RESUMEN
En este artículo, analizaremos las experiencias corporales de hombres y mujeres españoles para ampliar nuestra comprensión de la sociedad española durante la posguerra. Basado en casos concretos de violación y mutilación durante la guerra, el artículo perfila los límites del privilegio de pertenecer al bando vencedor de la Guerra Civil, cuestionando la medida en que esta afiliación funcionó como garante contra las vicisitudes de la vida bajo el primer franquismo. Dentro del contexto de miseria generalizada de la posguerra, destacamos importantes jerarquías y privilegios relativos entre hombres y mujeres, así como entre individuos de distintas clases y condiciones sociales. Nuestra investigación demuestra cómo la victoria franquista aportó privilegios más significativos para sus adherentes masculinos que femeninos. También existían jerarquías notables entre hombres de distintas clases, con distintos tipos de discapacidad. Concluimos que, para la mayoría de los españoles, la posguerra se puede considerar una continuación de la guerra: no entre combatientes, sino contra el paro, el hambre, la creciente colonización de los cuerpos femeninos y los exiguos o inexistentes apoyos económicos proporcionados por la dictadura.
Palabras clave: Mutilados; violación; género; posguerra; franquismo.
ABSTRACT
This article analyses the bodily experiences of Spanish men and women in order to broaden our understanding of the Spanish postwar. Drawing on the examples of war disability and rape, this research outlines the limits of the privilege which came along with being associated with the winning side in the Civil War, and questions the extent to which this affiliation functioned as a guarantor against the challenges of life under early Francoism. Within the context of generalised postwar hardship, important hierarchies and relative privileges emerged between men and women, and individuals from different social backgrounds. Men, for example, benefitted to a greater extent from «victor privilege» than their female counterparts. Meanwhile, there were also significant hierarchies between men from different classes with different kinds of disabilities. For ordinary Spaniards, the postwar period can be considered a continuation of the war, though not one between combatants, but rather a struggle against unemployment and hunger, a growing colonisation of women´s bodies, and the meagre or inexistent social benefits provided by the dictatorship.
Keywords: War disability; rape; gender; Francoism.
En 1941 se estrenó la película Porque te vi llorar, dirigida por Juan de Orduña y protagonizada por los hermanos Pastora y Luis Peña[2]. El largometraje contaba la historia de María Victoria, una joven aristócrata que fue violada durante la Guerra Civil española (1936-1939) por milicianos republicanos. En los meses posteriores a la violación, María Victoria se encuentra aislada de su comunidad por haber dado a luz a un hijo ilegítimo de padre desconocido. Afortunadamente para la protagonista, su salvación llega a través de José, un enigmático electricista que se compromete a ayudar a la joven tras verla llorar sus penas ante la Virgen. En el desenlace, se revela que José, cuya verdadera identidad permanecía oculta hasta entonces, es un héroe del asedio de Oviedo, hecho que se descubre cuando María Victoria encuentra su cédula de mutilado de guerra en un bolsillo. La combinación temática de violación y mutilación durante la guerra en Porque te vi llorar no era baladí, sino que señalaba la redención de España gracias a la bravura, el sacrificio y el paternalismo del hombre español. La mujer violada, legitimada por el héroe de guerra (físicamente mutilado, pero moralmente recto), simbolizaba una España marcada pero redimida por una «guerra-Cruzada», cruenta pero necesaria[3].
Dejando a un lado su contenido claramente propagandístico, Porque te vi llorar plantea preguntas importantes sobre cómo la posguerra afectó físicamente a los españoles.
La obra de Orduña salió a la luz pocos años antes de que los clásicos The best years of our lives (Los mejores años de nuestras vidas) y The men (Los hombres) se estrenasen en los Estados Unidos The best years of our lives [película], dirigido por William Wyler (The Samuel Goldwyn Company, 1946); The men [película], directed by Fred Zinnemann (Stanley Kramer Productions, 1950); Gerber
( Sobre la idea de «constelaciones» de violencia sexual, véase Bourke et al. (
Los fenómenos de la discapacidad masculina y la violación femenina no se pueden considerar
ni equivalentes ni mutuamente exclusivos: existieron mujeres mutiladas por su participación
en la guerra —las «damas mutiladas» según el lenguaje del régimen— y, a la inversa,
hombres que padecieron abusos sexuales 76 mujeres fueron reconocidas por el régimen como «damas mutiladas», en su mayoría
enfermeras o lavanderas heridas al apoyar al esfuerzo bélico durante la guerra. Véase
Movimiento Nacional. Sección Femenina, Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista
y de las J. O. N. S. (1940), 66-67; Concentración Nacional de las Falanges Femeninas
en Honor del Caudillo y del Ejército Español (Medina del Campo, 1939); Togores ( Para un análisis de la discapacidad en guerra y la emasculación, véase Bourke ( La idea de las «zonas grises» elaborada por Claudio Hernández Burgos se refiere a
las masas españolas cuya ambivalencia política contribuyó a la estabilidad del régimen
a largo plazo. La categoría de «vencedores comunes», acuñada por Carlos Fuertes Muñoz,
describe a aquellas personas que se identificaron con el bando sublevado y la victoria
franquista pese a estar desconectadas de la vanguardia política. Hernández Burgos
(
La política de la dictadura franquista hacia los mutilados de guerra mantuvo abiertas
(a veces literalmente) las heridas de la Guerra Civil, enfatizando las divisiones
y jerarquías entre los excombatientes franquistas y republicanos después de la contienda.
Según los cálculos del régimen, 50 000 excombatientes franquistas fueron mutilados
durante la guerra ABC, 23-10-1941; 24-10-1941.
Sobre los mutilados republicanos, véase por ejemplo Aguilar ( Boletín Oficial del Estado (BOE), 540, Reglamento Provisional del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la
Patria, 14-4-1938. Sobre Millán Astray y la mitología del «mutilado glorioso» véase
Preston (
Esta afirmación reflejaba la necesidad de construir una narrativa positiva alrededor
de este conjunto de personas que, de otro modo, podrían minimizar la retórica triunfalista
de la «guerra de liberación». Tildarles de «inválidos» suponía minusvalorar sus sacrificios
y, por lo tanto, la legitimidad del 18 de julio y la victoria franquista. El estrambótico
título de «caballero mutilado» pretendía reflejar el heroísmo del soldado herido en
la guerra. Sin embargo, a largo plazo se convertiría en símbolo del privilegio del
que gozaban los mutilados del bando vencedor, sobre todo en comparación con los llamados
«jodidos cojos» del vencido Ejército republicano. La expresión «jodido cojo» fue producto del humor negro de la posguerra. Véase Puell
(
El reglamento del BCMGP reservaba un porcentaje de puestos para los mutilados clasificados
como «útiles», mientras que las personas en las categorías de «permanente» y «absoluto»
tenían derecho a una pensión para cubrir tanto sus necesidades como las de sus dependientes BOE, 540, 14-4-1938.
Sobre las penurias de la posguerra, véase Del Arco Blanco ( Véase, por ejemplo, Archivo General Militar de Ávila, C.2925, 16, 4; Lowe ( Cazorla Sánchez ( Véase, por ejemplo, Jokin Azparren, «Al alcalde de Iruña», Noticias de Navarra, 3-7-2020. Para algunos ejemplos de alcaldes mutilados de familias élites, véase Sanz
Hoyo (
De hecho, para los estimados entre 50 000 y 60 000 mutilados del Ejército republicano,
el 1 de abril de 1939 no supuso un punto final en la lucha por su supervivencia Acervo Histórico Diplomático de México, III/553.1(46)/12307. Servicio de Evacuación
de Republicanos Españoles en Francia, Carta de la Ligue de Mutilés de la Guerre de
l´Espagne en Paris al Presidente de México, 6-12-1949.
Trabal ( Ibid.: 19.
Ibid.: 16 y Bravo y Tellado (
Aunque los mutilados exiliados en países latinoamericanos, sobre todo en México, escaparon
de la violencia nazi, tuvieron que adaptarse a una nueva vida en un país desconocido,
muchas veces sin el apoyo de sus familias. Muchos encontraron trabajo en empresas
como Vulcano, una compañía de construcciones mecánicas, IQFA (Industrias Químico-Farmacéuticas
Americanas) o en industrias vinculadas con su formación Ateneo Español de México, Caja 26, Exp. 327, «Nómina de mutilados», «Relación de
inútiles de guerra» y «Adición a la relación de mutilados»; Velázquez Hernández ( Ateneo Español de México, Caja 26, Exp. 327, «Nómina de mutilados», «Relación de
inútiles de guerra» y «Adición a la relación de mutilados»; Caja 26, Exp. 326, «Peticiones
de ayuda para mutilados. Nómina de mutilados»; Archivo General de la Administración
(AGA), 12/2998, 3. «Liga de Mutilados e Inválidos»; Cruz ( Ateneo Español de México, Caja 26, Exp. 328, «Sección médica. Mutilados atendidos
por el CTARE», carta 22-8-1940.
Para los que se quedaron en España, el final de la guerra señaló el comienzo de «un
penoso camino de privaciones y dificultades de todo tipo», principalmente la represión
y el silencio administrativos, solo soportables gracias a las pequeñas ayudas de la
Liga de Mutilados, la Asociación de Inválidos Civiles y el sostenimiento cotidiano
de la familia Trabal ( Bravo y Tellado ( Ibid.: 82 y Bravo y Tellado (
Un testimonio de 1947, escrito por un mutilado que se había quedado en España, ilustra las condiciones que aguantaron aquellos que se quedaron en su país natal:
[…] los que han sabido hacer frente a la cruel realidad, una vez terminada la guerra,
se mantienen haciendo equilibrios cada vez más difíciles, unos vendiendo periódicos,
otros otras cosas y otros trabajando en algunas industrias de acuerdo con sus condiciones
físicas, pero todos haciéndonos la ilusión de que lo que ganamos nos permite adquirir
la mitad de lo que necesitamos para seguir arrastrando esta vida encadenada, vil,
llena de miseria y hambre que para mayor vergüenza nos vemos obligados a afrontar
a diario porque así lo quieren unos cuantos miserables brutalmente inhumanos, pero
españoles. Por el contrario, hay otros que desde el principio de nuestro «calvario»
se hundieron, pero de tal forma y tan completamente, que unos continúan hundidos exhibiendo
sus muñones en las vías públicas, otros encarcelados y el resto sucumbieron La Voz del Mutilado: Boletín Interior de la Liga de Mutilados e Inválidos de la Guerra
de España en el Exilio, 20-11-1947: 1.
Como afirmó este mutilado anónimo, las privaciones económicas se negociaban en muchos
casos en paralelo con la represión política. Durante la posguerra, la mayoría de los
líderes de la Liga de Mutilados republicana fueron encarcelados o enviados a campos
de trabajo Ibid.: 42.
De este modo, la jerarquía entre vencedor y vencido es evidente. No obstante, hay
que tratar con cautela el aparente binarismo entre las experiencias de los mutilados
de ambos lados de la contienda, reconociendo las jerarquías que operaban dentro de
las categorías vencedor y vencido Aguilar ( Véase, por ejemplo, Bourke (
Entre 1938 y 1958, un mutilado de tropa categorizado como «absoluto» —es decir, la
clasificación más alta de mutilación— cobraba entre 6000 y 12 000 pesetas al año,
una cantidad quizás adecuada para solteros, pero que no alcanzaba para sostener una
familia BOE, 540, 14-4-1938, art.16.
En este sentido, hay que apreciar la enorme desigualdad que existía dentro de la categoría
de «caballero mutilado», sobre todo entre quienes emprendieron carreras dentro de
las fuerzas armadas después de la guerra y quienes volvieron a la vida civil. Los
primeros se mantenían al tanto de las innovaciones legislativas que podían beneficiarles,
al tiempo que gozaban de los privilegios correspondientes a su situación dentro de
la Administración castrense. Primero, los salarios de mutilación y pensiones vinculados
a las medallas de sufrimiento eran mucho más generosos para jefes y oficiales que
para los suboficiales y el personal de tropa. Además, como soldados en activo, los
mutilados «militares» gozaban de promociones por antigüedad o condecoraciones, como
cruces de la constancia que se correspondían con sus años de servicio y que comportaban
ciertos beneficios económicos. Para aquellos mutilados que gozaban de la categoría
de oficial, las estructuras de ascenso de la escala cerrada implicaron que muchos
alcanzasen el rango de capitán o coronel Véase, por ejemplo, Archivo General Militar de Segovia (AGMS) L865,5; M4723,0; AGMS
B1356,0. Sobre los ascensos dentro del Ejército franquista, véase Busquets ( AGMS, 2194-14. También véase Cardona (
Las limitaciones de la ley franquista resultaron especialmente evidentes en el ámbito
de las enfermedades físicas y mentales. El régimen se negó a reconocer a los combatientes
debilitados por enfermedades contraídas en campaña como la tuberculosis, a pesar de
—y seguramente debido a— la cantidad de combatientes afectados. Los soldados hospitalizados
por razón de enfermedad eran el doble de aquellos ingresados por heridas, y un número
desconocido, pero sin lugar a duda significativo, padecieron los efectos de estas
enfermedades a largo plazo AGMAV, C.2326, 50, 91, 27-31, Informe por José Millán Astray, enviado a los ministros
de Gobernación, Justicia, Obra Pública, Agricultura, Industria y Comercio, Educación
Nacional, Hacienda y Defensa Nacional, 14-1-1939; Larraz Andía (
[…] el que subscribe […] suplique a S. E. que incluye en tan Glorioso Cuerpo [el BCMGP]
a los combatientes inutilizados por enfermedades adquiridas en campaña; combatientes
que quedaron también mutilados al perder el buen funcionamiento de sus pulmones o
de su corazón, o la perfecta actividad fisiológica de su hígado o de su bazo, o la
imprescindible misión eliminadora de sus riñones, o la vital tarea de nutrición de
su intestino, etc., etc. Estos bravos luchadores al quedar también honrados con el
título de caballeros mutilados tendrían el consuelo para sus padecimientos de ver como la Patria agradecida les prestaba
honores y les concedía recompensas realizándose con ello una obra de justicia […] AGMAV, C.2326, 50, 91, 9-10, carta del presidente de la Real Academia de la Medicina
de Zaragoza, 25-6-1938
Sin embargo, esta propuesta se descartó con el argumento de no poder precisar con
certeza el origen de estas patologías, por temor a que muchos individuos reclamasen
apoyos estatales para condiciones que no tenían por qué haber surgido durante la guerra Ibid., 11-12, Respuesta del Inspector General de Sanidad, Cuartel General del Generalísimo,
Estado Mayor, Sección Sanidad, Burgos 22-7-1938.
Ibid.: 205.
Visto el abandono de los enfermos físicos, podría sorprender el hecho de que en 1944
y 1948 se introdujese legislación para cubrir las necesidades de los llamados dementes del Ejército BOE, 2, 2-1-1945: 69-70; BOE, 119, 28-4-1948.
Huertas ( Sobre las jerarquías entre enfermos militares y «civiles», véase Wright (
Este escepticismo reflejaba los debates de la psiquiatría alemana, que desde la Gran
Guerra se volcó contra las ideas decimonónicas de Hermann Oppenheim sobre las «neurosis
traumáticas», pero también encajaba con la ideología franquista, sobre todo con respecto
al género y la retórica de cruzada Lerner ( Buero Vallejo (
A diferencia de grupos de excombatientes en otros países, los caballeros mutilados
nunca protestaron de manera pública por las inadecuadas provisiones del BCMGP SP, 20-11-1966; Pueblo, 28-11-1966; Vega ( España Popular, 24-9-1943; 21-12-1940.
El enfoque sobre la discapacidad en relación con la guerra ilumina el caleidoscopio
de maneras en que la contienda seguía viva en los cuerpos de aquellos que participaron
en ella. Las dificultades asociadas con las heridas y enfermedades contraídas durante
la guerra no eran un fenómeno único del franquismo, como demuestra la abundante literatura
internacional sobre los obstáculos a los que se enfrentaron los excombatientes de
las guerras mundiales Véase, por ejemplo, Bourke ( Para un análisis de las penurias vividas por los «soldados de Franco», véase Leira
Castiñeira (
Al igual que los cuerpos mutilados de los hombres que lucharon en la guerra, la violación
de las mujeres adictas al régimen también adquirió cierto significado simbólico para
el régimen. Como ha demostrado Fátima Gil Gascón, las representaciones cinematográficas
de la violencia sexual en la posguerra tendían a trivializar la violación, utilizándola
como metáfora que convertía a la mujer deshonrada en espejo del demoníaco enemigo
político
No obstante, como en el caso de la discapacidad bélica, la retórica propagandística
escondía una realidad más compleja. Como han demostrado varias teóricas feministas,
las narrativas hegemónicas acerca de la guerra pueden esconder modalidades de violación
que no encajan dentro de los imaginarios colectivos o legales acerca del conflicto Sobre la violencia contra minorías sexuales bajo el franquismo, véase Bedoya (
No es que las representaciones culturales de la dictadura mintiesen sobre la existencia
de violencia sexual cometida por milicianos republicanos durante la Guerra Civil.
Como ha señalado Adriana Cases Sola, sí que hubo violaciones en la retaguardia republicana Cases Sola (2014): 70. Sobre la represión véase, por ejemplo, Preston ( Sánchez ( Muñoz Encinar ( Ibid.: 770-1.
Ibid.: 766.
Pese a que estas investigaciones han demostrado la existencia de violencia sexual
sufrida por mujeres del bando vencido, aún quedan muchas preguntas sin contestar sobre
la naturaleza exacta de la violación durante la guerra y la posguerra. Cases Sola
ha señalado que muchas veces la violación no se utilizó estrictamente como un arma
de guerra, sino más bien «como excusa para enmascarar crímenes personales que nada
tenían que ver con motivos políticos y con la dinámica del conflicto» Muñoz Encinar (
Recientemente, Ángel Alcalde ha argumentado que la violación durante la guerra y la
posguerra no servía ningún objetivo estratégico o político, pese a ser consecuencia
directa de la guerra y la represión Ibid.: 1071.
Quizás el ejemplo por excelencia de la complicada relación entre política y violencia
sexual se observa en el caso de las presas políticas. Estas mujeres eran vulnerables
precisamente por su encarcelamiento ideológico, aunque la cuestión de si estas violaciones
se pueden considerar actos explícitos de represión política —y no sencillamente un
abuso por parte de guardias que se aprovechaban del desequilibrio absoluto de poder—
es más ambigua. Sobre esta materia cabe recordar las lecciones proporcionadas por
la historiadora alemana Regina Mühlhäuser sobre la relación entre violación, táctica
y estrategia en el Ejército alemán en el frente del oeste Ibid. Para una discusión sobre el ambiguo papel del general Gonzalo Queipo de Llano en
incitar violaciones de mujeres republicanas, véase Alcalde (
Por otra parte, al analizar experiencias de violencia sexual, es imprescindible reconocer
que, en muchos casos, las consecuencias sociales del ataque solían perjudicar más
a la mujer a largo plazo que la agresión en sí. En Porque te vi llorar, el dolor más duradero que sufre María Victoria es el aislamiento social que resulta
del ataque. Su alta posición social no la protege de la deshonra y estigmatización
asociadas con el sexo fuera del matrimonio, aunque le ayude a soportar el coste económico
de criar al hijo nacido de la agresión. Autores como Lee Madigan, Nancy Gamble y Rose
Corrigan utilizan el término «segunda violación» (second rape) para referirse al trauma que el proceso judicial acarrea para las víctimas, muchas
veces sujetas a intrusivas investigaciones sobre sus vidas personales Madigan y Gamble ( Alcalde ( Igual que el Código Penal republicano de 1932, el Código franquista definió la violación
como «yaciendo» con una mujer «cuando se usare de fuerza o intimidación», «cuando
la mujer se hallare privada de razón o de sentido por cualquier causa» o «cuando fuere
menor de doce años cumplidos, aunque no concurriere ninguna de las circunstancias
expresadas en los dos números anteriores». BOE, Código Penal, 13-1-1945, título IX, art. 429.
BOE, Código Penal, 13-1-1945, art. 434.
En la posguerra, quienes decidían denunciar una agresión se enfrentaban normalmente
a interrogatorios jurídicos intrusivos y exámenes forenses humillantes y dolorosos,
que no aportaban mucho beneficio a la mujer. El escepticismo hacia las víctimas era
muy común. La teoría médica influía en esta cultura de escepticismo, y los mitos de
que las mujeres mentían sobre su nivel de experiencia sexual o que los niños abusados
solían buscar el contacto sexual eran aceptados en los textos científicos internacionales
de la época Uribe ( Ibid. Véase, por ejemplo, Moya Pueyo et al. (
En el proceso judicial, se solían aprovechar las ambigüedades de la prueba médica
para socavar al testimonio de la víctima. En el caso de una sirvienta de doce años
infectada con gonococo vulvovaginitis tras ser violada por su patrón, el forense informó
que las vulvitis eran muy comunes, «sobre todo en las niñas que pertenecen a un ambiente
social inferior», concluyendo que «la naturaleza gonocócica de una vulvo-vaginitis
no prejunca [sic] su origen venéreo, aunque lo sea en muchos casos» Archivo Histórico del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla (TMTS), Causas,
leg. 663, n.º 9617; Causas, leg. 651, n.º 9476. Aquí, el forense cita al doctor y
criminólogo francés Henry Paul Jean Coutagne (1846-1895) para apoyar sus conclusiones
sobre el gonococo. Este escepticismo hacia niños abusados era común en la literatura
científica internacional sobre el tema. Véase Sacco ( Archivo Histórico del Ejército del Aire (AHEA), C.13316. TMTS, Leg. 101, n.º 1807.
¿En qué medida protegió el privilegio de pertenecer al bando vencedor a las mujeres
consideradas adherentes al régimen de las arbitrariedades del proceso judicial? ¿Era
más comprensiva la justicia ante mujeres agredidas por hombres con «malos antecedentes»
políticos? Entre los casos que hemos podido consultar, no se ha encontrado ningún
ejemplo que se acerque al modelo mostrado en Porque te vi llorar, de una mujer de clase alta violada por un miliciano Para este estudio hemos analizado 193 expedientes de violencia sexual en los siguientes
archivos: Archivo General de Ceuta, Archivo General de la Administración, Archivo
General e Histórico del Ejército del Aire, Archivo Histórico Provincial de Cádiz,
Archivo Histórico del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla y Archivo Histórico
del Tribunal Militar Territorial Cuarto. Los únicos ejemplos de abusos sexuales por
milicianos republicanos que encontramos eran casos más cotidianos de abuso sexual, como un miliciano acusado en 1940 de haber abusado a una niña de
diez años con quien vivía «en concepto de subarrendado», u otro acusado en 1937 de
abusos deshonestos contra una niña de nueve años, hija de la dueña de un bar que frecuentaba.
Archivo General de la Administración, Audiencia Territorial de Madrid (ATM) Caja 290,
Abusos Deshonestos, 1937; ATM, Caja 248, Abusos Deshonestos, 1940.
El primer caso que analizaremos concierne la violación de una niña de catorce años,
que dio a luz a un hijo ilegítimo en junio de 1939. El padre de la víctima —un peón
de campo sin estudios— denunció en 1940 a un soldado de aviación de veintisiete años
por haber violado a su hija, alegando que se trataba de «un individuo de malos antecedentes
tanto políticos como sociales» AHEA, C. 2618.
A continuación, el juez se centró en el hecho de que, en el momento de la violación, la niña vivía sola con su cuñado para cuidar de la casa y los otros niños durante la ausencia de su hermana. Mostró particular interés en el hecho de que toda la familia compartía el mismo cuarto para dormir, preguntando al cuñado sobre las dimensiones de esta habitación. Al mismo tiempo, el acusado intentó validar las sospechas del juez, manifestando que conocía testigos que podrían avalar la existencia de relaciones impropias entre la víctima y su cuñado. Aunque estos testigos no podían confirmar lo sugerido, uno de ellos afirmó que el cuñado en realidad no estaba casado con la hermana de la joven y que tenía otra mujer en Sevilla de quien estaba separado. A partir de ahí, aunque los informes sobre la conducta del cuñado confirmaron que «ha observado buena conducta moral», el juez instructor le consideró persona dudosa. Concluyó que no había podido probar la culpabilidad del acusado, añadiendo que «si bien es cierto que el tal soldado es de conducta políticamente comunista, también el cuñado de [la joven], es de conducta moral muy reprochable, y con estos presuntos autores, es más probable ser autor del hecho el segundo por convivencia con la atropellada». El sobreseimiento de este caso sugiere que la identidad política del agresor no fue tan determinante en el resultado de este caso como la conducta de los parientes de la víctima, y su pertenencia a una familia humilde que vivía apretada en una vivienda pequeña.
La desconfianza hacia las víctimas de delitos sexuales también afectó a mujeres de
«buenas» familias. En 1944, se acusó a un hombre de haber violado a su novia de veintitrés
años con el uso de fuerza TMTS, Causas, Leg. 462, n.º 6831.
El único perpetrador de izquierdas que hemos encontrado que sí recibió una condena
ejemplar fue un preso político, capataz de la agrupación en que trabajaba, denunciado
en julio de 1942 por violar a la mujer de otro recluso mientras visitaba a su marido
El estudio de la violencia sexual revela una imagen compleja de la sociedad española de la posguerra. Como han demostrado varios autores, la Guerra Civil y el contexto de represión que se extendió en la posguerra aumentaron la incidencia de la violencia sexual. Las mujeres del bando vencido eran especialmente vulnerables a estos abusos, sobre todo las presas políticas, las mujeres e hijas de hombres represaliados y las que tuvieron que recurrir a trabajos precarios para aguantar las penurias económicas de la época. Sin embargo, con respecto a la violación, las injusticias relacionadas con la represión de mujeres republicanas y la acentuada vulnerabilidad de las clases obreras se superponían a la muy variada gama de abusos que ya afrontaban las víctimas de violencia sexual antes de la guerra. La desconfianza hacia las víctimas y la tolerancia del sexo con niñas incluso muy jóvenes estaban tan arraigadas que estas actitudes solían primar por encima de la identidad política de la víctima y el perpetrador. Dentro de este contexto, ni siquiera el privilegio de pertenecer al bando vencedor ofreció alguna protección contra la misoginia institucionalizada del sistema judicial de la época.
Este estudio sugiere que la victoria franquista aportó privilegios más significativos
a sus adherentes masculinos que a las mujeres. Ser caballero mutilado comportaba claras
ventajas en comparación con los mutilados del Ejército vencido, aunque debemos juzgar
con cautela la extensión de estos beneficios. En realidad, las provisiones suministradas
por el BCMGP para los mutilados de tropa eran exiguas y excluían categorías importantes
de discapacidad. Una cifra desconocida de excombatientes de ambos bandos sufrió durante
décadas las enfermedades físicas y mentales contraídas en la guerra, nunca reconocidas
por el régimen. Del mismo modo, muchos de los mutilados franquistas que sí consiguieron
recibir alguna pensión se vieron decepcionados ante estos exiguos apoyos. Dicho esto,
los beneficios recibidos por quienes eran reconocidos por el régimen al menos intentaban
aminorar el impacto emasculador de la discapacidad. Por el contrario, las mujeres
violadas que acudieron a la justicia franquista —en su mayoría procedentes de las
clases obreras— no recibían generalmente trato favorable alguno que atenuase su deshonra,
ni siquiera cuando las víctimas eran sometidas a un abuso por parte de agresores «de
izquierdas». Estos patrones se explican por el creciente patriarcalismo y los privilegios
masculinos que se promovieron al instalarse la dictadura y que restringían la vida
de la mujer española, aunque en distinta medida según su posición social, reputación
moral y
antecedentes políticos Sobre el retroceso de los derechos cívicos de la mujer bajo el franquismo, véase,
por ejemplo, Nash (
La clase social era un factor determinante que moldeaba las experiencias corporales de la posguerra. Una situación desahogada podía ayudar a un excombatiente mutilado a encontrar un trabajo bien remunerado, permitir a un perpetrador de violencia sexual presionar a un juez o aval, o ayudar a una mujer a esconder un embarazo indeseado y a mantener a la criatura fruto de una agresión. En cambio, existía un claro desprecio por parte de las múltiples autoridades franquistas hacia las clases obreras, aunque sus experiencias encajasen dentro del metarrelato de la guerra como cruzada. Dentro del contexto generalizado de miseria posbélica es importante destacar las importantes jerarquías y los privilegios relativos entre individuos de distintas clases y condiciones sociales. Los cuerpos destrozados y abandonados de los mutilados republicanos encarnaban la guerra interminable a la que se enfrentaron los españoles con alguna afiliación al bando vencido. A diferencia de María Victoria en Porque te vi llorar, las mujeres violadas que acudieron a la justicia franquista en defensa de su honra no encontraron un salvador enigmático, sino un sistema jurídico arbitrario, corrupto e impregnado de desconfianza hacia las víctimas del abuso sexual. En este sentido, para los españoles de a pie, la posguerra sí se puede considerar una continuación de la guerra; no una guerra entre combatientes, sino un conflicto contra el paro y el hambre, la creciente colonización de los cuerpos femeninos y los exiguos o inexistentes apoyos económicos proporcionados por la dictadura.
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