valores fueron
muy diversos. Véanse, en este sentido, Gracia y Ruiz Carnicer (
En este sentido, es llamativo que uno de los aspectos más señalados en los artículos
de prensa de aquellos años, y muy especialmente en las series de Díaz-Plaja y De Lera,
fuera la inexorable pérdida de la intimidad y —como ya había denunciado ante las Cortes
el presidente de la Diputación de Barcelona— hasta de la misma individualidad que
provocaban los internamientos psiquiátricos prolongados. Así, por ejemplo, y emulando
los análisis clásicos del sociólogo canadiense Erving Goffman sobre las «instituciones
totales» «Imponer una rutina diaria que [se] considera ajena [fuerza] a asumir un papel que
desidentifica. […] La atmósfera es promiscua en extremo. No hay posibilidad de intimidad
alguna» (
En un sitio donde todo el mundo te manda, donde tú no tienes opinión y no eres agente,
sino paciente, y donde, además, te hacinan en horrendos dormitorios despersonalizados,
en un edificio uniforme, con alimentación y vestidos uniformes y te someten a un horario
y a una disciplina también uniformes […], no queda posibilidad alguna para la recuperación
de la conciencia y la responsabilidad individual. El sistema es como una trituradora
capaz de destruir hasta los últimos vestigios de la personalidad
Asimismo, otro argumento relativamente común y novedoso en estos reportajes era que
las condiciones de las instituciones psiquiátricas se habían vuelto tan abiertamente
escandalosas porque concernían al conjunto de una ciudadanía que en cualquier momento
(y, de hecho, cada vez con mayor frecuencia) podía requerir sus servicios. Así lo
expresaba, por ejemplo, Díaz-Plaja en el mismo encabezamiento de su informe para Triunfo al señalar que «todos somos en un grado u otro alienados que vivimos con nuestras
pequeñas neurosis a cuestas. Pequeñas o grandes, las adaptamos y conseguimos sobrevivir
con apariencias de normalidad. Pero, en ocasiones de modo gradual, o en otras repentinamente,
nos quedamos sin defensas y se presentan de forma ingrata los síntomas de la enfermedad
mental»; precisamente ese y no otro había sido el motivo —decía— por el que había
decidido «investigar las respuestas que nuestra sociedad tiene preparadas para […]
los ciudadanos afectados por la enfermedad mental» De Lera (
Por último, estos textos periodísticos denunciaban abiertamente la pasividad de la
Administración y vaticinaban que, de forma inevitable, las nuevas generaciones de
profesionales (formadas ya en un nuevo entorno social y portadoras, por tanto, de
nuevos valores) se alzarían más pronto que tarde contra el abandono, la exclusión
y el viejo orden manicomial en su conjunto. En este sentido, y tras constatar que
«a niveles oficiales no hay indicios que permitan atisbar una gran inquietud renovadora»,
Díaz-Plaja señalaba que «los jóvenes psiquiatras que con las ideas nuevas y al uso
en otros países aterrizan en este mundo asistencial van a chocar, sin duda, y mucho,
con la estructura y la concepción de la psiquiatría implícita» De Lera (
Desde mediados de la década de 1960, el Hospital Psiquiátrico de Oviedo (antiguamente
conocido como la Cadellada) se había convertido, en efecto, en el escenario de uno
de los (escasos) ensayos reformistas inspirados en la recomendaciones de la OMS y
el modelo de la psiquiatría comunitaria anglosajona que se acometieron con el apoyo
de algunos sectores del régimen (especialmente, del Ministerio de la Gobernación,
todavía dirigido por el teniente general Camilo Alonso Vega, y de organismos dependientes
del mismo como la DGS y el propio PANAP). Por iniciativa del entonces presidente de
la Diputación Provincial José López-Muñiz, abogado del Estado, gran cruz de la Orden
Civil de Sanidad y miembro del Consejo Rector del PANAP, se contrató a un equipo de
(jóvenes) profesionales (varios de ellos, como el nuevo director médico, José Luis
Montoya Rico, formados en el extranjero), se incrementó notablemente el presupuesto
y la plantilla, se reorganizaron las secciones y el organigrama del hospital, se introdujeron
mejoras en la confortabilidad de las instalaciones, se redujo la estancia media, se
puso en marcha una incipiente política de sectorización por medio de una pequeña red
de dispensarios y se elevaron considerablemente los estándares clínicos y administrativos Para una exposición de los antecedentes y el desarrollo inicial de este proceso pueden
consultarse Montoya Rico (
Como es lógico, todas estas medidas, impulsadas con mano firme por el presidente de
la Diputación con el aval del propio Alonso Vega, hubieron de salvar desde un principio
numerosos obstáculos y se toparon con la resistencia y la hostilidad de algunos sectores
(como los médicos de mayor edad o el personal auxiliar menos cualificado) que se sintieron
desplazados y/o vieron lesionados sus intereses. Pero, al cabo de poco tiempo, además,
el carácter autoritario y esencialmente tecnocrático del proceso empezó a colisionar
con la misma ideología asistencial que lo animaba. Tal como advirtió en su momento José García González, uno de sus protagonistas,
«la nueva práctica asistencial que se desarrollaba creaba y exigía una dinámica en
la que la toma de decisiones ya no podía ser un acto individual o aislado del médico,
sino el resultado de la discusión y del trabajo del equipo terapéutico», de manera
que «empezaron a aparecer contradicciones entre el modelo que se propuso, la nueva
práctica que se creó y la estructura rígida que la enmarcaba» García González ( Bellido Vicente ( García González (
En estas coordenadas, pues, es lógico que la participación emergiera como el valor
central y la principal aspiración de un movimiento progresista de transformación asistencial
que, aparte de reivindicar de manera creciente la implicación activa de los profesionales
en la gestión de las instituciones, se proponía (nada menos que) implantar una nueva
cultura terapéutica. Así, según García González, «cuando la Administración permitió
formas de organización participativa o, más frecuentemente, cuando los trabajadores
las impusieron, se evidenciaron cambios sobresalientes en la calidad asistencial y
se apuntaron vías de superación de la caduca estructura institucional» La llamada psicoterapia institucional se desarrolló en Francia en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial promovida
por los psiquiatras Lucien Bonnafé, Jean Oury, Roger Gentis y, sobre todo, el catalán
Francesc Tosquelles, que a finales de la década de 1960 empezó a asesorar la práctica
asistencial del Institut Pere Mata de Reus. Véanse al respecto Lamarche-Vadel y Preli
( La experiencia italiana se dio a conocer tempranamente en España con la rápida difusión
de las obras de Basaglia y, muy especialmente, del libro colectivo La institución negada (1968), cuya versión castellana fue editada en Barcelona por Carlos Barral en 1972
con un prólogo de Ramón García, Ana Serós y Luis Torrent. Sobre los contactos de este
grupo con Basaglia véase García (
Como consecuencia del matiz emancipador que asumió entonces la práctica de las comunidades
terapéuticas En una entrevista mantenida con Fabiola Irisarri el 27 de noviembre de 2014, Guillermo
Rendueles, otro de los psiquiatras implicados en la experiencia ovetense, insistió
en el papel central de la práctica asamblearia en las dinámicas transformadoras y
en la génesis de una nueva conciencia por parte de los profesionales: «Lo que pasa
es que poner en marcha las asambleas de enfermos, por ejemplo, es dinamita, es dinamita
porque ese movimiento asambleario nos transforma a todos» ( Véanse al respecto García (
Dentro del clima de efervescencia cívica que se vivía por aquel entonces en amplios
sectores de la sociedad española (que no solo condujo a una creciente presencia e
implantación de las fuerzas políticas de oposición, sino también a la emergencia de
diversos movimientos sociales centrados en la esfera del trabajo, los derechos de
las mujeres, la defensa del medio ambiente o el activismo estudiantil y vecinal Véanse, en este sentido, Radcliff (
Cualquier transformación pasa por […] la necesidad de democratización de todas las
estructuras del hospital que, en el caso de los pacientes, conlleva la participación
de estos en la marcha y gestión del propio hospital. El paciente internado debe encontrar
canales para poder expresarse y debe tener la posibilidad de discutir y colaborar
en la marcha del hospital con otros pacientes, con el estamento terapéutico y con
la Administración. No nos cabe duda de que el instrumento más adecuado para conseguir
esto es la creación y posibilitación del proceso asambleario como órgano fundamental
en la vida del hospital
Pero, por otro lado, de ello también se derivaba que la práctica de la psiquiatría comunitaria había de verse como un elemento integral del nuevo compromiso ciudadano que empezaba a articularse a través de una serie de movimientos sociales de filiación progresista:
Los trabajadores de la salud mental que hemos participado en las distintas experiencias
de psiquiatría comunitaria que desde hace años vienen desarrollándose en el Estado
español abrimos brecha en lo que entendemos que debe ser hoy una lucha colectiva por
una alternativa popular a la psiquiatría directamente ligada a los movimientos de
masas: asociaciones de vecinos, amas de casa, APAS, movimiento feminista, partidos
políticos, sindicatos, movimientos ecologistas, etc.
Tal como señaló en su momento Josep Maria Comelles, y en la medida en que aspiraba
a «la restitución del individuo a la sociedad, convirtiéndolo en un ciudadano de pleno
derecho», el reformismo psiquiátrico de los primeros setenta adoptó así un cariz abiertamente
militante (y utópico) al ensayar «en el espacio del loco, en el manicomio, [la construcción]
de una sociedad perfecta, democrática, horizontal, regulada mediante los procedimientos
de la democracia directa» Sobre estos procesos pueden consultarse, respectivamente, Donnelly (
Como ya se ha señalado, los acontecimientos se precipitaron en la primavera de 1971.
Inicialmente, el mayo asturiano se saldó con la readmisión de todos los profesionales que habían sido despedidos en
el curso de la huelga y la cesión por parte de la Administración en todas las demandas
planteadas por los médicos residentes Para una cronología detallada de los hechos véase nuevamente García González ( Una crónica detallada de este episodio y su repercusión mediática se ofrece en Irisarri
Vázquez (
Así, por ejemplo, cuando a finales de diciembre de 1971 estalló un nuevo conflicto
en Oviedo con motivo de la selección de los aspirantes a nuevas plazas de médicos
residentes y veintiséis médicos volvieron a encerrarse y, al cabo de unas semanas,
a presentar su dimisión en un acto de inmolación democrática, a la Diputación no le tembló el pulso y el 11 de febrero de 1972 estimó «unilateralmente
rescindido» su contrato y el de otros sesenta miembros del personal que se solidarizaron
con ellos En esta ocasión, la protesta se inició después de que el Consejo de Administración
modificara la selección realizada por la Comisión de Docencia, una medida que fue
inmediatamente interpretada como una «rotunda negativa a la participación» ( Menéndez-Manjón y Sancho-Miñano, J. M. «Informe sobre las situaciones conflictivas
de nuestros establecimientos hospitalarios», 12-2-1972, Archivo General del Ministerio
del Interior (AGMI), Expediente 2705/26. Un extracto de este documento se reproduce
en García González (
Comisión: Figura en ella […]. Ingreso el 10-8-1970. Con antecedentes familiares comunistas. […] Relacionado con otros residentes, influye en las planificaciones conflictivas. ENTREVISTA: […] Hay quien indica que las preguntas tenían más intención política que científica, y según contestaran en línea de simpatía o rechazo a la teoría y acción marxista, aumentaba o disminuía el coeficiente adjudicado. […] Otros médicos con antecedentes: […] Ideología: COMUNISTA. En Salamanca en 1966 y 1967 tomó parte en algaradas. Entre otras un acto en el Palacio de Anaya pro-paz en Vietnam (programada en general por el Partido Comunista de España). […] En 1965 fue detenido en Salamanca por ser uno de los principales agitadores de la Universidad. En febrero de 1966, nuevamente detenido por pertenecer a la FUDE. Le fue incautada propaganda y literatura marxista. […] Con motivo de la visita a Asturias de S.E. el Jefe del Estado para inaugurar el Aeropuerto de Ranón intenta conectar con estudiantes de la zona de Avilés para acudir a silbar al Jefe del Estado. […] Estuvo confinado en el domicilio de sus padres por determinación del Excmo. Sr. Gobernador Civil de Salamanca durante el Estado de Excepción. […] Frecuentó la compañía de significados activistas estudiantiles de filiación comunista. […] Fue incluido en la relación de estudiantes de la Dirección General de Seguridad de 10 de marzo de 1970 denegatoria del certificado de buena conducta. […] En Salamanca fue activista destacado en todos los actos subversivos […]. Escribió artículos en el periódico ‘Fonseca’ incitando siempre a la alteración del orden. […] En febrero de 1966, detenido, pasó a disposición judicial en la Prisión de Salamanca y fue procesado por actividades comunistas. […] Resultó ser autor de letreros subversivos y promotor de huelgas académicas. […] Según Salamanca, en cuya Universidad cursó sus estudios, se destacó tomando parte en algaradas, manifestaciones, huelgas etc., y, en general, por la actividad subversiva, mostrándose siempre de la oposición al Régimen.
Así pues, a la vista del «currículum político y la vinculación subversiva» de algunos de sus protagonistas, el informe no vacila en definir el conflicto como «un hecho práctico de acción comunista, desarrollada —como siempre— por una minoría que siembra el descontento y, explotando razones discutibles y “rebuscadas” imperfecciones como plataforma, moviliza a la masa (en este caso médicos) conduciéndola sutilmente bajo la estrategia del PCE». Y, a continuación, describe del siguiente modo algunos de los «fundamentos» de dicha conclusión, entre los que no olvida mencionar las diversas adhesiones recibidas desde otros centros asistenciales del país y, muy especialmente, el «apoyo» de la clandestina Radio España Independiente:
Los encierros (sea en una Iglesia, una mina, una Facultad, un centro asistencial)
son táctica de «comunistas» basada en que ello produce escándalo […], sirve de método
coactivo y aglutina […]. El tiempo de encierro sirve para conversaciones donde «se
critica» y «se descubre» que todo es malo en el Régimen y ello prepara para afianzar
la postura rebelde […]. Para mantener la situación, la actividad de elementos del
Partido monta la orquesta de la solidaridad y cursa […] cartas, escritos, con firmas
de apoyo, a la prensa, autoridades, etc. […] La extensión del problema a otros centros
regionales y en el ámbito nacional forma parte de la escalada subversiva. […] La característica
general de estas adhesiones solidarias es una manifiesta protesta contra la Administración
para desprestigiarla Jefatura Superior de Policía (Brigada Social), «Médicos Hospital Psiquiátrico de
Oviedo» [Informe al gobernador civil], 3-2-1972, AGMI, Expediente 2705/26 (entrecomillados
en el original). Los manifiestos de buena parte de estas «adhesiones solidarias» se
recogen también en García González (
En relación con el mismo episodio, otro documento inédito que muestra con claridad
el abandono por parte de la Administración de cualquier voluntad de conciliación es
la dura «contestación» de Menéndez-Manjón al «Informe sobre la situación en el Hospital
Psiquiátrico de Oviedo» elaborado por los psiquiatras Manuel Cabaleiro Goás y Sergio
García Reyes en nombre de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN), que fue
hecho público a los pocos días del desenlace del conflicto. Tras elogiar las reformas
impulsadas por López-Muñiz (que había cesado como presidente de la Diputación en 1970)
y recordar que la propia AEN había aprobado en su XI Congreso una resolución de apoyo
al «principio de participación del personal médico-sanitario en la gestión hospitalaria»,
el informe de Cabaleiro y García Reyes apoyaba la «razonada disconformidad» de los
médicos frente a la «intransigencia» del Consejo de Administración y lamentaba la
cínica pasividad de las autoridades provinciales a la hora de resolver un conflicto
que «amenaza con hacer desaparecer el mejor hospital psiquiátrico de España». Para
evitar la «catástrofe asistencial» que se produciría si se consumaban los despidos,
el informe exhortaba a iniciar «negociaciones por ambas partes» (eventualmente, con
el arbitraje de la DGS o el PANAP) y definía el conflicto de Oviedo como una «expresión
sintomática del estado crítico en que se halla la estructura y la organización de
la
asistencia psiquiátrica hospitalaria en España» Cabaleiro Goás, M. y García Reyes, S., «Informe sobre la situación en el Hospital
Psiquiátrico de Oviedo», AGMI, Expediente 2705/26.
Menéndez-Manjón y Sancho-Miñano, J. M. «Contestación de la Diputación al “Informe
sobre la situación en el Hospital Psiquiátrico de Oviedo” hecho público los días 16
y 17 del mes en curso», 18-2-1972, AGMI, Expediente 2705/26.
En el caso de la reforma del Sanatorio de Conxo, iniciada en 1972 con la contratación
por parte del entonces presidente de la Diputación de A Coruña de Montoya Rico (como
gerente) y de otros médicos que habían participado en el mayo asturiano, el Gobierno Civil de la provincia también trató de mantener al corriente a la DGPI
(entonces ocupada por José Luis Taboada García) en cuanto la dinámica transformadora
desató una cierta conflictividad García González ( Varela (
Noticias confidenciales dignas de crédito señalan que el Jefe Clínico del Hospital
Psiquiátrico de Conjo (Santiago de Compostela) […] ha sido captado para integrarse
en la «Junta Democrática» que patrocinan el dirigente comunista Santiago Carrillo
y el abogado Calvo Serer, y que dicha captación se realizó con motivo de la reciente
estancia en esta capital del Sr. García Trevijano. En opinión de algunos de los que
mantuvieron contacto con el citado anteriormente García Trevijano, el médico aludido
es uno de los máximos responsables del Partido Comunista en Galicia. En los archivos
consta que en el año 1971 tomó parte en el conflicto provocado en el Hospital Psiquiátrico
de Oviedo. Desde su llegada a Galicia viene participando activamente en todos los
procesos conflictivos del Manicomio de Conjo Jefatura Superior de Policía (Información), «Información política» [Informe al gobernador
civil], 17-10-1974, AGMI, Expediente 3374/50.
Como en otros ámbitos potencialmente contestatarios, el régimen terminó por estrechar
el cerco administrativo y policial de la disidencia psiquiátrica y trató de mantener
bajo control y en sordina las experiencias más innovadoras y a los profesionales más
inquietos. Con todo, los incidentes se sucedían en muchas instituciones del país,
en las que cualquier iniciativa más o menos progresista generaba de inmediato recelos
y tensiones. En diciembre de 1975, ya muerto Franco y apenas un año después de su
apertura, ese fue el caso también del Hospital Psiquiátrico de Bétera, donde la Diputación
Provincial de Valencia, decidió —a propuesta de Manuel Delmonte, diputado-director
y, según el testimonio de Cándido Polo, «auténtico virrey» del establecimiento— no
renovar los contratos de cuatro médicos interinos (incluyendo un jefe de servicio)
con el objeto de «mostrar a los trabajadores el principio de autoridad y, de paso,
los límites de la comunidad terapéutica, en cuyo ensayo habían destacado [los despedidos]»
A partir del momento en que determinados Dres. se hicieron cargo de los puestos de
trabajo que […] les confirió la Excma. Diputación, la vida hospitalaria sufrió un
cambio radical como consecuencia de la puesta en marcha de métodos terapéuticos comunitarios,
ejecutados, en mi opinión, a destiempo y de una forma en exceso radical. A pesar de
las llamadas a la moderación que tanto la Gerencia como la Dirección han reiterado
a dichos Dres. el comportamiento de los mismos no ha variado o por el contrario se
ha radicalizado más. La situación actual es de extrema violencia entre grupos facultativos
que ven la asistencia desde ángulos totalmente diferentes. Esto, unido a la excesiva
libertad que impera en los enfermos tratados por este grupo de facultativos […], así
como la negativa a aceptar cualquier tipo de jerarquización de funciones, hace necesario
a mi entender prescindir de [sus] servicios Delmonte, M., Carta al presidente de la Diputación Provincial de Valencia, 6-12-1975,
AGMI, Expediente 12975/917.
Y los términos fueron muy similares cuando el presidente de la Diputación solicitó a Delmonte y al gerente un informe más detallado de lo ocurrido:
La candidatura presentada por el Doctor […] nos pareció la más apropiada […], pues
su currículum vitae lo hacía aparecer como un hombre moderadamente somaticista. Se
esperaba de él, y así se le hizo saber en numerosas ocasiones, que siguiera la línea
asistencial ya en marcha, caracterizada por una progresiva apertura asistencial no
radicalizando en ningún momento técnicas que, aplicadas a una población enferma encronizada
[…] pudieran resultar conflictivas y contraproducentes. […] Al poco tiempo de que
dicho equipo comenzara sus actividades empezó a reinar un clima de libertad, apertura y repulsa hacia la jerarquización de funciones y responsabilidades Delmonte Hurtado, M. y Molina Ferrández, F., Informe al presidente de la Diputación
Provincial de Valencia, 15-12-1975, AGMI, Expediente 12975/917 (las cursivas son
mías).
Finalmente, y con la mediación del Sindicato de Actividades Sanitarias, la Diputación
revocó la medida después de que una parte del personal iniciara un encierro de protesta,
mientras, muy preocupada por la repercusión pública del conflicto en un contexto político
tan delicado como el que se vivía en aquellos momentos, la DGPI monitorizaba a diario
la situación a través del Gobierno Civil de la provincia Oltra Moltó, E. [gobernador civil de Valencia], Carta a la Dirección General de Política
Interior, 15-12-1975, AGMI, Expediente 12975/917.
Taboada García, J.L. [director general de Política Interior], Carta al Gobernador
Civil de Valencia, 18-12-1975, AGMI, Expediente 12975/917.
Este conflicto [de Bétera], que ha sido resuelto recientemente, ha tenido un fundamento
equivalente aunque con menor intensidad y amplitud que los producidos con anterioridad
en los sanatorios de Conjo y de Oviedo. En este caso como en los anteriores el conflicto
ha tenido repercusión en la actividad del Gobierno Civil de esta Dirección General
por su incidencia en el mantenimiento del orden. Por la información de que disponemos
en esta Dirección General parece que estos conflictos se producen como consecuencia
de la «nueva psiquiatría» que pretende instaurarse por médicos jóvenes estableciendo
criterios nuevos como las comunidades terapéuticas, la apertura de los centros, la
sustitución de la medicación por la primacía de la psicoterapia de grupo, etc. […].
Con el fin de disponer en el futuro de criterios orientadores de la acción que debamos
seguir en situaciones de conflicto equivalentes a las aludidas que sin duda volverán
a plantearse, te agradeceré que […] dispongas lo conveniente para que por los Servicios
dependientes de esa Dirección General se realice un estudio sobre la verdadera eficacia
de esta nueva metodología Otero Novas, J.M. [director general de Política Interior], Carta a Federico Bravo
Morate [director general de Sanidad], 31 de diciembre de 1975, AGMI, Expediente 12975/917.
En una carta dirigida al psiquiatra gallego David Simón en 1997, Adolfo Serigó Segarra
todavía defendía su legado al frente del PANAP en unos términos muy reveladores de
su visión esencialmente tecnocrática de los procesos de desinstitucionalización y
reforma psiquiátrica: «España, desde el PANAP, encauzó la asistencia psiquiátrica
en una evolución razonable, sin caer en radicalismos (como el de Basaglia) ni dejar
hipotecado el país» Véanse, en este sentido, Dowbiggin (
El estrecho vínculo existente entre el despliegue inicial del reformismo psiquiátrico
y la exigencia democrática de incluir y empoderar a un grupo social escandalosamente
excluido y desfavorecido hasta entonces permite entender, por lo demás, el desencanto
que se extendió en algunos sectores cuando, una vez muerto Franco y encarrilada la
transición política, se acometió la implementación del nuevo modelo comunitario de
atención a la salud mental. Desde este punto de vista, la mutación de las «prácticas
anti-institucionales» en una «rudimentaria psiquiatría de sector» y el abandono del
«activismo crítico» de las asambleas en favor de la «razón burocrática» de los despachos
hicieron aparecer dicho proceso no tanto como la ansiada superación del viejo «orden
manicomial», sino como una amarga «ruptura» con la «esperanza» y los ideales de un
pasado todavía muy reciente Todas las expresiones entrecomilladas proceden de los trabajos de dos de los portavoces
más conspicuos del «desencanto psiquiátrico», entre ellas, García ( Véanse aquí nuevamente Dowbiggin ( Cornils (
«En los silencios y elipsis del mito de la Transición —ha escrito Germán Labrador—
habitan los sueños de la ciudadanía democrática» Labrador Méndez ( Así consta, al menos, en una de las publicaciones estándar a nivel internacional
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