RESUMEN

Desde un enfoque de violencia política, antes que foquista, el artículo tiene por objetivo explicar un acontecimiento político-militar, protagonizado por el Frente Túpac Amaru del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), agrupación guerrillera levantada en armas en el Perú, específicamente en el departamento de Junín, el año 1965. El método cualitativo en su modalidad de diseño narrativo sirvió para conocer el esfuerzo desplegado, antes y durante el conflicto armado, para insertarse en las comunidades andinas y amazónicas ubicadas en el área de influencia de Pucutá-Satipo. Se concluye que el Frente Túpac Amaru se desenvolvió entre un proyecto de guerrilla de partido hacia un tipo de guerrilla societal. Fue derrotado conjuntamente por las fuerzas armadas y policiales en aproximadamente siete meses de operaciones militares, políticas, psicológicas y represivas, especialmente de las poblaciones involucradas en el conflicto.

Palabras clave: Violencia política; foquismo; guerrilla; fuerzas armadas; comunidad.

ABSTRACT

From a political violence approach, rather than a focus, the article aims to explain a political-military event, led by the Túpac Amaru Front of the Revolutionary Left Movement (MIR), a guerrilla group raised in arms in Peru, specifically in the department of Junín, in the year 1965. The qualitative method in its narrative design modality, served to know the effort deployed, before and during the armed conflict, to insert itself in the Andean and Amazonian communities located in the area of ​​influence of Pucutá-Satipo. It is concluded that the Tupac Amaru Front evolved from a party guerrilla project to a type of societal guerrilla. Being defeated by joint forces of the Armed and Police Forces, in approximately seven months of military, political, psychological and repressive operations, especially of the populations involved in the conflict.

Keywords: Political violence; focus; warfare; armed forces; community.

Cómo citar este artículo / Citation: Lázaro Aquino, T. G. (2023). Entre guerrilla de partido y guerrilla societal. El Frente Túpac Amaru del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Revista de Estudios Políticos, 199, 165-‍195. doi: https://doi.org/10.18042/cepc/rep.199.06

SUMARIO
  1. RESUMEN
  2. ABSTRACT
  3. I. INTRODUCCIÓN
  4. II. METODOLOGÍA
  5. III. EL CONTEXTO REGIONAL Y LOS PRIMEROS HECHOS DE VIOLENCIA
  6. IV. SURGIMIENTO DE LA GUERRILLA DEL 65
  7. V. FOQUISMO O TRABAJO POLÍTICO EN BASES SOCIALES
  8. VI. ORGANIZACIÓN Y DESPLIEGUE DE LA GUERRILLA TÚPAC AMARU
  9. VII. OFENSIVA DE LA GUERRILLA TÚPAC AMARU
  10. VIII. CONTRAOFENSIVA DE LA POLICÍA Y LAS FUERZAS ARMADAS
  11. IX. DESENLACE DE LA GUERRILLA
  12. X. CONCLUSIÓN
  13. NOTAS
  14. Bibliografía

I. INTRODUCCIÓN[Subir]

Existen diversos estudios sobre la guerrilla del 65. Entre ellos, de Pumaruma (‍1967), que alude a la herencia del fidelismo mal entendido como foquismo guerrillero, que iría creando las condiciones adecuadas para el desarrollo del movimiento guerrillero. Su conclusión de foquismo puro, lo hizo a partir de las experiencias de Jauja (mayo de 1962), Convención y Lares (1962 y 1963), Huacrachuco (principios de 1963) y Puerto Maldonado (mayo de 1963).

Por su parte, Añi (‍1967) sostiene que la guerrilla del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) fue parte de un plan insurreccional internacional promovida desde La Habana y que Luis De la Puente Uceda pecó de foquista, además de su interpretación errónea acerca de las «condiciones objetivas y subjetivas», que descuidó la catequización del campesinado de la sierra y culminó con el abandono del mismo a las fuerzas insurrectas.

Añi coincide con la visión oficial. Según el Ministerio de Guerra (‍1966), el comunismo internacional, valiéndose de personas extraviadas, nacionales y extranjeras, inició la violencia armada en distintas zonas del Perú, violando la soberanía y libertades, intentando someter al país al más vil y cruento modo de gobierno. Por ello, el 2 de julio de 1965, el Ejecutivo decretó la represión de las guerrillas por las fuerzas armadas.

Desde un enfoque histórico, cultural e identitario, Fernández y Brown (‍2001) analizan las interacciones entre la población ashaninka y el movimiento guerrillero del MIR, encontrando cierta aceptación de este último no en lo programático o ideológico, sino como la presencia de un «mesías que lo liberaría».

Desde una perspectiva ideológica, Rubio (‍2008) sostiene que el movimiento guerrillero subestimó las capacidades políticas y de organización del campesinado, que actuaba con marcada autonomía en su relación con el Estado y los propietarios de grandes extensiones de tierras, como en Junín.

Por su lado, Lust (‍2013) aborda el surgimiento y consolidación del movimiento campesino en el departamento de Cusco entre 1950 y 1963, así como los embriones y las causas de las derrotas tanto del MIR como del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

En tanto, Escárzaga (‍2017) se refiere al ciclo guerrillero de los años sesenta y, a partir de los puntos de vista de Añi y Béjar, también enfatiza en su carácter foquista y el poco trabajo político realizado al interior de las comunidades campesinas ubicadas en la sierra y las comunidades nativas localizadas en la selva, lo que habría provocado su aislamiento social y político y su posterior desactivación militar por las fuerzas armadas.

A partir de un estudio focalizado en la selva central sobre la violencia senderista, Villasante (‍2019) incorpora en su texto el análisis de la guerrilla del 65 para visibilizar sus capacidades y limitaciones políticas, organizativas, logísticas y culturales del MIR, que lo llevó a ser liquidado en apenas seis meses de entrada en operaciones. Finalmente, Gadea (‍2021) realiza una especie de memoria histórica sobre el MIR, presentando su propia apreciación, así como publica materiales y documentos internos en su afán de difundir y buscar su comprensión respecto a sus aspectos esenciales.

Señala Wieviorka (‍1992) que en el análisis histórico de la violencia política han predominado dos paradigmas: a) el neofuncionalismo, que la concibe como una conducta reactiva asumida por individuos o grupos afectados, frente a los cambios producidos en su posición social, desde una óptica de crisis del sistema político o del Estado; b) la movilización de recursos, de carácter utilitarista, que considera a la violencia como un medio para obtener fines políticos: crear situación revolucionaria, tomar el poder estatal, ser protagonista político, revelar la naturaleza del Estado, despertar a una clase o nación. Resalta su carácter instrumental en tanto recurso, al igual que otros, que un actor utiliza según sus intenciones, cálculos y estrategias.

Así, los movimientos guerrilleros bien podrían agruparse en el paradigma de la movilización de recursos, ya que utilizan la violencia política como un instrumento para promover una situación revolucionaria, en tanto una estructura de oportunidad para alcanzar el poder político.

A lo que se puede agregar una tercera proveniente de Weber, que toma la violencia política como una acción social con sentido, en vez de entenderla solo como movilización de recursos, pues toda acción puede ser racional: a) con arreglo a fines, b) con arreglo a valores, c) ser afectiva y d) tradicional. Y que una relación social es de lucha cuando la acción se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia de una otra u otras partes involucradas (‍Weber, 2002).

En esa línea, Arendt (‍2006) reafirma el rol trascendental que la violencia ha desempeñado en los asuntos humanos referentes al poder, pues aunque sean fenómenos diferentes, siempre aparecen juntos, siendo el poder el factor primario y predominante. Precisamente, la violencia aparece cuando el poder se encuentra en peligro. Además, siendo por naturaleza instrumental, la violencia, como cualquier otro medio, requiere de un guía y una justificación para lograr el fin que persigue. Así, podría decirse que muchos movimientos guerrilleros fueron conducidos por personas que estaban impulsados por la compasión o por una pasión por la justicia. Sin embargo, aunque puede ser justificable, nunca será legítima, en cuanto más se aleja del fin propuesto.

En suma, la violencia política es un fenómeno social antiguo, que ha cambiado a lo largo de la historia, según los tipos de sociedad y abarca diversos fenómenos (insurgencias, revoluciones, contrarrevoluciones, guerras, terrorismos, entre otros), pero cuyo denominador común es el uso de las armas con fines políticos (‍Larson, 1977).

Por otro lado, si por guerrilla se entiende a un grupo de combatientes no organizados en ejército, que lucha contra el enemigo con tácticas y ataques por sorpresa, o una forma de guerra llevada a cabo por grupos no organizados en ejército, y se caracteriza por acciones aisladas y discontinuas (‍Larousse, 2000), durante la guerra del Pacífico con Chile de 1882 en el departamento de Junín hubo la participación heroica de guerrilleros de las comunidades del valle del Mantaro, que por iniciativa propia o el apoyo de las fuerzas regulares comandadas por el general Cáceres se organizaron y combatieron militarmente para expulsar a las fuerzas chilenas del territorio regional y nacional (‍Manrique, 1981).

Incluso antes, entre 1742 y 1755, Juan Santos Atahualpa encabezó la más grande rebelión de la selva central en contra del colonialismo español (‍Dávila, 2002). Ambos movimientos de carácter militar combatieron la presencia de un actor externo en territorio peruano. El primero ante la invasión chilena y el segundo contra el poder español.

Como menciona Calveiro (‍2013), el nacimiento de la guerrilla representa la disputa del monopolio de la violencia, que ejercían las fuerzas armadas y policiales, por parte de un sector de la sociedad civil. Lo que pone en disputa el poder instituido, la posesión y el uso de las armas.

Los movimientos guerrilleros pueden calificarse de liberación nacional, extremistas o terroristas, condicionados por tres factores: a) las formas de relación que establecen con la población; b) el carácter de la violencia que ejercen, que puede ser legítima —casos de agresión externa y/o ausencia de mecanismos de participación— y no legitima, y c) las formas de expresión de la violencia, discriminada —con objetivos político y militares focalizados en contra de los grupos políticos agresores o usurpadores del poder— o indiscriminada —que afecta a personas no relacionadas directamente—. Las distintas formas de violencia política se distinguirían según la situación en que aparece —legítima o ilegitima—; la relación con la población —apoyo o falta de apoyo— y las formas de expresión —discriminada o indiscriminada— (‍Larson, 1977).

Desde otra perspectiva, Pizarro (‍1991) sostiene que el movimiento guerrillero colombiano presenta tres tendencias o tipos: societal, de partido y militar. La guerrilla de partido, supeditada a una organización política partidaria, actúa como el eslabón entre lo militar y lo societal. La guerrilla societal, busca representar a un sector social específico, como continuación de un actor social organizado, adoptando la forma de «movimiento social armado». Y la guerrilla militar, próxima a una «maquinaria de guerra», con vínculos muy frágiles con los movimientos sociales; una forma de guerrilla profesional, integrada por actores-soldados. En suma, la primera se sostiene en la población, la segunda se extingue en el aparato partidario y la última se aproxima al terrorismo. Siendo el ideal aquel que presenta, simultáneamente, los tres rasgos.

Desde un enfoque comparativo para América Latina, Pizarro (‍1996) propone los siguientes tipos ideales con sus determinadas características:

  1. La guerrilla de partido

    • Origen histórico: producto de una iniciativa política partidaria.

    • Proyecto político-social-militar: subordinación de lo militar y social al proyecto político (vanguardia partidista).

    • Definición del enemigo y objetivos: enemigo absoluto y objetivos parciales (espacios para la acción política y la negociación).

    • Legitimación en sus bases: adhesión por ideología.

    • Vínculo territorial: construcción de aparatos de poder y legalidad alternativos, movilidad territorial ampliada, nivel medio de institucionalización y de diferenciación funcional.

  2. La guerrilla societal

    • Origen histórico: expresión de la lucha de un actor social.

    • Proyecto político-social-militar: conexión con las bases sociales y promoción de la organización popular (vanguardia social).

    • Definición del enemigo y objetivos: enemigo relativo y objetivos parciales (apertura para la negociación).

    • Legitimación en sus bases: adhesión por intereses y/o valores.

    • Nexos territoriales: construcción de aparatos de poder y legalidad alternativos, nomadismo limitado al ámbito de la representación sociocultural, alto grado de institucionalización y diferenciación funcional (control de espacio local).

  3. La guerrilla militar

    • Origen histórico: fruto de una iniciativa política, pero débil conexión con los agentes sociales.

    • Proyecto político-social-militar: relación de dominación/subordinación de los organismos de base al liderazgo militar (vanguardia iluminada).

    • Definición del enemigo y objetivos: enemigo absoluto y objetivos integrales (ausencia de espacios de negociación).

    • Legitimación en sus bases: adhesión por intimidación.

    • Relación territorial: construcción de aparatos de poder y legalidad alternativos, movilidad total, precaria institucionalización y diferenciación funcional (aspiración de ámbito nacional propio).

Sin pretensiones esquematistas, se toma como ejes teóricos referentes a la violencia política y los tipos de guerrillas desarrolladas en América Latina (societal, partidaria y militar).

II. METODOLOGÍA[Subir]

El trabajo se enmarca en el propósito de elaborar una sociología política regional en el Perú, desde una mirada histórica y con un enfoque cualitativo de investigación. Es un diseño narrativo acerca de los eventos y los actores de la guerrilla de 1965.

La recolección de la mayor cantidad de información, sobre todo periodística, fue durante seis meses del año 2017, en la hemeroteca de la biblioteca de la municipalidad provincial de Huancayo, en el marco de la preparación de la tesis doctoral sobre organizaciones políticas regionales sustentado en la Pontificia Universidad Católica del Perú y posteriormente publicado, como libro, por el fondo editorial de la Universidad Nacional del Centro del Perú (UNCP).

La revisión hemerográfica consistió en observar, lo más exhaustivamente, los eventos de la guerrilla del 65, que informaban cotidianamente los diarios locales: La Voz de Huancayo y Correo de Huancayo, focalizados en el accionar del Frente Túpac Amaru del MIR. Una vez recopilada la información, se organizó y sistematizó según los códigos-categorías que dieron lugar a los subtítulos del artículo.

III. EL CONTEXTO REGIONAL Y LOS PRIMEROS HECHOS DE VIOLENCIA [Subir]

Entre los años 1959-‍1965, el departamento de Junín presentaba una diversidad de organizaciones y de acción colectiva de sindicatos —fabriles, minero-metalúrgicos, docentes de primaria y secundaria, comerciantes ambulantes, municipales—, movimientos campesinos y estudiantiles, sobre todo universitarios.

En el caso de las comunidades, estuvieron organizadas a nivel provincial, departamental y nacional, como las federaciones provinciales de Huancayo, Jauja, Concepción, Tarma, Yauli, Junín y Satipo, bases de la Federación Nacional de Comunidades del Perú (FENCAP), de orientación aprista.

Una de las banderas principales, junto a las propias como el problema de la tierra, fue la creación de la Universidad Comunal del Centro, que al nacionalizarse tomó el nombre de Universidad Nacional del Centro del Perú (UNCP), fruto de la organización y movilización de las comunidades y demás actores sociales, cívicos, sindicales, municipales y empresariales de la sierra central. En setiembre de 1961, su principal líder, Elías Tácunan, junto a Jesús Véliz Lizárraga, luego de renunciar al Partido Aprista Peruano (PAP), organizaron el Movimiento Comunal del Perú.

El 24 de febrero de 1962, se fundó la Federación Departamental de Comunidades de Junín, liderado por Elías Tácunan Cahuana, con la concurrencia de doscientas diez comunidades. Sus bases fueron las federaciones provinciales de campesinos de Huancayo, Jauja, Concepción, Tarma, Yauli, Junín y Satipo. Esta federación, en septiembre de 1963, a través de su secretario general Elías Tácunan, y Manuel Canchucaja Bastos, secretario de Prensa, mostró su apoyo abierto al Gobierno de Fernando Belaúnde por haber iniciado el proceso de reforma agraria y llamaba a encausar los reclamos y la recuperación de tierras en el marco de la ley.

Hacia fines de diciembre de 1963, tuvo lugar en Comas, Concepción, la primera convención distrital de comunidades indígenas, con la participación de aproximadamente veinticinco delegados, para fijar posición respecto a la reforma agraria impulsada desde el Gobierno.

En 1964, el Gobierno central organizó actividades como la I Convención Regional de Comunidades Indígenas del Centro, cuyo tema principal fue la reforma agraria, a la que asistieron invitados del Gobierno y del extranjero (entre ellos, el agregado cultural de la embajada de EE. UU. en el Perú), que eligió a la junta directiva, integrada por Ramón Núñez Laforé (presidente), Esteban Ninahuanca, Juan Pablo Yarupaitán, Wenceslao Bastidas, Faustino Casavilca, Isaac Tello Marca y Claudio Paytampoma.

Al respecto, la FENCAP acusó a la convención y la junta directiva de progobiernista, no tener la representación de las organizaciones campesinas y ser extremista. Durante el evento hubo disputa por el control y elección de la misma entre la FENCAP y la Confederación de Campesinos del Perú (CCP).

Asimismo, el Gobierno central impulsó el Plan Nacional de Integración de la Población Aborigen, que comprendió la formación de trabajadores auxiliares, producción agropecuaria, formación artesanal y profesional, salud y nutrición, mejoramiento de hogares y viviendas, etc. Y en 1965 implementó la Ley de Reforma Agraria, que tuvo el apoyo de la Federación Departamental de Comunidades de Junín.

En lo político, en la provincia de Huancayo tenía presencia el Frente de Liberación Nacional (FLN). En la UNCP se conformó el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), que realizaba eventos políticos de propaganda a favor de la revolución cubana. Según un informe del Departamento de Estado de EE. UU., entre el 30 % y el 60 % de los estudiantes universitarios y secundarios del Perú era comunista (‍Fernández y Brown, 2001).

En este contexto, en la ciudad de La Oroya, el 17 de marzo de 1959, se realizó una acción de propaganda por el denominado Comando Revolucionario del Centro, que convocaba a los trabajadores a una revolución y hacía un llamado al Ejército para que apoye la causa revolucionaria de la clase trabajadora y del pueblo. Se detuvo a los autores, de filiación belaundista y democristiana, quienes adujeron razones como el incumplimiento de las promesas electorales del Gobierno oligárquico de Manuel Prado.

Más adelante, la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) denunció la existencia de un supuesto depósito de armas, así como de centros de operaciones de «agentes del imperialismo rojo», en Huancayo y en las zonas selváticas de Satipo y Uchubamba (Jauja).

El 29 de mayo de 1962, en la ciudad de Jauja, se tomaron dieciséis fusiles y veinte pistolas de la comisaría, ocho fusiles del Puesto Central de la Guardia Civil, seis fusiles de la cárcel pública y más 76 000 soles del Banco Internacional del Perú y del Banco Regional del Centro. Se señaló al subteniente de la Guardia Republicana, Francisco Vallejos Vidal, como el cabecilla del asalto, que perdió la vida después de cuatro horas de refriega en el paraje conocido como Quiullacocha, a cuarenta kilómetros al noreste de Jauja, en el intento de llegar a Uchubamba, su centro de actividades. Hubo sospechas de que fueron diecinueve individuos quienes tomaron parte en el evento. En los bolsillos de Vallejos se habría encontrado un manifiesto a nombre del Movimiento Nacionalista Peruano. A consecuencia de ello, se detuvo a Pablo Bravo Cárdenas, dirigente del Frente de Liberación Nacional (FLN) y otras personas.

Al respecto, refiere Pumaruna (‍1967) que la experiencia foquista de Jauja fue protagonizada por la fracción trotskista Partido Obrero Revolucionario (POR), encabezada por un oficial de la Guardia Republicana junto a un dirigente sindical, algunos líderes campesinos locales y un grupo de estudiantes de educación secundaria, sin nivel de preparación política y militar, pues dos maestros que se habían comprometido a la acción del 29 de mayo, simplemente desertaron.

El 19 de enero de 1965, en la ciudad de Huancayo, hubo un atentado contra la Gran Unidad Escolar Nuestra Señora del Rosario y dos viviendas particulares más. Asimismo, se pretendió volar el monumento al libertador Ramón Castilla en la plaza Constitución. Según la Guardia Civil, los autores habrían sido elementos subversivos.

IV. SURGIMIENTO DE LA GUERRILLA DEL 65[Subir]

En América Latina, el triunfo de la revolución cubana, el 1 de enero de 1959, abrió una nueva etapa en el devenir de la nueva izquierda o la izquierda revolucionaria, con el predominio del enfoque de la insurgencia revolucionaria, siendo el objetivo la toma del poder (‍Oikión y Rey López, 2013).

Surgieron guerrillas en Centro América, Venezuela y Bolivia, que fracasaron. Pero más tarde, rebrotaron en Colombia y Nicaragua. Mientras, en Argentina, Uruguay y Brasil nacieron guerrillas urbanas. El modelo de los primeros movimientos guerrilleros fue la revolución cubana: guerrilla rural y focos político-militares y teniendo como eje central la lucha antiimperialista con objetivos socialistas (‍Larson, 1977).

Respecto al contexto nacional, refiere Béjar (‍1969) que el movimiento campesino luchaba por tres objetivos fundamentales: a) el reconocimiento de la organización sindical y la mejora de salarios en la costa norte; b) la recuperación de tierras por las comunidades del centro, y c) la abolición de la servidumbre en la Selva Alta cusqueña. En tanto, condiciones objetivas para el inicio del movimiento guerrillero.

En efecto, si bien a nivel nacional había conflictos y tomas de tierra por el movimiento campesino, eran en Cusco y Junín donde se desplegaban con mayor intensidad. Esto generó preocupación en el Ejecutivo y en el Congreso, por lo que implementaron un plan de reforma agraria entre 1963-‍1965, de manera focalizada en estos departamentos, como una estrategia de contención de las movilizaciones campesinas.

Específicamente en Junín, origen y ámbito de la guerrilla Túpac Amaru, uno de los motivos que dieron origen a la violencia subversiva habría sido la desigualdad social existente,ya que en el campesinado de la zona de Andamarca y Acobamba existía descontento y agitación: muchos eran explotados, generación tras generación, sin ninguna diferencia con la esclavitud de épocas pasadas. Los campesinos, resentidos y sin alfabetización en su mayoría, no dudaron en escuchar, incluso integrar las filas subversivas, con la promesa de «una revolución para los pobres».

Las guerrillas de 1965 tuvieron como protagonistas principales a las fuerzas políticas de la nueva izquierda: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). El Partido Comunista Peruano, aunque había respaldado la Revolución cubana, negó su apoyo, así como hizo con las acciones protagonizadas por Hugo Blanco en La Convención (‍Rubio, 2008).

El movimiento subversivo tuvo cuatro frentes guerrilleros: a) Mesa Pelada, en la provincia de la Convención (Cusco), donde estuvo el comando general del MIR, conducido por Luis de la Puente Uceda y Rubén Tupayachi; b) provincia de La Mar (Ayacucho), a cargo del Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuyo responsable fue Héctor Béjar; c) provincias de Concepción y Jauja (Junín) del MIR, conducido por Guillermo Lobatón y Máximo Velando, y d) provincia de Ayabaca (Piura), al mando de Gonzalo Fernández Gasco y Elio Portocarrero, que no llegó a operar por indicación de la dirección nacional del MIR (‍Béjar, 1969).

El comando estuvo integrado por Luis de la Puente Uceda como jefe supremo, además de Rubén Tupayachi, Guillermo Lobatón, Héctor Béjar y Gonzalo Fernández Gasco. El primer frente se denominó Guerrilla Pachacútec; el segundo Guerrilla Javier Heraud; el tercero Guerrilla Túpac Amaru, y el cuarto Guerrilla Manco Cápac (‍Ministerio de Guerra, 1966).

La guerrilla de 1965 fue protagonizada por dos movimientos político-militares: el MIR y el ELN. El origen del primero se remite al 12 de octubre de 1959, cuando un grupo de dirigentes medios y de militantes del APRA fue expulsado durante su IV Convención. El núcleo cohesionado alrededor de Luis de la Puente se denominó Comité Aprista de Defensa de los Principios Doctrinarios y de la Democracia Interna, para luego ser el Apra Rebelde, bajo las banderas marxistas y fidelistas. Finalmente, en una convención nacional de mayo de 1962, se convirtió en el MIR. En tanto, el ELN tuvo como punto de inicio al grupo expedicionario de Puerto Maldonado, de mayo de 1963, diezmado por las fuerzas del orden, cuyos rezagos, al inicio, tomaron el nombre de Movimiento 15 de Mayo, para luego llamarse ELN (‍Pumaruna, 1967).

Las consignas programáticas del MIR fueron: la disolución del Parlamento; amnistía general y sanción a los responsables civiles o militares de las masacres contra la población; reforma agraria; salario vital familiar; reforma urbana; nacionalización del petróleo; y recuperación de la soberanía nacional (‍Rénique, 2006).

El artículo no abarca los cuatro frentes mencionados, sino solo el tercero: la Guerrilla Túpac Amaru que operó en Junín, en el entendido que las historias nacionales también se construyen a partir de sucesos locales y regionales.

V. FOQUISMO O TRABAJO POLÍTICO EN BASES SOCIALES[Subir]

Como se vio atrás, la guerrilla del 65 fue concebida básicamente como un movimiento foquista, con escasos lazos con las organizaciones sociales de la sociedad civil. Sin embargo, diversas fuentes afirman que, si bien esos lazos no fueron lo suficientemente sólidos ni enraizados, hubo ciertas coordinaciones desde los liderazgos y las propias bases de las organizaciones campesinas, sindicales y estudiantiles. Incluso, muchos se incorporaron a sus filas. Por ello, se sostiene que el MIR, por lo menos el Frente Túpac Amaru, no fue básicamente foquista, sino que fue un intento de transformación de una guerrilla de partido —supeditada a una organización política partidaria— hacia una guerrilla societal —que buscó representar a determinados sectores sociales específicos: campesino, estudiantil, entre otros—.

De la Puente (‍1964) distinguió y contrapuso tres concepciones: a) los esquemas tradicionales de la Revolución de Octubre, conducida por el proletariado, cuyo escenario eran las ciudades; b) el poder dual, fundado sobre la base de organizaciones campesinas que irían arrebatando autoridad al poder oligárquico para construir el poder campesino popular y culminar con el asalto al poder como un fenómeno de masas, y c) la lucha armada en el campo, con la estrategia y táctica guerrillera, paralela a la construcción del partido, que organizaría, movilizaría, concientizaría e incorporaría a las masas en el campo y la ciudad. El MIR fue partidario de esta última propuesta.

Por ello, aún antes de 1964, los grupos armados se inmiscuyeron en la lucha campesina y en el conocimiento del terreno, tornándose en organizadores y movilizadores de masas y de construcción del partido por medio de la propaganda armada secreta. Su impacto en el centro y el sur fue asombroso, lo que explica su permanencia en el campo tanto tiempo y sin ser detectados, realizando acciones de concientización, organización y creación de condiciones para la lucha. También explica que la guerrilla del Frente Túpac Amaru se incrementara con la incorporación de campesinos de la zona. Es decir, no se contaba con el apoyo multitudinario de las masas, sino como expresión de su conciencia, claridad de objetivos y convicción de que el camino era la lucha armada. Ello motivó una represión vasta y brutal de las fuerzas militares y policiales en las zonas campesinas (‍Perú: entrevista a dos guerrilleros, 1967).

Por su parte, Fernández y Brown (‍2001) afirman que cuando el MIR decidió iniciar la insurrección armada, hizo proselitismo en el campesinado de las provincias de Concepción y Satipo. Máximo Velando, ayacuchano de origen campesino, fue el principal protagonista en el intento de convencer a los campesinos de Huancayo. En la selva, Juan Paucarcaja buscó influenciar en la Federación Peruana de Colonos y Agricultores de Satipo (FEPCASA). Ambos forjaron ciertos vínculos del MIR con las organizaciones campesinas. Según un sobreviviente, numerosos campesinos apoyaron a los guerrilleros. En la zona de Andamarca se enrolaron más de sesenta o setenta personas.

Como señala el Ministerio de Guerra (‍1966), durante las invasiones de tierras en Junín en el año 1963, entre los instigadores habría estado Máximo Velando, más tarde un destacado líder de la guerrilla del MIR en el centro del Perú, junto a Honorio Espinoza, Amancio Ricaldi y Raúl Mejía. Es más, se afirma que Velando tuvo el cargo de subsecretario general de la Federación Regional de Comunidades del Centro.

Según Miguel Rotalde, ministro de Gobierno de Fernando Belaúnde, el origen de las guerrillas habría estado en las universidades y no en el campesinado. De manera que Fernando Romero, expresidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Nacional del Centro del Perú (FEUNCP), fue detenido acusado de tener relaciones con las guerrillas, siendo luego ordenada su libertad por un juez a falta de pruebas.

En pleno desarrollo de la guerrilla, se sospechaba que la Federación de Campesinos y Colonos de Satipo era uno de los focos de organización de las guerrillas que operaban en Concepción. Se acusó específicamente a Juan Paucarcaja Chávez, su secretario general. Así, la mayoría de dirigentes fue apresada.

En efecto, hubo alianza entre la guerrilla y la población Ashaninka en Satipo, basada en las promesas de recompensas materiales del MIR. Las promesas de bienes materiales eran concebidas como la llegada de una era de justicia social. Frente a ello el Ejército, en su estrategia de abrir brechas entre ambos, utilizó halagos, incentivos y el terror (‍Fernández y Brown, 2001).

Para el Ministerio de Guerra (‍1966), la infiltración del MIR fue mayor en las zonas de Pucutá, Jatunhuasi y Yugurpampa en la zona serrana y en los valles de Sonomoro, Sanibeni y Anapati en la ceja de selva, con población básicamente campa. Su apoyo se fue desmoronando conforme avanzaron las operaciones militares y represivas de las fuerzas armadas, y al final del conflicto los guerrilleros vivieron a salto de mata hasta su extinción, como fue el caso de Máximo Velando, apresado por los propios campas y entregado a las fuerzas militares.

Por su parte, Pumaruna (‍1967) estima que desde 1963 el MIR estableció contactos en el campo buscando consolidar sus zonas guerrilleras. En marzo de 1964, el MIR se habría trasladado hacia ellas y a fines del mismo año acordó que las zonas guerrilleras, que trabajaban de forma autónoma, pasarían a la acción según juzgaran lo conveniente. Además, durante las operaciones militares contrasubversivas el desmantelamiento de la zona de seguridad consistió en la captura de aproximadamente cuatrocientos campesinos que constituían la ligazón del nivel intermedio entre los cuadros guerrilleros y las masas rurales de la zona, a quienes se les ubicó en una especie de campo de concentración donde fueron sistemáticamente interrogados hasta reunir la información necesaria; ellos mismos fueron utilizados para despejar los accesos minados que conducían a la zona de seguridad, donde muchos campesinos perdieron la vida al hacer estallar las minas.

Lo que pasó, dice el general Jorge Fernández Maldonado, exministro del Gobierno de Juan Velasco Alvarado, es que las guerrillas de 1965 fracasaron porque fueron lanzadas demasiado pronto. Los campesinos no estaban preparados para esta situación. Pero las causas que explican la insurrección fueron la miseria, la explotación despiadada de las masas y la injusticia social de las estructuras arcaicas (‍Niedergang, 1970).

VI. ORGANIZACIÓN Y DESPLIEGUE DE LA GUERRILLA TÚPAC AMARU[Subir]

Sobre la presencia rebelde en la zona, existen dos versiones. La primera, desde noviembre de 1964, en las zonas de Satipo, Pucutá, Rosario Pampa, Ajospampa y aledañas, donde se habrían instalado los subversivos, haciéndose pasar como campesinos. Se presumía que eran alrededor de quinientos, de diversas nacionalidades, que hablaban quechua huanca, que pertenecían al MIR y habían logrado cierta legitimidad social. La segunda, según el hacendado Raúl Ribeck, el ambiente de subversión en la zona de Andamarca y Santo Domingo de Acobamba se gestaba desde febrero de 1965, encabezado por Froilán Herrera Mendoza, que se hacía llamar Julio o Jaime Martínez. Las andanzas de los rebeldes en la zona de Andamarca se pusieron en conocimiento de las autoridades policiales en abril del 65, pero hicieron caso omiso.

Así, al principio en Andamarca (Concepción), un grupo de detectives de la Policía de Investigación del Perú (PIP) seguía los pasos de un grupo de guerrilleros que estaría integrado por tres «cubanos» y Hugo Ocampo Trujillo. Lo que fue confirmado por un hacendado de la zona, quien señaló que grupos de guerrilleros operaban en la zona de Tartas, Eullaio, Yungurpampa y habían establecido una base de operaciones en el área de Pucutá. A diario se escuchaban detonaciones, tiros de pistolas, fusiles y metralletas por las prácticas que efectuaban. Las operaciones subversivas estarían dirigidas por elementos de tez blanca, que portaban fusiles automáticos y metralletas y vestían uniforme verde olivo. Al respecto, hubo absoluto hermetismo de parte de la PIP y la Guardia Civil.

El 13 de agosto de 1965, dos hacendados de la zona de Cubantía se presentaron en la embajada de EE. UU. en Lima y se entrevistaron con el primer secretario James Haahr. Uno de ellos señaló que los subversivos habían conseguido armas, paralizando la economía de la zona, y que las fuerzas armadas y policiales no mostraban capacidad en la campaña antiguerrillera (‍Fernández y Brown, 2001).

El Frente Túpac Amaru se ubicó en el área de alta montaña entre Pucutá-Satipo, en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes y los llanos selváticos en el Gran Pajonal. En la serranía, el clima frígido varía entre cinco y diez grados bajo cero. La vegetación es pobre, pese a la frecuencia de lluvias. Cubierta de neblina, los lugares más importantes eran: Chilifruta-Shihua; Balcón-Huancamayo y Pucutá-Intihallamuy-Jatunhuasi-Yungurpampa. Mientras, la selva de Satipo empieza casi al pie de la cordillera. Las alturas disminuyen hasta los llanos del Gran Pajonal, de población básicamente campa y terreno quebradizo y surcado por varios ríos, como Sonomoro, Satipo, Ipoki, Ene y Perené (‍Ministerio de Guerra, 1966).

Los guerrilleros instalaron la República Socialista de Pucutá en un valle fértil que salía de Junín e ingresaba a Huancavelica, Ayacucho y Cusco. Con tres rutas de llegada: la primera, vía Runatullo-Alegría-Collarcocha-Pucutá; la segunda, Shaihua-Andamarca-Acobamba-Pumabamba-Lanla-Balcón-Lihuína-Pucutá, y la tercera, Chilifruta-Carmen Alto-Lanla-Balcón-Lihuína-Pucutá. Se impusieron medidas como la terminación de los litigios de tierras, el destrozo de los títulos de propiedad, un sistema comunitario de tenencia de la tierra y un sistema de vida de igualdad en el que las poblaciones ostentarían la propiedad de solo diez cabezas de ganado. Los que tuvieran más debían entregar el sobrante para ayudar a quienes no alcanzaban las diez cabezas. Las personas en desacuerdo con el nuevo régimen abandonaron sus propiedades o se sometieron. En lo administrativo, se desconoció la legitimidad de la autoridad municipal. Por otro lado, los guerrilleros trataban a los campesinos de «hermanos». Convocaban a mítines donde formulaban promesas, atacaban a las autoridades tutelares del Estado e incitaban a la violencia. La labor de proselitismo sirvió para contar con el apoyo de la población de la zona, pues muchos brindaban alojamiento y alimentación, sea por simpatía o temor. Se creó un clima de descontento social hacia el Estado. Así, muchos comuneros hablaban de una «revolución para los pobres».

Esto desató un estado de pánico en la zona entre los hacendados y pequeños colonos. Catorce de ellos fueron despojados de sus chacras y ganados. Sus denuncias obraban en poder de las autoridades. Incluso muchos de los afectados se armaron para defender sus pequeñas propiedades amenazadas, como el propietario del fundo Alegría, de apellido Ribbeck, quien cayó en desgracia después de que se le expropiara una hectárea de maíz. Asimismo, en Matapa, Andamarca, pequeños propietarios de fundos sufrieron la pérdida de sus cosechas. Mientras, en Satipo los colonos pidieron a la Prefectura garantías y autorización para armarse. Un colono expresó que estaban decididos a defenderse apelando a todos los recursos. Esto muestra que no todo era color de rosa en la relación guerrilla-población.

La estructura de la Guerrilla Túpac Amaru tuvo como principales mandos a Guillermo Lobatón Mille, Máximo Velando Gálvez, Máximo Félix Lazo Orrego, Ricardo Arturo Aranda Arrieta, Florián Herrera Mendoza, Pedro Pinillos y Maximiliano Pinillos Mejía, entre otros (‍Ministerio de Guerra, 1966).

VII. OFENSIVA DE LA GUERRILLA TÚPAC AMARU[Subir]

La primera incursión armada de la guerrilla consistió en el asalto de un asiento minero, llevándose herramientas, víveres y explosivos. El 9 de junio, veinte hombres armados asaltaron el polvorín del asiento minero Santa Rosa, en Comas (Concepción). En su repliegue hacia Andamarca, volaron dos puentes (Maraynioc y Canchapalca) para evitar la persecución de las fuerzas policiales.

Según versión de algunos obreros de la mina, el plan inicial de los guerrilleros habría sido tomar por asalto el puesto policial de Andamarca, con escasa dotación de guardias civiles. Andamarca era un pequeño pueblo ubicado en la ruta hacia la ceja de selva de Satipo.

Luego tomaron las instalaciones de la hacienda Runatullo, propiedad de la Sociedad Ganadera del Centro, dedicada a la crianza de ganado, y una de las mejores organizadas y de mayor rendimiento de la Sierra Central. Según los trabajadores los obligaron a entregar dinero y víveres.

Esto motivó un inusitado movimiento en el cuartel de la Séptima Comandancia de la Policía, por lo que una fuerte dotación policial partió a la zona de Comas. Desde Lima se afirmó que tropas del Ejército y elementos de seguridad partieron rumbo a la convulsionada zona del Centro. Sin embargo, lograron burlar a las fuerzas del orden y llegaron hasta el lugar denominado Shahigua. Después se introdujeron en el pueblo de El Tambo y enseguida tomaron la ruta de Cucacocha hasta Jatunhuasi, internándose en el fundo Alegría para alcanzar a sus bases de Pucutá, Rosariopampa y Ajospampa.

La guerrilla, a fin de propagandizar sus acciones, había instalado y puesto en funcionamiento de manera clandestina una emisora de radio con el nombre de La Voz Rebelde de los Andes (‍Ministerio de Guerra, 1966).

VIII. CONTRAOFENSIVA DE LA POLICÍA Y LAS FUERZAS ARMADAS[Subir]

Doscientos cincuenta policías partieron rumbo a Andamarca, al mando del coronel Benjamín Zapata. Del total, cien provenían de Lima a cargo del comandante Víctor Portugal. El resto fueron efectivos de Huancayo, bajo el mando del comandante Samuel Ureña. Fuertemente armados, fueron embarcados hacia Andamarca, con el supuesto que era el centro de operaciones de los guerrilleros.

Sin embargo, para el ministro de Gobierno, Miguel Rotalde, «no había guerrillas organizadas en el país», pues quienes tomaron las instalaciones de la mina Santa Rosa eran «delincuentes y gángsters rurales». Por tanto, la acción represiva iba a ser básicamente policial. El Ejército intervendría en caso de que fueran guerrilleros y agregó que no se podía hablar de técnica de guerrillas porque no hay un estado de pequeña fuerza en la zona. Lo que hacía una guerrilla era una situación de pequeños focos de insurgencia alrededor de diferentes puntos del territorio.

Desde la lógica castrense, los guerrilleros debían presentar características como: un ideal, un comando, uniforme propio, un distintivo, organización y armamento especial. De manera que, como quienes volaron el puente Maraynioc y tomaron la Hacienda Runatullo no mostraban dichas condiciones, no podían ser considerados guerrilleros, sino simples bandoleros.

En otra incursión, los alzados en armas tomaron la hacienda Coto Villa, cerca de Huachocolpa, al norte de Huancavelica, aprovisionándose de víveres y vestuarios. Además, mantuvieron como rehenes a cinco guardias civiles del puesto de Andamarca y tres de Santo Domingo de Acobamba. Por su lado, las fuerzas policiales capturaron a algunas personas sospechosas y fijaron su centro de operaciones en Santo Domingo de Acobamba para acometer la persecución de los guerrilleros.

Según el juez de paz de Canchapalca, este lugar fue el último donde descansaron los sediciosos en su huida. Solo vieron armados a cinco de ellos. El resto serían campesinos voluntarios de los pueblos de Maraynioc y Runatullo, que se unieron a los extremistas. La PIP notó la ausencia de jóvenes en Maraynioc, pero los pobladores aseguraron que sus familiares estaban cosechando papas en las chacras.

La primera baja de la Policía no fue por enfrentamiento directo, sino cuando un efectivo falleció al caer a un barranco en su afán de localizar alguna pista de los extremistas. En Jatunhuasi, la policía capturó al comunero Vidal Uscamayta, hombre clave que conduciría a las fuerzas del orden hasta los dominios de los rebeldes.

A esas alturas, el Gobierno central dispuso la participación de un grupo de 45 paracaidistas adiestrados en Iquitos en la búsqueda de los extremistas. Esto según el giro que tomara la persecución en curso. La decisión dependería de los informes de la Jefatura de Operaciones con sede en Andamarca. Asimismo, otro contingente policial fue trasladado a la selva de Satipo, desde donde tomaría parte en el asalto final que preparaban las fuerzas del orden.

Por su parte, los rebeldes tomaron la hacienda Cotovilla y repartieron los víveres almacenados en la casa-hacienda. Aparentemente, no serían los mismos que incursionaron en la mina Santa Rosa. Hacia esa zona, partieron sesenta hombres al mando del comandante Raúl Arenas y abrieron otro frente en Cotovilla.

El mal tiempo obstaculizaba las operaciones de la PIP y la Guardia Civil. Asimismo, las nubes bajas y la intensa lluvia impedían el vuelo de los aviones de reconocimiento de la Fuerza Aérea Peruana (FAP), que peinaban la zona. Los veinticinco detectives de la PIP lograron avanzar pocos metros de su emplazamiento anterior en Pucacocha. Los destacamentos de la Guardia Civil avanzaban por Andamarca y Santo Domingo de Acobamba y otro frente por la ruta de Chilifruta y Colcabamba (Huancavelica).

En ese contexto, dos estudiantes universitarios que participaban en una marcha de sacrificio de la Universidad Nacional del Centro del Perú (UNCP) con destino a Lima, fueron detenidos por la PIP. En sus bolsillos se les encontró manifiestos de las guerrillas que operaban en Andamarca y otros volantes de tendencia extremista.

Mientras tanto, en Andamarca los dos guardias civiles que permanecieron cinco días como rehenes de los guerrilleros llegaron a Poca Concha. Fueron Cleto Espinel y Tomás Rengifo, capturados durante un patrullaje en las inmediaciones de San Juan. Señalaron que aproximadamente ochenta operaban en Andamarca, y en total llegarían a quinientos, contando a quienes se mantenían en lugares cercanos, equipados con armamento moderno consistente en metralletas cortas, granadas de mano, fusiles, ametralladoras, carabinas, revólveres y escopetas, sumados a cajones de dinamita. Agregaron que durante su retención no tuvieron problemas, fueron tratados con sentido humano y se les proporcionó techo y alimento. Para su liberación fueron guiados por cuatro rebeldes hasta diez kilómetros fuera del reducto rebelde.

Los campesinos de la hacienda Colorbamba aseveraron a la policía que varias mujeres integraban el grupo sedicioso. Al menos, fueron vistas dos jóvenes que vestían falda negra y de montar y polaca verde olivo.

Por otro lado, la policía identificó a nueve rebeldes que incursionaron en la hacienda Santa Rosa. A saber: Julio Martínez, Juan Suárez, Sabino Uzcamayta, Nicolás de la Cruz Flores, Danuco Flores, Teófilo Bravo, Hugo Ocampo y Felipe Ramírez, todos bajo el mando de Máximo Velando. Además, se detuvo a más campesinos sospechosos, que se sumaron a los más de cien que se encontraban detenidos.

Así, bajo la consigna general «exterminar a los extremistas», un destacamento de asalto de la Guardia Civil (GC) que operaba desde Andamarca, emprendió marcha para cerrar el anillo envolvente contra los rebeldes, en simultáneo con las fuerzas policiales que se desplazaban desde Satipo y Pampas. En la ciudad de Huancayo,se encontraban efectivos de las Comandancias 22° de Asalto, 34° de Caballería, 24° de Tránsito y Tropas Especiales.

Al amanecer del 16 de junio, se entabló el primer combate directo entre policías y rebeldes. Cincuenta hombres entre guardias civiles y detectives, a una distancia de ochocientos metros, abrieron fuego sobre los guerrilleros, que respondieron desde las alturas de San Juan, a escasa distancia de Pucutá.

Aun así, Fernando Belaúnde, presidente de la República, mantuvo la idea de que en un país con sistema democrático no era posible concebir la existencia de guerrilleros; pero sin negar la existencia de grupos empeñados en fomentar alarma y caos y que las guerrillas como ficción, tal vez era practicada por pequeños grupos como deporte o acto juvenil de audacia o delincuencia.

Mientras tanto, desde cuatro puntos avanzaron las fuerzas policiales hacia Pucutá: Andamarca, Penca, Satipo y Santo Domingo de Acobamba. El Estado Mayor fue ubicado en Andamarca.

Pucutá, el fortín de los extremistas era una zona escondida por una tupida vegetación, entre altos riscos y protegido por los contrafuertes andinos, casi un bastión inexpugnable. Allí se ubicaba el cuartel general de los guerrilleros, donde levantaron un pabellón para acuartelamiento. Los efectivos de la Guardia de Asalto que sobrevolaron la zona distinguieron una antena de radio y un probable campo de aterrizaje para helicópteros. Además, «enormes socavones», que dieron la impresión de ser trincheras protegidas.

En una segunda redada, más de quince personas fueron detenidas por la GC, acusadas de estar comprometidas con el grupo rebelde. Entre ellos cinco campesinos: Marcos Meza Paúcar, Simeón Alvarado, Benjamín Roncal Meza, Julián Raymundo Inga y Reynaldo Meza Poma, naturales de Andamarca.

Se comentó que en la zona de Jatunhuasi, en la cumbre de la Cordillera Oriental de los Andes, se habría dado una lucha encarnizada entre policías y guerrilleros, con el saldo de algunos rebeldes muertos, pero no se precisó la cantidad.

En ese contexto, se frustró un atentado contra las instalaciones del complejo metalúrgico de La Oroya. Un implicado encargado de dinamitar la chimenea mayor de la fundición se entregó antes del evento. Confesó que fue comprometido por un excompañero del ejército y que siete rebeldes iban a capturar la comisaría, asaltar el Banco de Crédito y la Mercantil de la Fundición.

Ante ello, los enviados de la PIP a la zona de Andamarca, San Juan y Runatullo, sospechaban que la táctica rebelde consistiría en desguarnecer las ciudades del centro para luego iniciar atentados en los asientos mineros y núcleos urbanos de la Sierra Central. Los posibles objetivos serían las ciudades de La Oroya, Jauja, Huancayo y Huancavelica. El movimiento de guerrillas de la zona de selva sería solo el primer paso para el inicio de una serie de actos de sabotaje. Además, no conformarían un frente de batalla. Solo harían pequeñas incursiones, tratando de minar la fortaleza de la policía.

Una nueva incursión habría tenido lugar en Mazamari (Satipo). La hacienda de Clemente Almonacid fue despojada de gran cantidad de aves de corral y seis mil soles. Los asaltantes actuaron de manera muy violenta y amenazaron de muerte a los pobladores presentes en caso de que los denunciaran ante la Policía.

En tanto, aparece otra consecuencia del conflicto: el éxodo de comuneros hacia lugares más seguros. En Maraynioc fue casi total. Otros pueblos en la misma situación fueron Tololume, Manzanillos, Talhuis, Runatullo y Shalhua.

Por otro lado, en pleno accionar de la guerrilla, en julio de 1965 la Unión Sindical Departamental de Trabajadores de Junín (USDTJ), de filiación aprista, convocó a un mitin en contra de los subversivos que operaban en la zona de Andamarca y pedían una acción fuerte y rígida de parte del Gobierno. Dicha posición respondía a la conducción política y sindical del PAP, que culminaba con un viraje total hacia la derecha. Muestra de ello fue la alianza APRA-UNO (Unión Nacional Odriista).

Se presumía que el Che Guevara estaba en el Perú dirigiendo la organización y los primeros movimientos de las guerrillas en el centro del país. Habría ingresado en un avión que aterrizó en el campo con que contarían los rebeldes en la selva de Satipo, y se comunicaría con La Habana desde el reducto rebelde, a través de un potente radio transmisor que difundía las proclamas de los guerrilleros vía la emisora denominada La Voz Rebelde de los Andes, pero ya estaría fuera del país. En su lugar habría quedado Luis de la Puente Uceda. La GC confirmó la existencia de un potente transmisor de radio, que transmitía en una frecuencia de setecientos metros.

Hasta este momento, la policía sufrió sus primeras cuatro bajas, que fueron heridos de bala y traídos en el mayor secreto, al hospital de la policía.

Luego los guerrilleros dinamitaron el puente de concreto Comas, en la vía a Satipo; irrumpieron en la hacienda de Jampatú y en el pueblo de San Juan, donde arrasaron las propiedades de Félix Ortega, Alejandro Hurtado, Francisco Aliaga y Marcelo Aliaga, así como en la hacienda Punto en las inmediaciones de Andamarca, previa destrucción de las líneas telefónicas.

Por su parte, cincuenta miembros de la GC fueron a dar alcance a los guerrilleros, que tenían hombres concentrados en la zona de San Juan, al noreste de Andamarca. Mientras, siete investigadores de la PIP tomaron la delantera por algunas horas con la misión de recopilar información sobre la situación de la guerrilla.

El mayor Perimías Paredes Astucuri, conocido por haber desbaratado a las guerrillas en Chaupimayo y captor de Hugo Blanco, se incorporó a las fuerzas del orden contra los sediciosos de Pucutá.

Por otro lado, se informó que tres rebeldes habrían muerto en el intento de tomar la hacienda Punto de la Sociedad Ganadera del Centro, al creer que estaba desguarnecida. Las fuerzas policiales repelieron el ataque.

Asimismo, los subversivos destruyeron las instalaciones del fundo Alegría, propiedad de Raúl Rebeck, ubicado en Santo Domingo de Acobamba, por entonces ruta obligada de los guerrilleros hacia Pucutá. Antes de retirarse hicieron una proclama llamando a los pobladores para que se plegaran a la revolución.

En ese contexto, todo indicaba que el asalto final de las fuerzas del orden al fortín de Pucutá sería complicado. Ubicado en plena Selva, estaba rodeado de peligros físicos naturales. El campamento guerrillero tendría trincheras, una casa mata, con instalaciones de armas modernas para la lucha a una distancia de ochocientos y mil metros. Antes del inicio de la operación final, se esperó la llegada de cincuenta hombres como refuerzos del primer grupo de avanzada dirigida por el capitán Antonio Beramendi.

El inspector general de la PIP, Hércules Marthans, siguió minimizando los hechos. Ratificó la inexistencia de guerrilleros y calificó las operaciones de bandidaje de elementos al margen de la ley. Se basó en la detención de tres sediciosos, entre ellos Juan de la Cruz Apolinario, quien tenía antecedentes policiales por robo de ganado en Andamarca. La captura de los supuestos abigeos se produjo en Jatunhuasi.

Una refriega frontal entre los rebeldes y la GC dejó un saldo de cinco campesinos muertos y un policía herido. Los policías hicieron frente a una emboscada rebelde en el lugar llamado Titacruz, a sesenta kilómetros en el interior de Andamarca, tras el aviso de un niño (Alejandro Canturín Hurtado) que los libró de caer diezmados en un desfiladero de acceso a Pucutá. Desde la cumbre, los rebeldes pretendieron aniquilar a la fuerza policial, dinamitando el estrecho desfiladero, pero la policía logró ocupar las laderas y entabló un tiroteo donde cayeron Fortunato Meza de la Cruz (32), Santos Campos Lozano (23), Máximo Caso Zárate (22) y Pablo Huaringa (23), mientras el quinto, Bernardino Flores (42), llegó agónico a su casa, siendo entregado muerto más tarde. Los guerrilleros, entre cuarenta y cincuenta, se replegaron hacia las alturas.

Hubo un rumor de que el número de efectivos guerrilleros ubicados en Pucutá y Rosaspata se estaría incrementando con la adhesión de campesinos de Pucacocha, Andamarca, Rampo y Chayhua. Esto se desprendió por la desaparición de hombres de entre dieciséis y treinta y cinco años. Los familiares admitieron la visita de «hombres pálidos y barbas crecidas», que los convencieron para incorporarse a los guerrilleros.

En la ciudad de Huancayo, elementos subversivos llamaron a adherirse a las filas del MIR. Los volantes proclamaban que la revolución estaba en marcha en el campo. Asimismo, en Lima algunos grupos de izquierda ratificaron su apoyo a los guerrilleros de Andamarca y a marchar juntos en pro de la verdadera liberación del país, como el caso de Ángel Castro Lavarello del Frente de Liberación Nacional (FLN). De igual modo, el Movimiento Social Progresista, liderado por Alberto Ruiz Eldredge, se adhería a la acción libertaria de Andamarca.

Desde otro ángulo de la lucha militar, trascendió que los efectivos policiales en el frente atravesaban una serie de penurias como la falta de zapatos de campaña, vituallas, alimentos, dolencias estomacales y fatiga por lo accidentado del terreno. A veces se negaban a proseguir la marcha hasta que se les dotara de los elementos necesarios para resistir el intenso trajín.

Hubo otro encuentro militar entre la GC y los subversivos en Titacruz, localizado entre Jatunhuasi y Santa Rosa, con un saldo de cinco muertos, veinte heridos y treinta detenidos entre los segundos. La policía aseguró haber desbaratado uno de los focos extremistas, incautando, además, armas, cartuchos de dinamita y municiones.

Entre los cabecillas del movimiento guerrillero de Andamarca y Pucutá estarían Hugo Ocampo Trujillo, mecánico; Máximo Lazo Orrego, estudiante del tercero de secundaria del colegio Santa Isabel, presidente de la Asociación de Periodistas Escolares, y Máximo Velando, dirigente comunal, experiodista del diario El Tiempo.

Según un informe oficial, la acción de los guerrilleros empezó el 9 de junio, con una serie incesante de asaltos, robos e incendios. El más espectacular ocurrió en la mina Santa Rosa. Once hombres armados se llevaron 22 cajas de dinamita, 177 cartuchos, 2100 fulminantes, 80 000 pies de guía, 12 pares de guantes de jebe, 8 impermeables de jebe, 6 lámparas chicas y mercaderías por valor de 10 000 soles. Parte del dinero se repartió entre los obreros de la mina y sus familiares. Los grupos subversivos dirigidos por Guillermo Lobatón, que operaban en Andamarca, estaban conformados por gente campesina reclutada en la zona.

Para referirse a los guerrilleros, se utilizaron los calificativos de «abigeos», «cuatreros» y «delincuentes comunes» a fin de satirizarlos y deslegitimarlos ante la población.

En el ámbito ejecutivo, desde el Ministerio de Gobierno se afirmó que el mejor medio para frustrar los propósitos rebeldes era impulsando el desarrollo. Por ello, se dispuso la aceleración de los planes de reforma agraria en la zona, llevar a cabo labores de capacitación dirigida a las comunidades, la construcción de postas sanitarias y locales hospitalarios y la conclusión de la red de caminos.

Algunas autoridades acusaron a José Ponce de León, alcalde de Comas, de ser colaborador de los guerrilleros, siendo capturado y trasladado a Huancayo, lo que motivó la protesta enérgica de un grupo de comuneros. Según ellos, fue capturado por simples acusaciones de personas interesadas y enemigos del progreso del distrito. Y, en efecto, fue liberado por falta de pruebas.

El diario de campaña de un campesino (Santos Campos Lozano)[1], unido a la guerrilla, ilustra brevemente la vida cotidiana del insurrecto. Campos falleció durante la refriega en Tita Cruz. Su familia vivía en la falda de un cerro, cerca de Pucacocha. Vemos algunos fragmentos del diario:

Martes 1 de junio. Hace un mes que estoy junto con mi hijo Mateo en la guerrilla. Pero aquí todos nos toman por maleantes. Irene me dijo que todo irá mal. Ella masticó la coca y la encontró amarga.

Jueves 3 de junio. ¿Por qué tengo yo una tierra tan pequeña? Hay gamonales que tienen grandes chacras. Desde que me uní al movimiento, me han dicho que cuando triunfemos tendré una gran chacra. Mi hijo Mateo está silencioso. Anoche ha hecho frío. Por la mañana llovía.

Viernes 4 de junio. Por la noche hemos tenido una reunión, vinieron varios compañeros armados. Dicen que hay que tener valor. Vamos hacia Rayos y seguiremos hasta Jampato. Dicen que la policía nos vigila.

Sábado 5 de junio. Hoy no tengo ganas de anotar, creo que estoy enfermo.

Domingo 6. No han llegado las armas que nos prometieron. Entre los campesinos de la zona, hay muchos que están desilusionados, se niegan a seguirnos. ¿Con qué vamos a combatir? Además, el gobierno tiene muchas fuerzas… No sé qué será de Irene si me matan. ¿Y de María? Mi hija…

Martes 8. Mandé a Mateo a la casa, él avisará a Irene que estamos bien y que cuando todo este pase estaremos juntos.

Miércoles 9. Seguimos marchando. Los instructores nos han dado hoy instrucciones sobre cómo combatir emboscados.

Viernes 11. Ya ha regresado mi hijo Mateo.

El diario se interrumpe a las cinco de la tarde del viernes. Santos cayó herido gravemente. Llegó moribundo a su casa. Su esposa e hija lo abandonaron para no comprometerse. Y los vecinos lo enterraron.

El 25 de junio de 1965 se anunció que Andamarca estaba libre de guerrilleros. La policía rondaba Comas, Canchapalca, Maraynioc, Tahuash, Runatullo, Huancash, Shayhua, Tambo, Churay, Tumbor Pucacocha y Matapa por el norte. Santo Domingo de Acobamba, Yanabamba, Moya, Ayñu y otras zonas. La mayoría de campesinos comprometidos con la guerrilla había sido detenida y varios fueron enviados a Huancayo, mientras otros fueron puestos en libertad.

Hubo sospechas de que los extremistas habían logrado el apoyo de algunos campesinos de la región, por la fuerza, el temor o la intimidación, lo que explicaría la negativa de los comuneros para hacer declaraciones sobre el paradero y las actividades subversivas. Sin embargo, los rebeldes habían logrado la inserción de estudiantes menores de edad, que desaparecieron de sus hogares en Huancayo. La policía capturó ocho estudiantes, seis provenientes del colegio Santa Isabel. Detuvo también a otros seis campesinos que estuvieron en la toma de los fundos Runatullo, Aroma y Alegría.

Mientras la GC restablecía el orden en Andamarca y Acobamba, desde el Estado se intentó implementar un programa social para solucionar los problemas que afligían a los ochenta pueblos agitados por la presencia de elementos rebeldes. Así, la Junta de Obras Públicas de Junín entregó los estudios para la construcción de la carretera Huancayo-Pariahuanca, que haría posible la comunicación en el circuito Runatullo, Andamarca, Acobamba, Chilifruta, Pariahuanca y Huancayo.

Entre tanto, tres estudiantes de la Universidad del Centro fueron aprehendidos por la policía en el distrito de Chilca, Huancayo, cuando se encontraban pegando manifiestos de carácter subversivo en las paredes.

Continuó la detención de otros siete campesinos que fueron trasladados a Huancayo: Raúl Sánchez Trigo, Luciano Castillo Huaringa, Pedro Córdova, José Ponce, Esteban Páez, Leonardo Ramos, Julio Amancio y Juan Santibáñez. Otros diecisiete fueron interrogados.

Mientras, la FAP ablandaba la difícil zona donde se atrincheraron los guerrilleros para hacer frente a la policía que los perseguía, que estarían cercados en Colonia San Juan.

Sin embargo, el 27 de junio, en Huancamayo, a veinticinco kilómetros del Puente de San Gregorio, un destacamento de la GC sufrió una emboscada, con el resultado de catorce muertos entre oficiales y subalternos, además de veinte heridos graves. Entre los muertos estaban el mayor Horacio Patiño Cruzatti (que estuvo al mando del pelotón), el capitán Enrique Torres de la Sanidad, el sargento segundo Guillermo Zuñiga, el cabo Eleuterio Venturo y otros policías.

Este hecho decidió la unificación de los comandos de las fuerzas armadas y fuerzas policiales. Los efectivos policiales se subordinaron a la Comandancia General del Ejército, que se encargaría en delante de las operaciones militares en Junín y Huancavelica.

Según el ministro de Gobierno, capitán de navío Miguel Rotalde de la Romaña, solo veinte guerrilleros operaban en la zona, interesados en enfrentar al campesinado con las fuerzas del orden, a los que consideraba como «desviados mentales» que querían destrozar la democracia. Así, el Gobierno central anunció medidas para contener la influencia de los maestros «comunistas» en las filas del magisterio y de otros individuos con doctrinas extrañas que no comulgaban con la formación ideológica social-cristiana del país.

Mientras tanto, aparatos de la Fuerza Aérea Peruana (FAP) realizaban operaciones de ablandamiento. Simultáneamente, cuatrocientos hombres del Ejército y trescientos cincuenta del Batallón de Paracaidistas accionaban por tierra contra las fuerzas subversivas. La zona de Andamarca y los principales lugares que servían de base a los guerrilleros fueron bombardeadas por el batallón aerotransportado San Pablo n.º 39 del Callao. Luego serían lanzados trescientos paracaidistas para ultimar las acciones contra los rebeldes.

El uno de agosto de 1965, las Fuerzas Armadas anunciaron que lograron aniquilar a las fuerzas extremistas. La Comandancia General del Ejército informó que durante las operaciones se liquidaron a doce extremistas cuando preparaban una emboscada. Las fuerzas especiales denominadas rangers tomaron el reducto de Pucutá y las zonas aledañas y realizaron operaciones de limpieza. Como represalia, los sediciosos abatieron a dos guardias civiles entre Rosario y Ajospampa, desaparecidos después de la emboscada del 27 de junio en el lugar denominado Lima-Lima.

Un nuevo combate entre las fuerzas armadas y las guerrillas se produjo en la zona de Pucutá. Las refriegas dejaron tres guerrilleros muertos y tres heridos de la Guardia Republicana. Hasta el momento solo había tres bajas de las tropas en combate, mientras los extremistas tuvieron quince muertos durante las operaciones iniciadas el 30 de julio.

El 5 de agosto de 1965 fue considerado día clave en la lucha antiguerrillas, debido al movimiento de altos jefes militares, tropas, vehículos del Ejército y aparatos aéreos de la FAP. Hubo heridos y cadáveres que llegaron al aeropuerto de Jauja y su posterior traslado a Huancayo o Lima, y un intenso combate de dieciséis horas en la zona de Pucutá, con participación de cazas Hawker Hunter y bombarderos Camberra.

Las Fuerzas Armadas informaron que capturaron a Froilán Herrera o Jaime Martínez junto a otro extremista, siendo trasladado a la ciudad de Lima bajo absoluta reserva. Por otro lado, durante las refriegas habría resultado muertos Hugo Ocampo, Eduardo Obando y Máximo Lazo Orrego, entre otros.

Continuaron los combates. Hubo dos emboscadas guerrilleras en Cubantía (Satipo) y Pucutá, que se internaban en la selva por Satipo, con el saldo de tres muertos y nueve heridos en las tropas de la GC que los perseguían. En San Ramón, en la «operación limpieza», los rangers capturaron a ocho guerrilleros que pretendían sabotear el aeropuerto.

El 10 de agosto, en las montañas de Cubantía (Satipo), una columna de rangers se enfrentó a cerca de doscientos cincuenta guerrilleros y campas armados. Se estimaron veintiuna bajas en las fuerzas guerrilleras, que estaban armadas con metralletas, en tanto los campas contaban con fusiles, machetes y flechas envenenadas. El misionero canadiense Dierks reveló que los rebeldes realizaron campañas de captación en los campas de la zona de Pangoa.

Satipo se convirtió en una ciudad en guerra. Los rangers y guardias de asalto convirtieron el aeropuerto en una fortaleza, mientras los guerrilleros habían tomado posición en los cerros cubiertos de maleza que rodeaban la ciudad. El Ejército construyó en Mazamari un campamento que serviría de base general para la lucha antisubversiva en colaboración con el Gobierno de EE. UU., y que luego se denominó Base Los Sinchis.

El alcalde de la provincia de Satipo, Carlos Voto Bernales, sostuvo que la mejor forma de combatir a los guerrilleros y enfrentar a la descomposición social y económica era el desarrollo económico, la dotación de servicios indispensables a la provincia de reciente creación, como escuelas, hospitales, postas médicas, agua y desagüe.

Más tarde hubo una movilización de efectivos militares hacia la zona de San Ramón de Pangoa. Más de un millar de guardias de asalto y del Ejército marcharon desde Satipo hacia los poblados de Kiatari y Cubantía, donde se esperaba combatir con las huestes subversivas. Entre ellos, una sección de doscientos rangers, trasladados en una avioneta particular. Los aeropuertos instalados en Mazamari, Cubantía y San Ramón estuvieron protegidos por guardias de asalto. Se realizaron operativos militares consistentes en bombardeos por parte de la FAP.

El conflicto visibilizó al poblador campa, el gran olvidado en el Perú, pues en las espesas selvas donde vivían, no llegaban las leyes que el Gobierno daba para protegerlos. Nadie respetaba el jornal básico para los campesinos, por lo que la pobreza, la miseria, la injusticia y el continuo despojo de sus tierras eran suficiente caldo de cultivo para la rebeldía y el apoyo a los guerrilleros.

Desde Cubantía (Satipo), las Fuerzas Armadas avanzaron por tres frentes. Mientras, los rangers habían cerrado el paso a los rebeldes que se batían en retirada hacia Marianquiari, desde donde se llegaba a los puertos Ocopa y Obenteni en el Gran Pajonal.

De forma oficial, el 28 de agosto de 1965 las Fuerzas Armadas dieron punto final a las operaciones de bombardeo contra los refugios guerrilleros. El 2 de septiembre de 1965, el presidente Fernando Belaúnde señaló que las unidades del Ejército tenían control absoluto de la zona convulsionada al interior del país, y que pronto culminaría la acción bélica a fin de restituir las garantías constitucionales.

Los guerrilleros que semanas atrás estuvieron en Satipo, se habrían trasladado a los pueblos aledaños al distrito de Villa Rica y Oxapampa (Pasco). Así denunciaron los hacendados y cafetaleros de Yuninaki, Cacasú y Eneñas. Se distribuyeron volantes firmado por el grupo Túpac Amaru llamando a la rebelión, por lo que llegaron más de medio centenar de policías de asalto.

Sin embargo, nuevamente Pucutá fue escenario de combate entre soldados y guerrilleros. La compañía del Batallón de Infantería n.º 43 fue emboscada por los guerrilleros. Fallecieron tres efectivos de las Fuerzas Armadas, más tres rebeldes y resultaron varios heridos en ambos bandos[2]. En efecto, al amanecer del 23 de setiembre, Guillermo Lobatón atacó su anterior fortín, pero tuvo que retirarse hacia la selva, en la jurisdicción de Shuenti en el río Anapati (‍Fernández y Brown, 2001: 134).

La FAP bombardeó durante cinco horas el fortín de los guerrilleros en las alturas de Pucutá. Las zonas de Ajospampa y Jatunhuasi fueron las más castigadas por la escuadrilla de aviones que actuaron en la operación de ablandamiento. Entonces, las Fuerzas Armadas realizaron una gigantesca movilización hacia Pucutá.

Durante un bombardeo aéreo en la zona de Pucutá, habría muerto Máximo Velando, segundo comandante de la Guerrilla Túpac Amaru, junto a otros veinte guerrilleros. El grupo Túpac Amaru era dirigido por Florián Herrera, más conocido como Jaime Martínez. Velando era uno de los más importantes dentro de las guerrillas. Gozaba de la confianza de Guillermo Lobatón. Dirigió la emboscada en Yahuarina.

IX. DESENLACE DE LA GUERRILLA[Subir]

A consecuencia del avance y control de la zona de seguridad de las guerrillas en el ámbito de Pucutá por las fuerzas militares y policiales, la violencia política se extendió hacia la selva central, especialmente a las provincias de Satipo (en Junín) y Oxapampa (en Pasco).

En Alto Cubantía (Satipo), hubo enfrentamientos entre los choviaros (probablemente seguidores del cacique Askaninka Choviante de Gloriabamba, cerca de Puerto Ocopa‍, según Fernández y Brown, 2001) y los guerrilleros. Los primeros decidieron hacer su propia guerra, liderados por el cacique José Alberto Pirichico, debido a que los segundos acribillaron a cuatro choviaros tras acusarlos de traición por pasar información al Ejército. El ataque consistió en una emboscada donde habrían perecido dos rebeldes identificados como Hugo Ocampo Vallejos y Antonio Pinillo Humberto.

Esto se dio en medio de la pasividad y disimulada colaboración de los campas (en realidad los Ashaninkas‍, según Fernández y Brown, 2001), que permitió a los guerrilleros moverse con tranquilidad por los senderos desde Pucutá hasta Alto Cubantía y Satipo.

Asimismo, en Satipo hubo un sangriento pero breve combate entre una compañía de rangers y un grupo de guerrilleros, resultando heridos dos policías y varios extremistas.

Hasta el 18 de agosto, el balance oficial de las acciones armadas era diecisiete soldados y policías caídos en combate y veinte guerrilleros muertos, mientras que los datos extraoficiales arrojaban un balance de cincuenta y cuatro guerrilleros muertos, dieciocho policías caídos, ocho soldados muertos y dieciséis civiles asesinados por los rebeldes. Tode ello desde el 16 de julio hasta el 5 de octubre. Entre ellos, Froilán Herrera, más conocido como Jaime Martínez, fallecido en un encuentro con efectivos de las Fuerzas Armadas en Satipo. Era el cuarto comandante en el frente centro de las guerrillas. Dirigió el primer ataque guerrillero. El 9 de julio participó en el asalto al puente Maraynioc. Tenía veinticuatro años. Fue estudiante del colegio Santa Isabel.

Una de las últimas acciones de los guerrilleros fue la incursión de siete rebeldes en Satipo en busca de avituallamiento, siendo rechazados por los rangers del Ejército, que mataron a tres e hirieron a otro.

Otro acto final contra las guerrillas del centro fue el juicio en consejo de guerra de diecinueve detenidos en la cárcel. Entre ellos estaban Vidal Bocanegra Morales, Lorenzo Vásquez Bocanegra, Remigio Véliz Hinostroza, Manuel Sánchez Trillo y Juan de la Cruz Apolinario.

La serie de derrotas sufridas por las fuerzas del Frente Túpac Amaru, bajo el mando de Guillermo Lobatón, habría propiciado su desmembramiento. Siendo rechazadas en el intento de tomar otro fundo importante en el valle de Satipo. Se capturaron a siete rebeldes, entre ellos sus dos lugartenientes, entre Ipoke y La Cascada. Asimismo, los rebeldes sostuvieron un combate breve con una patrulla militar y fugaron hacia Pampa Silva. Por tanto, bajo la incesante persecución de las Fuerzas Armadas, la acción de los guerrilleros se fue desmoronando en el centro del país.

El 2 de octubre, comandos del Ejército atacaron Shuenti con resultados desastrosos para los guerrilleros: once muertos, entre ellos Máximo Lazo Orrego y un feroz campa Priori, más diecisiete capturados. Los comandos sufrieron tres bajas (‍Fernández y Brown, 2001: 166-‍167). Algunos líderes campas que apoyaron a los guerrilleros murieron con la aplicación de la Ley de Fuga, una forma de asesinato legalizado desde el Gobierno (ibid., 2001: 168).

Entre el 2 y 3 diciembre, Velando y Paucarcaja fueron capturados en San Pablo, muy cerca de Puerto Bermúdez, traicionados por un Asháninka y trasladados en avión a Satipo. El último fue ejecutado el 6 de diciembre, supuestamente por intentar escapar, mientras que Velando habría sido ametrallado por miembros del Ejército el 3 o 4 de diciembre (ibid., 2001: 174-‍175).

El 21 de diciembre, Froilán Herrera y otros guerrilleros cayeron en manos del ejército en Huatziriqui, siendo ejecutados casi de inmediato, mientras que Lobatón logró eludir a los comandos durante dos semanas. Pero el 7 de enero de 1966, junto a otros pocos guerrilleros, habría caído en combate en inmediaciones del río Sotziqui (ibid.: 177). En realidad, el cuerpo de Lobatón nunca fue entregado, desapareció en un intento de borrarlo de la memoria de los Asháninkas y pobladores de la provincia de Satipo, aunque no ha sido posible (ibid.: 179).

Así terminó el Frente Guerrillero Túpac Amaru, en medio de la desaparición de sus principales líderes, las contradicciones abiertas con las poblaciones amazónicas ubicadas en la selva central, la persecución de las Fuerzas Armadas a sus huestes diezmadas militar y políticamente, y la represión generalizada de la población tanto en el área andina como selvática de las provincias de Satipo y Concepción.

X. CONCLUSIÓN[Subir]

Desde un enfoque de violencia política, el Frente Túpac Amaru, fue un tipo de organización más desarrollada e insertada en la población que los otros frentes guerrilleros que apostaban al poder político utilizando las armas. Por eso, su desactivación duró casi ocho meses, en medio de una feroz represión de las fuerzas armadas y policiales y el desplazamiento y cerco de las comunidades rurales, especialmente en la zona de la selva central.

Como organización militar intentó insertarse socialmente sobre todo en el movimiento campesino como una forma de prolongación de la lucha reivindicativa, especialmente por el derecho a la tierra, que fue desarrollando en el período y que, incluso, dio lugar a la primera experiencia de reforma agraria focalizada tanto en Junín y Cusco desde el Gobierno central.

Claro está, que el movimiento guerrillero no fue consecuencia de la lucha social reivindicativa del movimiento campesino, aunque antes de que iniciara sus operaciones desarrolló trabajos políticos de organización y concienciación, lo que se denomina como el proceso de guerrilla de partido a guerrilla societal. Proceso que terminó en fracaso debido a la ofensiva ideológica, política, militar y altamente represiva desde el Gobierno central, encabezado por Fernando Belaúnde Terry, que contó con el apoyo político, financiero, asesoramiento militar de los EE. UU.

EE. UU., tras haber consolidado el Tratado Interamericano de Apoyo Recíproco (1947) y la Organización de los Estados Americanos (1948), firmó con Perú el Tratado de Asistencia Militar (MAP) (1952) como parte de su doctrina de seguridad nacional (‍Jaramillo, 2016). Desde 1950 a 1964, envió 66 776 000 dólares en fondos MAP. En 1965, destinó 1 707 000 dólares. Además, entre 1961-‍1964 invirtió en las fuerzas de seguridad peruana, que para 1964 mostraban muchas capacidades de contrainsurgencia. Así, el MIR y el ELN no podían haber elegido el peor momento para impulsar la revolución (‍Stanley, 2020).

Es decir, fue un proceso fallido debido a los factores externos señalados y por las debilidades internas propias del MIR como organización político-militar y del mismo Frente Túpac Amaru, la debilidad del movimiento campesino en particular y del movimiento popular en general, además de las discrepancias y la fragmentación política y programática de la izquierda en general. Algunas organizaciones de izquierda actuaron a su favor, mientras otras tuvieron una posición neutral u opuesta bajo el argumento de la falta de «condiciones objetivas y subjetivas» para llevar adelante un proceso revolucionario.

Entre las debilidades internas se puede destacar a los diferenciados desarrollos organizativos e institucionales de cada frente, lo que fragmentó más la unidad política y militar del MIR y el ELN; el tránsito y contradicción entre ser cuadro político o militar de sus militantes y, en términos militares, el haber confiado demasiado su zona de seguridad en la supuesta inexpugnabilidad del territorio en vez de haber sido más bien fuerzas guerrilleras en permanente movimiento y no de defensa de posiciones territoriales, como se esgrime en diversa literatura.

NOTAS[Subir]

[1]

«¡El Diario Inconcluso de un Guerrillero!». Diario Correo de Huancayo, 24 de junio. Pág. 2.

[2]

«¡Otra sangrienta emboscada!». Diario Correo de Huancayo, 24 de setiembre. Pág. 1

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