RESUMEN
Hace tiempo que existe en España un debate sobre si la transición estuvo basada en el olvido y el silencio respecto a la guerra civil y el franquismo o si, por el contrario, hubo un interés manifiesto por ambos asuntos que se vio reflejado en multitud de publicaciones. No hay duda de que el pasado bélico —mucho más que el dictatorial— estuvo presente de diversas maneras en la transición, e incluso se ha constatado que los pioneros de las reivindicaciones de lo que luego se denominó memoria histórica surgieron, precisamente, entonces. Pero lo que aquí se expone es que las acciones encaminadas a reivindicar el recuerdo de las víctimas del franquismo se produjeron, casi exclusivamente, en el ámbito local, y fueron impulsadas por familiares de los fusilados por la dictadura o, en su caso, autoridades municipales en colaboración con estos; casi nunca contaron con el respaldo de las dirigencias regionales —y menos aún nacionales— de los principales partidos y sindicatos de izquierdas. También se subraya que quienes comenzaron a desbrozar este camino tuvieron que afrontar múltiples dificultades e, incluso, en ocasiones asumir algunos riesgos, así como lidiar con una serie de actores aún poderosos que se resistían a la democratización tanto del país como del relato histórico preexistente. Para demostrar estas afirmaciones partimos del caso de Torremejía (Badajoz), cuyo primer alcalde democrático fue objeto de una causa penal por haber ayudado a los vecinos de su localidad a trasladar los restos de los fusilados por los franquistas desde la fosa común al cementerio del pueblo. Hemos accedido, por vez primera, al expediente judicial, a testimonios directos y al archivo municipal. La importancia de este caso trasciende con creces lo meramente local y sirve para ilustrar tanto las posibilidades como los límites de la transición.
Palabras clave: Legados del franquismo; transición española; memoria histórica; fosas comunes; política local; acción colectiva; movimientos sociales.
ABSTRACT
For quite a long time Spain has been debating whether its Transition to democracy was based upon oblivion or silence regarding the Spanish Civil War and Francoism, or whether an interest on both issues patently shows on many and diverse publications. Undoubtedly, the war was far more and variedly present that the dictatorship during the Transition, and now it is clear that those who pioneered what in later days would be called historical memory claims began their activities precisely during that period. The purpose of this paper, however, is to show that actions aimed to vindicate the remembrance of Francoism’s victims took place, almost exclusively, in local environments and that they were taken by relatives of those executed by the dictatorship or, if anything, local authorities in cooperation with these families. The support of the main regional, and even less so national leftist parties and unions apparatuses was barely non-existent. It is also stressed here that those who began to clear this way were faced with many difficulties, even facing personal risks and confront still powerful actors unwilling to accept the country’s democratization and the resultant change in the inherited historical narrative. The case in point used to prove all these claims is the village of Torremejía (Badajoz), whose first democratically elected mayor was sued for having helped some of his neighbors to move the remains of persons executed by Francoists from the common grave they were into the village’s cemetery. We have been the first researchers to gain access to the relevant judicial file, direct testimonies, and the village archive. The importance of this case goes well beyond the local limits and serves to illustrate both the Transition’s possibilities and its limits.
Keywords: Legacies of Francoism; Spanish transition to democracy; historical memory; common graves; local politics; collective action; social movements.
Si examinamos con atención la vida de muchos pueblos españoles durante los primeros años de andadura democrática podemos afirmar, de forma metafórica, que la transición también se produjo a nivel subterráneo. Por mucho que solo se hicieran eco de ello unos pocos medios, los familiares de las víctimas del franquismo llevaron a cabo multitud de traslados de restos desde las fosas comunes en las que habían enterrado a los suyos hasta los camposantos de sus respectivas localidades. Este proceso, que los allegados de las víctimas del otro bando pudieron empezar a llevar a cabo incluso antes de que finalizara la contienda, duró varios años e incluso hoy en día permanece inconcluso, pues la dispersión de restos en distintas localizaciones fue una parte consustancial de la política de terror empleada por la dictadura, y la ocultación deliberada de las fosas, para incrementar el sufrimiento y evitar que los familiares se congregaran en torno a ellas, fue otra práctica igualmente inseparable de la represión franquista[2].
A pesar de que la sociedad civil heredada de la dictadura estaba debilitada, particularmente en las áreas rurales más deprimidas económicamente, como era el caso en la provincia de Badajoz, estas esforzadas iniciativas de memoria, reparación y rehabilitación tuvieron lugar en los municipios de varias zonas del país. Sin embargo, en contraste con lo que viene ocurriendo desde el 2000, precisamente por remover, junto con los huesos, los recuerdos más perturbadores del pasado, esas iniciativas resultaron casi invisibles para la mayoría de los medios de cobertura nacional y solo fueron parcialmente cubiertas por algunos periódicos locales[3]. Algunos analistas han insistido en que la revista Interviú sí se hizo eco de ellas, pero ni este medio —demasiado sensacionalista para resultar fiable a los ojos de muchos— registró la gran mayoría de aquellas iniciativas, ni aquellos han sabido explicar por qué los medios escritos y visuales más reputados no les dieron prácticamente cobertura alguna.
Este artículo se centra en aquellos que se atrevieron a trasladar los restos de las fosas comunes y en los obstáculos a los que tuvieron que hacer frente. En la introducción se repasan las características del proceso de democratización más relevantes para dar cuenta de la iniciativa que se analiza y se esboza el marco teórico utilizado para interpretarla. A continuación, después de describir el contexto regional y local, se exponen los acontecimientos que tuvieron lugar en Torremejía y la causa judicial abierta contra su alcalde, Benito Benítez Trinidad. Al final se plantean una serie de reflexiones sobre las posibilidades y los límites de la transición española.
Que la transición no fue un camino de rosas lo sabe cualquiera que se haya adentrado
con un mínimo de profundidad en sus entresijos. Pero quizá no se haya incidido lo
suficiente en los riesgos que arrostraron los más audaces; aquellos que, por ejemplo,
quisieron romper con el pasado de forma más abrupta. Algo se ha escrito sobre los
que primero se atrevieron a escribir sobre determinados asuntos relacionados con la
guerra y la dictadura. Las causas judiciales abiertas, casi siempre por parte de la
justicia militar, a algunos periodistas e investigadores en los primeros años de andadura
democrática, palidecen al lado de los atentados terroristas perpetrados por la extrema
derecha contra manifestantes, librerías, quioscos de periódicos y medios de comunicación
—por ejemplo, Interviú, El Papus, El País, y Punto y Hora de Euskal Herria—, en algunas ocasiones con resultado de muerte Baby (
Una revista tan moderada como Cuadernos para el Diálogo publicó un reportaje sobre una exhumación de víctimas del franquismo que tuvo lugar
el 1 de abril de 1976 en Fonelas (Granada) Eduardo Castro, «Granada: los “paseados” de Fonelas. Muertos sin sepultura», Cuadernos para el Diálogo, 6 al 12-11-1976, pp. 32-33
Agradecemos a Javier Muñoz Soro que nos haya proporcionado los anónimos custodiados
en el archivo de la revista. Este «comando», junto a otros de perfil similar, protagonizó
entre noviembre de 1976 y febrero de 1977 una campaña de envío de cartas con amenazas
de muerte a «líderes de la oposición o periodistas vinculados a distintos órganos
de prensa progresistas» (
Imagen 1.
Anónimo amenazante recibido en Cuadernos para el Diálogo
Fuente: archivos de Cuadernos para el Diálogo.
Otro de los riesgos que podrían llegar a asumir quienes ofrecían una interpretación
diferente de la contienda o se hacían eco de las demandas de las víctimas del franquismo
era tener que hacer frente a un consejo de guerra militar o a demandas civiles. En
la misma provincia de Badajoz se generó una polémica a raíz de un reportaje sobre
la represión franquista en la ciudad, publicado en la Hoja del Lunes el 8 de noviembre de 1976, titulado «Badajoz cuarenta años después» y firmado por
José Carlos Duque. El periodista hacía una serie de comentarios sobre el libro La España del siglo xx, de Tuñón de Lara, con la intención de dar a conocer un episodio silenciado durante
la dictadura: la matanza de la Plaza de Toros perpetrada por las tropas franquistas
durante la guerra. El 15 de noviembre el semanario publicaba un editorial en portada
titulado «Mirando hacia atrás sin ira» en el que denunciaba amenazas e insultos y
declaraba que era necesario conocer para poder olvidar. La publicación de aquel texto
le valió al autor su procesamiento por el Juzgado Militar Permanente n.º 3 de Madrid,
acusado de injurias al Ejército, aunque finalmente fue indultado Hoy, 1-7-1977 y El País, 30-12-1977. Este periodista nos explicó telefónicamente que le fueron a buscar a la
redacción dos policías militares, le llevaron al Gobierno Militar de Badajoz y allí
le tomaron declaración. Tanto Pilar Miró como Miguel Ángel Aguilar fueron procesados
por la justicia militar por delitos similares.
Por lo que se refiere a quienes se atrevieron a localizar las fosas comunes en las
que yacían los fusilados republicanos, a extraer los restos para reinhumarlos en el
cementerio e incluso a organizar algún tipo de homenaje y erigir un monumento conmemorativo,
sabemos que recibieron muy poco apoyo, en general, de los partidos políticos y sindicatos
de izquierdas a nivel provincial, y mucho menos aún a nivel nacional, y también que
algunos de ellos tuvieron que soportar amenazas, agresiones e incluso afrontar causas
penales El mismo autor del reportaje sobre Fonelas escribió en El País, 3-8-1977, un artículo titulado: «Motril: suspendido un funeral en memoria de once
fusilados».
Lo que la extrema derecha trataba de evitar a toda costa era que se mancillara la
versión de la historia ofrecida por el franquismo, según la cual los únicos responsables
de las matanzas extrajudiciales habían sido los defensores de la República. Por tanto,
frente a quienes han señalado que quienes quisieron recuperar la memoria de los vencidos
en la transición pudieron hacerlo, hay que insistir en que los primeros avances no
fueron nada sencillos y que, con frecuencia, ni siquiera llegaron a buen puerto o
lo hicieron después de tener que afrontar distinto tipo de presiones y sortear obstáculos
de diversa naturaleza. Como demuestran los miles de restos exhumados en las dos últimas
décadas, la mayoría de los familiares, a pesar de anhelar intensamente la recuperación
de los restos de sus deudos, ni siquiera se atrevieron a proponerlo en fechas tan
tempranas, sino que se vieron obligados a esperar a que las circunstancias fueran
más propicias. La falta de apoyo institucional, la ausencia de un clima sociopolítico
favorable y el miedo a que los odios se reavivaran a nivel local causó frustración
a muchas viudas, huérfanos y demás familiares directos de las víctimas que vieron
cómo la democracia no empatizaba con su prolongado sufrimiento ni se hacía eco de
sus casi siempre moderadas demandas. Numerosos familiares de víctimas, y alcaldes
y concejales socialistas, entrevistados en distintas provincias, consideran que el
PSOE no comenzó a ocuparse de estos asuntos hasta la
llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Presidencia del Gobierno Por ilustrar esta afirmación con las palabras de quien ha sido el dirigente más destacado
del PSOE en Extremadura durante muchos años: «La República no fue reivindicada […]
[p]or el pacto que hubo en la transición, que al final consistía en que “ustedes no
hablen del franquismo, que nosotros no les hablaremos de la República” […]. Ante el
temor de que nos acusaran de desleales a la Constitución, los progresistas de este
país hemos preferido dejar las cosas como estaban» (
La razón es que los procesos de democratización en los que, como en el caso español, prevalecieron los acuerdos entre los reformistas del régimen y los moderados de la oposición, se suelen traducir en transformaciones graduales —con frecuencia, desesperadamente lentas— en instituciones clave, entre otras la Judicatura, el Ejército y los cuerpos de seguridad. Ello supone también que la sociedad civil madura y se organiza de forma más pausada, pues muchas veces no encuentra receptividad ni seguridad en ámbitos fundamentales para su expresión, lo que también puede ayudar a entender el retraso en la articulación de las demandas del posteriormente denominado movimiento memorialista.
Desde el punto de vista de la teoría de la acción colectiva, las iniciativas que examinamos
en este texto eran altamente costosas y, por lo tanto, improbables. En ciertas provincias
se acabaron llevando a cabo gracias a la determinación de algunos familiares, que
no solo fueron «madrugadores» Aunque Tarrow (
Los grupos que se configuraron para organizar estas demandas no constituían movimientos
sociales al uso, pues sus interacciones con las autoridades tendieron a ser efímeras.
Es más, casi siempre se desarticularon una vez conseguido el objetivo que perseguían Según la definición de Tilly ( Así ocurrió en la mayoría de los casos, con notables excepciones, como el sur de
Navarra y el norte de la Rioja ( Por ejemplo, en fechas señaladas—ya fuera la del fusilamiento o el Día de Todos los
Santos— depositaban flores en los emplazamientos de las fosas comunes. Sobre estos
rituales y esa resiliencia desarrollada por los familiares, que les permitió no solo
mantener vivo el recuerdo, sino también articular colectivamente sus demandas tras
la muerte del dictador, véase Aguilar (
Hemos documentado lo que ocurrió acudiendo a todas las fuentes disponibles, algunas de ellas inéditas: trece entrevistas con los protagonistas, el expediente judicial completo, el archivo municipal, la prensa local y nacional, y los debates en el Congreso de los Diputados.
Tras el fallido golpe de estado contra la II República, el mando militar sublevado
ordenó el avance de una columna que, desde Andalucía y atravesando Extremadura, debía
confluir en Madrid con las tropas procedentes del norte. Esa columna se caracterizó
por su brutalidad; de hecho, la unidad comandada por el comandante Castejón, que ocupó
Torremejía el diez de agosto, fue tristemente célebre por sus prácticas represivas
ejemplarizantes
La práctica totalidad de la provincia de Cáceres cayó en manos de los golpistas desde
un principio, mientras que la de Badajoz se mantuvo fiel a la República. Las unidades
sublevadas, para ocupar la capital provincial y asegurar su flanco occidental, que
concentraba buena parte de las tropas leales a la República, necesitaban tomar enclaves
estratégicos como Mérida. Apenas unos kilómetros al sur se halla Torremejía. Esta
localidad agrícola de unos mil doscientos vecinos contaba con un latifundio que ocupaba
2190 hectáreas de las 2282 del término municipal —dato fundamental para comprender
las relaciones de poder en el pueblo— y había sido objeto de asentamientos campesinos
durante la primavera del 36 tras el impulso dado por el Frente Popular el 25 de marzo
a la estancada reforma agraria republicana. Precisamente, dos representantes de la
Sociedad de Trabajadores de la Tierra, que desempeñó un papel muy activo en los asentamientos
campesinos, serán asesinados en septiembre de 1936, semanas después de ser ocupado
el pueblo sin apenas resistencia por las tropas rebeldes
Desde el 18 de julio no se había producido ningún acto de represión sobre los derechistas
de la localidad, liberados el 7 de agosto por el presidente del Comité Local de Defensa
de la República
La estructura de la propiedad agraria en la localidad favoreció la existencia de una
importante masa de jornaleros que en los años de la transición comenzaron a organizarse
sindicalmente, lo que explica el arraigo en la localidad de organizaciones de izquierdas
y el surgimiento de liderazgos sindicales y políticos. El enraizamiento tanto de la
Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) como del Sindicato Unitario (SU)
se explica por el intenso activismo de los militantes que habían puesto en pie las
CC. OO. en Mérida y que, una vez se produjo la escisión dentro de estas y dio origen
al SU, fortalecieron el sindicato vinculado a la ORT en toda la comarca de Mérida
En este sentido, José Ángel Calle, destacado dirigente de ORT en Extremadura, y en aquel entonces concejal por Mérida y participante activo en la exhumación de Torremejía, nos contaba:
En Torremejía había habido una lucha obrera muy dura, como en muchos pueblos de Tierra
de Barros. Una lucha obrera de jornaleros en el tema de la vendimia, en el tema de
la aceituna. Entonces, yo había ido para allá desde Mérida, con otro compañero. Y
entramos en contacto con líderes locales naturales que habían surgido, entre ellos
[…] Benito Benítez Trinidad. Algunos no sabían casi ni leer. Pero empezamos un movimiento
de organización de los trabajadores por su convenio; hubo luchas, cortes de carretera
nacional, detenciones: el alcalde fue detenido, Benito, [y] fueron detenidos otros
también allí. Entonces fue cuando empezamos a generar allí la posibilidad de una candidatura
para las elecciones municipales José Ángel Calle Gragera, 2016. José Sanroma, secretario general de la ORT en aquellos
momentos, confirma que la estrategia de este partido consistió en reclutar «líderes
naturales del movimiento obrero y jornalero». Según él, «la expansión de ORT se basaba
en que contaba en sus filas con algunos líderes jóvenes y eso le permitía vincularse
a amplios sectores populares que despertaban a la vida reivindicativa y a la consciencia
política; el partido puso a su servicio a los escasos profesionales (abogados, médicos,
sociólogos, economistas, etc.) que se fueron integrando en ORT a partir de 1970».
Entre las actividades que dichos profesionales desarrollaron destacó la creación de
despachos de abogados laboralistas y el apoyo a las asociaciones de vecinos (entrevista
a José Sanroma, 2021).
En los primeros comicios locales de la democracia, celebrados el 3 de abril de 1979,
la ORT obtuvo 6 alcaldías y 107 concejales en listas propias Santos ( Antonio Benítez Corbacho, 2016. José Ángel Calle Gragera, 2016; Alfonso Rojo, 2020; José Folguera, 2019; Paloma Marín,
2020.
Nota de protesta en Hoy, 21-9-1979; una mención a la detención en El País 22-6-1980.
Al activismo en la ORT se sumaba el proyecto político-ideológico. Ángel Calle José Ángel Calle Gragera, 2016. José Sanroma, 2021, sustenta la «predisposición del partido a vincularse al pasado»
en el hecho de que los militantes del partido eran muy jóvenes, no habían experimentado
ni la guerra civil ni el exilio, pero «tenían un gran afán de acercarse a los mayores».
[La recuperación de la memoria de las víctimas] era un tema secundario. Hasta que vinieron las elecciones municipales y la gente en los pueblos empezó a perder el miedo; entonces fue cuando empezaron a decirnos dónde estaban enterrados sus familiares —que muchos lo sabían perfectamente—: en fosas comunes dentro de cementerios, en tapias de cementerios… Y entonces empezó aquel movimiento, que fue cuando hicimos lo de Torremejía.
Fue el acercamiento descrito al mundo local lo que facilitó el contacto entre los
familiares de las víctimas y las organizaciones políticas con represaliados en sus
filas, sobre todo el PSOE y la UGT, o con una particular sensibilidad al respecto,
como la ORT. Las familias tenían muy presente la pérdida violenta de sus deudos. Saturnino
Nieves, de Torremejía, cuyo abuelo había sido asesinado junto con otros dos parientes,
nos decía: «Mi tía tuvo que emigrar de aquí porque mi tía cada vez que pasaban los
mandos, digamos, la gente pudiente que había estado porque después tuvieron la desgracia
de tener que convivir con los que ellos sabían positivamente que habían matado a sus
seres queridos. Y entonces pasaban por la puerta y mi tía no era capaz de estarse
callada. Y […] les decía de todo» Saturnino Nieves González, 2016.
En el conjunto de Extremadura, sin embargo, la demanda de justicia y homenaje a las
víctimas se movería en los márgenes de la esfera pública. Valga como ejemplo el recuerdo
a las víctimas de la matanza en la Plaza de Toros de Badajoz, símbolo de la represión
franquista. Precisamente la ORT, durante las fechas en que se hizo la exhumación de
Torremejía (agosto de 1979), participaba activamente, junto a otras formaciones minoritarias,
en la organización de unos actos para conmemorar a las víctimas del 14 de agosto de
1936 en Badajoz. Este partido había propuesto que esa jornada se declarase «día de
lucha del pueblo extremeño». Al homenaje, no obstante, apenas asistieron ciento cincuenta
personas
Con todo, tanto el recuerdo de la contienda como la necesidad de dar respuesta a la
herida representada por las fosas clandestinas comenzaban a aflorar en momentos de
movilización política. Según Paloma Marín, por aquel entonces militante de la ORT
y abogada de Benítez en la primera fase de la causa abierta contra él Esta abogada accedió a la carrera judicial en 1996 y se jubiló en 2019 en el Juzgado
de lo Penal n.º 36 de Madrid, especializado en violencia de género.
Paloma Marín, 2020. José Ángel Calle Gragera, 2016.
Otros representantes de partidos y sindicatos de izquierdas nos han narrado cosas parecidas. No es que ellos tuvieran ese asunto en sus agendas políticas, sino que al terminar los mítines en los pueblos algunas personas se les acercaban para preguntarles cuándo iban a poder recoger los restos de sus familiares, cuestión que les parecía absolutamente prioritaria y que no habían oído abordar en los actos electorales. Varios líderes socialistas nos han explicado que recibieron esta demanda con cierta sorpresa, pues desconocían la entidad del problema, e incluso con cierta inquietud por lo inconveniente que les parecía plantearla en esos momentos. De hecho, algunos familiares afirman que hubo ocasiones en que representantes de partidos de izquierdas intentaron disuadirlos.
Por lo tanto, estamos ante un movimiento claramente organizado desde abajo —ni siquiera, necesariamente, por las bases de la militancia— y que no siempre encontró el respaldo de las organizaciones a las que se dirigía, bien porque pensaban que había otras prioridades —sobre todo en regiones tan deprimidas económicamente como Extremadura— bien porque las consideraban inoportunas e incluso arriesgadas, al creer que atentaban contra el pacto implícito de no remover el pasado en el que se basó la transición, al menos en el ámbito político. Esta desatención, tal y como han captado nuestras entrevistas, generó frustración en muchas familias e incluso su desengaño con las siglas en las que habían militado sus mayores.
La cohesión de este movimiento, que a muchos sorprendió por su invisibilidad anterior, se había fraguado tras décadas de acallado dolor y forzoso silencio, y al promover la remoción de los huesos de los fusilados contribuía, probablemente sin siquiera pretenderlo, a crear nuevos marcos de significado a nivel local sobre lo que había supuesto la guerra y la dictadura.
En Torremejía, en las elecciones municipales del 79 la ORT fue el partido más votado
(388 sufragios); el segundo puesto lo ocupó la UCD (371); el tercero el PSOE (218),
y el cuarto el PCE (39), todo lo cual se tradujo en cuatro concejales para ORT, tres
para UCD y dos para el PSOE. Un resultado, sin duda, ajustado entre los dos partidos
mayoritarios, lo que quizá contribuyó a polarizar la atmósfera política local. La
ORT recibió el apoyo del PSOE para gobernar Los tres partidos de izquierda que se presentaron a los comicios obtuvieron en conjunto
el 63,5 % de los sufragios.
Nada más echar a andar la legislatura surgió el primer incidente relacionado con la
memoria de las víctimas. Durante la sesión del pleno del 28 de mayo de 1979, en el
turno de preguntas los concejales de UCD, junto con Ramón González, concejal socialista,
pidieron explicaciones a Benítez por la retirada de la lápida de los caídos de la
fachada de la iglesia parroquial, ya que se había llevado a cabo sin contar con el
resto de los miembros de la Corporación. El alcalde respondió que lo había hecho bajo
su responsabilidad y que «colocada en el muro del templo, era antidemocrática, como
lo podía ser si él colocara el retrato de un político en la fachada de su casa» Sesión ordinaria, 28-V-1979. Actas de Pleno, AMT. Ramón González Gómez, 2016.
Un mes después, en el pleno del 28 de junio, los concejales de UCD presentaron una moción de censura que mostraba el encono en el que se desenvolvía la vida política local y, concretamente, las tensiones existentes entre el alcalde y los concejales centristas. La moción la motivó la ausencia del alcalde en la procesión del Corpus. Este conflicto, a propósito de un ritual religioso que había venido marcando la vida social del pueblo durante la dictadura, nos ofrece indicios de un grado de polarización significativo en la Corporación en torno a una línea de fractura profundamente simbólica, como había sido la religión durante los años treinta, y de la resistencia de las fuerzas conservadoras a permitir determinadas conductas por mucho que ahora quedaran amparadas por el nuevo marco de convivencia constitucional.
Es indudable que la existencia de una fosa clandestina había marcado la vida de la
localidad desde la guerra y continuaba haciéndolo cuarenta años después. La sepultura
en la que yacían los represaliados por el franquismo estaba en el antiguo cementerio,
en una calle por donde la gente pisaba, lo que atormentaba a los familiares. Además,
al ser un lugar de paso, ni siquiera podían depositar flores Entrevista a Benito Benítez Trinidad realizada en 2005 por Álvaro Fernández y facilitada
por Francisco Espinosa. Como nos contaba Josefa Corbacho, 2016, la esposa del alcalde,
«estaba muy mal eso, la fosa estaba en el suelo, se pisaba, estaba fatal».
Escrito de alegaciones solicitando sobreseimiento de la causa, Sumario 52/1979, AHPB. Hoy, 17-6-1980.
La demanda de los familiares para exhumar los restos se volvió a manifestar en cuanto surgió una ventana de oportunidad política, lo que sucedió con la llegada de la ORT a la alcaldía:
Tomamos la alcaldía de Torremejía y una serie de mujeres se enfrentaron con el alcalde
y conmigo, y nos plantearon claramente que teníamos que sacar a sus padres que estaban
enterrados en una fosa común. Y el sepulturero del viejo cementerio municipal, aprovechando
que se hizo un cementerio nuevo, nos dijo [la ubicación] porque sabía de memoria perfectamente
dónde estaban las treinta y tantas personas. Y decía a la gente: «aquí está tu padre»,
«aquí tu tío», «aquí tu abuelo» José Ángel Calle Gragera, 2016.
Los familiares, al plantear esta petición, es indudable que contribuían a poner sobre
la mesa cuestiones que «en el pasado eran o desconocidas o impensables»
Efectivamente, Benítez, a pesar de no tener allegados en la fosa común (de hecho,
él procedía de una familia de derechas) Según nos ha informado su hijo, un abuelo del alcalde, llamado Alfonso, «era uno
de los cabecillas de la Falange antes de la guerra civil». Sin embargo, al menos dos
miembros de la familia de su mujer fueron asesinados por los franquistas.
Actas de Pleno, AMT.
Poco después de aprobada esta iniciativa se procedió a la exhumación. Entre los días
16 y 17 de agosto de 1979 los restos se introdujeron en sacos; el acto de traslado
al cementerio consistió en un cortejo a pie donde no se vieron banderas de partidos
ni sindicatos, pero al que sí asistieron destacados dirigentes de la ORT como Joaquín
Martínez Trejo o Ángel Calle Antonio Benítez Trinidad, 2016; Saturnino Nieves González, 2016. ADGB, Gabinete Técnico, 1979.
El día 26 de agosto un periódico se hizo eco del hecho adjuntando una fotografía sobre
la exhumación «Exhumados en Torremejía restos de personas fusiladas durante la guerra civil», Hoy, 26-8-1979.
Según el Servicio de Información de la Guardia Civil, que emitió un informe dirigido
al gobernador civil, el número de asistentes fue de trescientos. ADGB, Gabinete Técnico,
1979.
Benito Benítez Trinidad, 2005. Hoy, 26-8-1979.
La intervención de Ángel Calle se debía, aparte del ascendiente político sobre la
militancia de Torremejía, al compromiso de su formación y al suyo particular con la
memoria de las víctimas Muestra de ello es el gesto simbólico que protagonizó el 11 de agosto de 1980, siendo
alcalde en funciones de Mérida. La ORT había logrado tres concejales que, sumados
a los ocho del PSOE, ostentaban la mayoría absoluta frente a una UCD que solo contaba
con diez. Un acuerdo entre las dos formaciones de izquierdas llevó a la alcaldía a
Martín López Heras, socialista. En agosto de 1980, en ausencia del alcalde, Calle
era el alcalde en funciones y el día 11 se cumplía el aniversario de la cruenta entrada
de las tropas rebeldes en la ciudad ( Paloma Marín, 2020.
Los restos se reinhumaron en el nuevo cementerio en un espacio cedido por el Ayuntamiento
en el que se construyó un panteón sufragado por los familiares ( José Ángel Calle Gragera, 2016. Francisco Cerrato, 2016.
En Torremejía, según la tradición local, la gente pone velas a sus difuntos el Día
de Todos los Santos. Alrededor de esa fecha, el panteón aparece adornado con 33 velas
rojas, una por cada difunto ( Saturnino Nieves González, 2016.
Como en tantos otros casos, el proceso de exhumación y reinhumación resultó sanador
y liberador para las familias. Tantas décadas de duelo truncado, sabiendo que los
restos se hallaban en una fosa clandestina conocida por todo el pueblo, y teniendo
que convivir con los responsables de los asesinatos, habían minado psicológicamente
a las familias de las víctimas Sobre las estrategias de duelo, véase Aguilar (
No fue el tema de decir «cambiamos los restos». Fue […] decir: «Esto es otra cosa».
Yo creo que antes de eso se consideraban en ciertos aspectos personas nulas. Nulas
porque la situación histórica, la situación política, no les había permitido nunca
ni expresarse ni nada. Aquello no nos dejaban hacerlo, y lo hicimos sin meternos con
nadie ni nada, […] lo hicimos porque creíamos que lo teníamos que hacer y porque yo
creo que tenían derecho, tenían derecho tanto los vivos como los muertos a estar en
paz con ellos mismos, a estar [los muertos] en un sitio donde tienen que estar, donde
podemos ir [a rendirles duelo] sin miedo de ninguna clase. Y a partir de ese día era
como que la gente estaba más abierta: «Bueno esto es nuestro». Aunque ya te digo,
sea un trozo de piedra allí: «Esto es nuestro, son nuestra gente, están aquí, están
recogidos, no están tirados» Saturnino Nieves González, 2016.
Durante todo el proceso, como es natural, se vivieron momentos emocionalmente muy
intensos: «Hubo, lo recuerdo perfectamente, muchos llantos… Una cosa muy dura, muy
dura de los familiares. Porque había hijos de fallecidos. Y, además, sabían quiénes
los habían matado en el pueblo, que esta[ba]n vivos» José Ángel Calle Gragera, 2016. Benito Benítez Trinidad, 2005. Antonio Benítez Trinidad, 2016; Ramón González Gómez, 2016.
Otros testimonios directos nos confirman que la situación durante la exhumación fue
bastante delicada. Según Nieves, «fueron unos días tensos. Yo sé que hubo gente que
se fue del pueblo para no estar aquí» Saturnino Nieves González, 2016. Ramón González Gómez, 2016.
Más allá de la tensión y la momentánea exaltación de algunos familiares, la reinhumación discurrió de forma tranquila y ordenada. Sin embargo, la respuesta de algunos derechistas a la exhumación, y al juicio posterior, se acabó traduciendo en amenazas e incluso agresiones, pues no pocos se resistían al cambio de statu quo en el pueblo.
La exhumación, protagonizada por un alcalde de un partido de extrema izquierda, en
un pueblo en el que todo el mundo se conocía y donde estaban identificados si no los
responsables directos, sí los instigadores de los asesinatos, debió soliviantar los
ánimos de quienes habían gozado no solo de impunidad, sino de una indiscutible preeminencia
social y política en la pequeña comunidad local. Si bien la extrema derecha durante
la transición protagonizó gran número de acciones violentas, sobre todo mediante la
actividad de grupos más o menos aislados que, en contextos locales, acosaron, amenazaron
y agredieron a militantes y simpatizantes de partidos de izquierdas
Según apuntan varios testimonios Antonio Benítez Trinidad, 2016; Saturnino Nieves González, 2016. También aparecieron pintadas contra Felisa Casatejada, la principal promotora de
la exhumación de otro pueblo pacense, Casas de Don Pedro, y su familia sufrió distinto
tipo de presiones, amenazas e incluso atentados contra sus propiedades ( Alfonso Rojo, 2020.
Si estas amenazas y agresiones no tuvieron consecuencia legal alguna, no sucedió lo
mismo con el traslado de los restos, que acabó teniendo una inesperada deriva judicial
que no hace sino poner de manifiesto las dificultades jurídicas, políticas y sociales
que existían en aquellos momentos de transición a la hora de abordar estos espinosos
asuntos. Y ello hasta el punto de que, con frecuencia, formaciones de izquierda (sobre
todo PSOE y UGT), a pesar de representar las siglas de muchos de los represaliados
que yacían fuera de los camposantos, no se atrevieron a promover este tipo de iniciativas
ni a reivindicar su recuerdo
La exhumación de Torremejía no solo fue objeto de enfrentamiento político, sino también
de un largo y ruidoso proceso judicial. Un pleito motivado por dos denuncias interpuestas
por el gobernador civil de la provincia, Lorenzo Martínez Fresneda Pocos años después, el Tribunal Supremo le abriría una investigación por supuestas
irregularidades económicas entre 1979 y 1982, años en los que ocupó el puesto de gobernador
civil de Badajoz (El País, 28-6-1984. Disponible en: https://bit.ly/3GI1Rml).
En el ADGB consta la notificación enviada el 27 de agosto por el delegado territorial
de Sanidad al gobernador civil de la provincia, basada en la denuncia —que también
figura en este archivo— del jefe local de Sanidad de Torremejía por el traslado de
restos cadavéricos sin el permiso de dicha Delegación. Esta es del 21 de agosto y
en ella el jefe local dice que «recabó información del Sr. Alcalde, el cual [le] manifestó
que no había pedido autorización por “No saber” hacía falta». Adicionalmente, figura
una nota informativa de la Comandancia de la Guardia Civil de Badajoz, dirigida al
gobernador civil, en la que se dice que Calle acompañó a Benítez y «dirigió un mitin
a los asistentes. Por último, advierten de que los familiares tienen previsto reunirse
en el cementerio nuevo el 14 de septiembre para colocar una lápida y celebrar una
misa con motivo del 43 aniversario de “la muerte” de las personas cuyos restos fueron
exhumados».
El origen jurídico del empleo comunitario está en el artículo 1.2 de la Ley 41/1970,
que contemplaba ayudas a trabajadores por cuenta ajena, preferentemente mediante la
aplicación de fórmulas de empleo transitorio de carácter comunitario y asistencial.
Esta previsión se desarrollaría reglamentariamente y estaría en vigor entre 1971 y
1983. Su origen socioeconómico se basa en una estructura social profundamente polarizada
y un mercado de trabajo caracterizado por la temporalidad, estacionalidad, baja cualificación
y en el que la oferta era controlada por los propietarios. Se diseñó para los trabajadores
eventuales de Andalucía y Extremadura y su objeto era paliar el paro agrícola mediante
obras públicas financiadas por el Estado. Estos fondos estaban controlados por los
gobernadores civiles.
Antonio Benítez Trinidad, 2016.
Gracias a la documentación consultada, a la que hemos accedido por primera vez desde
los hechos, ADGB, Gabinete Técnico, 1979, y el expediente completo del juicio en AHPB, Querella contra Benito Benítez Trinidad, por un delito de exhumación de cadáveres
y malversación de fondos. Sentencia de 19-6-1980. Código de referencia: ES.06015.AHP/44.2.2.4.01//JAP/933:52.
Hemos consultado la versión del expediente judicial anonimizada por el AHPB.
El día 29 de agosto desde la Fiscalía de la Audiencia Provincial se solicitaba al juez de instrucción de Mérida, Emilio León Sola, la incoación de un procedimiento criminal para el esclarecimiento de los hechos. El 5 de septiembre este solicitaba a la Delegación Territorial de Sanidad que expresase por escrito si se había pedido la preceptiva autorización para exhumar, a lo que se contestaba negativamente en un oficio fechado el 18 de septiembre. Finalmente, el juez, a la luz de la información recabada, decidió iniciar diligencias previas, consistentes en tomar declaración al alcalde el día 4 de octubre y solicitar un informe de la Comandancia del Puesto de la Guardia Civil de Torremejía para que averiguase la identidad de las personas que intervinieron en la exhumación y reinhumación. En el informe emitido por la Guardia Civil se identificó hasta cinco personas que colaboraron en la organización de los hechos y a catorce obreros del Empleo Comunitario que participaron en los mismos. El juez también ordenó la consulta de las actas de pleno donde se acordó la exhumación y de la relación de trabajadores del Empleo Comunitario los días 16 y 17 de agosto.
Durante el mes de octubre se tomó declaración a varias personas. Los testimonios afirmaron
que habían ido voluntarios a recoger los restos, que los introdujeron en sacos de
plástico y los llevaron a hombros hasta el nuevo camposanto. Pero, sin duda, el dato
más destacable fue la participación de familiares directos de los fusilados en la
exhumación. Dos de las personas que la organizaron afirmaron haber participado en
la misma y ser familiares de los fusilados. Por su parte, en el expediente judicial
se recogió esta información aportada por uno de los trabajadores del Empleo Comunitario:
«Como él tenía allí a su padre, fue a realizar dicha exhumación, su jornada fue desde
las 7 hasta las 14 horas, que como sabía que allí se encontraban los restos de su
padre al que perdió de muy pocos meses, se cegó retirando restos y depositándolos
en bolsas de plástico, y como se encontraba metido en la zanja, nada más que observó
la presencia de mucho público de diferentes sexos y edades, y por lo tanto no oyó
si se pronunciara alguna arenga». Otro obrero dijo que estuvo en el cementerio «desenterrando
los restos de un hermano al que en el año 1936 le fue aplicado el bando de guerra,
que él no sabe qué persona le dijo que podía sacar los restos y él lo hizo» Querella contra Benito Benítez Trinidad, AHPB.
Finalmente, el 29 de noviembre el juez de instrucción acordaba la formación de una causa penal, registrada con el número de sumario 52/79. Y, una vez practicadas las nuevas pruebas, el juez de instrucción dictaba el 25 de enero de 1980 auto de procesamiento contra Benito Benítez Trinidad, imputándole dos delitos: uno contra la salud pública, por traslado de restos cadavéricos sin autorización, lo que vulneraba la legislación de policía sanitaria mortuoria; y el segundo por malversación de caudales públicos, al haber hecho uso de los obreros del Empleo Comunitario para llevar a cabo la exhumación y la reinhumación.
La abogada Paloma Marín redactó un escrito de alegaciones solicitando el sobreseimiento del auto de procesamiento en el que ponderó los aspectos políticos y morales de los actos que se enjuiciaban. Señaló que no se podía abstraer la exhumación del contexto local, una pequeña comunidad en la que las familias de las víctimas representaban una parte significativa. Y añadía que los auténticos autores de la exhumación habían sido los familiares, quienes querían no solo que los restos reposaran en un panteón, sino que se reconociese el sacrificio de sus deudos por la democracia.
La defensa de Benítez consideraba que no se había producido malversación de caudales
públicos porque no se había dado un uso diferente al dinero que el de pagar a los
obreros a cuenta del Empleo Comunitario. Asimismo, pedía el sobreseimiento por no
estar identificados los autores del delito y, en caso de que no se produjera, solicitaba
la aplicación de la circunstancia atenuante número 7 del artículo 9 del Código Penal Conclusiones provisionales defensa Benito Benítez Trinidad, Sumario 52/79, AHPB.
En una cita que por su elocuencia conviene reproducir en su integridad, Paloma Marín nos ha explicado que la justicia en los albores de la democracia
tuvo que asumir un ordenamiento distinto que debía aplicar, con derechos y valores
diametralmente opuestos a los prevalentes en el régimen anterior, y desprenderse de
criterios de actuación y prácticas incorporadas durante mucho tiempo. Resulta sorprendente,
aunque revelador, por ejemplo, que el modelo de acta de la primera declaración de
Benítez en sede de instrucción, cuando se investigaba su participación en los hechos,
recogiera que fuera exhortado a decir verdad y advertido de las penas en las que podía
incurrir como presunto autor de un delito de falso testimonio en causa criminal en
otro caso (folio 11 del archivo de diligencias previas), lo que suponía el desconocimiento
del derecho a guardar silencio que la Constitución vigente reconocía; o que en su
posterior declaración indagatoria como procesado, en el acta estereotipada de declaración,
se contuviera la previsión de los datos sobre la parroquia en la que hubiera sido
bautizado o sobre su pertenencia o no a Falange Española Tradicionalista y de las
JONS, lo que suponía una demanda generalizada de información sobre convicciones religiosas
y políticas de las personas inculpadas y evidenciaba la relevancia que podía otorgarse
a dicha militancia o a la ausencia de la misma, extremos ambos absolutamente incompatibles
con los nuevos valores constitucionales ya vigentes en ese momento Paloma Marín, 2020.
El auto de procesamiento también exigía al alcalde una fianza de 50 000 pesetas para
hacer frente a las responsabilidades pecuniarias que pudieran imponérsele, procediéndose
en su caso al embargo de sus bienes. Al no disponer de dicha cantidad y no tener siquiera
vivienda en propiedad, le embargaron una de las dos vacas de las que disponía y él
estuvo en libertad provisional hasta la sentencia absolutoria. Como nos recuerda su
hijo, lo de la vaca hoy nos puede parecer incluso cómico, pero para ellos fue muy
duro, pues era la única propiedad que tenían equivalente a la cantidad requerida.
Josefa Corbacho, la esposa, añade: «Tenía que mandar a mis hijos a casa de mi madre
para que comieran porque lo que tenía en casa no era para ellos, vamos que no lo he
pasado bien» Antonio Benítez Corbacho, 2016; Josefa Corbacho, 2016.
Según Antonio, el primer recuerdo de su infancia es, precisamente, el alboroto que
se organizó en la puerta de su casa cuando las autoridades vinieron a llevarse la
vaca de sus padres. Los familiares que le habían instado a promover la exhumación,
empoderados por el éxito de su iniciativa, reactivaron los vínculos informales que
habían creado entre ellos durante décadas y no dudaron en ir a prestar su apoyo al
alcalde, hasta el punto de que se presentaron en su puerta para protestar enérgicamente
por el embargo. Más tarde se organizarían y lograrían reunir el dinero suficiente
para desembargar la vaca Diario Hoy (15-6-1980: p.13) y El País (22-6-1980: p. 19).
Lo cierto, como nos confirmó Corbacho, es que prácticamente todo el pueblo se volcó
con ellos, pero también reconoce que sufrieron mucho hasta conocer la sentencia absolutoria.
En sus propias palabras, «fue un cuadro muy fuerte para nosotros» Josefa Corbacho, 2016. Paloma Marín, 2020.
Esto último es fundamental y demuestra que la importancia de este caso trasciende lo meramente local. Un traslado de restos de fusilados desde una fosa común al cementerio, acompañado de un acto público de homenaje a los mismos, era visto por muchos en aquellos momentos como algo subversivo y, cuando menos, tratado como un potencial problema de orden público; incluso muchos militantes de izquierda lo consideraban radical y prematuro. Si a esta mezcla de sentimientos de rechazo, inquietud e incomodidad, tan extendidos entonces, se añaden los del miedo a las consecuencias, ejemplificadas por el tormento judicial que tuvo que atravesar el alcalde y las amenazas de que fue objeto, se puede entender el efecto disuasorio que pudo tener para muchos emprender acciones parecidas.
Paradójicamente, según nos contó Alfonso Rojo Sustituyó a Paloma Marín, que se había hecho cargo del caso hasta ese momento, y
a Damián Tapia, ambos abogados laboralistas, no penalistas. Este último nos dijo que
solo tuvo una intervención tangencial en este caso.
Rojo dice que le llamaron de Radio Badajoz insistiendo mucho en este tema y que la
última semana antes del juicio apenas podían trabajar porque tenían que atender a
multitud de periodistas. También le entrevistaron en Interviú (Alfonso Rojo, 2020). Marín afirma: «Me imagino que, llegando el juicio, ORT intentaría
darle la mayor difusión posible y reclamar la solidaridad de la ciudadanía y de otros
partidos de izquierda por el trasfondo de la acusación y por las sombras que podían
cernirse sobre los nuevos ayuntamientos democráticos, que habían nacido con tantas
esperanzas sobre nuevos hábitos democráticos y nuevas formas de convivencia» (Paloma
Marín, 2020).
Alfonso Rojo, 2020.
Además de por Alfonso Rojo, Benítez fue defendido en el juicio por José Folguera José Folguera era, a la sazón, jefe de prensa de la ORT y, según el diario Hoy (15-6-1980), «fue quien ganó el contencioso contra Radiotelevisión española por la
no inclusión de la candidatura de la ORT en la propaganda electoral de las pasadas
elecciones». Alfonso Rojo pudo ejercer como abogado desde el principio del juicio
porque estaba colegiado en Badajoz; Folguera, como no lo estaba, no intervino hasta
después. Este había sido uno de los abogados en el conocido como «juicio del Goloso»,
a consecuencia del cual se ejecutaron las cinco últimas condenas a muerte con las
que se despidió el franquismo.
En primer lugar, destaca el amparo recibido por las formaciones en las que militaba, entre las que destacaba la del dirigente Joaquín Martínez Trejo. Estas fuerzas, a pesar de su limitada presencia pública e institucional, se volcaron sin reservas en la defensa de la causa de Benítez.
En segundo lugar, recibió un respaldo incondicional de muchos vecinos y familiares.
Como decía Corbacho, «por el pueblo hubo mucha ayuda, mucha, mucha» Josefa Corbacho, 2016. Antonio Benítez Trinidad, 2016.
El pueblo se volcó tanto en la causa judicial —unas trescientas personas asistieron al juicio para acompañar al alcalde y mostrarle su apoyo— que muchos tuvieron que quedarse fuera de la sala por problemas de aforo. Por un lado, la represión en Torremejía había alcanzado a un buen número de vecinos, lo que explica que gran parte de la reducida comunidad local se sintiera concernida. Y, por otro, esta no se había visto tan afectada por las oleadas migratorias que habían vaciado muchos pueblos de la región, así que su tejido social no estaba tan debilitado como en otros casos. Además, la acción del alcalde había sido percibida por muchos vecinos —incluso por algunos de ideología conservadora—como algo moralmente necesario, lo que debió de contribuir a su movilización cuando se le intentó penalizar por ello.
Por último, fue precisamente el hiriente contraste entre moral y derecho que se dirimía
en este caso, junto con la solidaridad con un alcalde que para estupefacción de muchos
había sufrido el embargo de una de sus dos vacas, lo que hizo trascender lo ocurrido
al ámbito nacional, concitando la movilización de políticos ajenos tanto a la localidad
como a la ORT. Dirigentes como Juan María Bandrés o Juan Carlos Rodríguez Ibarra se
interesaron por el caso y también se solidarizaron con Benítez políticos y dirigentes
de otras partes del país En nota de prensa publicada en Hoy de 6-7-1980, Ángel Calle, secretario general del PT de Extremadura, agradecía «las
muestras de apoyo y solidad recibidas» por parte del PSE, PSOE, PCE, PSPE, ARDE y
Juan María Bandrés. Asimismo, mencionaba a los alcaldes de Aranjuez (también de la
ORT, que envió a Benítez un telegrama de aliento que figura en el sumario), Lebrija
(cuyo primer alcalde era del Partido del Trabajo de España, formación que se fusionaría
con la ORT para formar el Partido de los Trabajadores) y Sanlúcar de Barrameda (con
alcalde del PCE). Por último, reconoció los apoyos del presidente de la Diputación
Provincial de Valencia y de los sindicatos SU, UGT, CC. OO., CGT y SLMM. Benítez,
en la entrevista que le hizo Álvaro Fernández en 2005, menciona el apoyo de Juan Carlos
Rodríguez Ibarra (Ángel Calle afirmó que asistió al juicio, aspecto que también confirma
José Folguera) y de Bandrés. En aquel momento, Ibarra era diputado en el Congreso
por Badajoz y secretario general del PSOE en esa provincia. En su condición de líder
socialista extremeño le debió de resultar difícil sustraerse al revuelo mediático,
pero lo cierto es que este asunto llegó al Parlamento español a petición de Bandrés.
Ibarra, de hecho, como han subrayado algunos de nuestros testimonios, no destacó por
emprender iniciativas encaminadas a la recuperación de la memoria de los fusilados,
y ello a pesar de que en su mayoría eran de ideología socialista.
Precisamente en la sesión ordinaria de pleno del Ayuntamiento de Torremejía de 28
de junio de 1980 Actas de Pleno, AMT; véase también «Interpelación “Procesamiento del Alcalde de Torremegía
[sic] (Badajoz)”», BOCG, Serie D, n.º 428-I, 14-7-1980.
BOCG, 17-VII-1980, n.º 428-I. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Sesión Plenaria celebrada el jueves 9-4-1981.
Contestó a Bandrés el ministro de Justicia, Fernández Ordóñez, y en su respuesta defendió la decisión del gobernador civil, argumentando que se había producido el delito, aunque sin intención dolosa, a la vez que reconocía que «estrictamente no hubo alteración en el uso de los fondos públicos». Sin embargo, el diputado vasco insistió en que el gobernador civil debía tener en cuenta la connotación política del acto de exhumación: «Se trata de una exhumación […] de restos procedentes de personas fusiladas en el año 1936, con todo un entorno sentimental, un contenido político claro, que es lo que parece que hace aconsejable a un gobernador civil que no cometa el error, a mi juicio, insisto, de denunciar hechos como este».
La intervención de Bandrés dejaba traslucir un asunto inédito en la España de la transición: el papel que debía desempeñar la Administración pública y demás poderes del Estado en la recuperación de las víctimas del franquismo. Pero ni siquiera Bandrés se atrevía a proponer que las autoridades adoptaran un papel proactivo a este respecto, sino que al menos no interfirieran. Más allá de cuestiones procedimentales o de la existencia de infracciones legales —que en otras ocasiones se pasaron por alto, ya que el sentido común dictaba que no podía haber problema de salud pública alguno en la exhumación de restos tan antiguos—, la denuncia reflejaba la posición obstaculizadora de algunos poderes públicos a actos que aspiraban a poner fin a una bochornosa anomalía no solo ética, sino jurídica, pues, a la postre, se trataba de regularizar enterramientos ilegales. Esta resistencia también ponía en evidencia, además de las dificultades de emprender acciones reparadoras de las víctimas de la guerra y la dictadura, la falta de voluntad de los gobernantes y de las recién estrenadas instituciones democráticas de liderar dicho proceso. A diferencia de lo que se hizo, por una simple cuestión de justicia, aunque muy dilatada en el tiempo, cuando se equipararon los derechos de viudas, huérfanos y excombatientes de los dos bandos enfrentados en la guerra, no quiso hacerse lo mismo con los republicanos que yacían en fosas comunes, a pesar de que los familiares de las víctimas de la violencia revolucionaria sí habían recibido durante toda la posguerra apoyo institucional para llevar a cabo reinhumaciones y homenajes.
Finalmente, mediante sentencia n.º 103/80, el 19 de junio de 1980 Benítez fue absuelto de todos los cargos —delito contra la salud pública y malversación de caudales públicos— por la Sección 2.ª de la Audiencia Provincial de Badajoz, siendo presidente del tribunal el juez José García Orio-Zabala y ejerciendo de fiscal Carlos Angoso de las Heras.
Según la viuda de Benítez, su mayor satisfacción es saber la alegría que la iniciativa
auspiciada por su marido proporcionó a tanta gente y ver cómo, desde entonces, nunca
faltan flores frescas en el mausoleo, siendo el Día de Todos los Santos cuando más
familiares se congregan. Sin embargo, el sobrino de Benítez Antonio Benítez Pintor, 2016.
Han pasado ya cuarenta años de todo esto. El emplazamiento del antiguo cementerio, donde estaba oculta la fosa común, hoy en día es un parque público denominado Jardines de la Paz que alberga, además de unos columpios, una escultura conmemorativa de la visita que hizo Camilo José Cela en 1992, ya que fue en esta localidad donde ambientó parte de la terrible historia de Pascual Duarte. Aquel año, con motivo del quincuagésimo aniversario de su publicación, el escritor inauguró una placa firmada por él que reza: «Pido a los clementes dioses que gobiernan el mundo que el futuro de paz y concordia entre los hombres haya llegado ya».
En este artículo se ha querido destacar, por un lado, lo vivo que estaba el recuerdo de la guerra civil en la transición y lo traumático que todavía resultaba, particularmente para los familiares de las víctimas del franquismo, el no haber podido dar una sepultura digna a sus deudos ni reivindicarlos en el espacio público, ya que a nivel local ni siquiera se los había podido mencionar. También se ha expuesto que estas iniciativas se produjeron desde abajo, bien promovidas por familiares bien por militantes de base de partidos y sindicatos de izquierdas. La falta de apoyo, y más aún de liderazgo, desde la dirigencia regional y nacional de los mismos causó desconcierto y sensación de vulnerabilidad a quienes las impulsaron. Finalmente, se han mostrado las dificultades que entrañaban acciones de este tipo en un tiempo en el que los legados del franquismo permanecían presentes en algunas instituciones. Esta afirmación no solo se ha ilustrado con el caso concreto del alcalde de Torremejía, sino al recrear el clima de incertidumbre, miedo e intransigencia, traducido en no pocos casos en amenazas e incluso agresiones, que en ocasiones eran dirigidas contra quienes se atrevían a poner en cuestión la versión de la contienda promovida por la dictadura y a remover unos huesos horadados por balas que demostraban que una parte importante de la historia permanecía enterrada.
Es más que probable que la causa judicial a la que tuvo que hacer frente el alcalde,
el hecho de haberse visto privado temporalmente de un bien muy valioso para su familia
y el estruendo mediático que acompañó al proceso tuvieran un efecto disuasorio para
muchas personas de otras localidades que, de no haber ocurrido esto, también habrían
querido acometer este tipo de acciones, forzosamente dilatadas durante décadas. Algunas,
efectivamente, las acometieron (
Tras la muerte de Franco, no solo el miedo al enfrentamiento estaba muy presente a nivel local, sino que las relaciones de poder —como percibieron con estupor los abogados de la ORT procedentes de Madrid cuando llegaron a Extremadura— apenas habían cambiado desde los años treinta. Esto último es de importancia capital: los abogados a los que hemos entrevistado han subrayado el resentimiento de la derecha al ser desbancada del poder local por partidos de izquierda. No podían concebir, ni parecían dispuestos a tolerar sin resistencia, que las alcaldías les fueran arrebatadas tras los primeros comicios municipales de la democracia. Y menos aún estaban preparados para asumir que un obrero de la ORT dirigiera el ayuntamiento de un municipio tradicionalmente sometido al poder de los caciques. Según Marín, la denuncia a Benítez «ejemplificaba la reacción de los que perdían con el cambio».
El impacto mediático, la presión social local y la implicación política de parlamentarios
como Bandrés resultaron fundamentales para que Benítez fuera finalmente absuelto.
La prueba de que la justicia se sintió influida por el ambiente es que el juez, tal
y como nos ha contado José Folguera, llegó a afear de muy malos modos a Benítez que
hubiera contado a los medios de comunicación que le habían embargado una vaca. Sin
la vergüenza que debió de producirles que un detalle tan rocambolesco trascendiera
tanto, y sin la presión a la que acabamos de aludir, la sentencia bien podría haber
sido condenatoria. La mentalidad de algunos actores relevantes fue avanzando mucho
más despacio que las transformaciones legales que se iban acometiendo. De hecho, una
parte significativa de la judicatura no estaba preparada para la democratización que
se estaba fraguando. Los encargados de aplicar el nuevo ordenamiento jurídico a veces
no lo conocían y, en otros casos, se resistieron a aplicarlo Según Paloma Marín (2020), «el Poder Judicial mantuvo una actitud inicialmente vacilante
respecto del nuevo ordenamiento jurídico. De hecho, el Tribunal Supremo, en los primeros
años de vigencia de la Constitución, mantuvo el supuesto carácter programático de
esta frente al de norma de eficacia directa de los derechos que incorporaba. La sentencia
de la Audiencia Provincial que absolvió a Benítez, por ello, es una de las excepciones
que hicieron camino hacia la nueva función del Poder Judicial de garante de los derechos
y libertades de la ciudadanía».
Pero, junto a esto, también es cierto que, pocos meses antes de que Benítez saliera absuelto, un tribunal condenaba a los asesinos de los abogados de Atocha a distintas penas de prisión. Aunque el proceso distó de ser satisfactorio desde nuestros parámetros actuales, era la primera vez que se sentaba en el banquillo a terroristas de extrema derecha. La democracia, poco a poco y de forma un tanto tortuosa, se iba abriendo camino en España.
[1] |
Los autores agradecen su inestimable colaboración a todos los entrevistados (sus nombres figuran al final del artículo), así como a Begoña Mancera, directora del Archivo Histórico Provincial de Badajoz, Francisco Espinosa y Susana Aguilar. También estimamos oportuno aclarar que, para diferenciar en el artículo las referencias a las entrevistas que aparecen en las notas a pie de página de las citas bibliográficas, hemos conservado los nombres completos (nombres y apellidos en orden directo) de los entrevistados, separados por coma y sin paréntesis de la fecha de la entrevista. |
[2] |
Este artículo se centra en el denominado «terror azul» o franquista, entre otras cosas porque en Torremejía no hubo «terror rojo», igual que tampoco existió en provincias enteras que cayeron desde el principio de la contienda en manos de los golpistas. Ahora bien, más allá del debate sobre las diferencias en torno a estas dos dinámicas violentas, es oportuno recordar que la «violencia revolucionaria» también llevó a cabo fusilamientos sin proceso judicial y enterró fuera del camposanto a varios miles de personas. |
[3] |
León ( |
[4] |
Baby ( |
[5] |
Baby ( |
[6] |
Eduardo Castro, «Granada: los “paseados” de Fonelas. Muertos sin sepultura», Cuadernos para el Diálogo, 6 al 12-11-1976, pp. 32-33 |
[7] |
Agradecemos a Javier Muñoz Soro que nos haya proporcionado los anónimos custodiados
en el archivo de la revista. Este «comando», junto a otros de perfil similar, protagonizó
entre noviembre de 1976 y febrero de 1977 una campaña de envío de cartas con amenazas
de muerte a «líderes de la oposición o periodistas vinculados a distintos órganos
de prensa progresistas» ( |
[8] |
Hoy, 1-7-1977 y El País, 30-12-1977. Este periodista nos explicó telefónicamente que le fueron a buscar a la redacción dos policías militares, le llevaron al Gobierno Militar de Badajoz y allí le tomaron declaración. Tanto Pilar Miró como Miguel Ángel Aguilar fueron procesados por la justicia militar por delitos similares. |
[9] |
Aguilar ( |
[10] |
El mismo autor del reportaje sobre Fonelas escribió en El País, 3-8-1977, un artículo titulado: «Motril: suspendido un funeral en memoria de once fusilados». |
[11] |
Por ilustrar esta afirmación con las palabras de quien ha sido el dirigente más destacado
del PSOE en Extremadura durante muchos años: «La República no fue reivindicada […]
[p]or el pacto que hubo en la transición, que al final consistía en que “ustedes no
hablen del franquismo, que nosotros no les hablaremos de la República” […]. Ante el
temor de que nos acusaran de desleales a la Constitución, los progresistas de este
país hemos preferido dejar las cosas como estaban» ( |
[12] |
Aunque Tarrow ( |
[13] |
Olson ( |
[14] |
Aguilar ( |
[15] |
Según la definición de Tilly ( |
[16] |
Así ocurrió en la mayoría de los casos, con notables excepciones, como el sur de
Navarra y el norte de la Rioja ( |
[17] |
Por ejemplo, en fechas señaladas—ya fuera la del fusilamiento o el Día de Todos los
Santos— depositaban flores en los emplazamientos de las fosas comunes. Sobre estos
rituales y esa resiliencia desarrollada por los familiares, que les permitió no solo
mantener vivo el recuerdo, sino también articular colectivamente sus demandas tras
la muerte del dictador, véase Aguilar ( |
[18] | |
[19] | |
[20] | |
[21] |
Espinosa ( |
[22] |
Martín ( |
[23] |
Espinosa ( |
[24] | |
[25] |
Wilhelmi ( |
[26] |
José Ángel Calle Gragera, 2016. José Sanroma, secretario general de la ORT en aquellos momentos, confirma que la estrategia de este partido consistió en reclutar «líderes naturales del movimiento obrero y jornalero». Según él, «la expansión de ORT se basaba en que contaba en sus filas con algunos líderes jóvenes y eso le permitía vincularse a amplios sectores populares que despertaban a la vida reivindicativa y a la consciencia política; el partido puso a su servicio a los escasos profesionales (abogados, médicos, sociólogos, economistas, etc.) que se fueron integrando en ORT a partir de 1970». Entre las actividades que dichos profesionales desarrollaron destacó la creación de despachos de abogados laboralistas y el apoyo a las asociaciones de vecinos (entrevista a José Sanroma, 2021). |
[27] |
Santos ( |
[28] |
Antonio Benítez Corbacho, 2016. |
[29] |
José Ángel Calle Gragera, 2016; Alfonso Rojo, 2020; José Folguera, 2019; Paloma Marín, 2020. |
[30] |
Nota de protesta en Hoy, 21-9-1979; una mención a la detención en El País 22-6-1980. |
[31] |
José Ángel Calle Gragera, 2016. |
[32] |
José Sanroma, 2021, sustenta la «predisposición del partido a vincularse al pasado» en el hecho de que los militantes del partido eran muy jóvenes, no habían experimentado ni la guerra civil ni el exilio, pero «tenían un gran afán de acercarse a los mayores». |
[33] |
Saturnino Nieves González, 2016. |
[34] | |
[35] |
Esta abogada accedió a la carrera judicial en 1996 y se jubiló en 2019 en el Juzgado de lo Penal n.º 36 de Madrid, especializado en violencia de género. |
[36] |
Paloma Marín, 2020. |
[37] |
José Ángel Calle Gragera, 2016. |
[38] |
Los tres partidos de izquierda que se presentaron a los comicios obtuvieron en conjunto el 63,5 % de los sufragios. |
[39] |
Sesión ordinaria, 28-V-1979. Actas de Pleno, AMT. |
[40] |
Ramón González Gómez, 2016. |
[41] |
Entrevista a Benito Benítez Trinidad realizada en 2005 por Álvaro Fernández y facilitada por Francisco Espinosa. Como nos contaba Josefa Corbacho, 2016, la esposa del alcalde, «estaba muy mal eso, la fosa estaba en el suelo, se pisaba, estaba fatal». |
[42] |
Escrito de alegaciones solicitando sobreseimiento de la causa, Sumario 52/1979, AHPB. |
[43] |
Hoy, 17-6-1980. |
[44] |
José Ángel Calle Gragera, 2016. |
[45] | |
[46] |
Según nos ha informado su hijo, un abuelo del alcalde, llamado Alfonso, «era uno de los cabecillas de la Falange antes de la guerra civil». Sin embargo, al menos dos miembros de la familia de su mujer fueron asesinados por los franquistas. |
[47] |
Actas de Pleno, AMT. |
[48] |
Antonio Benítez Trinidad, 2016; Saturnino Nieves González, 2016. |
[49] |
ADGB, Gabinete Técnico, 1979. |
[50] |
«Exhumados en Torremejía restos de personas fusiladas durante la guerra civil», Hoy, 26-8-1979. |
[51] |
Según el Servicio de Información de la Guardia Civil, que emitió un informe dirigido al gobernador civil, el número de asistentes fue de trescientos. ADGB, Gabinete Técnico, 1979. |
[52] |
Benito Benítez Trinidad, 2005. |
[53] |
Hoy, 26-8-1979. |
[54] |
Muestra de ello es el gesto simbólico que protagonizó el 11 de agosto de 1980, siendo
alcalde en funciones de Mérida. La ORT había logrado tres concejales que, sumados
a los ocho del PSOE, ostentaban la mayoría absoluta frente a una UCD que solo contaba
con diez. Un acuerdo entre las dos formaciones de izquierdas llevó a la alcaldía a
Martín López Heras, socialista. En agosto de 1980, en ausencia del alcalde, Calle
era el alcalde en funciones y el día 11 se cumplía el aniversario de la cruenta entrada
de las tropas rebeldes en la ciudad ( |
[55] |
Paloma Marín, 2020. |
[56] |
José Ángel Calle Gragera, 2016. |
[57] |
Francisco Cerrato, 2016. |
[58] |
Saturnino Nieves González, 2016. |
[59] |
Sobre las estrategias de duelo, véase Aguilar ( |
[60] |
Saturnino Nieves González, 2016. |
[61] |
José Ángel Calle Gragera, 2016. |
[62] |
Benito Benítez Trinidad, 2005. |
[63] |
Antonio Benítez Trinidad, 2016; Ramón González Gómez, 2016. |
[64] |
Saturnino Nieves González, 2016. |
[65] |
Ramón González Gómez, 2016. |
[66] |
Baby ( |
[67] |
Aguilar ( |
[68] |
Antonio Benítez Trinidad, 2016; Saturnino Nieves González, 2016. |
[69] |
También aparecieron pintadas contra Felisa Casatejada, la principal promotora de
la exhumación de otro pueblo pacense, Casas de Don Pedro, y su familia sufrió distinto
tipo de presiones, amenazas e incluso atentados contra sus propiedades ( |
[70] |
Alfonso Rojo, 2020. |
[71] |
Aguilar ( |
[72] |
Pocos años después, el Tribunal Supremo le abriría una investigación por supuestas irregularidades económicas entre 1979 y 1982, años en los que ocupó el puesto de gobernador civil de Badajoz (El País, 28-6-1984. Disponible en: https://bit.ly/3GI1Rml). |
[73] |
En el ADGB consta la notificación enviada el 27 de agosto por el delegado territorial de Sanidad al gobernador civil de la provincia, basada en la denuncia —que también figura en este archivo— del jefe local de Sanidad de Torremejía por el traslado de restos cadavéricos sin el permiso de dicha Delegación. Esta es del 21 de agosto y en ella el jefe local dice que «recabó información del Sr. Alcalde, el cual [le] manifestó que no había pedido autorización por “No saber” hacía falta». Adicionalmente, figura una nota informativa de la Comandancia de la Guardia Civil de Badajoz, dirigida al gobernador civil, en la que se dice que Calle acompañó a Benítez y «dirigió un mitin a los asistentes. Por último, advierten de que los familiares tienen previsto reunirse en el cementerio nuevo el 14 de septiembre para colocar una lápida y celebrar una misa con motivo del 43 aniversario de “la muerte” de las personas cuyos restos fueron exhumados». |
[74] |
El origen jurídico del empleo comunitario está en el artículo 1.2 de la Ley 41/1970, que contemplaba ayudas a trabajadores por cuenta ajena, preferentemente mediante la aplicación de fórmulas de empleo transitorio de carácter comunitario y asistencial. Esta previsión se desarrollaría reglamentariamente y estaría en vigor entre 1971 y 1983. Su origen socioeconómico se basa en una estructura social profundamente polarizada y un mercado de trabajo caracterizado por la temporalidad, estacionalidad, baja cualificación y en el que la oferta era controlada por los propietarios. Se diseñó para los trabajadores eventuales de Andalucía y Extremadura y su objeto era paliar el paro agrícola mediante obras públicas financiadas por el Estado. Estos fondos estaban controlados por los gobernadores civiles. |
[75] |
Antonio Benítez Trinidad, 2016. |
[76] |
ADGB, Gabinete Técnico, 1979, y el expediente completo del juicio en AHPB, Querella contra Benito Benítez Trinidad, por un delito de exhumación de cadáveres y malversación de fondos. Sentencia de 19-6-1980. Código de referencia: ES.06015.AHP/44.2.2.4.01//JAP/933:52. Hemos consultado la versión del expediente judicial anonimizada por el AHPB. |
[77] |
Querella contra Benito Benítez Trinidad, AHPB. |
[78] |
Conclusiones provisionales defensa Benito Benítez Trinidad, Sumario 52/79, AHPB. |
[79] |
Paloma Marín, 2020. |
[80] |
Antonio Benítez Corbacho, 2016; Josefa Corbacho, 2016. |
[81] |
Diario Hoy (15-6-1980: p.13) y El País (22-6-1980: p. 19). |
[82] |
Josefa Corbacho, 2016. |
[83] |
Paloma Marín, 2020. |
[84] |
Sustituyó a Paloma Marín, que se había hecho cargo del caso hasta ese momento, y a Damián Tapia, ambos abogados laboralistas, no penalistas. Este último nos dijo que solo tuvo una intervención tangencial en este caso. |
[85] |
Rojo dice que le llamaron de Radio Badajoz insistiendo mucho en este tema y que la última semana antes del juicio apenas podían trabajar porque tenían que atender a multitud de periodistas. También le entrevistaron en Interviú (Alfonso Rojo, 2020). Marín afirma: «Me imagino que, llegando el juicio, ORT intentaría darle la mayor difusión posible y reclamar la solidaridad de la ciudadanía y de otros partidos de izquierda por el trasfondo de la acusación y por las sombras que podían cernirse sobre los nuevos ayuntamientos democráticos, que habían nacido con tantas esperanzas sobre nuevos hábitos democráticos y nuevas formas de convivencia» (Paloma Marín, 2020). |
[86] |
Alfonso Rojo, 2020. |
[87] |
José Folguera era, a la sazón, jefe de prensa de la ORT y, según el diario Hoy (15-6-1980), «fue quien ganó el contencioso contra Radiotelevisión española por la no inclusión de la candidatura de la ORT en la propaganda electoral de las pasadas elecciones». Alfonso Rojo pudo ejercer como abogado desde el principio del juicio porque estaba colegiado en Badajoz; Folguera, como no lo estaba, no intervino hasta después. Este había sido uno de los abogados en el conocido como «juicio del Goloso», a consecuencia del cual se ejecutaron las cinco últimas condenas a muerte con las que se despidió el franquismo. |
[88] |
Josefa Corbacho, 2016. |
[89] |
Antonio Benítez Trinidad, 2016. |
[90] |
En nota de prensa publicada en Hoy de 6-7-1980, Ángel Calle, secretario general del PT de Extremadura, agradecía «las muestras de apoyo y solidad recibidas» por parte del PSE, PSOE, PCE, PSPE, ARDE y Juan María Bandrés. Asimismo, mencionaba a los alcaldes de Aranjuez (también de la ORT, que envió a Benítez un telegrama de aliento que figura en el sumario), Lebrija (cuyo primer alcalde era del Partido del Trabajo de España, formación que se fusionaría con la ORT para formar el Partido de los Trabajadores) y Sanlúcar de Barrameda (con alcalde del PCE). Por último, reconoció los apoyos del presidente de la Diputación Provincial de Valencia y de los sindicatos SU, UGT, CC. OO., CGT y SLMM. Benítez, en la entrevista que le hizo Álvaro Fernández en 2005, menciona el apoyo de Juan Carlos Rodríguez Ibarra (Ángel Calle afirmó que asistió al juicio, aspecto que también confirma José Folguera) y de Bandrés. En aquel momento, Ibarra era diputado en el Congreso por Badajoz y secretario general del PSOE en esa provincia. En su condición de líder socialista extremeño le debió de resultar difícil sustraerse al revuelo mediático, pero lo cierto es que este asunto llegó al Parlamento español a petición de Bandrés. Ibarra, de hecho, como han subrayado algunos de nuestros testimonios, no destacó por emprender iniciativas encaminadas a la recuperación de la memoria de los fusilados, y ello a pesar de que en su mayoría eran de ideología socialista. |
[91] |
Actas de Pleno, AMT; véase también «Interpelación “Procesamiento del Alcalde de Torremegía [sic] (Badajoz)”», BOCG, Serie D, n.º 428-I, 14-7-1980. |
[92] |
BOCG, 17-VII-1980, n.º 428-I. |
[93] |
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Sesión Plenaria celebrada el jueves 9-4-1981. |
[94] |
Antonio Benítez Pintor, 2016. |
[95] |
Según Paloma Marín (2020), «el Poder Judicial mantuvo una actitud inicialmente vacilante respecto del nuevo ordenamiento jurídico. De hecho, el Tribunal Supremo, en los primeros años de vigencia de la Constitución, mantuvo el supuesto carácter programático de esta frente al de norma de eficacia directa de los derechos que incorporaba. La sentencia de la Audiencia Provincial que absolvió a Benítez, por ello, es una de las excepciones que hicieron camino hacia la nueva función del Poder Judicial de garante de los derechos y libertades de la ciudadanía». |
Aguilar, P. (2017). Unwilling to forget. Local memory initiatives in post-Franco Spain. South European Society and Politics, 22 (4), 405-426. Disponible en: https://doi.org/10.1080/13608746.2017.1395078. |
|
Aguilar, P. (2020). From mourning severed to mourning recovered. The families of the victims of Francoist repression and their tribute and remembrance strategies. Memory Studies, 13 (3), 277-294. Disponible en: https://doi.org/10.1177/1750698020914013. |
|
Aguilar, P. y Ferrándiz, F. (2016). Memory, Media and Spectacle: Interviú’s Portrayal of Civil War Exhumations in the Early Years of Spanish Democracy. Journal of Spanish Cultural Studies, 17 (1), 1-25. Disponible en: https://doi.org/10.1080/14636204.2015.1135599. |
|
Baby, S. (2018). El mito de la transición pacífica. Violencia y política en España (1975-1982). Madrid: Akal. |
|
Castro, C. (2010). La prensa en la transición española. 1966-1978. Madrid: Alianza Editorial. |
|
Chaves, J. (1997). La Guerra Civil en Extremadura. Operaciones militares (1936-1939). Mérida: Editora Regional de Extremadura. |
|
Espinosa, F. (2003). La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz. Barcelona: Crítica. |
|
Espinosa, F. (2007). La primavera del Frente Popular. Los campesinos de Badajoz y el origen de la guerra civil (marzo-julio de 1936). Barcelona: Crítica. |
|
García, J. M. (2010). El triunfo del golpe militar: el terror en la zona ocupada. En F. Espinosa (ed.). Violencia roja y azul. España 1936-1950 (pp. 81-151). Barcelona: Crítica. |
|
González, F. y Cebrián J. L. (2001). El futuro no es lo que era. Una conversación. Madrid: Punto de Lectura. |
|
Gusfield, J. (1981) Social movements and social change: Perspectives of linearity and fluidity. En L. Kriesberg (ed.). Research in Social Movements, Conflict and Change (pp. 317-33). Greenwich, Connecticut: JAI Press. |
|
León, G. (2007). La memoria de la Guerra Civil en la transición política a través de la prensa regional: la provincia de Badajoz. En J. Cuesta Bustillo (dir.). Memorias históricas de España (siglo xx) (pp. 149-170). Madrid: Fundación Francisco Largo Caballero. |
|
Martín, J. (2015). Badajoz: tierra quemada. Muertes a causa de la represión franquista, 1936-1950. Badajoz: PREMHEx. |
|
Olson, M. (2002) [1965]. The Logic of Collective Action. Public Goods and the Provision of Goods. Cambridge: Harvard University Press. |
|
Rodríguez Ibarra, J. C. (2008). Rompiendo cristales. Treinta años de vida política. Barcelona: Planeta. |
|
Sánchez Marroyo, F. (1993). Las Comisiones Obreras en Extremadura: tardía presencia y problemática consolidación (1969-1978). En D. Ruiz (dir.). Historia de Comisiones Obreras (1958-1988) (pp. 391-428). Madrid: Siglo XXI. |
|
Santos, A. (2015). Los ayuntamientos desde la perspectiva de la Organización Revolucionaria de Trabajadores. En M. Fernández Amador, E. Martos Contreras, L. C. Navarro Pérez y R. Quirosa-Cheyrouze Muñoz (coords). Historia de la Transición en España. Las instituciones (pp. 489-507). Almería: Universidad de Almería. |
|
Tarrow, S. (1997) [1994]. El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Madrid: Alianza Editorial. |
|
Tilly, C. (1984). Social Movements and National Politics. En C. Bright y S. Harding (eds.). Statemaking and Social Movements. Ann Arbor: University of Michigan Press. |
|
Wilhelmi, G. (2016). Romper el consenso. La izquierda radical en la Transición española (1975-1982). Madrid: Siglo XXI. |
Archivo de la Delegación del Gobierno en Extremadura, Subdelegación de Badajoz (ADGB).
Archivo Histórico Provincial de Badajoz (AHPB).
Archivo Municipal de Torremejía (AMT).
Boletín Oficial de las Cortes Generales.
Diario Hoy.
Diario El País.
Hoja del Lunes.
Alfonso Rojo, abogado de la ORT de Benito Benítez Trinidad (6-2-2020).
Antonio Benítez Corbacho, hijo de Benito Benítez Trinidad (15-4-2016).
Antonio Benítez Pintor, sobrino de Benito Benítez Trinidad; concejal del PSOE en Torremejía en el momento de realizarse la entrevista (15-4-2016).
Antonio Benítez Trinidad, hermano de Benito; militante de ORT y SU en 1979; fue concejal en Torremejía a partir de 1983 (15-4-2016).
Benito Benítez Trinidad, realizada por Álvaro Fernández y facilitada por Francisco Espinosa (2005).
Francisco Cerrato, nieto de fusilado (29-1-2016).
José Folguera, abogado de la ORT de Benito Benítez Trinidad (9-11-2019).
José Sanroma (alias «camarada Intxausti»), exsecretario general de la ORT (7-12-2021).
José Ángel Calle Gragera, dirigente de ORT y concejal en el Ayuntamiento de Mérida en 1979 (27-1-2016).
Josefa Corbacho, viuda de Benito Benítez Trinidad (15-4-2016).
Paloma Marín, abogada de la ORT de Benito Benítez Trinidad (5-5-2020).
Ramón González Gómez, concejal del PSOE en Torremejía en 1979 (15-04-2016).
Saturnino Nieves González, nieto de fusilado (15-04-2016).