RESUMEN
La dominación ha sido objeto de amplia atención en el pensamiento político y en la denuncia social. Sin embargo, la emergencia ecológica requiere que vayamos más allá de las concepciones tradicionales que se centran en el daño y las opresiones humanas y construyamos un enfoque holístico que recoja la dinámica compleja, multidimensional y polifacética en que esta se despliega cuando alcanza las cuestiones ambientales, no solo en las relaciones interhumanas, sino también en la interacción con los seres no humanos y con los componentes de la naturaleza. Este trabajo busca contribuir a esta construcción sistémica de la dominación verde. Para ello se exploran las voces de la teoría crítica, del republicanismo, de la justicia ambiental y del ecofeminismo. En concordancia con el objetivo de aunar las mayores dimensiones posibles se amplía la mirada para ir más allá de las lecturas ciegas a otras producciones de conocimiento y se incorporan republicanismos no hegemónicos, pensamiento crítico periférico, giro ontológico y feminismos ecoterritoriales del Sur. Con ello se contribuye a la elaboración de un mapa de la dominación que ahora, además, se tiñe de verde, lo que sin duda puede coadyuvar a la hora de pensar en nuevos paradigmas y en creativas estrategias de emancipación.
Palabras clave: Dominación; teoría política verde; naturaleza; emergencia ecológica; pensamiento político.
ABSTRACT
Domination has been a subject of extensive attention in political thought and social critique. However, the ecological emergency demands that we move beyond traditional conceptions that focus solely on human harm and oppressions. Instead, we need to construct a holistic approach that captures the complex, multidimensional, and multifaceted dynamics unfolding when addressing environmental issues. This extends not only to human relationships but also to interactions with non-human entities and components of nature. This work aims to contribute to the systemic construction of green domination. To achieve this, it explores the perspectives of critical theory, republicanism, environmental justice, and ecofeminism. In alignment with the goal of encompassing the broadest possible dimensions, the scope is expanded to move beyond blind readings of other knowledge productions. Non-hegemonic republicanism, peripheral critical thinking, ontological turn, and eco-territorial feminisms from the Global South are incorporated. This contribution aids in crafting a map of domination that now takes on a green hue, undoubtedly facilitating the contemplation of new paradigms and the development of creative strategies for emancipation.
Keywords: Domination; green political theory; nature; ecological emergency; political thought.
Es esencial que abandonemos el proyecto imperial
de dominación y explotación global lo antes posible
y redirijamos nuestros considerables talentos
hacia la reparación del daño que hemos causado.
Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza
Lo «verde» se está expandiendo. Economía verde (Lander, 2011), neoliberalismo verde (Thoyre, 2015), capitalismo verde (Riechmann Fernández, 2019), extractivismo verde (Dietz, 2023), colonialismo verde (Bringel et al., 2023), despojo verde (Ulloa, 2020), acaparamiento verde (Fairhead et al., 2012), daño verde (Dunlap, 2023), criminología verde (Brisman et al., 2021), así como inteligencia artificial verde (Verdecchia et al., 2023), taxonomía verde (Comisión Europea, 2022), algoritmos verdes (Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo, 2023), lavado verde (greenwashing) (Parlamento Europeo, 2024), Pacto Verde Europeo (Comisión Europea, 2019), transición verde (CEPAL), etc. Hasta Iberdrola o Repsol se han incorporado a la moda con el llamado al hidrógeno verde. Todas estas denominaciones las encontramos cada día con más frecuencia no solo en la literatura académica, sino también en los informes y discursos de múltiples organismos; en las empresas que pretenden blanquear su contaminación; en las decisiones políticas; en los medios de comunicación, y en las prácticas y luchas de asociaciones y movimientos sociales. Todas aluden al adjetivo verde y las preguntas saltan a la vista: ¿a qué se refieren? ¿Concuerdan en el fenómeno que describen? ¿Denuncian lo mismo? ¿Interpelan a los mismos poderes? ¿Coinciden en su idea de lo que se debe proteger o de lo que causa el daño? No es objeto de este trabajo responder a estas cuestiones, pero sí creo que todas apuntan, de una u otra manera, a formas de dominación o a estrategias para combatirla. Por ello, sostengo que la dominación se está tiñendo de verde. El adjetivo verde puede no ser el más conveniente dada su ambigüedad, pero es precisamente esa condición la que me permite usarla de paraguas para colocar debajo categorías más complejas sobre las que en esta ocasión —debido al espacio— no puedo detenerme, como son ambiente, medioambiente, clima, interrelación entre atmósfera, biósfera e hidrósfera, territorio, Tierra y, especialmente, naturaleza.
La tesis de este trabajo es que la dominación verde —la dominación sobre los seres humanos, sobre los seres no humanos y sobre los componentes de la naturaleza— tiene múltiples formas de articularse, se presenta en distintos grados y es un problema complejo que requiere una mirada polifacética y muldimensional. Es necesaria esta visión holística porque, como afirma el director del Wild Law Institute e impulsor de la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra, Cormac Cullinam, estamos ante una emergencia de envergadura sistémica, una emergencia que afecta a toda la Tierra.
A pesar de las presiones y daños cada vez mayores que en materia ambiental sufren nuestras sociedades no estamos alcanzando cambios significativos; todo lo contrario, hemos transgredido ya seis de los nueve límites planetarios que Rockström y su equipo del Stockholm Resilience Center plantearon en 2009. Una de las causas centrales de esta dificultad son las dinámicas que ejerce la dominación y que no siempre son percibidas o que lo son solo parcialmente.
Si bien la categoría de dominación varía en formas que se irán explorando, se acompaña de rasgos que, por una parte, incluyen desequilibrios o asimetrías de poder, un poder generalmente ilimitado, moralmente ilegítimo y ejercido sobre la base de relaciones injustas; y, por la otra, implica tratos de explotación, opresión y subyugación que derivan en situaciones de vulnerabilidad sistémica. Con el objeto de construir un relato holístico de la dominación recojo aportaciones de distintas literaturas. No son todas las voces que debieran incluirse, pero es una muestra lo suficientemente amplia para contribuir en la construcción de un relato que dé cuenta de las diversas formas en que la dominación verde está incrustada en las relaciones humanas y en las relaciones entre humanos y no humanos y de todos con los componentes de la naturaleza. Las voces que se exploran son el republicanismo, la justicia ambiental, la teoría crítica, la ecología política y el ecofeminismo. Ahora bien, un relato realmente holístico requiere que se amplíen las voces y las miradas e ir más allá de las aportaciones teóricas hegemónicas que muchas veces ignoran otros saberes y epistemologías, desprecian las construcciones teóricas de otras latitudes (que sintéticamente podemos denominar del Sur Global), desconocen las prácticas que en otros escenarios inspiran o reflejan las dimensiones teóricas, se sustentan en visiones eurocéntricas o se construyen pensando en sociedades del Norte Global. Todo lo cual genera también dominación. Alineada con este esfuerzo, otras dimensiones de la dominación que se incluyen son las elaboradas por republicanismos no hegemónicos, pensamiento crítico periférico, giro ontológico y feminismos ecoterritoriales del Sur.
Esta mirada ampliada nos permite incluir más fuerzas políticas, económicas, sociales, culturales y jurídicas, en general insuficientemente limitadas, a través de las cuales los seres humanos, por un parte, dominan aquello no humano que forma parte de Tierra y, por la otra, son ellos mismos, a la vez, dominados, tanto por las cargas específicas que resultan de daños ambientales que recaen en los más vulnerables (pobres, marginados, refugiados y desplazados climáticos, despojados del territorio, mujeres, entre otros) como por las formas en que prácticamente todos —incluidos los privilegiados de las sociedades más prósperas— resultamos perjudicados por esas fuerzas que degradan la Tierra, a menudo en nuestro nombre y con nuestra participación.
Entender la devastación de la Tierra a través de un escenario en el que se entrecruzan múltiples dimensiones y diversas escalas nos exige adoptar un enfoque diferenciado de la relación entre los propios humanos y entre estos y la naturaleza no humana. Tenemos así, por una parte, una dominación verde que reproduce los daños, saqueos, explotación y despojos múltiples causados por las desigualdades históricas y globales del colonialismo, el racismo, el capitalismo y el patriarcado. Por otra parte, la dominación verde es transversal a estas desigualdades, tanto porque su impacto afecta a todos en aspectos significativos como por la manera en que las políticas públicas y las normas jurídicas —desde locales a internacionales— subordinan lo no humano a lo humano.
Es necesario tomar en cuenta todos estos aspectos de la relación ser humano con naturaleza no humana para tener un enfoque holístico que ilumine dinámicas de dominación verde que de otro modo quedarían ocultas. Especialmente porque la literatura académica que se centra en las dimensiones interhumanas de la dominación verde suele centrarse en las experiencias humanas, en los terribles daños y en las situaciones de vulnerabilidad y explotación sistémica que resultan de la dominación verde (despojos múltiples, desplazamientos forzados, enfermedades, contaminación, desvalijamiento de los recursos hídricos, explotación…) y tienden a dejar de lado la dominación de los seres humanos sobre los seres no humanos u otros componentes de la naturaleza (glaciares, ríos, montañas, selvas…). Por tanto, el estudio de la dominación verde no puede reducirse únicamente a una dinámica interhumana; requiere tener en cuenta las dimensiones a través de las cuales distintos grupos de seres humanos instrumentalizan y dominan a la naturaleza no humana[2]. Si no tomamos en cuenta la multidimensionalidad presente en la configuración holística de la dominación verde y no damos pasos que vayan más allá de las visiones antropocéntricas y sociocéntricas, será imposible cambiar nuestros paradigmas y dar pasos hacia la emancipación.
El trabajo se divide en dos partes. En la primera se aborda la dominación verde en las interacciones humanas. Se observan diferentes dimensiones de la dominación poniendo atención en las formas transversales en las que esta se despliega. El foco se centra en cómo se entienden desde el republicanismo, tanto en su versión hegemónica como desde otras interpretaciones que ponen el acento en la agencia transformativa y en la igualdad material, la teoría crítica de la escuela de Fráncfort y la justicia ambiental. El análisis se acompaña de casos y situaciones concretas de afectación verde.
La segunda parte se ocupa de la dominación verde y las interacciones humanas con la naturaleza no humana y sus componentes. Un primer acercamiento recoge el trabajo de William Leiss, en especial el acento al cuestionamiento de la construcción dicotómica cultura-naturaleza, sobre la que se profundiza recogiendo aportes del pensamiento periférico y del giro ontológico. Se cierra con la dimensión ecofeminista de la dominación, tanto su versión crític,a defendida por Alicia Puleo, como su versión ecoterritorial, desarrollada en el Sur Global. Ambas coinciden en la dominación del patriarcado y en acentuar la importancia de la ética del cuidado.
Conviene advertir desde el principio sobre dos limitaciones del trabajo. Como ya se señaló, una restricción de espacio obliga a una elección y esta conlleva una renuncia; en consecuencia, no ha sido posible incorporar otras dimensiones teóricas ni otras voces importantes, como pueden ser el ecosocialismo o el decrecimiento. Una tarea futura que no descarto. La segunda limitación, también consecuencia del impedimento de espacio, consiste en no haber desarrollado algunas propuestas para la emancipación. Esta tarea pendiente tiene previsto recoger las aportaciones relativas a las ontologías relacionales, como la pluriversalidad y la relacionalidad crítica acompañada de la interculturalidad; la política del Ecoceno; el reconocimiento de otros saberes; las alternativas al antropocentrismo y al sociocentrismo; la justicia ambiental con su traducción normativa en un derecho a un medio ambiente sano, y la justicia ecocéntrica y su reconocimiento de un valor intrínseco a la naturaleza y, por tanto, su reflejo normativo en derechos de la naturaleza y, con ellos, del inevitable debate sobre la representación y la custodia; el exponencial incremento de los casos de litigio estratégico climático; las aportaciones sobre una transición ecosocial justa; la conversión de los Estados en fideicomisarios de la Tierra; el abordaje político de la presunción del tiempo infinito; la nominación de los sistemas climáticos como patrimonio de la humanidad, y las propuestas para afrontar la aspiración —la mentalidad— consumista, entre otros. Pero especialmente las propuestas para desmantelar las enormes injusticias que genera el orden capitalista global, que se encuentra inserto en casi todas las dimensiones de la dominación, incluida la verde.
En la búsqueda por entender multidimensionalmente a la dominación, uno de los caminos por recorrer es el pensamiento republicano o neorrepublicano, una tradición cuya veteranía no solo nos permite «entender mejor el pasado», sino que «ayuda a hacer más inteligible el presente» y puede «encender una chispa de esperanza política en el futuro» (Bertomeu y Domènech, 2005: 39). Al republicanismo se le ha adjetivado de muchas formas y en su seno es común asistir a constantes disputas, lecturas e interpretaciones (Wences, 2016). No obstante, una de las preocupaciones centrales de los diversos republicanismos es cómo responder al hecho de que múltiples fuerzas e instituciones se articulan con el fin de que unas personas dominen a otras. Aun cuando su mirada sobre la dominación se centra exclusivamente en la sociedad humana, algunas de sus aportaciones pueden arrojar luz sobre cómo la dominación está presente en las interacciones del ser humano con la naturaleza no humana y sus componentes y, con base en ello, recoger ideas para construir vías que conduzcan a la emancipación.
En la academia hegemónica, una referencia usualmente obligada de la biblioteca republicana es la obra de Philip Pettit, Republicanism. A Theory of Freedom and Government. En este texto, la preocupación central del filósofo político es impedir que los ciudadanos se vean expuestos a condiciones de dominación, por lo que apuesta por una idea de libertad que signifique ausencia de la capacidad para interferir de modo arbitrario en determinadas elecciones que otro u otros puedan realizar (Pettit, 1997). La dominación existirá siempre que concurran condiciones que sitúen de manera sistemática a unas personas en una posición que les permita ejercer un poder ilimitado sobre otras y explotarlas. Para hacer frente, Pettit defiende una idea de libertad que consiste en tener capacidad, oportunidad y recursos para tomar las propias decisiones, y para ello lo que es relevante es que existan condiciones —leyes, políticas públicas, mecanismos institucionales, derechos y normas sociales— que operen conjuntamente para evitar que a las personas se les impida el ejercicio de sus elecciones, se les permita vivir de acuerdo con sus propios términos, se les proteja de la interferencia arbitraria y se evite su explotación (Pettit, 2012).
La propuesta teórica de Pettit ofrece algunas herramientas sobre cómo afrontar la dominación, especialmente su énfasis en el marco institucional y procedimental, pero dentro de la familia republicana ha recibido algunas críticas que conviene tener presentes porque ellas ponen el acento en el hecho de que la dominación tiene condiciones estructurales que van más allá de las relaciones entre agentes intencionales, sean individuales o sean colectivos. Elías Palti (2021) señala que es una teoría ideal ahistórica y Macarena Marey agrega que se encuentra apoyada en «concepciones idealizadas de la agencia, la subjetividad y los modos de relacionarnos y, por tanto, voluntariamente ignorante de las injusticias que estructuran nuestras sociedades» (Marey, 2021: 11). La teoría de Pettit sobre la libertad republicana y la dominación, subraya la filósofa argentina María Julia Bertomeu —republicana avant la mode, como ella misma se describe— es eficaz, pero es metodológicamente discutible porque se encuentra sustentada en una opción metodológica que «carece de potencia para tematizar posibles modos de dominación institucional que […] producen desigualdad y limitan las opciones de muchos individuos» (Bertomeu, 2021: 43). Cuando se trata de identificar qué cuenta como dominación, la opción de Pettit, presa de un «rawlsisimo metodológico», no cuenta con herramientas para explicar que algunas interferencias podrían ser consideradas también como arbitrarias, por ejemplo, «la concentración de la propiedad en pocas manos, la constitución oligopólica de los mercados» (ibid..: 43-44), a lo que podríamos añadir, de cara a la dominación verde, «las poderosas corporaciones mineras» (Kirsch, 2014).
Estas impugnaciones conducen a un cuestionamiento de las agendas republicanas que han sido heredadas e impuestas por las discusiones hegemónicas y diseñadoras en gran medida de la actual pinacoteca del pensamiento republicano. Quienes hacen este cuestionamiento intentan evitar «la reproducción automática de los lineamientos del neorrepublicanismo dominante» y tomar distancia crítica de esa versión hegemónica (Marey, 2021: 24). En suma, nos invitan a detectar inconsistencias teóricas y a ensanchar la mirada a otras formas que tiene el republicanismo de entender la dominación. Me detendré únicamente en dos cuestiones.
Por un lado, se podría ampliar la mirada y evitar restringir la interpretación de
la libertad y la dominación a términos estrictamente individuales. Tener o no oportunidades
y recursos para adoptar las propias decisiones es siempre una condición intersubjetiva
y emerge, necesariamente, a través de interacciones e interrelaciones (Latour, 1991). Evidentemente, todos los seres vivos tienen términos de existencia que son exclusivos
de ellos, pero para todos los seres vivos, humanos y no humanos, la plenitud de la
existencia depende de innumerables interdependencias. Formamos parte de un tejido
interconectado de vidas y relaciones, los seres humanos y no humanos se constituyen
mutuamente. Y esta perspectiva tiene importantes implicaciones para la forma en que
entendemos y nos relacionamos con la naturaleza[3]. Un relato de la dominación que abarque a la naturaleza no humana y a sus componentes
aparta la mirada de la exclusiva elección individual y se centra, en cambio, en una
concepción amplia de lo que significa adoptar las propias decisiones y vivir según
los propios términos, al tiempo que reconoce tanto las diversas expresiones de existencia
de la naturaleza no humana y sus componentes como la integración en red de todas ellas Si bien una de las formas en que la dominación verde afecta a los seres no humanos
y a los componentes de la naturaleza es socavando, en un sentido amplio, el medio
ambiente que los sustenta, otra forma en que la dominación puede afectar a algunos
seres no humanos es impidiendo que estos también vivan la plenitud de su existencia,
como son los efectos en muchos animales de la producción industrial (
Por otro lado, y conectado con el punto anterior, desde otros parámetros geográficos
y territoriales, pero especialmente epistémicos, podemos encontrar sustantivos contenidos
normativos de otras formas de entender el republicanismo y plantearnos no solo su
agencia transformativa, sino lecciones sobre otras injusticias que estructuran nuestras
sociedades, como la dominación verde. Lecturas republicanas desde el pensamiento social
y político no hegemónico (
Para dar respuesta a este tipo de cuestiones, estos otros republicanismos consideran que es necesario tener en cuenta los contextos políticos y sociales —especialmente
aquellos donde se concentran en pocos la mayor parte de los recursos económicos y
políticos generando fuertes asimetrías— y que es imprescindible relacionarse con la
realidad de manera transformativa. Una comprensión histórica e institucional de las
injusticias obliga a «una permanente indexación histórica de sus juicios normativos
sobre las instituciones político-sociales» (
De acuerdo con estos parámetros, quiero esbozar dos reflexiones. Por un lado, podemos
recoger la propuesta de la importancia de apostar por mecanismos institucionales y
por leyes imparciales, generales, inteligibles, equitativas e iguales para todos,
así como defender la igualdad política —mismas condiciones de acceso de los ciudadanos
a la participación en las decisiones políticas— como ejes para evitar que algunos
acumulen una desmedida influencia política y se aseguren condiciones para la dominación.
Pero se debe cuestionar, como señala Ortiz Leroux, la excesiva carga normativa que
dificulta «la tarea práctica de estrechar la distancia entre los ideales y la evidencia
empírica». Las leyes no siempre son expresión de los intereses plurales y comunes
de una comunidad política, sino que muchas veces reflejan los intereses de los grupos
o las facciones con mayor capacidad de dominio; la parcialidad de las leyes a favor
de los poderosos «es el principal cáncer que enfrenta, en los hechos, el cuerpo de
la república» ( Para ejemplificar esta situación podemos recurrir al pensador y biólogo uruguayo
Eduardo Gudynas (
Asimismo, poner el acento en mecanismos institucionales, en los términos antes mencionados,
nos permite percibir con mayor nitidez la dominación —el uso— de la naturaleza. La
dominación es posible por ausencia de principios y límites o por falta de mecanismos
que impidan la explotación; cuando actuemos en un contexto institucional que establezca
límites a nuestro uso —límites que consideren que la naturaleza es un bien en sí misma
y no un recurso para nosotros— podremos, entonces, convivir sin dominarla. Por ejemplo,
debemos comer, pero podemos alimentarnos negándonos a ser partícipes del sufrimiento
animal que tiene lugar en las macrogranjas industriales o del incremento de los llamados
desiertos verdes que resultan del monocultivo de la soja transgénica y que ha traído
como consecuencia la destrucción de millones de hectáreas de bosques nativos, generando
una crisis socioambiental de enorme envergadura De acuerdo con el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas,
en el Cono Sur de América hay 54 millones de hectáreas de soja transgénica cultivadas,
lo que supone una devastadora agresión a la tierra y un enorme impacto en el incremento
de la emisión de gases de efecto invernadero. No obstante, las consecuencias no son
solo destructivas para los seres no humanos y los componentes de la naturaleza, sino
también para los seres humanos, dado que el incremento del uso del glisofato que acompaña
a este «agrotóxiconegocio» ha sido recientemente reclasificado por la Organización
Mundial de la Salud como probablemente cancerígeno. Y, además, no solo somos cómplices,
sino víctimas ciegas, ya que millones de consumidores han incorporado a su dieta alimentos
ultraprocesados en los que está presente la soja transgénica.
Por otro lado, los republicanismos que tienen en el horizonte el acento en la agencia
transformativa también consideran necesaria la suficiencia material, aspiran a una
ordenación económica de la igualdad material mediante mecanismos que dificulten la
concentración de la riqueza y la dependencia por necesidad económica. Ante la lógica
capitalista de mercado que se acompaña de ingentes acumulaciones y concentraciones
de riqueza en manos privadas, ante las políticas neoliberales que producen dramáticas
desigualdades, ante la expansión de los extractivismos cuyas consecuencias se reflejan
en crecientes condiciones de servidumbre y altos niveles de violencia, y ante los
resabios de la propiedad patriarcal reflejados «en la creencia de que la relación
de propiedad legitima algún tipo de dominio —y, por ende, de despojo— sobre la naturaleza,
sobre uno mismo o sobre los demás» ( Si lo trasladamos al objetivo de evitar la dominación de la naturaleza, Ramphele
( En este caso, habría que eliminar la imposición tanto de narrativas universales del
desarrollo como las transacciones en moneda extranjera —el dólar— a la mayoría de
los países pobres, tanto en las transacciones comerciales como crediticias. En el
mismo sentido, en muchas antiguas colonias francesas sigue vigente el descendiente
del franco francés (
Una de las lecciones importantes de esta mirada desde el republicanismo es que la dominación implica una condición de estatus, una posición que es fundamentalmente política, sustentada sobre una forma particular de situar a los individuos en relación con quienes detentan la capacidad de dominio dentro de un contexto de instituciones políticas y jurídicas y del diseño de políticas públicas. Ahora bien, la idea de dominación que aportan los republicanismos, hegemónicos y no hegemónicos o radicales, es insuficiente para comprender las dinámicas holísticas y estructurales de una dominación que se tiñe de verde. Es necesario abrir el abanico.
De la dominación también se ocupó la teoría crítica de la Escuela de Fráncfort. La
premisa de partida es que la dominación no se limita a una opresión política o a una
coacción del Estado, sino que es mucho más extensa y adopta formas más sutiles y encubiertas.
Los seres humanos, al desplegar sus capacidades tecnológicas, han ampliado considerablemente
el dominio, tanto de lo que designan como «naturaleza externa» (dominación de las
condiciones exteriores al hombre) como de la «naturaleza interna» (represión en lo
psíquico), lo que ha conducido a una progresiva debilidad de la existencia humana.
Encontramos esta preocupación en los trabajos de Horkheimer y Adorno, quienes argumentaron
en Dialéctica de la Ilustración que el «aparato técnico» que permite a los seres humanos aprovechar y explotar los
recursos para obtener medios de producción más eficientes también dota a «los grupos
sociales que disponen de él [de] una inmensa superioridad sobre el resto de la población»
(
De acuerdo con Marcuse, la espina dorsal de la dominación se encuentra en la construcción
de necesidades y en la reproducción de deseos diseñados —inducidos externamente— con
el objetivo de encauzar las elecciones de los sujetos y vigilar las resistencias políticas
que se despliegan en el terreno social. Marcuse denunciará, en el prefacio de 1967
a la edición francesa de El hombre unidimensional, que existen tendencias del capitalismo que conducen a «una sociedad cerrada», una
sociedad sin oposición que «disciplina e integra todas las dimensiones de la existencia,
privada o pública» (
Teniendo en cuenta lo anterior, la dominación, que es material e ideológica, implica para Marcuse que algunos hombres utilizan a otros para conseguir sus propios fines y esto sucede cuando se presentan dos condiciones. Por una parte, cuando la estructura social se encuentra configurada de manera tal que los intereses de algunos solo pueden satisfacerse a expensas de otros; y, por la otra, cuando algunos poseen un poder que les permite utilizar a otros —controlando sus actividades, pensamientos y sentimientos— y estos últimos carecen de mecanismos para resistirse y oponerse.
Asimismo, Marcuse también se refiere, en ese prefacio de 1967, a la destrucción que el sistema capitalista practica no ya solo hacia los ciudadanos, sino también a una «destrucción desmesurada» a escala planetaria «de la naturaleza, del hábitat» y que tiene que ver con aquello que surge por la propia dinámica del capitalismo que es el «despilfarro lucrativo», la «apropiación de las materias primas, de los materiales y fuerzas de trabajo», y también «la polución igualmente lucrativa, de la atmósfera y del agua en la rica metrópolis del capitalismo» (ibid.: 7). La dominación se tiñe de verde.
En este artículo quiero prestar atención a dos cuestiones que sobre la dominación
se desprenden de los trabajos de los pioneros de la teoría crítica. Por un lado, la
dominación es un fenómeno de masas que, aunque puedan contar con cierta prosperidad
económica, se encuentran sujetas a un poder explotador, a fuerzas capitalistas escasamente
controladas. Lo que domina es la nivelación a través de la industria cultural, que
ofrece entretenimiento para masas conformistas que se dedican a un trabajo automatizado
y que viven alienadas mediante un consumo de mercancías socialmente prescritas. Por
otro lado, la dominación diagnosticada es ciega, hay una «venda sobre los ojos», los
que la padecen —esa masa mayoritaria— no son, generalmente, conscientes de ello. Esta
«ciega sumisión» (
Las condiciones sociales que Adorno, Horkheimer y Marcuse tenían ante sus ojos han
cambiado, han sido reemplazadas, ha habido profundas transformaciones, pero nos seguimos
enfrentando a una extraordinaria capacidad de la sociedad capitalista no solo para
neutralizar movimientos y expresiones de crítica, tanto teóricos como prácticos, sino
también para nuevamente hacerlos funcionales y útiles para la reproducción del sistema
( Si bien la desalinización por vías tecnológicas es posible, las cantidades de energía
requeridas para quitarle la sal al agua son altísimas y frecuentemente provienen de
los mismos combustibles fósiles que causan el cambio climático. Además, en su estado
actual, este proceso es una fuente de alta contaminación de los ecosistemas costeros.
Dentro del llamado Antropoceno ( El Antropoceno como concepto cultural cobra importancia en tanto que difumina los
límites establecidos en muchos ámbitos y nos libra de dicotomías tradicionales, como
naturaleza/cultura. Incluso, autores como Bruno Latour ( Como se mencionó en la presentación de este número monográfico, un conjunto de reconocidos
científicos acaba de decidir (marzo de 2024) que el Antropoceno no es una nueva era
geológica y que aún estamos en el Holoceno.
Mihnea Tănăsescu ( Esto ha causado un daño incalculable, señala Mamphela Ramphele, copresidenta del
Club de Roma, a los sistemas indígenas de uso y administración de la tierra. Muchos
Gobiernos, afirma, han revocado los marcos tradicionales indígenas de uso de la tierra
y «han permitido la introducción del uso agresivo de fertilizantes y semillas estériles
por parte de la agricultura industrializada», y esa búsqueda insaciable de ganancias
«ha socavado los granos autóctonos resistentes y otros alimentos más saludables» (
Por otra parte, la concepción de dominación sutil y encubierta, diagnosticada por
Horkheimer y Adorno, en el sentido de que las masas en su mayoría no son conscientes
de ella, dado que sus pretensiones materiales y sus aspiraciones consumistas están
satisfechas por un aparato capitalista productivo que las hace posibles o potencialmente
alcanzables, no solo abarca los daños desproporcionados y la explotación, a menudo
violenta, que sufren los vulnerables y marginados en el contexto del extractivismo,
la contaminación, el cambio climático, los despojos múltiples y otros fenómenos, sino
también la «dominación ciega» de las masas en las democracias del llamado Norte Global Un estudio analítico y crítico sobre la reciente proliferación de las categorías
Sur Global y Norte Global para esbozar, entre otros, la marginalidad socioeconómica
de gran parte del mundo, la construcción de alianzas multilaterales y la resistencia
frente al poder hegemónico global, se encuentra en ( Las zonas de sacrificio, señalan Olmedo y Ceberio, son «territorios sacrificables»
inmersos en dinámicas de acumulación capitalista, apropiación y lógica productiva.
Además de destruir la vida de muchas personas, Olmedo y Ceberio añaden una lógica
aún más perversa de estas zonas de sacrificio: la invisibilización que se despliega
con un doble propósito: 1) invisibilizar el sacrificio y 2) negar las resistencias
que se van gestando en respuesta a ese sacrificio» ( En una sentencia reciente, la Corte IDH recogió la categoría de zona de sacrificio
para exponer que el Complejo Metalúrgico de la Oroya produjo «altos niveles de contaminación
ambiental que afectaron el aire, el agua y el suelo», poniendo en «riesgo la salud,
integridad y la vida» de los habitantes de ese territorio sacrificado (Corte IDH,
caso habitantes de La Oroya vs. Perú, de 27 de noviembre de 2023, párr. 180).
Ahora bien, conviene advertir que en muchas ocasiones la complicidad con esas prácticas
es forzada, lo que atenúa el grado de responsabilidad; es evidente que no todos los
seres humanos son igualmente responsables de los daños a la naturaleza ( Los centros de datos consumen el 2 % de la electricidad mundial y emiten tanto C02 como la industria aérea. El tráfico mundial de datos se duplica cada cuatro años.
Los centros de datos consumen un total de 3,2 % del total de las emisiones de carbono
del mundo. De acuerdo con Cristina Crespo en un artículo que aparece en National Geographic, «cada minuto se envían en el mundo 38 millones de mensajes de WhatsApp, se visualizan
266 000 horas de Netflix, 4,3 millones de vídeos en YouTube y se realizan 3,7 millones
de búsquedas en Google, según los datos de la compañía analítica Cumulus Media publicados
en Visual Capitalist. Si internet fuera un país, sería el sexto más contaminante del
mundo». Documento en línea: https://tinyurl.com/yc34xnzx.
Por tanto, el compromiso con el cuidado de la Tierra es de todos, pero las responsabilidades
por los daños ambientales deben ser diferenciadas. Los humanos, señala Jonathan Watts
(
La idea de dominación mediante la gratificación consumista y el engaño a la que se
refieren Horkheimer, Adorno y Marcuse, difiere de la forma en que la literatura sobre
la justicia ambiental entiende la dominación. Ambas son formas antropocéntricas, pero
esta última considera que las personas son conscientes del daño ambiental y de una
dominación que implica pérdidas dramáticas; entre otras, de salud, bienes, formas
de vida tradicionales y comunitarias, territorios y seres no humanos. Desde esta perspectiva,
la impotencia que sienten los subordinados no se debe a la falta de prosperidad material
o a la imposibilidad de satisfacer sus deseos mediante el consumo, sino a la coacción,
incluso violenta, de los Estados y las empresas. La traducción normativa de la justicia
ambiental es el derecho a un medio ambiente sano porque se estima que la protección
del ambiente es una condición indispensable para el disfrute de otros derechos humanos,
como la vida o la integridad física. Así, la justicia ambiental considera que el ser
humano es el único titular de derechos, pero reconoce que existen obligaciones respecto
de la naturaleza (
La categoría justicia ambiental nace en Estados Unidos vinculada al racismo ambiental Diversas investigaciones demuestran que en Estados Unidos la desigualdad socioeconómica
—barrios de bajos ingresos— y la condición racial coinciden con la ubicación de vertederos
de residuos tóxicos y el asentamiento de industrias contaminantes (
Ahora bien, teniendo en cuenta lo expresado hasta aquí, e independientemente de las diferencias entre la literatura de la teoría crítica, los aportes de la justicia ambiental y las teorías republicanas, lo que estas revelan es la existencia de diversas dimensiones de dominación y la pluralidad de mecanismos, escenarios y sujetos que conllevan. Sin embargo, son miradas centradas en la dominación de ser humano sobre ser humano, lo que significa que son tan solo una de las vertientes de la dominación verde, esto es, formas de dominación que transpiran a través de interacciones humanas en las que diversos verdes se entrecruzan (despojo verde, extractivismo verde, acaparamiento verde, contaminación verde…). Estas son miradas importantes que contribuyen a una visión holística de la dominación verde, pero son insuficientes. Para tener una panorámica holística es necesario incluir a las formas de dominación que se manifiestan en y a través de las interacciones humanas, pero también el daño directo del humano sobre la naturaleza no humana y sus componentes.
El filósofo canadiense William Leiss, discípulo de Marcuse, dirige su atención a las
relaciones entre la humanidad y la naturaleza y desafía la construcción dicotómica
entre cultura y naturaleza heredada del pensamiento moderno. Su libro The Domination of Nature, escrito en 1972, ofrece valiosas aportaciones para dotar de significado al concepto
de dominación verde. En su prefacio a la edición de 1994, Leiss define la dominación
de la naturaleza como «la extracción de recursos del entorno natural para convertirlos
en mercancías para la satisfacción de necesidades sin límite aparente y sin tener
en cuenta la idoneidad de esas necesidades o los medios elegidos para satisfacerlas»
(1994: XXV). Es decir, dominación significa conseguir lo que queremos, o lo que creemos que
necesitamos, transformando al planeta en un proveedor de una abundante, ilimitada
e interminable fuente de bienes para satisfacer lo deseos de unos pocos seres humanos Maristella Svampa demuestra cómo esta práctica ha participado de la consolidación
de un orden económico y político-ideológico que produce grandes asimetrías y que está
en la base de conflictos sociales, económicos, político culturales y ambientales.
La investigadora argentina señala que a inicios del siglo xxi América Latina ha pasado del Consenso de Washington al consenso de las commodities, que consiste en la exportación de bienes primarios a gran escala; las commodities, aclara, incluyen desde materias primas a granel a productos semielaborados o industriales
y su explotación y exportación, propias de un estilo de desarrollo neoextractivista,
han «intensificado notoriamente la expansión de megaproyectos tendientes al control,
la extracción y la exportación de bienes naturales» (
Ahora bien, a pesar de la importancia del relato de Leiss para pensar en la multidimensionalidad
de la dominación verde, desde su perspectiva no es posible, en realidad, que pueda
existir una dominación humana sobre la naturaleza. Su explicación, con base en la
Fenomenología del espíritu de Hegel, es que «un rasgo esencial de la dominación es la lucha por el reconocimiento
de la autoría del amo», lo cual significa «que el correlato necesario de la dominación
es la conciencia de subordinación en aquellos que deben obedecer la voluntad de otro»
(
En consecuencia, para explorar aportes que nos permitan pensar en una categoría de dominación en la que esta no solo sea pensada para las interrelaciones humanas, sino también para las interrelaciones de los seres humanos con los no humanos y con los otros componentes de la naturaleza, debemos ir más allá de Leiss. Dirijamos la mirada, entonces, al pensamiento crítico periférico, al giro ontológico y al ecofeminismo.
En el marco del desafío a la construcción dicotómica entre cultura y naturaleza heredada
del pensamiento moderno, también encontramos aportes desde lo que unos denominan pensamiento
periférico (
El pensamiento periférico recoge formas de pensar críticas, marcos conceptuales inclusivos
y experiencias inconformes con las miradas hegemónicas y/o eurocéntricas (o noratlánticas),
como son las de Adorno y Horkheimer, cuyo eurocentrismo les impide descubrir algún
tipo de exterioridad a la razón instrumental moderna. Estas otras interpretaciones
también buscan entender «el actual mundo capitalista, sus contradicciones y su incapacidad
para superar su tendencia autodestructiva», pero también esa «incapacidad que se ahonda
al ignorar las discusiones académicas y filosóficas, históricas y actuales, así como
las experiencias cotidianas de sociedades consideradas “periféricas”» (
Se recoge aquí el pensamiento crítico elaborado en América Latina sobre la base de
que esta «es, de lejos, una de las regiones de mayor creatividad intelectual, cultural,
estética, filosófica y musical del mundo» (
El adjetivo «periférico», señala Eduardo Grüner, cobra especial relevancia no solo
«por destino histórico», sino porque se interroga sobre las razones profundas de los
conflictos no resueltos de la Modernidad y se transforma en una ventaja crítica para
la percepción de las contradicciones desplegadas en sus umbrales ( Para académicos como Walter Mignolo (
Esta tesis es compartida por el filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez ( Es conveniente tener cuidado, nos advierte Castro—Gómez, con algunos desarrollos
teóricos que se autoestrangulan. Frente a la pregunta de por qué una crítica a la
Dialéctica de la Ilustración, para qué ejercer el impulso crítico si este propio impulso es ya una forma de Ilustración
y, por tanto, de dominación. Habermas responde que si bien Horkheimer y Adorno ven
agotados todos los fundamentos emancipatorios de la Modernidad todavía ven una esperanza
en el ejercicio de la crítica y esto es visto por Habermas como una auto contradicción
performativa. Esta acusación puede extenderse a pensadores periféricos que diseñan
una crítica totalizante utilizando en la argumentación recursos modernos que a la
vez rechazan, poniendo en evidencia la existencia de un cripto normativismo moderno
en la crítica anti moderna de la Modernidad, esto es, esbozan un rechazo de la totalidad
en su conjunto, pero en nombre de valores modernos. Respuestas fundamentadas a esta
práctica pueden encontrarse en el pensamiento crítico de Santiago Castro—Gomez (
En este sentido, Castro-Gómez advierte que necesitamos «del legado de la Modernidad»,
aquel que provee de dispositivos encaminados a eliminar la servidumbre, si queremos
«combatir las herencias coloniales generadas en nuestro medio por esa misma Modernidad»
(
la primera promesa queda incumplida en el momento en que el colonialismo y el capitalismo
despojan a las comunidades humanas de sus medios de producción y los convierten en
mercancía Ejemplo de ello es el neoextractivismo verde que tiene una estrecha relación con
el actual modelo de acumulación y con el capitalismo financiero que, bajo el paraguas
de la economía verde, ejerce una enorme presión sobre los bienes naturales y los territorios.
Este neoextractivismo, denuncia Svampa, forma parte de una dinámica del capital que
está dirigida a la «recolonización de la naturaleza y a la desposesión, visibles en
el proceso de acaparamiento de tierras, la destrucción de territorios y el desplazamiento»
( Dada la importancia que el antropocentrismo tiene en toda discusión sobre la Tierra,
conviene tener claro que existen distintas formas de entenderlo. Siguiendo a Montalván—Zambrano
(
El pensamiento crítico periférico también es anticolonial. El colonialismo y sus tentáculos
políticos, económicos, subjetivos y epistémicos aún se encuentran insertos, denuncia
Silvia Rivera Cusicanqui, en «estructuras y gramáticas que subyacen a multitud de
estratificaciones, exclusiones y antagonismos» ( Una de estas estratificaciones es el conservacionismo, una forma de colonialismo
verde que se refleja a través de la creación de «áreas protegidas» destinadas a la
conservación de la naturaleza y que tienen como consecuencia el robo de terrenos y
la expulsión de las comunidades locales. Véase «Voz Indígena. Testimonios sobre el
impacto de la conservación», en la página de la ONG Survival. En línea: https://tinyurl.com/y3ddmm96.
Edgardo Lander sostiene que «con el inicio del colonialismo en América comienza no
solo la organización colonial del mundo, sino —simultáneamente— la constitución colonial
de los saberes, de los lenguajes, de la memoria y del imaginario». De esta manera,
se constituye un único saber sobre el espacio y el tiempo, es decir, «todas las culturas,
pueblos y territorios del planeta, presentes y pasados [se organizan] en una gran
narrativa universal» (
De acuerdo con esta lectura, las ciencias sociales —los saberes eurocéntricos— han naturalizado, mediante la construcción de categorías y conceptos erigidos en patrón de referencia epistémica dotados de universalidad, prácticas de dominación. La autoimposición como criterio de validez único de formas de producción de poder que ocultan, subordinan, silencian o niegan otros sistemas de conocimiento también es dominación.
La revalorización de otros conocimientos tales como el conocimiento local o el saber
popular, requieren de la «deconstrucción teórica de los paradigmas dominantes del
conocimiento en el campo de las ciencias» (
Los trabajos del antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro, enmarcados en el
llamado giro ontológico o en el perspectivismo, desestabilizan también la certeza
de la dicotomía naturaleza/cultura que la Modernidad ha erigido como el armazón fundamental
de su epistemología (
El mundo indígena es un mundo múltiple, no existe naturaleza única y lo que hay de único es la cultura humana, que es una posición meramente formal, meramente pronominal […]. Allí donde vemos la naturaleza como una y la cultura como múltiple, al tiempo que lo múltiple se presenta como una degeneración de lo Uno, el mundo indígena ve lo contrario, ve la multiplicación de las naturalezas como la llave de la cosa, y la unidad como algo meramente formal» (ibid.: 271 y 272).
Así, Viveiros de Castro lleva a cabo un ejercicio intelectual que implica la simetría
de las imágenes del pensamiento o epistemologías existentes en el mundo con base en
una teoría de las multiplicidades que coadyuve a abandonar los marcos epistemológicos
que han sido concebidos como racionales por el pensamiento eurocéntrico. Esto supone,
a la vez, una modificación —descolonización— de la idea de lo que es pensar y de lo
que es pensable, así como las categorías del pensamiento. Esta apuesta del giro ontológico
por cuestionar la epistemología heredada de la Modernidad rompe con la idea de que
existe una única naturaleza «Los argumentos del giro ontológico pueden resumirse en que no hay una única naturaleza
—entendida de manera análoga a la realidad universal— a la que distintas gentes tienen
acceso a través de sus culturas, es decir, mediante una variada multiplicidad de representaciones
parciales y siempre contingentes de la misma. En cambio, lo que existe es una multiplicidad
de realidades, cada una con diferentes propiedades y especificidades. […] la realidad
no es simplemente observable, sino constituida por medio de prácticas específicas
en las que participan humanos y no humanos; en consecuencia, distintas prácticas posibilitan
la emergencia de diferentes realidades» (
En suma, quienes se identifican en lo anteriormente mencionado sostienen que la potencial transformación del sistemático y diversificado proceso de silenciamiento y agravio que conlleva el colonialismo epistémico tiene que ser impulsada por un pensamiento crítico periférico aliado con la praxis política, jurídica y social de los contextos sometidos a dominación. Solo así se podrán vislumbrar componentes emancipadores.
No solo la teoría critica periférica y el giro ontológico contribuyen con sus aportaciones a la multidimensionalidad de la dominación verde y con ellas a su comprensión holística; también son relevantes las aportaciones de los ecofeminismos.
Suele haber consenso en señalar que la categoría ecofeminismo aparece por primera vez de la mano de François D’Eaubonne, quien publicó en 1974 Le féminisme ou la mort, donde dio cuenta tanto de la presencia de diversos movimientos sociales relacionados con el feminismo, el movimiento pacifista y el ecologismo como de conexiones entre distintas formas de dominación, siendo pionera en señalar la conexión ideológica.
Dos décadas después, la activista, física y filósofa Vandana Shiva escribió junto
con María Mies Ecofeminismo. Teoría, críticas y perspectivas ( El ecofeminismo, señala Ariel Salleh en el prólogo a una reedición del libro de Vandana
Shiva y María Mies, «es el único marco político capaz de explicar con detalle los
vínculos históricos entre capitalismo neoliberal, militarismo, ciencias empresariales,
alienación de los trabajadores, violencia doméstica, tecnologías reproductivas, turismo
sexual, abuso infantil, neocolonialismo, islamofobia, extractivismo, armas nucleares,
apropiación de agua y tierras, deforestación, ingeniería genética, cambio climático
y el mito del progreso moderno» ( Esta expansión está llevando a la aniquilación de la biodiversidad, a la centralización
de los sistemas de producción y consumo, a un uso indiscriminado y excesivamente contaminante
de fertilizantes y pesticidas y a la deforestación, entre muchos otros despojos que
provocan escasez e incremento de la pobreza.
La experiencia y denuncia de Vandana Shiva inspiró a otros ecofeminismos del Norte
y Sur Global, si bien varios han tomado distancia de sus postulados. Por ende, lo
correcto es hablar de ecofeminismos, en plural, a fin de reconocer la diversidad de
construcciones teóricas y de demandas a favor de las mujeres y la naturaleza. No existe,
en consecuencia, una única manera de entender el ecofeminismo, pero sí un amplio consenso
en considerar, por una parte, que el ecofeminismo alude, de acuerdo con palabras de
la filósofa Karen Warren, a un conjunto de relaciones «históricas, empíricas, conceptuales,
religiosas, literarias, políticas, éticas, epistemológicas, metodológicas y teóricas
sobre la manera en la cual nos referimos a las mujeres y la tierra» (
De la amplia gama existente de ecofeminismos considero conveniente, de cara a la construcción
de una visión holística de la dominación verde, centrarnos en dos aportaciones. Ambas
se alejan del esencialismo del ecologismo clásico y hacen suyo un ecofeminismo que
sostiene que las identidades de sexo-género y sus relaciones con el medioambiente
han sido culturalmente construidas y, en consecuencia, pueden ser modificadas. Por
un lado, el ecofeminismo crítico no esencialista que se aleja del estereotipo mujer-naturaleza
y de la exaltación de la diferencia sexual que enfrenta a hombres y mujeres y de la
mistificación de la maternidad. La inspiración central aquí será la filósofa española
Alicia Puleo Podría incluirse en esta misma línea a la feminista ecológica crítica de origen australiano
Val Plumwood, quien fue una de las primeras en argumentar, con base en una ética ambiental
no antropocéntrica, la importancia de relacionar la dominación masculina con el dominio
de la naturaleza y otros tipos de dominación y en denunciar el carácter utilitario
de la naturaleza. En una de sus obras centrales, Feminism and the mastery of nature (
«Estamos asistiendo a la crónica de una muerte anunciada: la de la naturaleza», declara
la defensora del ecofeminismo crítico Alicia Puleo ( Dado el amplio debate que actualmente existe respecto del legado de la Modernidad
y las frecuentes generalizaciones sobre su papel en la devastación ecológica, la siguiente
cita de Aimé Tapia, conocedora del pensamiento de Puleo, ayuda a esclarecer la posición
de la filósofa española: es importante recordar «los peligros de rechazar la Modernidad
como si esta fuese un todo homogéneo, sin matices, ni contradicciones. Por una parte,
es innegable que en la Modernidad se ubica el surgimiento del capitalismo ecocida,
pero, por otra, en el legado emancipatorio de la Ilustración se encuentran también
los orígenes del feminismo, la crítica a la concepción reduccionista de progreso y
el surgimiento del movimiento animalista» (
Dos cuestiones más del pensamiento de Puleo resultan relevantes para los objetivos
de este trabajo. Por una parte, la justificación de la necesidad no solo de superar
las perspectivas androcéntricas, etnocéntricas y especistas, sino también de mirar
críticamente las ideas de progreso y desarrollo, entendidas como formas centradas
en enaltecer el mercado, de producción destructivas de la biodiversidad y generadoras
de graves desequilibrios sociales. De acuerdo con sus palabras, «la crítica al modelo
neoliberal de desarrollo basado en la competitividad del mercado que explota y oprime
ha de tener también una perspectiva de género» (
Por otra parte, y conectado con lo anterior, Puleo señala que se deben alentar prácticas
de sostenibilidad mediante la universalización de la ética del cuidado, una virtud
que tradicionalmente ha sido desarrollada por las mujeres. Universalizar y hacer parte
de la vida pública a la ética del cuidado, ampliando el círculo con la inclusión de
los seres no humanos y de los componentes de la naturaleza permitirá habitar de forma
más pacífica la Tierra (
La ética del cuidado también ha sido objeto de atención por parte de Maristella Svampa,
quien se inscribe dentro del ecofeminismo del Sur en diálogo con los feminismos ecoterritoriales.
El trabajo de los cuidados, imprescindible para la sostenibilidad de la vida, ha sido
históricamente desvalorizado, al igual que la labor de sostenimiento de la naturaleza
y el cuidado de sus ciclos que se encuentran en la actualidad seriamente amenazados
por la dinámica depredadora del capital. Esto quiere decir, denuncia Svampa citando
a Yayo Herrero, que al igual que existe una deuda ecológica y una huella ecológica Jayati Ghosh et al. (
El ecofeminismo, señala la filósofa argentina, es una corriente de pensamiento y un movimiento social que tiene la convicción de que existe una conexión entre la opresión hacia las mujeres y la opresión hacia la naturaleza. Considera que en la formación de la teoría ecofeminista concurre un carácter patriarcal de doble dominación y si bien larga la cita resulta esclarecedora.
Por un lado, la crisis ecológica entendida como una crisis social de carácter antropológico:
la necesidad del dominio como fórmula para la afirmación de lo humano se reflejaría
en el plano de las relaciones interpersonales y en el vínculo de lo humano con lo
natural. A partir de esto, el ecofeminismo hará una interpretación similar de la relación
entre el dominio de un género sobre otro y del dominio del ser humano sobre la naturaleza,
con expresiones como la lógica de la dominación, o la lógica identitaria, que dan
a entender una misma idea básica: la justificación del dominio y la marginación a
partir de la devaluación de aquellos considerados diferentes, en este caso la mujer
respecto del varón, y lo natural respecto de lo humano. En segundo lugar, el otro
tema es el carácter crítico y liberador de la ecología que cuestiona la visión dualista/cartesiana
mente-cuerpo y busca suprimir las relaciones jerárquicas entre naturaleza humana y
no humana. Así, el ecofeminismo tratará de aprovechar esta veta emancipatoria de la
ecología (
El ecofeminismo del Sur defendido por Svampa, al que califica también como antiextractivista,
coincide con los feminismos ecoterritoriales ( Se acentúan los desplazamientos, las asimetrías salariales, la explotación sexual,
los feminicidios y se agrava la violencia contra las defensoras ambientales ( De acuerdo con Lorena Cabnal, las mujeres, especialmente las indígenas, se encuentran
históricamente inmersas en múltiples opresiones y violencias —físicas y psicológicas—
que se ejercen contra los cuerpos, la tierra y el territorio y que se interrelacionan
con otras opresiones histórico-estructurales, tales como el racismo, el neoliberalismo
y la globalización extractivista (
Dentro de los feminismos ecoterritoriales, la colombiana Astrid Ulloa (
Para cerrar quiero subrayar que lo expresado a lo largo del texto da cuenta de otras dimensiones a través de las cuales la dominación teñida de verde se explaya, generando repercusiones y daños diversos. La dominación extiende sus tentáculos cuando hay ausencia de restricciones institucionales sólidas que vigilen y limiten la explotación que distintas expresiones de poder ejercen sobre los seres humanos, los no humanos y la Tierra. Y también cuando sistemas, condiciones, prácticas, valores y actitudes conducen a procesos de alienación, a opresiones derivadas de lógicas capitalistas asfixiantes y al mantenimiento de estructuras patriarcales.
Además, estas dimensiones dan cuenta de que los seres no humanos pueden estar sujetos a la dominación, aun cuando no pueden ser agentes de dominación; pueden estarlo simplemente en la medida en que se encuentran en una posición de vulnerabilidad sistémica frente a un poder incontrolado y explotador.
El daño que el poder humano desenfrenado puede ocasionar a las personas evidentemente
difiere de los efectos que causa sobre los ríos, los glaciares, las montañas o los
animales marinos y terrestres, pero no debemos subestimar el sufrimiento y la destrucción
que en ellos causamos. Y no por el valor que suponen para los seres humanos, sino
por el valor intrínseco que tanto los seres no humanos como los componentes de la
naturaleza poseen Sobre el debate en torno al valor intrínseco de la naturaleza, véase Montalván ( Véase el texto de Digno Montalván en este mismo número monográfico. Véase el texto de Pierre Brunet en este mismo número monográfico. Véase el texto de Itziar Gómez en este mismo número monográfico. Véase el texto de Luis Lloredo en este mismo número monográfico. Véanse los trabajos de Ramiro Ávila, Susana Borrás y Valeria Berros, que acompañan
al monográfico de la Revista de Estudios Políticos al que pertenece el presente trabajo.
Véase el libro de Mihnea Tănăsescu (
[1] |
La realización de este trabajo se ha hecho en el marco del proyecto «Ecoprudencia: revisión de los fundamentos antropocéntricos de la teoría jurídica contemporánea ante la transición ecológica», financiado por la Agencia Estatal de Investigación (Ministerio de Ciencia e Innovación) y por la Unión Europea (NextGenerationEU) en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (TED2021-132334B-I00). Agradezco las observaciones de los evaluadores que ayudaron notablemente a clarificar varias cuestiones. |
[2] |
Es importante no confundir dominación con control, gran parte de las dinámicas de la naturaleza escapan al control humano. |
[3] |
Véase en este aspecto la idea de coemergencia desarrollada por Marisol de la Cadena ( |
[4] |
Si bien una de las formas en que la dominación verde afecta a los seres no humanos
y a los componentes de la naturaleza es socavando, en un sentido amplio, el medio
ambiente que los sustenta, otra forma en que la dominación puede afectar a algunos
seres no humanos es impidiendo que estos también vivan la plenitud de su existencia,
como son los efectos en muchos animales de la producción industrial ( |
[5] |
Para ejemplificar esta situación podemos recurrir al pensador y biólogo uruguayo
Eduardo Gudynas ( |
[6] |
De acuerdo con el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas, en el Cono Sur de América hay 54 millones de hectáreas de soja transgénica cultivadas, lo que supone una devastadora agresión a la tierra y un enorme impacto en el incremento de la emisión de gases de efecto invernadero. No obstante, las consecuencias no son solo destructivas para los seres no humanos y los componentes de la naturaleza, sino también para los seres humanos, dado que el incremento del uso del glisofato que acompaña a este «agrotóxiconegocio» ha sido recientemente reclasificado por la Organización Mundial de la Salud como probablemente cancerígeno. Y, además, no solo somos cómplices, sino víctimas ciegas, ya que millones de consumidores han incorporado a su dieta alimentos ultraprocesados en los que está presente la soja transgénica. |
[7] |
Si lo trasladamos al objetivo de evitar la dominación de la naturaleza, Ramphele
( |
[8] |
En este caso, habría que eliminar la imposición tanto de narrativas universales del
desarrollo como las transacciones en moneda extranjera —el dólar— a la mayoría de
los países pobres, tanto en las transacciones comerciales como crediticias. En el
mismo sentido, en muchas antiguas colonias francesas sigue vigente el descendiente
del franco francés ( |
[9] |
Si bien la desalinización por vías tecnológicas es posible, las cantidades de energía requeridas para quitarle la sal al agua son altísimas y frecuentemente provienen de los mismos combustibles fósiles que causan el cambio climático. Además, en su estado actual, este proceso es una fuente de alta contaminación de los ecosistemas costeros. |
[10] |
El Antropoceno como concepto cultural cobra importancia en tanto que difumina los
límites establecidos en muchos ámbitos y nos libra de dicotomías tradicionales, como
naturaleza/cultura. Incluso, autores como Bruno Latour ( |
[11] |
Como se mencionó en la presentación de este número monográfico, un conjunto de reconocidos científicos acaba de decidir (marzo de 2024) que el Antropoceno no es una nueva era geológica y que aún estamos en el Holoceno. |
[12] |
Mihnea Tănăsescu ( |
[13] |
Esto ha causado un daño incalculable, señala Mamphela Ramphele, copresidenta del
Club de Roma, a los sistemas indígenas de uso y administración de la tierra. Muchos
Gobiernos, afirma, han revocado los marcos tradicionales indígenas de uso de la tierra
y «han permitido la introducción del uso agresivo de fertilizantes y semillas estériles
por parte de la agricultura industrializada», y esa búsqueda insaciable de ganancias
«ha socavado los granos autóctonos resistentes y otros alimentos más saludables» ( |
[14] |
Un estudio analítico y crítico sobre la reciente proliferación de las categorías
Sur Global y Norte Global para esbozar, entre otros, la marginalidad socioeconómica
de gran parte del mundo, la construcción de alianzas multilaterales y la resistencia
frente al poder hegemónico global, se encuentra en ( |
[15] |
Las zonas de sacrificio, señalan Olmedo y Ceberio, son «territorios sacrificables»
inmersos en dinámicas de acumulación capitalista, apropiación y lógica productiva.
Además de destruir la vida de muchas personas, Olmedo y Ceberio añaden una lógica
aún más perversa de estas zonas de sacrificio: la invisibilización que se despliega
con un doble propósito: 1) invisibilizar el sacrificio y 2) negar las resistencias
que se van gestando en respuesta a ese sacrificio» ( |
[16] |
En una sentencia reciente, la Corte IDH recogió la categoría de zona de sacrificio para exponer que el Complejo Metalúrgico de la Oroya produjo «altos niveles de contaminación ambiental que afectaron el aire, el agua y el suelo», poniendo en «riesgo la salud, integridad y la vida» de los habitantes de ese territorio sacrificado (Corte IDH, caso habitantes de La Oroya vs. Perú, de 27 de noviembre de 2023, párr. 180). |
[17] |
Los centros de datos consumen el 2 % de la electricidad mundial y emiten tanto C02 como la industria aérea. El tráfico mundial de datos se duplica cada cuatro años. Los centros de datos consumen un total de 3,2 % del total de las emisiones de carbono del mundo. De acuerdo con Cristina Crespo en un artículo que aparece en National Geographic, «cada minuto se envían en el mundo 38 millones de mensajes de WhatsApp, se visualizan 266 000 horas de Netflix, 4,3 millones de vídeos en YouTube y se realizan 3,7 millones de búsquedas en Google, según los datos de la compañía analítica Cumulus Media publicados en Visual Capitalist. Si internet fuera un país, sería el sexto más contaminante del mundo». Documento en línea: https://tinyurl.com/yc34xnzx. |
[18] |
Diversas investigaciones demuestran que en Estados Unidos la desigualdad socioeconómica
—barrios de bajos ingresos— y la condición racial coinciden con la ubicación de vertederos
de residuos tóxicos y el asentamiento de industrias contaminantes ( |
[19] |
Maristella Svampa demuestra cómo esta práctica ha participado de la consolidación
de un orden económico y político-ideológico que produce grandes asimetrías y que está
en la base de conflictos sociales, económicos, político culturales y ambientales.
La investigadora argentina señala que a inicios del siglo xxi América Latina ha pasado del Consenso de Washington al consenso de las commodities, que consiste en la exportación de bienes primarios a gran escala; las commodities, aclara, incluyen desde materias primas a granel a productos semielaborados o industriales
y su explotación y exportación, propias de un estilo de desarrollo neoextractivista,
han «intensificado notoriamente la expansión de megaproyectos tendientes al control,
la extracción y la exportación de bienes naturales» ( |
[20] |
Para académicos como Walter Mignolo ( |
[21] |
Es conveniente tener cuidado, nos advierte Castro—Gómez, con algunos desarrollos
teóricos que se autoestrangulan. Frente a la pregunta de por qué una crítica a la
Dialéctica de la Ilustración, para qué ejercer el impulso crítico si este propio impulso es ya una forma de Ilustración
y, por tanto, de dominación. Habermas responde que si bien Horkheimer y Adorno ven
agotados todos los fundamentos emancipatorios de la Modernidad todavía ven una esperanza
en el ejercicio de la crítica y esto es visto por Habermas como una auto contradicción
performativa. Esta acusación puede extenderse a pensadores periféricos que diseñan
una crítica totalizante utilizando en la argumentación recursos modernos que a la
vez rechazan, poniendo en evidencia la existencia de un cripto normativismo moderno
en la crítica anti moderna de la Modernidad, esto es, esbozan un rechazo de la totalidad
en su conjunto, pero en nombre de valores modernos. Respuestas fundamentadas a esta
práctica pueden encontrarse en el pensamiento crítico de Santiago Castro—Gomez ( |
[22] |
Ejemplo de ello es el neoextractivismo verde que tiene una estrecha relación con
el actual modelo de acumulación y con el capitalismo financiero que, bajo el paraguas
de la economía verde, ejerce una enorme presión sobre los bienes naturales y los territorios.
Este neoextractivismo, denuncia Svampa, forma parte de una dinámica del capital que
está dirigida a la «recolonización de la naturaleza y a la desposesión, visibles en
el proceso de acaparamiento de tierras, la destrucción de territorios y el desplazamiento»
( |
[23] |
Dada la importancia que el antropocentrismo tiene en toda discusión sobre la Tierra,
conviene tener claro que existen distintas formas de entenderlo. Siguiendo a Montalván—Zambrano
( |
[24] |
Una de estas estratificaciones es el conservacionismo, una forma de colonialismo verde que se refleja a través de la creación de «áreas protegidas» destinadas a la conservación de la naturaleza y que tienen como consecuencia el robo de terrenos y la expulsión de las comunidades locales. Véase «Voz Indígena. Testimonios sobre el impacto de la conservación», en la página de la ONG Survival. En línea: https://tinyurl.com/y3ddmm96. |
[25] |
«Los argumentos del giro ontológico pueden resumirse en que no hay una única naturaleza
—entendida de manera análoga a la realidad universal— a la que distintas gentes tienen
acceso a través de sus culturas, es decir, mediante una variada multiplicidad de representaciones
parciales y siempre contingentes de la misma. En cambio, lo que existe es una multiplicidad
de realidades, cada una con diferentes propiedades y especificidades. […] la realidad
no es simplemente observable, sino constituida por medio de prácticas específicas
en las que participan humanos y no humanos; en consecuencia, distintas prácticas posibilitan
la emergencia de diferentes realidades» ( |
[26] |
El ecofeminismo, señala Ariel Salleh en el prólogo a una reedición del libro de Vandana
Shiva y María Mies, «es el único marco político capaz de explicar con detalle los
vínculos históricos entre capitalismo neoliberal, militarismo, ciencias empresariales,
alienación de los trabajadores, violencia doméstica, tecnologías reproductivas, turismo
sexual, abuso infantil, neocolonialismo, islamofobia, extractivismo, armas nucleares,
apropiación de agua y tierras, deforestación, ingeniería genética, cambio climático
y el mito del progreso moderno» ( |
[27] |
Esta expansión está llevando a la aniquilación de la biodiversidad, a la centralización de los sistemas de producción y consumo, a un uso indiscriminado y excesivamente contaminante de fertilizantes y pesticidas y a la deforestación, entre muchos otros despojos que provocan escasez e incremento de la pobreza. |
[28] |
Podría incluirse en esta misma línea a la feminista ecológica crítica de origen australiano
Val Plumwood, quien fue una de las primeras en argumentar, con base en una ética ambiental
no antropocéntrica, la importancia de relacionar la dominación masculina con el dominio
de la naturaleza y otros tipos de dominación y en denunciar el carácter utilitario
de la naturaleza. En una de sus obras centrales, Feminism and the mastery of nature ( |
[29] |
Dado el amplio debate que actualmente existe respecto del legado de la Modernidad
y las frecuentes generalizaciones sobre su papel en la devastación ecológica, la siguiente
cita de Aimé Tapia, conocedora del pensamiento de Puleo, ayuda a esclarecer la posición
de la filósofa española: es importante recordar «los peligros de rechazar la Modernidad
como si esta fuese un todo homogéneo, sin matices, ni contradicciones. Por una parte,
es innegable que en la Modernidad se ubica el surgimiento del capitalismo ecocida,
pero, por otra, en el legado emancipatorio de la Ilustración se encuentran también
los orígenes del feminismo, la crítica a la concepción reduccionista de progreso y
el surgimiento del movimiento animalista» ( |
[30] |
Jayati Ghosh et al. ( |
[31] |
Véase Wences ( |
[32] |
Se acentúan los desplazamientos, las asimetrías salariales, la explotación sexual,
los feminicidios y se agrava la violencia contra las defensoras ambientales ( |
[33] |
De acuerdo con Lorena Cabnal, las mujeres, especialmente las indígenas, se encuentran
históricamente inmersas en múltiples opresiones y violencias —físicas y psicológicas—
que se ejercen contra los cuerpos, la tierra y el territorio y que se interrelacionan
con otras opresiones histórico-estructurales, tales como el racismo, el neoliberalismo
y la globalización extractivista ( |
[34] |
Sobre el debate en torno al valor intrínseco de la naturaleza, véase Montalván ( |
[35] |
Véase el texto de Digno Montalván en este mismo número monográfico. |
[36] |
Véase el texto de Pierre Brunet en este mismo número monográfico. |
[37] |
Véase el texto de Itziar Gómez en este mismo número monográfico. |
[38] |
Véase el texto de Luis Lloredo en este mismo número monográfico. |
[39] |
Véanse los trabajos de Ramiro Ávila, Susana Borrás y Valeria Berros, que acompañan al monográfico de la Revista de Estudios Políticos al que pertenece el presente trabajo. |
[40] |
Véase el libro de Mihnea Tănăsescu ( |
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